Tener talento no equivale a gozar de un estado ya asentado que por sí solo garantiza éxito. Habría que comenzar reconociendo que no se dispone abstractamente de él, es decir, si se tiene es para algo, lo que no necesariamente significa para todo. Más curioso aún resulta que pueda carecerse de él en determinados contextos y ámbitos, según ciertos parámetros, de acuerdo con ciertas perspectivas, sin que de ello se deduzca que no se tiene. Pero descubrir el talento no equivale a desencubrirlo, como si agazapado aguardara ser liberado por alguna genialidad, como si él fuera asimismo un genio que habría de despertarse o desperezarse por algún habilidoso experto. Y no faltan quienes se lanzan con su cazamariposas a la búsqueda de especímenes singulares, cuyo máximo atractivo consistiría en su condición exótica. Pero no deja de ser curioso que la máxima cualidad de estos buscadores es que adivinan el talento a través de los síntomas. Como si se tratara de una enfermedad, de una dolencia o de alguna suerte de santidad. Y, efectivamente, ello conduciría la beatería del talento.
Reivindicar el talento, como sin duda ha de hacerse, supone, para empezar, considerarlo como una potencia o una capacidad, mejor como una redundante capacidad potencial, para el desarrollo de habilidades y de competencias, más que como mero resultado. Así que, puestos a medirlo, conviene andarse con cuidado. Una noción de talento que ignorara la inteligencia social, la inteligencia emocional y sus condicionantes, y tratara de limitarse a la valoración del actual rendimiento, produciría, como tantas veces, algunos errores y decepciones. Y valorar es poner en valor, no simplemente ajustarse a lo ya logrado. No pocas personas especialmente competentes han sido desatendidas por reducir el análisis a lo ya ocurrido. Atados a lo sucedido, tales condiciones han supuesto la definitiva fijación a lo logrado. Y no es sólo el importante talento perdido, no hemos de olvidar a quienes se pierden precisamente en nombre del talento
Semejantes valoraciones de lo ya dado, en lugar de hacer mejorar, asientan el actual estado de cosas. Hallarse especialmente capacitado y dotado se vincula a los conocimientos, pero a su vez ha de hacerse a las competencias y a los valores. Y no sólo. Asimismo a las expectativas, a las motivaciones y, aún más, a lo que los otros esperan de nosotros. Y también a las oportunidades. El talento se presenta así como germen, como semilla, como capacidad de fructificar, de crecer, cuyo despliegue no se produce necesariamente ni en el momento en el que nos lo propongamos, ni en el modo que se corresponda con nuestra forma de medirlo.
Más espectacular es la posición de quienes se consideran bien capacitados para detectar talento, toda vez que ellos mismos se ven singularmente competentes. En realidad, vendrían a decir que se trata de ser de un modo, su modo, de una manera, su manera, precisamente al modo y manera como ellos establecen que el talento es y ha de ser. El talento consistiría no ya sólo en ser como ellos, sino en ser ellos, ejemplo palpable y modelo de éxito. O dicho de otra forma, víctimas a la par de quienes no supieron reconocérselo como merecían. La arrogancia de ese talento vendría a ser condescendencia, por un lado, e intransigencia, por otro. Obviamente sólo encontraría acomodo entre otros talentos, para constituir la secta de la talentología.
Sin embargo, el necesario talento, su creación y su generación, resulta imprescindible. Más que su simple recolección o acopio como un caudal o una cosecha que hubiera de mantenerse en reserva. Y no digamos que su aislamiento en clubs o centros selectos. Es decir de seleccionados. Y aquí intervienen los criterios y los procedimientos de selección, que suelen ser coincidir con formas y con rutinas de distinción, que no siempre de discernimiento. Promover el talento es impulsar el potencial que significa, sin quedar cegados por el simple estado de cosas, como si los logros no dependieran de ningún otro factor que su reconocimiento y su despliegue.
Conviene no olvidar lo elocuente que resulta la propia palabra talento. Si bien inicial y etimológicamente se refiere al platillo de la balanza, o a los metales preciosos que en ella se depositan, a la tarea de equilibrar o de sopesar, incluso a la unidad de masa, la reconocemos singularmente asociada a otro tipo de valor. Por más que la leamos como aptitud o inteligencia, aptitud para su desarrollo, no deja de alentar en la palabra ese aire de moneda de cuenta. Un cierto resabio, propiciado por determinadas lecturas, lo vincula a la competitividad de la economía, a su crecimiento, a la prosperidad, al acceso a puestos de alta cualificación, con lo que viene a acabar supeditándose, como medio o procedimiento para una determinada concepción del éxito. Tal parecería entonces que el talento habría de incluir otro tipo de talento, el de no andarse con tantos miramientos. No deja de inquietar ese vínculo entre el supuesto talento y los indiscutibles talentos, según se disponga o no de medios.
Sin embargo, el talento, que estimamos como previo y singular, no ha de suponerse que por sí mismo produzca una autosuficiencia, sostenida en privilegiadas posiciones y consideraciones. No se descarta que hayamos de desenvolvernos en contextos en los que es preciso evaluar y valorar. Pero si para que algo sea medible, ha de ser equiparable, comparable y compatible, resulta improcedente ignorar, precisamente en nombre del talento, que éste puede no ser simplemente innato, sino que cabe adquirirse. Siendo capacidad, es asimismo competencia y siendo aptitud es también actitud. La intensidad, la pasión, la energía y la entrega producen no pocas veces lo que sin ambages puede denominarse incorporación de talento. Se trata, por tanto, de generarlo, de aprenderlo y de enseñarlo.
Bien inteligente es Hegel al decir que es insensato pretender conocer primero el conocimiento, antes de ponerse a conocer. ¿Con qué conocimiento lo conoceríamos? Y hemos de ser cautos a la hora de reconocer talento y de medirlo, si de eso se tratara. Sobre todo si para ello hemos de efectuar alguna comparación, en la que de una u otra forma quedaríamos involucrados. El talento ni es una naturaleza, ni es un Rh, y requiere no sólo ciertas condiciones, también otras, las de desarrollo y oportunidad. Constatar que no parece darse ha de movernos a procurarlo, no a excluir a quienes en ese determinado momento no responden a las expectativas propuestas por quienes, sin duda con mucho talento, quizá dan por apropiado, indiscutible e irreductible el que a cada cual le ha correspondido “naturalmente”.
(Imágenes: Ilustraciones de Denis Dubois, 2012)
Hay 16 Comentarios
El talento capacidad innata, medio instrumental para construir una vida con sentido; el talento es la mejor moneda de nuestro intercambio con la sociedad y para financiar la construccción de un mundo mejor. En la linea de este magnifico articulo de Angel Gabilondo puedes reconocer tu talento personal el proposito de él en Arqueologia del TAlento: www.arqueologia-talento.com
Publicado por: Arqueologia del Talento | 20/07/2013 12:28:39
Seguro que los teoremas que descubrió Srinivasa Aiyangar Ramanujan podrían llegar a descubrirse con el tiempo, aunque él no lo hubiera hecho. Pero un individuo que muere desequilibrado es irrecuperable.
Publicado por: C. Alma | 10/12/2012 18:10:55
Como lo dijo Emile Zola "El artista no es nada sin talento, pero el talento no es nada sin trabajo"...
Buen artículo.
Publicado por: Sebastian | 05/12/2012 15:32:19
El talento cuando se expresa en su inmensidad da sentido al hilo conductor que lo actualiza. No se trata tanto de poner una relación con la verdad sujetos de conocimiento ni se relaciona con el campo que le constituye como sujetos sino que nos pone en relación con la ética en tanto que nos constituimos. Igual que la filosofía y la política que están indisolublemente mezclados por el pensamiento que constituyen al ser social que adquiere nuestro tiempo.
Sentir un análisis de verificación de un talento lógico o matemático empíricamente en la vida cotidiana o en la ciencia carecería literalmente de sentido, teniendo a lo más un significado puramente emotivo. Su imposibilidad radica en una proposición que debe cumplir para ser significativa, es decir para tener sentido. Por ello Wittgenstein no tiene un contenido teorético sino que expresa una actitud emotiva ante la vida; surge de la necesidad de expresar una actitud vital y, en ese sentido, es un sustituto del arte. Así el sentido del análisis queda reconducido al segundo orden del talento.
En fin el talento es como un aviador.
Publicado por: Lidia Martín | 04/12/2012 22:36:37
Gracias.
Publicado por: Pablo Hermoso de Mendoza | 04/12/2012 22:03:28
El texto cojonudo pero las ilustraciones son inmejorables.
¡Menudo talento!
Publicado por: José Fernández Belmonte | 04/12/2012 20:01:15
SÍ parece verdad,cuando se ven confrontados los limites uno tiende a adquirir un comportamiento ético indisciplinado. Se mide la suficiencia del talento.
Y el futuro no se si se determinará pero encontrar la palabras justas y el compromiso que sugiere, hacen traspasar los limites de lo indecible. No se limita a un talento sino a la probabilida de un encuentro ético en la existencia.
Aunque S. Witness da escalofrios su robustez.Tiene unas circunstancias muy concretas para hayar talentos
Publicado por: Rosa | 04/12/2012 19:43:36
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Publicado por: ★★BLOG ELIMINAR LA GRASA ABDOMINAL★★ | 04/12/2012 17:58:42
Suscita aquí nuestro anfitrión una cuestión fronteriza. Un asunto cuyo alcance es, al cabo, una cuestión de límites. En un determinado momento de la biografía de cualquier persona, la potencia de los genes y el refinamiento de la educación se ven confrontados con la realidad del entorno. Es en esa precisa frontera entre la formación y la autonomía personal donde se mide la suficiencia del talento para ser desarrollado hasta una maduración fecunda. Antes, el talento queda en el ámbito de la conjetura o de la mera probabilidad. No ocurre como en la parábola evangélica en la que los "talentos" rinden réditos según la previsión de quien los tenga; en realidad, los talentos no existen previamente a su aquilatación con la realidad: la disposición congénita de cualquier capacidad apenas supera la dimensión del albumen de una semilla y dice muy poco de cuánto podrá repercutir en el futuro sobre la robustez del desarrollo individual en las circunstancias concretas en que haya de tener lugar.
Puede ocurrir, claro, que lo que llamamos "talento" no encuentre el terreno fecundo para su floración y fructificación ( se presta este tópico a las metáforas botánicas) por una u otra causa y que tales límites ni siquiera lleguen a estar disponibles para la ponderación de esas interacciones individuales entre la naturaleza y la sociedad; o puede que sólo muy tardiamente en la existencia, surja la posibilidad de que lo potencial se transforme en vivencial. El raciovitalismo orteguiano tiene aquí perfecta aplicación.
Quizá uno de los casos más espectaculares de talento haya sido el de Srinivasa Aiyangar Ramanujan, el sorprendente muchacho indio que, desde unos orígenes muy humildes, adquirió una penetración matemática portentosa. Casi por completo autodidacta, lego en otros saberes y sin aptitudes especiales en otros campos, descubrió innumerables teoremas de una manera tan espontánea y penetrante que dejó pasmada a la comunidad académica británica.
Ramanujan es ejemplo además de uno de los peligros del talento: la unidimensionalidad. Una extraordinaria disposición para ciertos menesteres físicos o intelectuales puede coartar la estructuración equilibrada de la personalidad produciendo así individuos incapaces de autonomía social o incluso de mera capacidad para sobrevivir.El talento se convierte entonces en una condena que sólo la condescendencia o la filantropía ajena pueden redimir. La frontera que deja franco el paso a tales existencias focalizadas se encuentra emboscada en el albur de las circunstancias, cuando aparecen quienes son capaces de sostener a los individuos talentosos tanto en beneficio del individuo en cuestión como de la propia sociedad.
En los casos más extremos esa predisposición excepcional puede llegar a asumir rasgos patológicos, o incluso surgir de ellos: son los conocidos como "savants", sujetos en el borde (de nuevo los límites) de la enfermedad mental. Pero, por supuesto, también se da el caso contrario: el de los estúpidos que han conseguido, mediante la aplicación de estrategias que han podido adquirir en los ambientes propicios, ocultar su carencia de talento tras un continente engañoso. Algunos de éstos pueden llegar al poder político con consecuencias fatales para los ciudadanos de una nación.
Publicado por: Witness | 04/12/2012 17:43:29
No esta mal el planteamiento de Maria, Isabel " El talento esta ligado al disfrute. Claro si no espera de nosotros un exceso como defecto sino una centralidad. La opinion en el metodo lineal que la experiencia marca da sentido a la existencai no habiendo equivocación en su método. Corrige el interior de lo dicho o en su defecto analiza el disfrute que esperan obtener.
Publicado por: Pepe | 04/12/2012 15:01:31
No esta mal el planteamiento de Maria, Isabel " El talento esta ligado al disfrute. Claro si no espera de nosotros un exceso como defecto sino una centralidad. La opinion en el metodo lineal que la experiencia marca da sentido a la existencai no habiendo equivocación en su método. Corrige el interior de lo dicho o en su defecto analiza el disfrute que esperan obtener.
Publicado por: Pepe | 04/12/2012 15:01:27
Me encantan vuestras propuestas. Aprender a arrojarse al talento es un dejarse llevar, como decia Hegel.
Publicado por: Rosa | 04/12/2012 14:49:52
El texto no tiene desperdicio. Pero me detengo especialmente al comienzo del segundo párrafo: "Reivindicar el talento..." y me viene a la memoria el libro de Valentín Fuster y José Luis Sampedro, con Olga Lucas, que lleva por título "La Ciencia y la Vida", y que tiene un capítulo titulado "Invertir en tu talento" en el que éste aparece ligado a la idea de disfrute.
Sin darme cuenta ya estoy en las aulas por las que he pasado a lo largo de mi vida y tengo la impresión de que lo más importante, por encima de los métodos, los medios, los diseños curriculares, los protocolos propios de cada momento educativo, etc..., lo más importante es crear ese ambiente de disfrute en el que el talento pueda expresarse.
Ahora se habla mucho de volver a la cultura del esfuerzo, porque se dice que no ha servido la cultura del disfrute, pero yo creo que lo que pasa es que esta última no se ha llegado a conseguir. Esfuerzo sí, pero con gusto.
Subrayaría también la importancia de "aún más, a lo que otros esperan de nosotros" tanto por exceso, como por defecto.
Publicado por: María Isabel | 04/12/2012 12:24:37
Cuando la parábola de los talentos deviene hipérbole.
Aquí en Melilla uno de los sitios donde mejor sale el cambio en dirhams se llama precisamente el Talento.
Nada más improductivo que andar buscándose uno los talentos como actividad en sí misma. Aunque los tuviéramos, no ganaríamos un ápice de satisfacción con solo contemplarlos...
Un hurra por Hegel: a nadar se aprende arrojándose a la piscina.
Saludos
Publicado por: zenon de pelea | 04/12/2012 10:26:33
Muy buen artículo. Claves para un liderazgo ineficaz o guía para ser un completo inútil social http://manueltolosana.blogspot.com.es/2012/11/claves-para-el-liderazgo-ineficaz-o_2.html
Publicado por: ManoloTolosa | 04/12/2012 9:37:09
En el mundo del trabajo los cazadores de talentos reciben un nombre que recuerda a la selva, al mundo incivilizado y salvaje: headhunters. Literalmente, cazadores de cabezas. Es una asociación curiosa, que propone el salto del talento abstracto a la cabeza física, concreta y tangible. Así planteado, el talento es un objeto redondeado y mensurable, que se tiene o no se tiene, que merece la pena cazarse o que debe despreciarse por ser presa menor, de la que es preferible deshacerse en mitad de la espesura, tal vez malherida.
El talento-pieza de caza es lo contrario del talento vivo que crece como una planta si encuentra suelo fértil y hay quien la riegue y la abone y la resguarde, cuando aún es un tallo verde, de las heladas y los malos vientos.
Pero es cierto que cazar cabezas tiene más sex-appeal de mercado que cazar azaleas, o encinas, o incluso robles.
Publicado por: Trinidad Noguera | 04/12/2012 9:13:31