Se supone que se trata de no reproducir sin más lo que otro hace o ha
hecho, ni de limitarse a imitar a los demás, pero incluso para ser del todo
singulares, necesitamos seres de
referencia. No siempre es fácil dar con ellos. Ni basta con la relación de
quienes tienen éxito o son públicamente conocidos. La pérdida de tales
referencias concretas, de quienes por su forma de pensar y de vivir nos
provoquen y nos convoquen a modos distintos y mejores de hacer y de ser, supone
una verdadera dislocación, una desubicación que agudiza nuestro desamparo y nuestra soledad.
No es que precisemos de discursos salvíficos, aunque sin embargo es indispensable que encontremos seres admirables, dignos de admiración, que no se reduzcan a ser dignos de ver, o de mirar. Como quién nos gustaría ser es más que una infantil proyección, es la expresión de nuestra voluntad y de nuestro deseo, pero, aún más, de que también somos aquello que perseguimos, hacia lo que vamos, lo que nos convoca y buscamos ser.
Siempre, y muy en especial en tiempos de mayor complejidad, requerimos encontrarnos con quienes se arriesgan con el pensar, hasta hacerlo valer con su acción comprometida. No siempre son ruidosos, pero sí elocuentes. Cuando la indecisión y la tibieza parecen envolvernos, el arrojo, no necesariamente exento de prudencia, se añora como expresión del alcance de las convicciones. Y la persistencia y la coherencia de no limitarse a lo directamente beneficioso y rentable, o la decisión de no reducir nuestra perspectiva ni renunciar a nuestros mejores sueños precisan de la compañía, siquiera en algún modo de distancia, de estos seres horizonte, que no pocas veces nos faltan.
En ocasiones, estos seres nos parecen inalcanzables. Hombres horizonte, mujeres horizonte, que marcan, señalan, indican, casi sin proponérselo, y nos ofrecen el cobijo de algún itinerario, el hogar de ciertas vías. A su vez conviven con sus propios desafíos. Su modo de proceder nos insta a proseguir, a encaminarnos por esas travesías, no exentas de peligro, que conforman nuestra experiencia. Quizá nos resulten excesivos, pero no por falta de proximidad. Incluso la admiración requiere una cierta cercanía. El asombro y la curiosidad son origen del pensar y una cierta constatación de alguna forma de escisión. Ahora bien, a la par, asombro, curiosidad y escisión son aliento del vivir. Estos seres horizonte no nos mueven porque carecen de debilidades o son insuperables, sino porque incluso sobre su propia fragilidad conforman fuerzas y razones. Para empezar, para sí mismos.
Los seres horizonte no son entorno ni contorno de nuestras peripecias cotidianas. No necesariamente pertenecen a lo que constituye el afán de nuestra vida diaria sino que, sin que ello se excluya, más bien labran caminos, no siempre de fácil recorrido. Pero su ejemplaridad no radica en que hemos de pisar sobre sus huellas. Sobre todo nos llaman a hacer nuestra propia trayectoria.
Quienes con su propio proceder trastornan la escala de valores dominante abren otros horizontes y no se reducen a dejarse llevar por senderos trillados que desde un lugar concreto nos conducen a otro ya esperado y definido. No son admirables y ejemplares porque no sitúan en una meta que cumple nuestros sueños. Cabría preguntarse entonces cuál es su alcance y su sentido. Eduardo Galeano nos acompaña en la tarea. “La utopía está en el horizonte. Trato de alcanzarla./ Camino dos pasos, ella se aleja dos y el horizonte se corre diez más para allá./¿Entonces para qué sirve la utopía?/ Para eso sirve, para caminar.
Si los hombres y las mujeres horizonte impulsan nuestra existencia, sin reducirla a la rendición a los
ámbitos del contexto inmediato, es porque su capacidad de mirar no se limita a
mantener la vista fija en la mera actualidad. Su aparente ir a ningún sitio
predefinido no impide que se conduzcan ajustadamente. Quizá tiran del carro
como la diosa del Poema de Parménides,
impulsado por thémis y díke, el derecho o la norma y la
justicia. Pero no para huir, sino para darse, ya que lo hace “a través de las ciudades”. Su proceder
indagador no constituye alejamiento alguno y nos permite conocer lo que es
necesario, lo justo. Así, en este caminar, el horizonte efectivamente comparece
y produce sus efectos, del mismo modo que la utopía que nos alienta y propicia
nuestro andar. Con ello pone en cuestión lo que ya parece ofrecerse como
inevitable, aquello mal llamado “lo que hay”. “Es lo que hay”, decimos, cortando todo horizonte y todo intento de
transformación, de innovación, de recreación.
Frente a la caricatura de lo tantas veces mal llamado imposible, lo imposible, estos seres nos resultan imprescindibles. La proliferación de quienes hacen ostentación de sus logros, con independencia de los procedimientos para conseguirlos, no sólo nos hacen perder todo horizonte, sino que lo reducen a la consecución de unos resultados que clausuran cualquier propuesta de ajustarlos, no según las cuentas del principio de razón, sino según la justicia.
La atención al presente
incluye su horizonte. Si no se reduce a lo que ocurre, ni a la actualidad, es
precisamente porque incorpora como elemento constitutivo la necesidad de un porvenir. Cabe decir que la verdadera palabra de
alguien es su forma de vivir. Eso incluye asimismo el relato que deja
constancia de su propio morir. Es entonces cuando se ilumina más aún aquello
que le sostenía y le hacía caminar, su propio horizonte, tal vez el de otros
seres de referencia. Dicho horizonte a veces sólo se nos viene con más
contundencia, y en plenitud, en su despedida. No es preciso aguardar a ella, ni
requerirla. Aunque al desaparecer queda aún más exento el horizonte, como expresión última de su generosidad y
ello nos permite ver con más claridad esa utopía, echamos de menos ciertas
presencias permanentes y cotidianas que alientan nuestra existencia.
No era utopía porque simplemente careciera de lugar, lo es porque no reside en asiento alguno, porque destella en todo y cada uno de los espacios de ciertas formas de vida, de ciertas maneras de vivir. Su difuminación nos entrega con más contundencia, si cabe, un horizonte para caminar. Y tales hombres y tales mujeres son horizonte que logra hacernos crecer, sacar lo mejor de nosotros mismos. Y eso no es ninguna extracción, sino una incorporación. Son nuestro verdadero privilegio.
(Imágenes; Fotografías de Juan Doffo, Misteriosa forma del tiempo; Arquitectura del infinito; Río de fuego; El tiempo es otro río)
Hay 8 Comentarios
Cuando me pierdo me inspira mucho Vicente Ferrer. A él le inspiraban mucho las truchas en su lucha nada utópica de remontar el río. Qué cosas ¿no?
Publicado por: J. de Arco | 24/09/2012 10:51:59
A modo de ilustración podría haberse acordado uno de Don Quijote...
Publicado por: Rantamplán Malaspina | 22/09/2012 20:47:01
Hombres y mujeres horizonte, personas que se entregan y nos invitan a hacerlo. Les sugiero conocer a una de ellas, a una escala más reducida: un peculiar asesor fiscal con la ética redistributiva de los maoríes. Es un blog de vocación humorística que narra las crónicas de nuestros tiempos de austeridad. Un saludo muy afectuoso señor Gabilondo. http://lluviaderatones.blogspot.com.es/
Publicado por: Juan | 22/09/2012 13:31:44
Como siempre, tanto los temas y su manera de decirlos como las imágenes, una ventana diferente y muy especial a lo mismo -no se ofenda si le digo que su estilo me recuerda muchas veces a nuestro Ortega, lo que espero sea tomado como un cumplido.
Lo mismo que los comentarios. Qué relevante la cita aristotélica de Lydia Martin, la larga tradición que reflexiona sobre el mimetismo humano, que podemos encontrar también magníficamente tratada en el horizonte Spinoza y que trajo para el plano económico-moral Adam Smith en su menos conocida Teoría de los sentimientos morales, siendo hoy un objeto de estudio principal de economistas y científicos sociales de corte liberal.
Como lector insaciable una época de René Girard -en especial su libro sobre Shakespeare, al que habré vuelto unas decenas de veces, tan perturbador en torno al mimetismo del deseo y que recomiendo a todos, pero átense bien los machos porque luego hay que seguir viviendo- me resulta una temática fundamental para entender como construimos proyectivamente nuestra identidad.
Y de acuerdo con el mensaje de Enrique: la impresión que me dejó en la facultad la manera de hacer las cosas en 4º Metafísica en la UAM me sigue hoy influyendo en mi manera de hacer las cosas como profesor, algo que me suelen agradecer los alumnos, aunque no pueda recordar al detalle la mayoría de los contenidos (no obstante, siempre le cito cuando vemos el mito de la caverna y les comento que bien visto Platón es el inventor del cinematógrafo, por ejemplo)
http://enjuaguesdesofia.blogspot.com
Publicado por: zenon de pelea | 21/09/2012 18:02:16
GRACIAS PROFESOR GABILONDO, CONSIDERO QUE ES USTED UN HOMBRE HORIZONTE.
Publicado por: Sirius | 21/09/2012 14:43:15
La sola presencia de esas personas mejora la visión de las cosas, es verdad que nos señalan la utopía y nos ayudan a caminar. Compartir motivos y razones para seguir luchando cada día es una importantísima cualidad de estas personas. He compartido el privilegio de tenerlas cerca, algún familiar cercano lo es, aquella profesora de historia del arte, algún jefe ejemplar que hacen que las tareas mas cotidianas sean divertidas y te ayuden a crecer. Tambíén he tenido referentes políticos y no dudo en que volveré a tenerlos. Bonitas reflexiones
Publicado por: Leichegu | 21/09/2012 13:48:12
Los hombres horizontes no es que se necesiten es que son imprescindibles. Ya lo decía Aristoteles “ Parece haber dado origen a la poética fundamentalmente dos causas y ambas naturales. El imitar, en efecto, es connatural al hombre desde la niñez y se diferencia de los demás animales en que es muy inclinado a la imitación y por la imitación adquiere sus primeros conocimientos y también el que todos disfruten con las obras de imitación. Y es prueba de esto lo que sucede en la práctica...”.
Buscamos ser quizás seres horizontes por aquello por lo que persiste. Tanto por lo que los une o les sostiene. Un instante fugaz se aproxima a la imitación y se refugia en la conciencia.
Tratar a hombres y mujeres horizonte es ofrecer hacer una propia trayectoria. Admirable poder una buena voluntad al servicio de una voluntad. No impide seguir alcanzando un sentido de referencia. Ya que el propósito es hablar afectuosamente, con cariño y moroso detalle, de varias obras maestras europeas…
No solo no acompañan autores sino también una amplia gama de caminos en proyecto para el fruto. El de enseñar por contagio lo que se les trasmite. Así quizás se pueda ampliar los seres de horizonte. Donde el aprender sea diferente y convencional al mismo tiempo.
Publicado por: Lidia Martín | 21/09/2012 13:40:59
En el antiguo sexto de Bachillerato, en el momento justo, durante los últimos años del franquismo, tuve un profesor de filosofía y de historia del arte que fue un referente importante para muchos de los que estuvimos con él. En cuanto al currículo oficial de aquellos años, apenas pasamos del silogismo y de los pintores italianos del Renacimiento; respecto a lo que no estaba escrito en ninguna ley, descubrimos a Freud, a Erich Fromm, a Marcuse, a Skinner y comprobamos que una clase podía consistir en un debate, en un intercambio de ideas, en estar con alguien que tenía algo (experiencia, saber, inquietudes, proximidad o como queramos llamarlo) que no tenían otros profesores. No aprendimos mucho arte ni filosofía, pero les tomamos afición.
Suele suceder que, al acordarnos de alguno de nuestros profesores, recordemos cuáles eran sus virtudes, manías y peculiaridades antes que los contenidos académicos que nos impartió. En contadas ocasiones, podemos asociar un profesor con una enseñanza concreta que nos impactó en su momento y hemos mantenido a lo largo de nuestra vida.
Esto me hace pensar que lo más importante que aporta todo aquel que se dedica a la docencia es su persona; aquello que la hace única y se manifiesta en una forma de estar, de moverse, de hacer y de transmitir las cosas. Y eso es lo que se recuerda, lo grato o lo ingrato de su compañía, lo valioso o nefasto que resultó trabajar con él y las puertas que fue capaz de abrir o que tuvo a bien cerrar.
http://www.otraspoliticas.com/educacion/el-valor-anadido
Publicado por: Enrique | 21/09/2012 9:34:11