Hay
formas de tristeza y de desdicha que adoptan las maneras de
cierta serenidad. Se alumbra así alguna melancolía. Detalles delatores
anuncian que ni las cosas van bien, ni se atisban inmediatas modificaciones. No es siempre
exactamente un asunto concreto. Podría ser una suma o un conjunto de
circunstancias, pero tal vez ni siquiera sea suficiente para explicarnos lo que
sucede, lo que en general nos ocurre. No es necesario que se trate de algo
demoledor, aunque no faltan a quienes la situación les coloca en una posición
límite. Ellos han de ser la prioridad. Pero no hemos de ignorar a cuantos
aparentemente viven menos mal en una incomodidad
e insatisfacción que sería insensato atribuir a su afán de tenerlo todo
resuelto. Simplemente ni esperaban esto, ni está claro que en esto consista lo
que merezca la pena vivirse.
En ocasiones, un conglomerado de discordancias de diversa índole confluye produciendo una sensación de estrago. Ni son exclusiva ni estrictamente sólo personales, ni se agotan en las insatisfacciones por la cuestión pública. Ni se reducen a su alcance social, ni se trata simplemente de algo singular. Casi uno de los problemas consistiría, no en la incapacidad sino en la imposibilidad de discernir con claridad unas de otras. O incluso nacería de la convicción de que poco avanzaríamos en caso de poder hacerlo. Para algunos, esta indiscriminada insatisfacción es cómoda. No exactamente ni siempre para quien la padece. En caso de ser tan general, podría conducir a determinada indiferencia o, en su caso, a identificar una causa global en la que concentrar todas las razones de tamaño despropósito. Ello sin necesidad de encontrarse especialmente concernido. Y quizá, por otra parte, a suponer hasta qué punto un solo hecho resolvería radicalmente nuestros males, una acción salvadora, una inmediata liberación. Semejante simplismo asentiría: una causa, una solución.
Sin embargo, la cuestión es más compleja. Un malestar podría recorrer nuestra existencia como arterias y venas que difunden y distribuyen una permanente incomodidad. Alcanza a las más insignificantes situaciones, a los más leves gestos, a cada momento, a cada decisión, como una insatisfacción que ya nos constituye personal y socialmente. Y ni es cosa de lamentarse ni de ignorarlo. Y tampoco parece adecuado atribuirlo sin más a una coyuntura histórica, por muy decisiva que pueda ser. No siempre tal insatisfacción obedece a que no logramos lo que nos proponemos. No pocas veces responde a que no nos proponemos lo que deseamos, o lo confundimos con lo que nos apetece, o desconocemos lo que de verdad nos importa, o lo reducimos a lo que nos interesa, o pensamos que nos es más útil. No siempre la causa radica en que nos hemos propuesto metas inalcanzables, que también. En ocasiones, simplemente es que nos hemos doblegado a lo que otros han preferido por nosotros, para nosotros. No es lo peor no llegar siempre, lo desalentador es no acercarse nunca y no hacer lo que nos corresponde, porque lo desconocemos o lo ignoramos.
Ahora bien, podría ocurrir, entonces, que nos comportáramos como quienes ya saben perfectamente lo que los demás han o deberían hacer. Y así nuestro desconcierto se vería aliviado por esa seguridad. Nosotros comprensiblemente no lo hacemos, lo de los otros sería inexplicable. No solemos llevar hasta tal extremo la posición, pero conviene no olvidar que, si nos descuidamos, somos perfectamente capaces de ser intransigentes con la labor de los otros y clarividentes sobre los incumplimientos, los suyos. Al menos así podríamos atribuir nuestra insatisfacción al quehacer que no nos compete y nuestra prestancia destilaría un sabor de coyuntura ya cuajada como un destino que nos habría “tocado”. El tiempo haría su trabajo en nosotros, en nuestro aspecto y en todo nuestro ser, bastaría fijarse. Pareceríamos insatisfechos. Y quizá lo estemos.
A veces, todo induce a asumir esa insatisfacción, sin vernos afectados en nuestras decisiones. Son competencias ajenas, pensamos. Como si solo cupiera sobrellevarla. Pero un evidente desamparo produce la sensación de estar siempre a la intemperie. Ningún atuendo, ninguna componenda, ningún ropaje de tipo alguno evitaría esa sensación y esa presentación de la desdicha. No sería preciso dar muchas explicaciones. La impresión ya sería expresión. Y antes de toda palabra, ya resultaría elocuente.
Aprender a vivir con semejante fractura es en ocasiones prudente. No nos satisface lo que pasa o lo que nos pasa. Tratamos de lograr, que sea diferente, pero no pocas veces no lo conseguimos. Continuamos con nuestras tareas, no desistimos, pero no resulta fácil liberarnos de una desazón que ya habita en nuestra forma de ser y de estar. Un tenue pero consistente hilo nos enlaza con quienes comparten semejante incomodidad y descontento como un, cada vez más transparente, vínculo. No siempre es preciso airearlo, ni alardear de que no compartimos lo que sucede. Sin embargo, el silencio tiene su elocuencia y ya nos encontramos con frecuencia con quienes están señalados por la misma herida. No se trata de una resignación, sino de la asunción de lo que ya, a su modo, nos constituye. La vida cotidiana parece acallar el despropósito, y el ir y venir enturbia lo que a su modo no deja de ser evidente. El tiempo y la reiteración esculpen rostros supuestamente armonizados, equilibrados en su desarticulación, labrados para dejar entrever cierta desvertebración. La paciencia también hace su trabajo, pero no deja de presentirse que algo está a punto de no ser ya soportable.
Sin embargo, la fuerza y la convicción de que no hemos de ceder ante la insatisfacción, nos insta a lograr que ella sea más un estímulo para la acción, para la actitud despierta y crítica, para la conciencia de lo que supone vivir, para la apreciación de lo que nos falta, pero asimismo de lo que tenemos, y para permanecer alerta y creativamente dispuestos a comprender y a reescribir lo que hay, no sólo a padecerlo. Ni siquiera sólo a padecernos y a compadecernos.
(Imágenes:
Pinturas de Chaïm Soutine. Portrait de Madeleine Castaing, 1929; Le Groom, c. 1925; La Femme en rouge, 1923-1924; y Enfant de choeur assis, 1927-1928)
Hay 23 Comentarios
desde Buenos Aires, Argentina exelente blog que refleja la impotencia de quienes no queremos la violencia como metodo politico.Este autor como dicen los chicos aca es un groso Feliz Navidad
Publicado por: carlos saez | 23/12/2012 12:58:40
Llevo un tiempo tratando de exponer aquí un comentario y no lo veo aparecer. Pruebo, por tanto, con un texto neutro para ver si se trata de un problema de mi propio ordenador o de la página del blog.
Publicado por: Witness | 17/12/2012 16:15:56
Mira esquimal si solo fuera por tu insolencia te reduciria a hormiga.
Publicado por: Juanes | 17/12/2012 13:37:06
Es un no sé que, algo que te reconcome, algo que debería estar ahí. Puede que hayas llegado a no saber si lo que te falta es algo que tenias o algo que deberías tener. No, no es algo que hayas perdido. Es algo que te están arrebatando. Sientes una desazón, al principio no le das mucha importancia, pero poco a poco te das cuenta que es algo que te falta No, no estás sufrientemente saciado, alimentado. Claro que nos has decidido hacer dieta pero estas y te sientes débil y no sólo tú si no muchísima gente a tu alrededor. Si fuese un malestar físico nos preguntaríamos ¿habré comido algo que me ha sentado mal? Pero no es eso así que la pregunta pertinente seria ¿habremos hecho algo mal? Y LA RESPUESTA ES NO. Y sin embargo, ves que te están quitando derechos, el de trabajo, el de vivienda, el de sanidad. Los otros hablan de coyuntura pero no les crees/mos Todavía no está instalado en nuestras conciencias pero barruntamos que nos roban nuestras conquistas y el futuro social de nuestros hijos.
Publicado por: Manuel J | 17/12/2012 13:24:05
Por cierto, Juanes, si es sangrienta y mordaz cuando la sacan de quicio evitad sacarla de quicio. Qaukpattauq.
Publicado por: Juanito el Esquimal | 17/12/2012 11:47:54
Cuánta insatisfacción. Qué pena. Si os vinierais al Polo cazaríais focas, os haríais abrigos y casitas de hielo, cuidaríais a vuestra familia y agasajaríais a los forasteros. Daríais las gracias y no estariais insatisfechos. Y no veriais anuncios.
Publicado por: Juanito el Esquimal | 17/12/2012 11:27:58
A veces es el miedo a la intemperie y al desamparo lo que nos impide avanzar en la dirección de nuestros deseos. Una vez vencido, ya no cabe otro lugar. Sin embargo, el ambiente influye, y está muy bien que nos recuerden en estos momentos lo que viene a decir el último párrafo.
Publicado por: María Isabel | 16/12/2012 21:14:56
Ahora el desconcierto y la insatisfacción persistentes en el tiempo reclaman un hueco de osadía. Lo conozco es aterrador cuando reconoce una presencia. Sangrienta y mordaz cuando la sacan de quicio. Así se presenta, queréis conocerla. Se caracteriza por su orden y quizás por su aspecto.
Publicado por: Juanes | 16/12/2012 19:48:27
"No es lo peor no llegar siempre, lo desalentador es no acercarse nunca y no hacer lo que nos corresponde, porque lo desconocemos o lo ignoramos". Trágico, tener que asumir responsabilidades y soportar consecuencias de algo que te supera porque desconoces. Por eso habías delegado en los que si saben o sabían o deberían saber. eppure si muove.
Publicado por: joaquin | 16/12/2012 18:56:15
Don Ángel, leerle es un placer. Qué gusto da discurrir -a veces lo hago en voz alta, pero no mucho- entre las ideas, las conexiones y las composiciones de sus escritos.
Menciona "el discernir", Don Ángel, como habilidad clave, como llave para la cerradura, como horquilla para cuando ni siquiera se tiene la llave. Creo que esa es una habilidad, que si bien en unos aflora más que en otros, nunca se deja de construir, de elaborar, de refinar.
Quizás también, por qué no, esa tendencia, no sé si intrínsecamente humana, a querer ver, sentir, todo resuelto, quieto, controlado, sea la que nos genera más problemas de los que podríamos llegar a tener de por sí. Querer acabar antes de empezar. Querer llegar antes de salir. Lo noto a menudo en cierta gente que me rodea, así como noto -me da por pensar que ligado a ello- una insatisfacción perenne, que unos días y en algunos momentos reluce más que en otros, pero siempre latente, lista para aparecer y para entorpecer cuando de discernir se trata.
La curiosidad, la avidez por descubrir y la tolerancia al no saber se borran progresivamente de nuestra mirada según vamos "adulteciéndonos", "formalizándonos", "ortodoxizándonos" con el paso del tiempo y así de los años. Pero eso no es algo que nadie haya dicho que tenga que ser así ;)
Publicado por: David | 15/12/2012 23:22:37
Vivimos una oleada de insatisfacción y desconcierto.
Publicado por: José Fernández Belmonte | 15/12/2012 16:17:36
Las quejas que corresponden a la insatisfacción es siempre reducida a un sentimiento contrario. Podía inscribirse para agravar un objetivo determinado que apunte a un despliegue. La acción o su efecto sosiegan y responden a discernir sobre un estado de cosas inscritas en su seno. Cómo la sociolingüística que aparece como disciplina para elevar la satisfacción de la relación al ámbito de insatisfacción de la lengua y la sociedad. Vulgarmente llamado satisdación.
Agravar el objetivo de la insatisfacción es centrar un desvanecer en la igualdad de oportunidad que, el hombre, adquiere al corregir su satisfacción. Así ha sido durante muchos años, no nos engañemos. La oportunidad de igualdad entre dos objetivos siempre ha estado estructurada por una insatisfacción para satisfacer oportunidad de adquirir nuevos conocimientos. Ya lo decía Confucio “Conócete a ti mismo” Y luego ya veremos decía Johannes B. Metz. Cuando configuro la esperanza en una teología del mundo donde se abarcaría el futuro de la esperanza.
Publicado por: Lidia Martín | 15/12/2012 14:06:34
El ser humano es el único, que se sepa al menos, que habla y escribe de sus sentimientos y anhelos.
Que articula sus deseos, y los cuenta.
Los animales imitan, sienten seguro y puede que piensen, pero menos.
No hablan, ni escriben.
Al menos no urden desastres, ni avasallan impunemente.
Y si están hartos, descansan.
Sin meterse con los demás.
Cada cual se enfrenta como puede a la realidad de su vida, que se nos viene encima de golpe y que a veces no nos deja tiempo ni para sentarnos.
Hay quien ni puede ni poner mala cara, cuando el viento de la desgracia le pega de lleno en el rostro, sin aviso, tumbándolo en el suelo de la desolación impidiéndole incluso levantarse.
Los niños de todo el mundo asesinados porque sí, un día cualquiera.
¡Que locura!
Visto y no visto.
O las familias que ven como se hunde su casa, su única casa, porque el destino nos pone en manos de la desgracia.
Incluso legal, sin asidero posible.
Sin contemplaciones.
Impunemente y desde la más absoluta impotencia, en manos del destino y de los hombres.
Como siempre ha sido.
Que desatino.
¡Y que no seamos capaces de cambiar.!
Con todo lo que nos ha llovido.
Contemplar como prima el desastre y la ambición, la violencia legal, el desprecio por el débil, la impunidad del engaño, el miedo avariento irreverente, por encima de las personas.
Por encima de la vida.
Se siente un tremendo desasosiego.
Pues claro.
Hemos de suponer que el mismo desasosiego que siente el que se ve llevado en volandas, desahuciado de todos los derechos y valores que esperamos de la sociedad en la que vivimos, de la que somos.
Nuestra sociedad, nuestra casa, nuestra patria.
Tirados a la cuneta y olvidados.
Como un desecho que ya no cuenta.
Un estorbo, un gasto, un peso muerto, un limón estrujado.
Que ya no sirve.
Pues claro que duele.
Y causa pavor, y miedo, y estupor, y pena y furia.
¿El fin del mundo?
A cada minuto, miles de veces en cualquier parte.
Que no salga mañana el sol, eso solo se queda en una anécdota.
Publicado por: Fermín. | 15/12/2012 12:05:18
No es casualidad que se haya elegido las pinturas de Soutine para ilustrar este blog.Si uno conoce la vida del pintor,encaja perfectamente con el tema en esta oportunidad elegido.
Publicado por: monica | 15/12/2012 9:14:15
La insactifaciones nos hacen vivir esta realidad. Dónde cada uno mira sólo y exclusivamente lo suyo. Yo sin embargo me preocupo por mis vecinos y procuro ser amable, comprensivo pero ellos siempre, a lo mismo y sino estan demasiado ocupados para escucharme. Así les pasa que Manifestan su desajuste por la incomodidad de su indulgencia a la insatisfación.
Publicado por: Raimundo | 14/12/2012 21:05:33
Sabotaje es con lo que nos encontramos cuando proponen a la interpretaciones. Rondando confundirnos con lo que nos rodea. Roza la resignación de la insolencia. Verdaderamente lo que importa es reducirnos así.. Uff !!
Publicado por: Riana. | 14/12/2012 20:41:02
Una reflexión muy satisfactoria en la intemperie asumida.
Saludos cálidos...
Publicado por: zenon de pelea | 14/12/2012 18:04:56
La situación no permite mas demora. Hay que actuar de inmediato o no tendremos ninguna salida. Existe solución, pero esta pasa por plantear adecuadamente el problema. Entra en el blog e informate. Si estas de acuerdo con lo expuesto, divulga el mismo. No podemos seguir esperando que poderes económicos muy poderosos sigan manejando a su antojo. O nos movemos o seremos enterrados vivos. ENTRA Y SORPRENDETE EN: http://fraesma.blogspot.com
Publicado por: FRAESMA | 14/12/2012 17:58:19
Entre el ruido y la furia, tendemos a confundir cada vez más la insatisfacción reflexiva, que mueve a la acción y al cambio, con la irritación, que sólo mueve a la rabia y es en cierto sentido redundante. La irritación resulta comprensible en según qué circunstancias, pero resuelve menos que la insatisfacción activa, constructiva y consciente de sus limitaciones.
Publicado por: Trinidad Noguera | 14/12/2012 13:57:27
Está claro que cierta insatisfacción es imprescindible para tener pensamiento crítico. El asunto está en cómo lograr moderarla para únicamente sentir su aliento y que no acabe convirtiéndose en un lamento victimista y paralizante. Está claro, cierta insatisfacción va bien, y no sólo en tiempos de crisis. Esto mismo ocurre con la austeridad, no vale cuando ya no hay nada sino que debería adoptarse, siempre, como modo de vida. Asumamos estar un poco insatisfechos pero basta ya de lloriqueos.
Publicado por: LEICHEGU | 14/12/2012 13:26:33
Bien podríamos decir que el tiempo lo cura todo. No dejemos para mañana lo que tenga que ser para hoy.
Lo descumunal de la insatisfación es privarse de lo que nos da la actualidad. Eso son tiempos que hay de más o de menos en el corazón del presente.
Publicado por: Pedro | 14/12/2012 13:09:52
La insatisfación del tiempo hace entrever las acuciantes tareas que el hombre tiende a desempeñar a los largo de su vida. Estudiar, formarse, trabajar , tener hijos y una casa donde poder vivir. Bien sea pá mejorar o entenderse en la actualidad con su época. Y no es fácil asumir el rol de la vida dada por nuestros mayores, que ya experimentaron en ella.
Publicado por: Rosa | 14/12/2012 12:51:28
Vamos con tanta prisa y tenemos una presión tan grande por hacernos todos los superhumanos, que ocultando de forma tan exageradamente celosa nuestra vulnerabilidad, cerramos la puerta a aligerar nuestras incertidumbres y, por qué no, a ayudar y que nos ayuden a relativizar o aportar nuevos puntos de vista para discernir en los momentos oscuros. Es paradójico que vivamos en la época con los medios de comunicación más inmediatos de la historia y al mismo tiempo las distancias interiores con las personas más cercanas a menudo se ensanchen a la misma velocidad.
Publicado por: Laura | 14/12/2012 12:21:51