El salto del ángel

Paradójico

Por: | 26 de marzo de 2013

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Situaciones y afirmaciones que más bien se rigen por ideas opuestas coinciden en ocurrir, coinciden al ocurrir, y a su modo conviven. También en un decir, en un pensar. Por muy paradójico que sea. Cabe considerar que es aparentemente contradictorio, que parece imposible, pero sucede. Más aún, a pesar de resultar en cierta medida algo absurdo, se presenta con aires de verdad. Y no es un engaño. Entonces pretendemos mostrar su inconsistencia o su incongruencia, pero no pocas veces soporta lógicamente el envite. Tenemos tendencia a atribuirlo a un mero juego de palabras o a una imprecisión o a una fantasía del lenguaje, a una estrategia artística, a una estratagema interesada, en definitiva, a la búsqueda de un efecto perseguido. Pero la paradoja no es un ardid, ni un simple recurso. Es un modo de responder a una realidad que sólo en ella y como ella se presenta. En ocasiones, no es que sólo sea paradójico lo que decimos, es que es paradójico aquello que se dice en lo que decimos. Y no hay mejor manera de corresponder que asumir con todas sus consecuencias que es así.

Pero la cuestión es aún más atractiva y sugerente. “La fuerza  de las paradojas reside en que no son contradictorias, sino que nos hacen asistir a la génesis de la contradicción.” Gilles Deleuze encuentra en la obra de Lewis Carroll la inestimable compañía de Alicia para mostrar hasta qué punto la paradoja se opone literalmente a la doxa, al llamado buen sentido y al sentido común. Aquello supuestamente inviable que coincide en ser no se dilucida separándolo en dos direcciones irreconciliables, ni instaurando un sentido único. Los amigos de zanjar por lo sano se encuentran en una situación apurada. El sentido no se despliega como esas decisiones adoptadas de una vez por todas y que hay que limitarse a seguir en cualquier caso. Parecería coherencia, pero sería inconsistencia, simplismo. “El principio de contradicción se aplica a lo real y a lo posible, pero no a lo imposible, de lo que deriva, es  decir, a las paradojas.” La insistencia en La lógica del sentido en que no es posible determinar un sentido único en general, que una vez dado hay que limitarse a seguir, pone en cuestión a quienes siempre lo ven claro, dado que a su juicio basta con continuar, con incidir, con persistir. José Ángel Valente nos previene: “Lo peor es creer tener razón, por haberla tenido”.

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La paradoja como pasión descubre que si no se pueden separar dos direcciones es porque se dan a la vez, a la par, simultáneamente. Y lo incongruente consistiría en pensar que deja de suceder por el mero hecho de olvidarla y de atenernos al llamado sentido común, tan necesario como controvertido e insuficiente. Todos parecemos estar de acuerdo en su importancia, y no pocas veces en desacuerdo sobre lo que en cada caso concreto supone. No es una panacea, sino que ha de ampararse en las buenas razones compartidas. Y en las ajustadas decisiones. Y aquí finaliza el recurso a su simple advocación. Es el sentido mismo el que es objeto de las paradojas, dado que incorpora a su vez el no-sentido. El no-sentido está en una relación interior original con el sentido. Y esto sí que es lo común del sentido: ni sentido único, ni identidades fijas.

El futuro y el pasado conviven, como el más y el menos, lo activo y lo pasivo, la causa y el efecto. Es el lenguaje el que fija los límites y el que los sobrepasa, produciendo verdaderas inversiones. “El devenir no soporta la separación del antes y del después, del pasado y del futuro. Pertenece a la esencia del devenir avanzar, tirar en los dos sentidos a la vez”. Esta convivencia, esta coincidencia de hecho de lo que parecemos entender aisladamente nos alerta de algunas dilucidaciones, sin duda interesantes tácticamente, incluso necesarias conceptualmente, pero que no pueden sostenerse en la ingenuidad de establecer como separado lo que sólo en su articulación responde a lo que hay. Las paradojas nos previenen de quienes confunden la claridad de ideas con su aislamiento. Conjugan y aglutinan lo que nuestra comodidad prefiere deslindado. No son mezcla sino relación en un mismo espacio y tiempo.

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Podría pensarse que, amparados en esta complejidad, hay buenas razones para la comodidad de situarse en el terreno de lo inevitable. Al contrario, es el espacio el que no se disuelve por sí mismo con el simple hacer de sus contradicciones internas. Exige resolución. Es el tiempo de la decisión difícil, la que no siempre es inexorable, la que es discutible y reabre nuevas cuestiones, la que problematiza, no sin ello dejar de procurar novedades e innovación, también imprescindibles. La paradoja como pasión muestra que no se puede instaurar un sentido único y limitarse a aguardar sus efectos, con la confianza en el buen sentido y el sentido común.

No pocas veces es preciso convivir con determinadas paradojas y ello no significa inevitablemente asumirlas. En ocasiones el análisis ha de desenredar esa exquisita madeja que trenza lo aparentemente irreconciliable. Pero otras es preciso reforzar las situaciones paradójicas, como espacio de mutua pertenencia a aquello que parece contradictorio. Y ha de hacerse, no por adecuación, sino por correspondencia con una realidad que muestra sus aristas y sus perfiles, asumiendo y desbordando la lógica, a la que Nietzsche no descalificó, antes bien engrandeció, al denominarla “la ficción suprema”. No un modo de fingir, sino de aproximar, de mirar y de hacer ser. Las paradojas no sólo reflejan realidad, generan otras posibilidades. Sin embargo, se trata de preferir y de elegir en ese contexto de incertidumbre, sin tratar de solventar lo que ocurre con la simple remisión a lo que nuestro lenguaje, nuestras imágenes, nuestros conceptos, nos ofrecen. Hay quienes proclaman que actúan por nuestro bien, eso sí, haciéndonos mal. Mientras, dicen buscar lo mejor, eso sí, haciéndonos estar peor. A veces lo paradójico convive con lo incongruente.

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(Imágenes: Pinturas de Xavi Vilaró)

Hay 19 Comentarios

¿Penélope? No, lo de Penélope era otra cosa: engañar al reloj. Pero quizás, ahora que lo pienso, sí: engañar al reloj tirando de los hilos y enredándote en ellos. Como la mosca. (Uf, la historia de la mosca enredada en la tela nunca acaba bien... para la mosca). También se puede elegir ser Dorothy. Como decía Nietzsche: si no os haceis como niños, no entrais en casa de Dios.

paradojo, ja.
(Del lat. paradoxus, y este del gr. παράδοξος).
1. adj. desus. paradójico.
2. f. Idea extraña u opuesta a la común opinión y al sentir de las personas.

Me quedo con esta definición tan humana. No todo lo que nos parece una paradoja es paradójico porque la percepción de la paradoja es subjetiva y la paradoja en si misma también lo es. Estas cabezas y no otras.

“Es el sentido mismo el que es objeto de las paradojas, dado que incorpora a su vez el no-sentido”

¿Solo un no-sentido? ¡Son múltiples los no-sentidos que forman con el sentido esa enmarañada madeja de pegajosas sedas! Pero para avanzar hay que aclarar. Algunos somos muy simples. Miramos perplejos la maraña y, sin abandonar la perplejidad, no se ofenda la paradoja, seleccionamos un no-sentido que acompañe al sentido. Cada uno tomará el cabo de aquel no-sentido que para él tiene más sentido y a partir de ahí luchará con sus armas, triste arma la elaborada con el fin de dañar, para dejar la paradoja transitable e intentar articular aquello que parece imposible pero que, con suerte o desgraciadamente dependiendo del cabo, pudiera llegar a encajar. Pero a veces, malditas paradojas que arrebatan la razón y el sentido, la situación erosiona el hilo que hemos escogido y nuestro imposible se llena de marras que, como anzuelos, enganchan otros no-sentidos, por supuesto peores y más imposibles que el nuestro. Y la maraña no se aclara ¿Cómo se las apañaría Santa Penélope con tanto desliar y liar?
Larga vida y mucho ánimo a aquellos que puedan escoger, sin marras o incluso con ellas, el no-sentido que hace posible la armonía, la alegría, el bienestar. ¿Se podrá efectivamente conseguir? Unas veces sí y otras no, pero ya que ningún no-sentido parece posible por lo menos nos daremos el gusto de destacar el imposible más precioso de todos. Puñeteras paradojas…

Sr. Gabilondo, eso de hacernos mal por nuestro bien más que paradójico o incongruente parece incompleto. Como mucho media verdad le doy.

¿SUsto o muERTE?, hablando de paradojas ¿Se puede tener razón sin tenerla o no tenerla teniéndola?

A mí sin embargo me interesa todo. Y me interesa mucho la lógica, y el punto de fricción de varias lógicas. Porque ese punto es el que es preciso superar dejando a un lado la lógica.

Recorriendo el cementerio de Taganana (localidad del norte de Tenerife avecindada entre los barrancos y riscos del macizo de Anaga) que, sobre una empinada ladera, alza sus tapias frente al mar, y pensando en unos versos de Pessoa (“No soy nada. / Nunca seré nada. / No puedo querer ser nada. / Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo”), me vino a la cabeza esta paradoja que bien podría servir como epitafio en la lápida de un escéptico: yo no era nada y ahora nada soy. La doble negación -que, en español, no supone una afirmación- pasa a adquirir un matiz existencial equivalente al de la segunda parte de la frase y, así, convierte en paradójico el hecho de que alguien compartiera condición antes y después de la muerte. La nada penetra en la muerte y se revela como esencia; es condición del cadáver y constituyente de la biografía que cae en el olvido. Sin embargo, aquel “no ser nada”, pasando por encima de lo que se espera en correcta gramática española, mediante la contraposición a la segunda parte de la sentencia, se transforma asimismo en negación “afirmativa” y, de esta manera, la nada vital deviene “algo”, realidad en la conciencia, pasado en la memoria de las palabras que pueden ser leídas. En el “yo no era nada” cabe la interpretación de que la sustancia –o más bien la falta de sustancia- de la muerte arrebata tanto la vida como la derrota de quien la reconoce. El “dulce príncipe” al que Shakespeare diera las buenas noches quizá hallara aquí una salida a su famoso dilema.

La paradoja es una forma de transitar por la realidad en la que los contrarios hallan un nuevo ámbito para la coexistencia. Otras formas de encuentro dialéctico son más resolutivas, se espera de ellas una síntesis que supere los conflictos mediante la imbricación de sus distintas partes en un nuevo todo. La paradoja, en cambio, no despoja lo anterior de sentido sino que, enfrentando elementos antagónicos, descubre las limitaciones de cada uno y los supera mediante una contraposición interdependiente, interminable, que alumbra la vacuidad de sus pretensiones de exclusividad e incluso de pulcritud. La paradoja quántica en que el gato de Schrodinger podía estar a la vez vivo y muerto, porque nuestro conocimiento de su estado no modificaba el sistema del que formaba parte, enunciaba un procedimiento para superar las limitaciones de nuestro capacidad para acceder a los fundamentos de lo real.

Me hace pensar y disfruto con la lectura de su texto, profesor. Hay que reconocer que es exigente pero sé que leerle es una exploración.
Cada uno de nosotros somos una paradoja y esa flexibilidad nos hace humanos ¿cómo se explicaría la posibilidad de pensar de otro modo que desarrollamos al madurar, vivir, trabajar, explorar?. Yo me reconozco exactamente igual que cuando tenía 10 años y en completa extranjería en relación con algún modo de vivir que experimentaba hace tan solo tres años.

Las imágenes de hoy, como siempre, ayudan a sostener el texto. Felicidades

Absolutamente estimulante leerle. Sólo el espacio público es el lugar en el que se puede logar la paradoja mayor a la que el ser humano está convocado que es a la convivencia sana y respetuosa. Dejemos de ser animales para convivir. Me gusta esa visión de una de lectora que nos habla del "sentido común" antes te decían "como Dios manda"

Me interesan poco las paradojas de la lógica... Sí las que tienen que ver con la desrazón... como aquella de la que decía el poeta... "qué luminosa desrazón haber engendrado el amor. Sobre la espesa, procesional ceniza de los días y el desleído gris de los perseguidores, el fragante estallido de tu azul"
Cosas de Valente
Saludos

ay


disculpad

querya decyr .
.

,,alguna cosa como si de un cd
se tratase,,

es que voy coorry iendo y claro no me da tiempo

hacerlo bien

algunscd

algunoscd
algscd
alqscd

q s d quien?
no

no es esto lo quería decir


he

suspendidocontextoencontexto

?

no sé si esto será lo que tengo que responder


bueno, si dudo
.
.
.


que mal se me da el lenguaje

- ¡lenguaje!

¡científico!

¡abusadora!

pero
que

mal

ayerennuevos


ministerios

alguien sedebioolvidar unos cd

lea

y

escriba


a la pagina si son suios


p d.


pensé que era mejor no dejarlos allí, viendo cómo se comportaba el personal del metro


ni los he escuchado


miedo me da pensar que puedan servir para promocionar la siguiente liga deportiva


gol

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"José Ángel Valente nos previene: “Lo peor es creer tener razón, por haberla tenido”". Tener razón suele ser el final de un proceso. Más estimulante es no tenerla. En una paradoja conviven varias razones: la lógica se vuelve loca aquí. Gracias otra vez.

Con demasiada frecuencia, el sentido común es el pretexto para presentar como inevitable lo que es fruto de una pura elección, y por lo tanto está abierto a la discusión y a la razón en contrario. Otras veces se invoca en un vano intento de reducir la paradoja a univocidad forzada, de ocultar la incómoda existencia de un ser o de un no ser que disgusta o no conviene. Dentro de ese sentido común pretendidamente unitario, neutral, ineludible y superior, se oye latir entonces la voluntad de eliminar los conflictos por la expeditiva vía de la mordaza o de la bota.

Como me gustaría ser capaz de contradecir algo tan bueno, manteniendo la altura paradójica para llevar razón juntos.
Paradójicamente redondo.
Aunque completaría a Nietzsche hablando más bien de la supremacía ficticia...

Me gusta.

Eugenio Trías, en su libro “Los límites del mundo”, (creo que) habla de la construcción (y/o evidencia) de lo real a partir de la contradicción y la tautología. Jose Luis Pardo, por boca de Aristóteles y Leibniz, en su libro “La regla del juego” nos muestra ese desenlazar el nudo de lo contradictorio (o imposible), sacándolo del contexto en el que es imposible para convertirlo, si acaso, y de momento, en inverosímil. Así como también muestra el desenlazar del nudo de lo evidente (o, incluso, tautológico) descubriendo su naturaleza paradójica. Ambos comentarios me parecen muy interesantes, y acordes al pensar heideggeriano-deleuziano, ya que intentan romper con la identidad (sin diferencia, ojo) que impone, digámoslo así, que la intracotidianidad (dogmatiza y dogmatizante) del “uno” (o Das Man) es (plena e inconfundiblemente) lo real.

http://nelygarcia.wordpress.com. Los contrarios se complementa entre sí, en nuestro mundo racional; el sentido común lo hace con el contrasentido y un largo etcétera. Cuando el ser, no intuye al no ser, genera la confusión.
Las palabras pueden resultar útiles, pero el silencio también.
http://www.facebook.com/pages/Nely-Garc%C3%ADa/368054793274553?ref=hl

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Hay muchas maneras de mirar, y mil matices. Tantos como criaturas y dependiendo del momento.
Lo curioso es que siempre miran las personas desde el balcón del razonamiento.
Lo otro no es mirar, sería como perder el tiempo.
Una herramienta puesta a nuestro servicio desde los albores de la humanidad para poder subsistir.
Contra viento y marea.
Sutilezas nos podremos permitir mientras tengamos la barriga llena y los pies calientes.
Otra cosa es cuando el estómago araña por dentro y no tenemos a mano un mal mendrugo del que tirar.
Ni techo bajo el que resguardarnos.
El crecimiento nos obliga a afinar el ingenio, entre otras cosas porque cada día vamos más deprisa.
A todo trapo.
Y a menudo vemos en la cuneta a otra gente que nos pasó de largo un día, con aires de grandeza y ahora les vemos con el motor hecho cisco, humeando.
O sea, que ver para creer.
Con todos los matices que queramos, pero amarrados al timón con firmeza, los ojos puestos en el horizonte, y la oreja en la jarcia.
Sopesando y sin dejarnos engañar por los cantos de sirena, de ninguna sirena.
Que nos vamos al fondo.
Porque la piel no va en ello hay que tener la mente despierta y en guardia.
Y no solo la nuestra.
Una vez en puerto, podemos pintar los peces de los colores que queramos o podamos, pero con los pies en tierra firme.
Saboreando el placer por haber llegado.
Solo entonces puede uno dar rienda suelta a la imaginación.
O irse al fútbol.

Si por “contra-dicción” entendemos decir una cosa y negarla, la contradicción humana está presente desde al menos la democracia ateniense y la frecuencia de su presencia podría servir como criterio para medir el nivel de demagogia. Esta contradicción es lo que el autor llama “incongruencia”, he entendido. La paradoja, en cambio, es la apariencia de contradicción que surge de la negación de la contradicción. ¿Por qué los lógicos siempre han amado las paradojas? Es la consecuencia de su incansable búsqueda de la coherencia. No desestimemos ésta, pues es la fuente última de todo sentido.

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Sobre el blog

El salto del ángel es un espacio de reflexión, de pensamiento sobre la dimensión social y política de los asuntos públicos, sobre la educación, la Universidad, la formación y la empleabilidad. Busca analizar los procesos de democratización, de internacionalización y de modernización como tarea permanente, con una actitud de convicción y de compromiso.

Sobre el autor

Angel Gabilondo

Ángel Gabilondo Pujol es Catedrático de Metafísica de la Universidad Autónoma de Madrid, de la que fue Rector. Tras ser Presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas, ha sido Ministro de Educación.

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