Ser capaces de establecer vínculos consistentes, con contenido, con alcance, con verdad, es una tarea compleja y necesaria. No basta con constatar que en ocasiones son insuficientes o inapropiados. La labor de procurarlos exige una pormenorizada y minuciosa dedicación. Más parece que habríamos de velar por reconocer los existentes, por valorarlos y por tejer el texto de una relación. Para ello se precisa urdimbre y trama, pero sobre todo un detallado, cuidadoso e insistente quehacer. No es cuestión de limitarse a aguardar que ocurran, hay que hacer el movimiento. Y, desde luego, es preciso reconocer la conveniencia de dichos vínculos, desearlos. De no ser así, pronto encontraríamos buenas razones para constatar la debilidad de lo enlazado o para proclamar su infecundidad. Es preciso labrar la tierra si deseamos que sea fructífera.
Vincular no es simplemente adjuntar, ni añadir, ni poner al lado. Requiere una implicación mutua, una pertenencia común, algo bien distinto del establecimento de un terreno o de la posesión de un patrimonio de otros.Vincular no es conquistar. El vínculo adecuado no se sostiene en la adhesión sino en el reconocimiento recíproco. Ni siquiera se reduce a la natural relación. Más bien se basa en la voluntad y en la decisión compartidas.
Necesitamos vínculos. Firmes, estables, consistentes. Sustentados en la confianza y en el afecto que brotan de la voluntad y del trato sincero y persistente, no de la arrogante supuesta superioridad. Sólo así tales vínculos radicarán en la incorporación de unos en otros, en la colaboración de unos con otros, en la experiencia de lo que, a pesar de las peculiaridades, hay en cada quien, de lo que, a pesar de las apariencias, no es ni tan absolutamente distante ni ajeno. Vincular no es efectuar una adición, una anexión, sino la potenciación que surge de la disposición a compartir una suerte común.
Los vínculos más estrechos son aquellos que elegimos consciente y serenamente. No siempre nos vienen dados por circunstancias personales, sociales, históricas o políticas, por muy importantes que estas sean. Hemos de buscarlos, de quererlos, de preferirlos. Nada desvincula más que el deseo de no estar vinculado. Salvo quizás el dar por supuesto, por establecido, por cerrado, por clausurado, aquello que se nutre de la libre decisión. Sin embargo, precisamos dotarnos de un marco razonablemente estable de vinculación. Plantearnos una y otra vez el sentido y el alcance de nuestros vínculos es tan interesante como en cierto modo insensato. Tan insensato como considerar que en modo alguno han de ser planteados o cuestionados.
Hay quienes son expertos en desvincular, en trabajar activa y constantemente por desactivar, por destejer, por desarticular, por desmembrar. Cuando Platón trata de considerar en el Político cuál habría de ser la tarea de quien busca configurar la ciudad, remite a la labor del tejedor que, una y otra vez, elabora y entrelaza, no simplemente cose y descose. La tarea de establecer un abrazo de los hilos para ofrecer una adecuada composición sienta las bases para elaborar un paño consistente, un tejido suave: el que combina “el carácter de los hombres valientes con el de los sensatos”, el que abraza “a todos los hombres de la ciudad”.
Más complejo resulta entretejer voluntades, convicciones, afectos, destinos. Nada ajeno, ni ninguna mano extraña podría ofrecer consistencia con una intervención que maniobrara desde el exterior. No se entrelaza desde la posición de un espectador visionario que, supuestamente, desde su genialidad supiera lo que más conviene.
No faltan tampoco quienes permanentemente buscan caminos, tratan de comunicar, de vincular. Se dedican a reforzar los lazos, sin ignorar las complejidades ni las complicaciones. Trabajan por generar vínculos, no entre idénticos, sino entre semejantes que, si son distintos, no es porque difieran en derechos. Eso les confirma como iguales. Para estos, la tarea es la de subrayar objetivos comunes, intereses no inconfesables sino públicamente compartidos. No se asustan por coincidir. Bien saben que con los mismos materiales pueden construirse puentes o murallas. Nos hacen ver que la voluntad y la determinación, la mirada, la decisión, son las que proyectan aislar o enlazar. De una u otra manera pretendemos comunicar o incomunicar.
Los vínculos no se reducen a los ya establecidos naturalmente, sino que se reafirman y se confirman, se declaran y se consolidan desde la adopción de acuerdos, a partir de la constitución de espacios y de condiciones para proyectos comunes. Los acuerdos implican sólidas vinculaciones, que han de conllevar un compromiso cordial, lo que no incluye necesariamente algún entusiasmo. Y desde luego ello requiere lealtad. Los vínculos no son simples nudos, son lazos. Tienen más que ver con el injerto y con la relación de transformación mutua que con la simple adhesión inquebrantable a lo que presuntamente ya desde siempre somos.
Frente a una idea abstracta de unidad, que tratara de imponerse imperiosamente arrasando toda diversidad, los vínculos decididos y establecidos constituyen la armonía de las diferencias, la unidad en la pluralidad y concretan su tarea como la de una permanente labor de unificación con contenido. La unidad adecuada no desmantela las singularidades, les da concreción. Más aún, fuera de lo común no se es diferente, se es indiferente. Lo común se nutre de la sincera comunicación y sólo sobre ello cabe dar forma conjunta a cualquier atisbo de comunidad. Vincular es un modo de querer, un modo de saber, un modo de hacer.
(Imágenes: Matthew Cusick, Collages de mapas)
Hay 9 Comentarios
Si todos los que hoy se esfuerzan por buscar las diferencias respecto a los otros se levantaran mañana buscando todo lo que les une y se pusieran a trabajar por mejorar esas posiblidades tendríamos un maravilloso mapa de caminos para recorrer y por los que luchar. Siempre interesante el vínculo del texto con las imágenes en este blog y siempre interesantes los comentarios... aquí si hay algo que hacer dos veces por semana enriquecedor... gracias
Publicado por: Campanella | 26/09/2012 23:12:04
Nada que añadir a tan sensata reflexion, solo dar las gracias a Angel Gabilondo y ayudar a difundir ideas como esta.
Publicado por: Carlos | 25/09/2012 22:43:57
el vinculo se debe al reconocimiento mutuo pero en la mayoria de los casos hay alguien que desea mas el propio reconocimiento y utiliza estrategias para que la otra parte vinculada acabe hasta las narices y se vaya; entonces el vínculo se rompe y en esta ruptura se ensalza a uno y se denigra a otro o ya no se le tiene en cuenta nunca mas. Y este es el problema vinculante que me ocurre una y otra vez, que el fuerte puede con el debil, y no se como superarlo ni como volver a vincularme otra vez.
Publicado por: rebeka | 25/09/2012 18:13:05
Saber vincular no consiste en encasillar un vínculo con otro sino más bien en mantenerlo al alcance. El reconocimiento no se vincula a un estado confesable solo aún admirable encuentro. Los hilos que tejen muestran la vinculación intima de implicaciones mutuas. Y no se pretende llamar la atención con ello sino que se vinculan posturas anticipadas de cohesión compartidas de una suerte común. Así constituimos confianza y afecto en el ámbito de lo común. Aunque de vez en cuando así no se de, se ha de postular por un vinculo libre de obstáculos. Segregar una sujeción a una obligación, la de concebir contextualmente.
La vinculación quizás bien entendida sea aquella postura a la que aspiramos todos. Sujetar el mapa único y verdadero que muestre el alcance que cabe dar una forma conjunta de comunidad.
Ahora bien seria este el único método legible que se necesitará para restablecer el saber vincular del individuo. Es decir cuando el carácter vital esta basado en una concepción integradora de los valores humanos ya en comunidad o cuando es persona humanista integrada en comunidad.
Publicado por: Lidia Martín | 25/09/2012 18:03:11
Da mucho gusto profundo y emoción ver que existen estos espacios donde autores y lectores se encuentran -como en el Ágora- para exponer e intercambiar sus ideas, sus pensamientos,sus sentimientos,y así buscar vincularse unos con otros, en un mundo (mundos) donde muchos se esfuerzan en la destrucción y en levantar murallas.
Publicado por: Miguel de la Torre Yarza | 25/09/2012 17:33:32
Si todos los profesores tomaran algunas notas del profesor Gabilondo no digo todo pero mucho( de ese todo) quedaría encauzado por el buen camino, y aunque este fuera de más largo o más corto recorrido, tanto daría, porque la intención sería la contable sabiendo y quedando claro como aquí queda, que con "los mismos materiales pueden construirse puentes o murallas".
Publicado por: Rantamplán Malaspina | 25/09/2012 17:09:57
Queda perfectamente descrita lo que muchos entendemos como 'relación educativa'. Sin la búsqueda activa de esa relación, construida intencionalmente, deseada desde la convicción moral y sostenida en el conocimiento y la experiencia contrastada.. el vínculo necesario para que pueda producirse aprendizaje en profundidad no se consigue. La relación sostenida en un interés parcial, asimétrica desde el poder... lo que genera es instrucción y adiestramiento... nunca autonomía, criterio personal y aprendizaje valioso y útil social y personalmente...
Publicado por: Rodrigo J. Garcia | 25/09/2012 15:18:45
"No se asustan por coincidir". No pierden su identidad por coincidir. No traicionan a sus ideales por coincidir. Qué buena frase. Pásalo.
Publicado por: Esperanza | 25/09/2012 10:56:36
Si hoy parecería una tarea titánica redactar una Constitución española, imagino lo que debió de ser componerla en el 78 y a contrarreloj. Pero bueno, ya se hizo y se votó. Suerte que ahora lo único que tenemos que hacer es ponernos de acuerdo en cómo mejorarla. (¿Cómo sería España sin Constitución?).
Publicado por: Galilea | 25/09/2012 10:47:02