El salto del ángel

Renacer

Por: | 28 de diciembre de 2012

Lola Lince Danza experimental

Podría pensarse que nacemos de una vez por todas. Por otra parte, no son buenos tiempos para enfrentarse con el desafío de vivir si nos reducimos a lo que ya somos. La necesidad de una permanente creación de nosotros mismos es también el trabajo de la libertad, la búsqueda práctica de otro modo de vivir. Bien sabemos lo que esto puede significar, pero no siempre cuál será su alcance. A veces hemos perdido nuestro poder de ser, y no somos capaces de hacer ser. Ni siempre ni a todos cabe achacarlo, pero está claro que, a pesar de nuestra constitutiva indigencia, permanentemente hemos de revivir.

Séneca insiste en que hemos de vivir como a punto de morir, como si nuestra acción y nuestro momento fueran los últimos, como si nos encontráramos en la tesitura de enfrentarnos con una definitiva posibilidad de nuestra vida. Pero asimismo hay algo más que inaugural que nos hace vivir siempre como a punto de nacer, como si no acabáramos de hacerlo nunca del todo, como si el crecer y el fructificar fueran formas de madurar ese nacimiento. Así, a nuestro modo, naceríamos permanentemente, no sólo con el amanecer. El constante brotar y surgir sostenido en nuestra decisión de vida nos permitiría insistir en nacer, un renacer una y otra vez que hemos de cuidar y de cultivar desde nuestra libertad.

Queda claro que la vida no se reduce al hecho de nacer, pero el nacer tampoco se limita al acto del alumbramiento. Para que sea efectivo, hemos de revivirlo y constantemente hemos de revivirnos, y lograr que ese acto sea una acción persistente que alcance a toda nuestra existencia. Y revivir no sólo las manifestaciones y expresiones de la vida, como vivencia, según Dilthey nos dice, sino como el único modo de fluidificar lo que somos y quienes somos, de impedir que se reduzca a lo que nos encontramos y a aquello en lo que ya nos hallamos.

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Ciertamente nacemos a una singularidad. No es preciso insistir en que nadie nacerá por nosotros. Pero asimismo nacer es vérnoslas en lo imprevisible, en una cierta intemperie e indefensión, en lo que nos resulta inconmensurable. Y no es un simple momento inicial. Ello nos acompaña siempre, ya que nacemos a la vida, y no deja de provocarnos este desconcierto determinante. En cierto modo, vivir es habérnoslas siempre en la permanente aventura ante lo que tanto se nos ofrece como posibilidad, cuanto como abisal enigma. Ni siquiera cuando nos decimos que hemos de dejarnos de complicaciones, la vida deja de ser compleja. En alguna medida, vivir es proceder como la vida, lo que no impide que con frecuencia clausuremos el nacer en un simple acto. Pero a su vez eso nos insta a hacer brotar de nuevo las posibilidades y los desafíos en que consistimos.

Dilthey caracteriza esta situación como una madeja de cuestiones que impregnan los objetos, las experiencias, los bienes, los fines; cuestiones torturadoras y arrebatadoras de placer intelectual y de dolor, tenidas en una unidad: en efecto, el enigma de la vida. El pensamiento trata de asir, de expresar en conceptos, ese rostro huidizo y de encontrarse con la totalidad de la realidad y de la vida.

No se trata simplemente de una actividad intelectual o propia de quienes no se hallan desafiados y acuciados por el vivir. O de cuantos lo están en modo extremo. En todo caso, es cuestión de reactivar el crear, de corresponder a nuestra manera a la necesidad de comprender y de comprendernos, de revivir y de revivirnos. De lo contrario, nuestro nacer no habría pasado de ser una forma más o menos sofisticada de fallecer. Nos limitaríamos, por ahora, a durar. Y ya el nacimiento no sólo preludiaría el acabamiento, sería la expedición de la partida de finiquito, la aparición del finado.

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De ahí que vivir sea en verdad un permanente nacer. Y eso supone saber dar y recibir vida. No es difícil toparse con quienes más parecen empeñados en quitarla, en hurtarla, en dilapidarla, en no dejar fructificar ni crecer, en secar, en agostar, la existencia. Y nosotros mismos cedemos ante tal nacimiento dándolo por clausurado.

Sin embargo, resulta atractivo encontrarse con quienes son capaces de reactivar el vivir, de revivir, al hacer brotar en sí mismos, en los demás, en cuanto hay, las mejores posibilidades. No ponen a funcionar lo peor de nosotros mismos, ni lo alientan, ni generan desazón y desconfianza, ni llaman realismo a la entrega a lo ya dado, ni sospechan, ni descalifican permanentemente, mientras estiman que eso es inteligencia, astucia y decisión. Ni queman vida, ni proponen meros florecimientos que no responden ni a lo que somos ni a lo que perseguimos ser. Con ellos se renace.

De las diversas lecturas sobre la afirmación de que “el hombre es la medida de todas las cosas”, no parece adecuado reducir la sentencia de Protágoras a una propuesta de mero relativismo, o al sometimiento del conocimiento a la percepción. Ni basta la interpretación de Platón y su referencia en el Teeteto. La máxima sigue convocándonos a una memoria, la de un mundo que no deja de ser desbordante porque establezcamos como prioridad el vivir humano, humanizado. Así, las creaciones permanentes serán modos de recreación que ofrezcan otras posibilidades de existencia y nuevas formas de vida, diferentes maneras de vivir. Y conviene que intervengamos con nuestra acción y decisión. Puesto en cuestión quiénes somos, la tarea de creación y de pensamiento es tarea artística de vida y de recreación. De lo contrario, nada humano renacerá. Ni demasiado humano, ni en modo alguno.

(Imágenes: Fotografía de Ricardo Ramírez Arriola y Companía de danza experimental de Lola Lince)

Hay 14 Comentarios

Se habla de renacer pero la pregunta actual es " A dónde llegará el conocimiento humano en el 2013".
Y unos piensan teniendo salud otros que teniendo buenos estudios y otros tener un buen decimo para la loteria del niño. Todos pinsan que para tener conocimiento necesitan dinero y para convinarlo hay que tener un buen trabajo que facilite el acceso a las necesidades basicas esenciales. Pero las ideas no surgen del cielo ni estan conectadas a una maquina de hacer dinero. Pero también podia cambiarse de valores, deseos, objetivos y sobre todo dar riendas suelta a la imaginación para que no todo sea un sueño sino una realidad a conquistar. Es cierto que se necesita cada una de ellas para entrelazar una vida donde llevar conocimiento. También es cierto que para alcanzarel bien supremo hay que ser muy inteligente y a eso no le encuentro explicación. Unos dicen que se alcanza haciendo yoga pero lo cierto es que no se cómo sse llegara a eso.

Para renacer es imprescindible dejar de lado la actualidad de nuestro ser y estar en el mundo, en definitiva, volver a ser nosotros mismos.
A este respecto traigo un breve texto de Miguel Espinosa (autor desconocido para la mayoría que merece la pena descubrir).
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José López


José López Martí, con su pequeño bolso de viaje en la mano, ha subido al autobús que rueda hacia la Estación de Ferrocarril. En el equipaje, José López lleva dos aderezos para mudarse, dos pañuelos, un par de calcetines negros, recado de afeitado, una pastilla de jabón sin olores, un peine, un pijama, una botella de agua y un libro, titulado «Tratado de las sensaciones», de Condillac. En sus solapas aparece escrito: «Etienne Bonnot de Condillac nació en 1715 y murió en 1780».
José López ha llegado a la Estación de Ferrocarril, se ha acercado a la ventanilla y ha comprado un billete de primera clase para Madrid. Luego ha montado en su tren, que sale a las tres y arriba a las nueve. Es un tren moderno y confortable, que se desliza suave, mientras se balancea de uno a otro lado. En el vagón apenas hay doce personas; todas, aisladas, viajan en silencio. José López ha elegido su butaca y se ha sentado sin compañía; sobre el sillón de su derecha ha colocado su equipaje. Durante unos minutos, el hombre ha mirado el paisaje caldeado por el sol de la tarde.
José López nunca lee periódicos ni revistas. Opina que representan la actualidad, y piensa que la actualidad no es la historia, sino las pasiones, la moda, el entretenimiento, el falso valor, los idolillos de la plazuela. Mantiene, por ejemplo, que la actualidad de 1606 era, sin duda, el nombramiento de un arzobispo, y no Cervantes. Empero, aquel arzobispo no era la historia, y Cervantes, sí. Sostiene que el contenido histórico de los hechos, es decir, los acontecimientos, no aparecen reflejados en la actualidad. La actualidad son las actrices del cinema, las coimas importantes, los políticos, las modalidades y cuanto es trivialidad y fruslería. Él se recrea en imaginar que la Historia puede anidar en las meditaciones de un zapatero remendón de Chinchilla, y sabe que el tal zapatero no es la actualidad ni lo será jamás. En resumen: José López no lee periódicos porque rehúsa vivir «sub specie instantis».
La actualidad nos enajena, entretiene, aturde, disipa y aparta de nuestra calidad de criaturas históricas ―considera José López―. Para enfrentarse a ella, no basta dejar de leer periódicos, porque aquel demonio nos envuelve, filtrándose en nuestro ser, hasta convertirlo en simple resultado; en suma: en baladí. La actualidad acecha para arrancarnos de la historia, sacarnos de nosotros y arrastrarnos hacia su Infierno, donde todo es nadería y sucedáneo. Pretende separarnos de los brazos de la Naturaleza, del pensamiento, de la tragedia y del dolor.
José López entiende que la lucha contra nuestra actualidad debe encarnarse en guerra contra la adquisición desmedida de mercancías, y cree que este principio puede ser fundamento ético de un Humanismo moderno. Es inmoral gastar sin necesidad, y sólo hay necesidad cuando la exigencia resulta natural, no social ―dice él―. O, expresado de otra manera: consumir como felicidad es el postulado más satánico que cabe proponer. En una sociedad adquisitiva, todo bien tiene precio, y nada, dignidad. Como Manuel Kant, José López llama dignidad a la condición de lo que no puede ser sustituido, y que, por tanto, carece de equivalente y precio, como la Naturaleza y el Arte. Una comunidad que tenga por fin la apropiación de objetos ―afirma José López― renuncia de antemano a cuanto posee dignidad; en una palabra: rebaja arbitrariamente al hombre, comenzando por no exigirle nada.

Miguel ESPINOSA


La vida es un permanente renacer enmarcado en la creación del desafío de vivir. En él se constituye algunas veces lo mejor y lo peor. El tiempo se desvela, no se confunde con la niñez ya pasada sino con la madurez adquirida.
Es difícil coincidir con la restauración simplista de la vivido en la historia de nuestra juventud, de percibirse uno mismo cuando solo se ocupa de quitarse las espinillas más feas para dejarse la piel tersa y brillante como la de un niño. Además te encuentras un mundo donde todos quieren darte el consejo padre para que hagas la misma experiencia que ellos como adultos han pasado. Aun así no se tiene tiempo para identificarse con sus amigos porque cada uno piensa de modo diferente. Y aparece un tiempo largo; donde ser joven significa tener todo el tiempo para enfrentarse y cabrearse con todo lo que hay a tu alrededor, comprendido como la edad del pavo. Y es el momento en el que tus padres te dicen: “hijo ya es otra cosa la que debes de hacer, yo te explicare pero no obstante coge un libro”. Pero eso de coger un libro para que serviría. Sí parecía que al coger alguno con ganas como los de aventuras se hacían entretenidos pero de vez en cuando se enfrentaban los caballeros con los plebeyos y ello ya no tenía mucha gracia. Así que lo de los libros lo dejaría para cuando fuera a la universidad, pensaba, porque iba a ir a estudiar según mi padre Economía para ser un gran administrador. Aunque yo en esa época aspiraba a ser austro nauta.
Fue cuando apareció ese tiempo que mi padre decía que tenía que ser un adulto y tener la acción de amortizar la vida para emprenderme en un trabajo digno donde estuviera preparado para la unión de ser competitivo y justo en una comunidad de desaforados competidores. Casualidades que describía, recuerdo, correctamente. La esperanza de renacer en la incertidumbre de la vida de mi padre solo quedo en un sueño. Actualmente soy funcionario y precisamente no de economía. “Contento por el desafío que caracteriza mi trabajo, eso sí”.
Y nazco como decía antes con el desafío de vivir para cuidar y cultivar la identidad de lo que fue, es y será un mundo o un país dónde vivir mejor.

No recuerdo haber nacido. No recuerdo ser por primera vez consciente. Y sin embargo existo porque soy, no porque tenga memoria de haber atravesado las fronteras del presente; pues esa es la condición de todo lo humano: el momento actual, aquél en el que se reúnen los elementos del yo conocido con los del desconocido. Sé del primero porque aquí escribe unas frases más o menos afortunadas; del segundo, apenas nada sé porque ese “doppelgänger” tiene por costumbre hacer de mí en silencio, en penumbra, anegado en el mar de tiempo que la Evolución concretó en el instante de una singamia primordial. De aquí se sigue que sólo puede haber un nacimiento: el que nos separa del ámbito de la imposibilidad en el justo instante en que sale “venus” en los dados de la naturaleza. Después, en la partida del acontecer ontogénico, la jugada ganadora de autoconocimiento nos entrega un avatar que en buena medida resulta misterioso hasta en el último aliento que extraemos de este mundo. En cada instante, creo saber que fui el que ayer se sabía de memoria pero, ¿cuánto de ese sabiondo he perdido para siempre en tanto el “doppelgänger” sigue ahí, más igual a mí mismo que, acaso, este yo consciente nunca pueda ser?
Alrededor, habrá quien podrá reconocerme y, por esa alquimia de los sentimientos (también atanor del “doppelgänger”), dar razón de mí al que nace en cada mínima fracción de un cosmos transitorio en esa tupida madeja que llamamos cerebro. Un nacimiento para otros del que apenas - cualquiera que sea el yo que de esa relación surja- no obtendremos sino el espesor de un yo prestado. Porque cada nueva relación con los otros es también una suerte de re-nacimiento burdo; una nueva exposición de la persona desde el grado cero de las apariencias. A partir de este natalicio externo –y, por tanto, en gran parte ajeno- cabe plantear si el peso de las circunstancias desploma la resistencia del yo, si cualquier aseveración de un nuevo ámbito puede re-formar lo que subyace como inextinguible complejidad desde un inicio desconocido.
Cabría refinar estas apreciaciones pero sería prolongar en exceso un simple comentario. Resulta pertinente, en cambio, dar un corolario a las anteriores afirmaciones: parte de nuestra humanidad –puede que la fundamental, o la sólo modeable y no extinguible- no surgió con el nacimiento, es pre-natal, dio forma antes al “doppelgänger” misterioso que al consciente sujeto que se mira en el espejo y nada columbra a sus espaldas. Ese constituyente esencial de lo humano padece nuestros mismos peligros y, en no pocas ocasiones, por desgracia, acaba siendo objeto de homicidio, un homicidio prenatal. El hecho de que muchos no quieran percatarse de la existencia de ese ser velado y primordial no altera el carácter del hecho: la extinción del yo que cierra al paso al más profundo yo.

Y tras la extinción, no hay renacimiento.

Espeluznante modo de presentarse tiene la vida. El renacer desalienta un modo insignificante la acción de vivir incesante en algo revivido. Sin remedio la inmediatez de lo ya dado no da pie a cambiar las cosas replanteadas. Parecen salir a la luz como un rayo sin saber muy bien a que responden. La lección de atrapar el revivir se desvanece sin saber muy bien a que corresponde y se desvanece sin manifestar su recogimiento. No se revuelve ni se desactiva para dar otra forma que quizás no dominemos. Revivir significa eso que llamamos recuperar lo vivido sin la intención de revivirlo. Pero dicho así, de ese modo, queda en suspensión lo admitido sin valor de confirmación presente. Aunque son extrañas formas de sorprender lo que se ha de cambiar para vivirlo.

Bueno la vida tiene sus puntos.

http://www.youtube.com/watch?v=eWELFK9L4SE

ja,ja uq bueno.

Pues más vueltas que le doy no encuentro el enigma de la vida.

Como siempre, qué decir sino ¡oído cocina!
Por cierto, los rostros concentrados de las bailarinas recreando una realidad que existe por esa misma recreación colectiva, que a su vez preexiste como impulso para hacerse efectiva una y otra vez, en cada renacerse (como en el eterno retorno de Eliade).
Está claro que pese al chiste, el arte no es morirte de frío.
Y aquí Unamuno diría: ¡que se reinventen ellos...!
Feliz entrada de nuevo año a todos...

Gracias, Angel. Como siempre. Renacer es leer sus columnas y salir de tal experiencia cambiado y mejor. Que el Universo lo bendiga.

Eso es renacer creando otras posibilidades Hay santos inocentes muy gracioso que cogen el microfono y no lo suelta. Pasen y vean cómo abria que dar respuestas sin por ello traspasar el marco de la violencia.

http://www.youtube.com/watch?v=ydkNpt0Ijf0&sns=em

Otra vez su mensaje ha quedado claro para mi. Otra vez ha acertado al dividir a los humanos en los que dan y reciben vida y los que se anclan en la sospecha y la descalificación. Ha conseguido reactivar en mi misma "mis propios brotes verdes", esas partes que tenemos que potenciar. Leerle me "da ganas" de seguir viviendo, que es una forma de volver a nacer, porque nos lo están poniendo muy difícil necesitamos algo mas que inteligencia y afecto.

Primero fue el Ra-TOWN-cito Perez, luego Melchor Gaspar y Bal-TOW-sar, y ahora llega TOWMIN! una red social que cada día te entregará en el buzón de tu correo una historia escrita por alguien anónimo de cualquier parte del mundo! solo tienes q registrarte y ese mismo día recibirás tu regalo! http://www.towmin.com

La vida es un premio infinito, y la vida consciente para el ser humano, es el mayor galardón posible.
Una responsabilidad, un premio, una oportunidad, que se valora posiblemente en toda su amplitud solo cuando se está a punto de perder.
Todo va en proporción, desde el insecto minúsculo al ser humano, pasando por toda la gama de vidas posibles, que germinan a nuestro alrededor.
Las cosas que se pueden hacer, se hacen aquí porque estamos vivos.
La inteligencia resplandece, porque el soporte de la vida la sostiene.
Viendo por delante y por atrás remanentes de vidas incipientes, así como otras vidas desarrolladas, que están ahí para tomar el relevo.
Por si fuera el caso.
Una cadena infinita, en la que nosotros hoy desde su atalaya, podemos y tenemos la suerte de poder dar un vistazo alrededor para reflexionar sobre nuestro porqué y para que.
Contemplando detenidamente el cuadro que la vida nos ofrece ante nuestros ojos conscientes, nos viene a la mente inmediatamente una idea de respeto.
De reverencia.
De humildad tremenda, ante la inmensa sinfonía generada por la vida de todo tipo y color sobre la faz de la tierra.
Que nosotros podamos ver al menos.
Y eso solo en nuestro peldaño, en lo que nos alcanza la vista y la imaginación.
Una conclusión clara de cuidado y respeto que desaprovechamos olímpicamente, llevados por nuestra inconsciencia o por nuestra petulancia irresponsable.
Algo que no se justifica ni por nuestra ignorancia, ni por nuestra falta de desarrollo intelectual.
En esta naturaleza en donde nada se pierde, autosuficiente. El ser humano hoy por hoy, es la única especie que se permite el lujo de ensuciar una obra de arte tan impresionante.
Sin arrepentirse.

Texto estúpendo, fotografías espléndidas.

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Sobre el blog

El salto del ángel es un espacio de reflexión, de pensamiento sobre la dimensión social y política de los asuntos públicos, sobre la educación, la Universidad, la formación y la empleabilidad. Busca analizar los procesos de democratización, de internacionalización y de modernización como tarea permanente, con una actitud de convicción y de compromiso.

Sobre el autor

Angel Gabilondo

Ángel Gabilondo Pujol es Catedrático de Metafísica de la Universidad Autónoma de Madrid, de la que fue Rector. Tras ser Presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas, ha sido Ministro de Educación.

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