A veces sencillamente no queremos ver. Presentimos que no nos conviene. Hay
en el ver no poco de elección. Eso
no significa que no haya ocasiones en las que algo parece imponérsenos, pero incluso en tal caso cabría ver menos de lo
previsto, o dar por visto menos de lo que se ve. Hasta tal extremo que para
algunos ver o no ver depende en gran medida de lo que se propongan. Lo
relacionan casi directamente con su decisión. Entre otras razones porque, como
se sabe, ver no se reduce a la percepción por los ojos. Y del mismo modo que
algunas cosas que se dicen no nos dicen
nada, algunas cosas que se ven nos las vemos en absoluto.
Por eso hablamos de la mirada y no sólo del ver. Pero aún así, lo interesante es que para ver de verdad se precisa una cierta implicación, una participación, que no es sólo una respuesta a lo visto, es también un modo de configurar lo que se ve. Un testigo es mucho más que alguien que ha visto. Testimoniar y testificar no se reducen a mencionar asépticamente lo que se ve. Es cuestión de narrarlo, de describirlo, de contarlo. Y al decir, uno también se dice. Por eso un testigo se pone en juego y se le exige decir la verdad. Parecería entonces que lo mejor es no tener que ver con el asunto, para no sentirse tan afectado o tan involucrado, dado que ver en verdad significa vérselas con algo o con alguien, esto es, al menos en esa medida tener que ver con ello. De lo contrario, en rigor, ni siquiera se ve. Y tener que ver es ya una suerte de pertenencia.
No es sólo que se tenga que ver y no se vea, cuestión ésta que obedecería a ciertas precauciones, es que a veces preferiríamos no ver para no tener que haber visto, para no tener que ver con lo visto. Y de ahí todas las prevenciones que hablan del alivio de los ojos que no ven, para evitar sentimientos que indujeran a verse atañido, y más aún en la tesitura de intervenir o en la incomodidad de quien ha visto. Se trataría incluso de no ver a nadie mirar, y de ocultarnos a su vez ante su visión. No sin cierto bochorno. No saber nada es así no tener que ver. Y suele decirse.
No deja de ser significativo hasta qué punto vivimos en tiempos en que todo parece tan próximo, tan a mano, tan cerca, que no hay modo de ver cómo no sólo estamos afectados, sino concernidos. Pero la dificultad de determinadas situaciones se afronta de modo bien conocido, sencillamente no dándose por aludido, considerando que eso no nos alcanza, agradeciendo a quien corresponda que no nos haya aún arrasado, y prosiguiendo en nuestras tareas con una serenidad que más bien parecería indiferencia. Eso, en el supuesto de que efectivamente no nos encontremos abatidos y en una cierta desolación. Entonces no sería cuestión de abrir o no los ojos, ya que resultaría evidente hasta con los ojos vendados.
Del mismo modo que sólo oímos en rigor a alguien cuando,
estemos o no de acuerdo, compartimos algo común, esto es, cuando escuchamos,
asimismo sólo propiamente vemos cuando contemplamos. Y eso es algo bien
distinto a limitarse a asistir como espectadores a lo que sucede. Contemplar exige considerar, formar parte, siquiera como una posición prenarrativa,
y ello nos hace, si no autores de lo que ocurre, sí posible relatores. De ahí
que un buen ver suponga ya un modo de respuesta y haber visto, una responsabilidad, lo cual no significa
culpabilidad.
Mientras tanto, la “cultura” de hacer para no tener que ver consagraría el principio de que sólo si directamente es cosa nuestra o nos llega, nos importa. Y por tanto únicamente así lo vemos. Cualquier atisbo de mutua pertenencia o de solidaridad se consideraría filantrópica y caritativa, y se trataría de no caer en tales ardides. Así, una vez más encontraríamos buenas razones para vincular el no ver con el no tener que ver. Y ya no haría ni falta mirar para otro lado. Nuestro lado siempre sería otro, el de quien no tiene nada que ver.
Ciertamente, ni los niveles de implicación ni de responsabilidad son en cada caso similares. Pero tampoco el modo como la situación afecta y nos afecta. Lo desconcertante es cuando en nuestras relaciones personales, sociales y políticas encontramos con dificultad algo que tenga que ver con nosotros, esto es, con nuestro hacer. Más bien, con nuestro padecer. No vemos que nos convoque a un determinado modo de proceder que incida en lo que ocurre. Son otros, siempre otros, siempre los otros. Y precisamente parecen ser los otros porque la cosa no va con nosotros. Así que puestos a no tener que ver, empezamos por lo fundamental que es no ver al otro. La cosa sería esa, ni verle. Al menos no reconocerlo como alguien realmente singular y diferente, sino en todo caso como uno más. Ya se sabe, los otros son todos iguales.
En el fondo, no tener
que ver con algo es un modo de no tener que ver con alguien. Y a veces con
buenas razones. No ha de negarse que, dados los casos, en no pocas ocasiones es
aconsejable, recomendable y necesario. Sin embargo, la toma de posición
universal, según la cual, y ante el actual estado de cosas, lo más sensato es no tener que ver con nada ni nadie
significa sencillamente la renuncia
a la determinación de afrontarlo. Pero hay un modo de ver que consiste en impugnar lo que se ve mediante la transformación de lo que sucede.
No es preciso insistir en la contundencia del dolor, del sufrimiento, de la enfermedad, de la pobreza, de cuanto de una u otra manera nos alcanza. Pero es indispensable constatar que para algunos, no tan lejanos en muchas ocasiones, la miseria e ignorancia del mundo adopta la forma de un mal radical que penetra sus vidas, tejiéndolas de necesidad e impregnándolo todo. Hacerse cargo de ello con un verdadero ver evitaría algunas tibiezas y ciertos melifluos y quejumbrosos modos de nuestro decir. Y no se trataría de evitar combatirlos, ni de dejar de ser conscientes de lo privilegiado de muchas de nuestras situaciones. Preferir no ver respondería a la voluntad de hacer legítima ostentación de nuestras carencias, mientras cerca la situación es sencillamente insostenible. Y entonces sí que ha de decirse que muchas veces lo que nos ocurre no tiene que ver, nada que ver, con lo que no siempre queremos ver.
En ocasiones, ciertamente lo mejor es no tener que ver, nada que ver. Sin embargo, también es inquietante la permanente toma de distancia respecto de lo que sucede, de los demás, y de la coyuntura. Hay un elitismo del alejamiento que no es sólo saludable cautela, sino toma de asiento ante lo que nos incomoda, con la seguridad de que ni con ellos ni con el asunto tenemos que ver. Pero entonces lo que sucede en verdad no es que no tengamos que ver, es que no vemos nada.
(Imágenes, Pinturas de Perla Fuertes; Ojos que no ven; Vacío; Resistencia; y Ojos que no ven 2)
Hay 22 Comentarios
Totalmente de acuerdo en que no tomar parte por nadie conduce a una suerte de elitismo que pocos se pueden permitir. Lo que más me llama la atención es la cantidad de gente que se cree que puede no hacerse cargo de las cosas ni siquiera preguntándose por el fondo de las cuestiones. Hay algunos movimientos de masas que me recuerdan esa pose elitista que antes sólo mantenían las clases poderosas... en fin quizá es el triunfo del individualismo en masa. Preciosas imágenes, profesor
Publicado por: Leichegu | 28/02/2013 19:19:29
Lámpara del cuerpo es el ojo; así que si tu ojo fuere sincero, todo tu cuerpo será luminoso; más si tu ojo fuere malo.... Mateo VI 22-23
Publicado por: Azucena | 28/02/2013 18:44:59
CONTRA LA RABIA
La sangre. Veo sangre.
Vivo con hemorragia abierta.
Y todo lo que toco
queda tiznado de esa sangre
espesa.
Y mi boca babea sangre
incandescente.
Ando sobre fango sanguinolento.
Respiro fuego y quiero
escupir brea.
En sueños te agarro del cuello
y tus huesos y tus músculos
se desarman bajo mis dedos.
Quiero convertirte en amasijo.
Quiero que te extingas.
Quiero acabar con esta boca seca,
con esta garganta
que es un desierto de amor.
Porque tú no eres humano.
Yo te niego tal condición.
Tú estás hecho
de los vapores negros
de la infamia que enturbia
mis pesadillas.
Y me provocas.
Sólo porque existes me provocas.
Me condenas a ser lo que no quiero,
no quiero ser:
tu puro reflejo.
Ahora ya no puedo mirarte
sin ver mi rabia.
¡Acábate!
Que no quiero vivir más
chapoteando en este charco de odio.
Publicado por: Her r | 28/02/2013 13:22:54
Fascinante y clarificante la reflexión del Sr. Gabilondo; es todo un placer descubrir blogs interesantes en esa infinita y loca biblioteca llamada Internet, pocas veces se tiene la suerte de toparse con páginas webs en las que poder aprender algo.
En cuanto a este tema que nos ocupa, yo creo que la diferencia está siempre en nuestra actitud frente a todo lo que perciben nuestros sentidos y ahí el lenguaje hace claras diferencias: no es lo mismo ver que mirar, oír que escuchar, tocar que acariciar, comer que saborear, oler que olfatear. Todo depende de las ganas, la intención y la atención que pongamos a los estímulos del mundo exterior, cuando algo o alguien no nos interesa, ponemos el “piloto automático” y cara a terceras personas parece que entendemos y atendemos, pero es mentira.
Por cierto, un 10 por la elección de las imágenes que acompañan a este artículo, muy adecuadas, llenas de sensibilidad y de luz. ¡Qué grande es Perla Fuertes!, no entiendo como esta pintora no es mucho más conocida, porque tiene talento de sobra para estar entre los grandes maestros de la Pintura española contemporánea. Les recomiendo un paseo por su web: http://www.perlafuertes.com/
Publicado por: Pedro PPP | 28/02/2013 9:10:03
Echo de menos la escritura con sangre. Echo de menos la vida entre tanta palabra volandera y autosatisfecha. Esto es una cuestión: Lucas 14, 26.
Esto es lo que hacen los poetas en tiempos de penuria: sangrar. Pero, ¿y los filósofos? Yo sólo leo hastío, cansancio, tedio. Volver a la Edad Media, habéis olvidado lo más importante. ¿O es que os habéis quedado allí, en una cómoda Edad Media vuestra? Si es así, os recuerdo los últimos días de santo Tomás de Aquino y os remito al "Aurora Consurgens". Mientras tanto, os seguiremos echando de menos.
Publicado por: Iván Madrigal | 28/02/2013 1:01:29
Siempre nos quedará la radio.
Publicado por: Julia Venaverne | 27/02/2013 15:39:20
Más bien el guía interior escoge su propia mirada... cuando puede, es una lucha porque como también dice Marco Aurelio:
"Toda alma, afirma, se ve privada contra su voluntad, de la verdad". Igualmente también de la justicia, de la prudencia, de la benevolencia y de toda virtud semejante. Y es muy necesario tenerlo presente en todo momento, pues serás más condescendiente con todos"
Pero para poder escoger hay que ver, incluso hay que "saber no entender" ( tomo prestadas estas palabras). Escoger no es engañarse.
Publicado por: Voto por ver | 27/02/2013 11:53:57
"El guia interior es lo que se despierta a si mismo, se gira y se hace a si mismo como quiere y hace que todo acontecimiento le parezca como él quiere"
Marco Aurelio
Pero eso no tiene que ver con no ver, sino con ver todas las opciones que somos capaces de vislumbrar y partirse el pecho por que salga adelante la que uno considera mejor para todos.
Muchas veces no ver el dolor ajeno, huir del propio por no verlo nos hace crueles
Un día, Sr. Gabilondo, nos podría hablar del placer de hacer daño. Algo que sin duda le supondrá un esfuerzo porque da la sensación de que le pilla muy lejos de su forma de hacer. He leido contigo
Publicado por: Voto por ver | 27/02/2013 11:27:28
Aprendí a ver el día que descubrí el saber mirar y así, hasta hoy, sigo "viendo" plena y dolorosamente, aunque estoy absolutamente de acuerdo en que a veces preferimos no ver y volvemos la mirada hacia otro lado, quedándonos de espaldas a nosotros mismos y vulnerables al engaño. Muchas gracias por su espléndida reflexión, que comparto plenamente, y continuaré, como siempre, aprendiendo a entender más claramente a través de sus palabras. Un placer, señor.
Publicado por: Miscasi | 27/02/2013 2:33:23
Muy buen artículo.
Publicado por: Rantamplán Malaspina | 26/02/2013 21:55:40
Me resulta imposible no ver.
Publicado por: Juan Ignacio | 26/02/2013 21:32:24
Algo tendrá que dirigir la emprendedora vista cuando las palabras tienen un dominio en el uso de la razón.
http://sofiamesada.blogspot.com.es/
Publicado por: Sofia Mesada | 26/02/2013 21:10:40
Algo tendrá que dirigir la emprendedora vista cuando las palabras tienen un dominio en el uso de la razón.
https://www.blogger.com/blogger.g?blogID=6891537508703175118#allposts/postNum=0
Publicado por: Sofia Mesada | 26/02/2013 21:04:39
Creo que ya he dicho en otras entradas que me gustan mucho las imágenes. Pero en este caso me sugieren, además, lo que se deduce del texto y de la experiencia propia. No dejamos de ver porque cerremos los ojos. Ya quisiéramos, a veces. Dejamos de ver cuando cerramos la mente. Parece que en "Ojos que no ven I" y en "Ojos que no ven II" estuvieran tapándose no sólo los ojos, sino también la frente, que es donde parece que nos duele más el pensamiento.
Publicado por: María Isabel | 26/02/2013 20:47:22
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Publicado por: ►►►LAS MEJORES DIETAS REUNIDAS AQUI!!!!►►► | 26/02/2013 16:55:01
Creer que no se tiene que ver desagua en una postura cerrada de no ver aquello que más necesitamos ver.
Por más invidente que se ponga uno de distracciones y parapetos falsamente aislantes.
Y aunque no tenga que ver, un poco de Descartes deformado desde la deformación intrínseca que supone resumirlo para un examen de bachillerato: con humor divulgativo pero sin pretensión de capturarlo en su complejidad; con alguna verdad, que la captura definitiva de su verdad:
http://enrealidadnivoladivulgativa.blogspot.com.es/
Publicado por: zenon de pelea | 26/02/2013 14:20:15
Con internet lo vemos todo. Podemos mirar a donde queramos. Somos omnividentes. Abrimos una ventana y nos entra el mundo en tromba.
Publicado por: Alfred | 26/02/2013 13:00:13
No tener nada que ver con la "dilatada" imposición de la mirada colectiva sobre "tu" ojo u ojete, con muchas disculpas por la expresión y "enojo".
Publicado por: bofetos | 26/02/2013 12:30:13
Algunos deben de tener algo así como vocación de mirada y de memoria . Tienen ojos excepcionales, anómalos, llenos de ardimiento y clarividencia. Son testigos. Son los espántapájaros de Nietzsche, y los perros perdidos por la Apia de Pasolini, y los cines de alas rotas de los Grim, y los Leopoldo con la maleta gramófono de Müller. Todos nos testimonian. Pero tenemos tanto empeño en no ver...El artista cubano Wilfredo Prieto ya nos dijo "que las migas también son pan", y dejó caer aquello tan lúcido de "Sancando al perro y comiendo mierda". Para algunos incluso lo que hay que ver es tan evidente como para mejicana Teresa Margolles, que titula así alguna de sus performances: "De qué otra cosa podemos hablar"
Y mientras algunos paseando al perro.
Saludos.
Publicado por: afc | 26/02/2013 11:54:33
Cerrar el ojo
http://www.google.es/imgres?imgurl=http://misteriosoobjetoalmediodia.files.wordpress.com/2008/05/funny-games-frisch_50.jpg&imgrefurl=http://misteriosoobjetoalmediodia.wordpress.com/2008/05/15/funny-games-michael-haneke-1997/&h=319&w=500&sz=21&tbnid=8EgvJ-D2uXmH4M:&tbnh=90&tbnw=141&prev=/search%3Fq%3Dmichael%2Bhaneke%2Bfunny%2Bgames%26tbm%3Disch%26tbo%3Du&zoom=1&q=michael+haneke+funny+games&usg=__4TL_G2lhEhbCtYu7GPhTa0N2Aco=&docid=rIaeKPutke1Z7M&hl=es&sa=X&ei=L4osUb8Bya_RBciPgMgB&sqi=2&ved=0CDUQ9QEwAQ&dur=110
Publicado por: Almibar | 26/02/2013 11:18:31
La política del avestruz solo se vería útil, y práctica si con ello se consiguen logros positivos.
De lo contrario es una falta de responsabilidad y un riesgo para todo el mundo.
Ir con los ojos tapados nos lleva al desastre.
Una vez somos conscientes, no nos queda más remedio que mirar, y ver.
Y a partir de ahí si podemos decidir o no hacer nada, o tomar una determinación en un sentido u otro.
Incluso podemos huir a la carrera.
Pero tener los ojos abiertos y la mente despierta, es fundamental para poder sobrevivir.
No sería aconsejable para nadie el ir con los ojos cerrados y la mente en blanco en ningún momento.
Porque por defecto o por exceso siempre nos veríamos involucrados en las exigencias de la vida.
Es el precio de estar vivos.
Publicado por: Martínez | 26/02/2013 10:10:03
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Publicado por: Molenquima | 26/02/2013 7:25:58