El salto del ángel

Saber y conocer

Por: | 19 de marzo de 2013

Pieter Van Eenoge. Wire Chair
Para saber conviene conocer, pero no faltan quienes conocen mucho y saben poco. Saber no es sólo conocer. También hay quienes ni saben ni conocen suficiente. Y aquellos que se sorprenden de lo que no saben los demás, sin cuestionarse sus propias carencias. En todo caso, hablamos más de adquirir conocimiento o de mostrarlo que de procurarnos saber. Conviene reivindicar el conocer y, a la par, no olvidar que en ello no se agota lo que significa el saber, y menos aún la sabiduría, que comporta todo un modo de saber, un modo de vivir. En la sociedad del conocimiento, en ocasiones lo identificamos con saber cosas. Pero saber no es un simple medio para conocer. Más bien, de movernos en estos términos, diríamos que el conocer busca saber.

Preferimos quienes son sabios a aquellos que conocen, si bien al respecto no deberíamos caer en maniqueísmos. No se trata de un elegir que rechaza. Que tanto tengan que ver no significa que siempre sea fácil deducir el saber de la medición del conocimiento adquirido.

Todo ello para insistir en que no hemos de ignorar o desconsiderar el conocimiento. Y menos aún reducirlo a un acopio de informaciones, o a un cúmulo de contenidos recitables. Sin embargo, no es menos cierto que la desatención del contenido afecta radicalmente al conocimiento y asimismo al saber. Y a veces por amor a este hemos olvidado que late en su corazón como algo constitutivo.

Basten semejantes sugerencias para cuidarnos de extraer con precipitación demasiadas consecuencias de la identificación del conocimiento con determinados contenidos, por muy decisivos que parezcan ser para el saber. No sería menos desatento creer que el conocimiento es mera forma, capacidad que se sostiene como una estructura al margen de todo contenido. Si a nadar se aprende nadando, a conocer conociendo. Y si no hay posibilidades de conocer, no hay modo de saber.

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La complejidad es suficiente para andarse con cautela ante afirmaciones y deducciones contundentes sobre la relación entre los contenidos conocidos y el conocimiento. No es menos cierto que algunas displicencias para con lo que conviene conocer han ido, en ciertos casos, tan lejos que propiamente parecería que saber no tiene que ver con lo que se sabe, o que es tal la importancia del saber hacer que en la práctica sólo es interesante aquello que es directamente aplicable para la producción: de objetos o de expertos. Entonces sí que todo ello tendría que ver con una caracterización de lo que significa ser competente  o estar cualificado.

Pero no es menos decisivo ser alguien capaz de vincular el conocimiento con unas mejores condiciones de vida plena y digna. Desde luego, para resolver problemas. Aunque no sólo. También para cuestionarlos o para abrir otros. El saber se enfrentaría entonces con la debida cuestión de qué es eso, en qué consiste, de qué modo actuar para lograrlo. Qué y cómo conocer no está tan establecido como para que no hayamos de pensar el modo de dilucidar el asunto. Y éste es el asunto, la vinculación del conocer y del saber con el pensar. Y caben supuestos dictámenes que algunos estiman fundamentales, aunque no siempre explícitamente: que sepan aunque no piensen, pensar distrae de saber, conocer no tiene que ver con pensar, o el pensar es un medio para saber o conocer. Todos ellos son absolutamente discutibles, si bien sostienen el proceder de quienes están empeñados, al parecer sin dudas, en qué es lo que ha de saberse.

Amparados en tamaña complejidad, hay quienes asimismo han entendido que lo mejor para pensar es no ocuparse del conocer. O se han limitado a identificarlo con su adquisición. Que el conocimiento sea por sí solo insuficiente no significa que no sea imprescindible. Si bien las aptitudes y las competencias se desarrollan en el ejercicio de conocer, este ejercicio no es coyuntural ni pasajero. Y puestos a reivindicar la importancia decisiva de los valores, es determinante no dejar de plantearse a qué obedece, no ya la necesidad de conocer, sino la de conocer explícitamente tal o cual cosa.

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Es razonable pensar que quien no sabe nada, efectivamente no sabe de lo que pedimos que sepa. Pero incluso es difícil ignorarlo todo. Habría de desconocerse asimismo que se ignora. Quizá se sepa algo otro. Y por ello, puestos a preguntar y a responder, lo interesante no es sólo dar cuenta de lo que no se sabe, por cierto una inmensidad para cada cual, sino lo importante es ser capaz de valorar, poner en valor, hacer ver, evaluar, lo que alguien sabe. Si se desea comprobar lo que alguien conoce no basta con relatar lo que desconoce. Ni siempre se deduce directamente de lo que ignora el nivel de lo que sabe.

No se desprende de lo dicho que no hayamos de mejorar nuestro conocimiento. Incluso es imprescindible y urgente hacerlo en asuntos bien concretos. No es cuestión de exhibirlo sino de transmitirlo. Y de generarlo y de recrearlo. Todos y cada uno tenemos esa tarea, hasta quienes creen saber ya lo que ha de saberse. Y puestos a conocer, conviene que atendamos no sólo a lo que se aprende para que procedamos a desarrollar las capacidades del aprender, sino asimismo a lo aprendido y al aprender necesarios para proseguir en el conocimiento, en el saber, en el vivir.

El conocimiento ha de liberar modos de vida para saber desempeñarse en la existencia,  para dar respuesta, para ofrecer nuevas posibilidades, para abrir otro horizonte personal pero, puestos a reivindicar el saber, y con razón, no ha de ser un saber sometido a unos precisos y determinados contenidos de conocimientos. Que sea indispensable procurárnoslos no significa que no hayamos de debatir sobre cuáles han de acompañarnos a lo largo de la vida. Quizá no son tantos, y tal vez los olvidemos en la maraña de lo sabido, muy sabido, demasiado sabido, y no reconocido. Algo ha de saberse. Pero eso no siempre se logra sólo con saber más. Es preciso saber mejor.

El cultivo de sí y la cultura no crecen tanto por acumulación. Proceden más vertebral y rizomáticamente. Como la vida. Y por eso mantenemos con ellos una relación afectiva. Cuando se ama el conocimiento, se sabe que su contenido es tan decisivo como para no descuidarlo, tan decisivo como para no darlo por clausurado, tan decisivo como para no considerarlo aisladamente, tan decisivo como para no utilizarlo únicamente para nuestros intereses y menos aún para ratificar nuestras posiciones.

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(Imágenes: Ilustraciones de Pieter Van Eenoge; Wire chair, 2010; Netto/The Tijd, 2012; Wealth planning, 2010; y Work/study, 2012)

 

Hay 21 Comentarios

Aristóteles ya decía que había dos fuentes de conocimiento, el estudio y la experiencia (tecne y empeiria). Las dos son necesarias.

Qué lujo de post.
Acabo de llegar en un tren a Cantabria. A mi lado un padre y dos hijos durante las casi cinco horas del viaje ¿cuándo llegamos? ¡Qué aburrimiento! Las manos vacías.
Yo a su lado embebida en las "Conversaciones de Pierre Cabanne con Marcel Duchamp" que acaba de publicar This Side Up y deseando que el viaje, los montes, la lectura se prolongaran.
El saber y el leer sirven para casi todo. Incluso para ir de viaje.
Enhorabuena Ángel.

Viva el polen.

Nunca se "sabe" lo que se puede saber.Incluso cuando estamos sabiendo, esto es conociendo, ese saberse, degustarse es el asombro (nada que ver con el asombro de los bobos o de los que quieren despistar) del que habla Platón.¡Ah, pero era esto!! Y luego resulta que no, que no sólo era eso( que el bobo se supera todavía más en bobería).Como dijo Nietzsche, el sabio es aquel que entiende de sabores: sapere, del latín, quiere decir saber de-gustar, digerir, discernir un mismo producto( rizomáticamente) o cribar ese gusto.También saber comporta saber dónde está el mal gusto.Lo rancio.Lo que no merece la pena.Quizá lo que no merece ni la mera atención porque tal vez sea eso lo "Conocido"( aquello de donde nada mana).

( Pienso que) empezamos a saber algo en la madurez, cuando aprendemos a distinguir entre datos e información. Saludos cordiales

Gracias por su comentario de hoy, don Ángel. Es primavera. ¡A comer!

àngel ereh un panoli. no te se entiende

Ángel Panoli

el verdadero saber está en saber que se sabe lo que se sabe y saber que no se sabe lo que no se sabe. Confucio (ya sabéis el que el señor antiguo que invento la confusión que, pensándolo bien, es un pensamiento bastante profundo eso que dijo la Miss)

Observemos el concurso "Lo sabe, no lo sabe" de Cuatro y veremos el nivel de ignorancia dominante en este país.

No es malo recitar contenidos si luego se ponen en relación. Normalmente en las etapas escolares se debe usar también la técnica de la recitación que introduce conceptos en el cerebro y los almacena. Luego vendrá la relación entre ellos o sinapsis. El caso más grave es la ignorancia que huye de la introducción de cualquiera forma de conocimiento o de saber sistemático. Para pensar necesitamos antes tener ideas precisas sobre el mundo y eso sólo se consigue adquiriendo saberes bien definidos sobre el mundo pasado y presente. Además cada forma de conocimiento activa un tipo de memoria y la memoria de archivo no es menos desdeñable que las demás porque todas tienen defectos y excesos.

El conocimiento es siempre algo inabordable. Lo que aprendí en la universidad. Básicamente los estudios superiores me han valido para darme cuenta que el conocimiento es siempre un horizonte y ya sabemos lo que pasa con el horizonte, a medida que avanzas hacia él, se aleja.
He preferido no memorizar sino desarrollar la capacidad de buscar información, utilizarla sin manipularla a mi favor y tener libertad para transmitirla, compartirla. Con el tiempo he podido comprobar que estas habilidades se han convertido en competencias básicas mi puesto de trabajo. Maduré al entender que no es cuestión de acumular y memorizar datos, que no tenía tiempo de leer toda la literatura y que más vale ir avanzando poco a poco pero sin detenerse en la exploración de este mundo infinito, sólo deseo que no cese mi curiosidad.
No quiero más datos en mi cabeza sino trabajar para, sabiendo poner orden a tanta información de la que disponemos, aportar mi granito de arena allá donde estoy. Así también he aprendido a trabajar en equipo y he visto que se me valora lo suficiente.
Ah! Magnificas reflexiones e imágenes, profesor

Lástima que no lo vean así en la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid.

"En todo caso, hablamos más de adquirir conocimiento o de mostrarlo que de procurarnos saber [...] Más bien, de movernos en estos términos, diríamos que el conocer busca saber [...] Y puestos a reivindicar la importancia decisiva de los valores...". La humildad, un valor esencial para saber. ¿Conocimiento + Pensamiento + Humildad = Sócrates?

La gente más sabia es aquella que no hace trampas, que no busca atajos y que afronta los problemas de la vida pensando en la consecuencia de sus actos.
Hay mucho listillo y poco sabio. Desgraciadamente algunos gestores de los asuntos públicos tienen siempre claro cuál ha de ser el conocimiento que deben mostrar determinados opositores para superar las pruebas de aptitud para el ejercicio de una profesión. Habría que preguntarse muchas cosas en relación a supuestos resultados que ofrecen esas pruebas, entre otras, si los informes que se entregan a los “responsables públicos” para hacer determinadas aseveraciones no son manipulaciones para continuar desprestigiando…
Me quedo con esta reflexión “El cultivo de sí y la cultura no crecen tanto por acumulación. Proceden más vertebral y rizomáticamente. Como la vida”

http://nelygarcia.wordpress.com Creo que el acumular conocimiento, (aunque tenga su valor), ¡no es saber!, pues nos desconocemos nosotros mismos, que es lo esencial y mientras eso no ocurra, continuaremos especulando en la ignorancia.
http://www.facebook.com/pages/Nely-Garc%C3%ADa/368054793274553?ref=hl

No se llega al saber universal fragmentándolo en pequeñas parcelas separadas, dividiéndolo en asignaturas. La complejidad no puede entenderse exclusivamente desde el análisis, troceando y recomponiendo; porque, al separar, desaparecen las relaciones, dejan de estar presentes las variables ocultas, que son las que rigen y dan sentido al conjunto, y también lo hacen impredecible.

Cuando eran poco más que niños, si es que llegaron a ir a la escuela, nuestros abuelos intentaron escribir la fórmula del hipoclorito de sodio, del sulfito de bario o del carbonato ferroso; nuestros padres y nosotros también, al igual que nuestros hijos. Nunca supimos cómo eran, donde estaban, qué color o que sabor tenían, ni para qué servían, ni por qué esa fórmula era así y no de otra manera. Pocos sistemas son tan conservadores, tan capaces de repetirse a sí mismos, de perpetuarse, como lo es la escuela.
Puede que alcanzar el saber universal sea imposible, pero es más fácil llegar a él cuando se concibe la realidad como un todo relacionado que cambia continuamente. Y aún hay más: también hay saberes instantáneos, casi se diría que certezas, que nos regalan la intuición y la inspiración. Hay saberes que se adquieren con la cabeza, “pensando”, pero antes tienen que pasar por los sentidos, aunque luego los filtremos y después los acomodemos, al “pensar”, para que se ajusten a nuestro concepto del mundo.
http://www.otraspoliticas.com/educacion/especialistas

...entonces podríamos decir que el pobre Sócrates, melancólico (e irónico) de (en) sí, lo que dijo es que lo que sólo conocía es que no conocía nada, es decir, a saber, la vaciedad de la nadicie de la conjura anitoliconmeleta; que saber sabía [que sentía] algo; que pensar pensaba mucho; y que, pa rechoncha, no le dió tiempo a aprenderlo todo. Ay, que leche.

"El maestro ignorate" de Rancière y Rizoma me dieron las ganas de ser docente de otro modo. Lo intento aunque nunca sé bien cómo hacerlo. Pero sé que me apena ver a los alumnos adiestrados, obligados horas y horas a estar sentados y escuchar los sagrados contenidos, a estar callados, a recibir sanciones por su bien. Les podamos para que no tengan rizomas (qué desorden!) Una y otra vez, hasta vencerles. Y les hacemos arbolitos.
Vamos mal.

Conozco auténticas enciclopedias parlantes, capaces de recitar infinitas cadenas de datos, que sin embargo no parecen saber gran cosa, puesto que no son capaces de ir más allá de lo obvio. La sabiduría no es adición ni es multiplicación, no es simple libido cognoscendi, aunque la requiera. Saber tiene algo de crear, de explorar, de recorrer caminos intrincados. Los viajeros del saber necesitan la brújula del conocimiento, pero también la osadía de la imaginación.

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Sobre el blog

El salto del ángel es un espacio de reflexión, de pensamiento sobre la dimensión social y política de los asuntos públicos, sobre la educación, la Universidad, la formación y la empleabilidad. Busca analizar los procesos de democratización, de internacionalización y de modernización como tarea permanente, con una actitud de convicción y de compromiso.

Sobre el autor

Angel Gabilondo

Ángel Gabilondo Pujol es Catedrático de Metafísica de la Universidad Autónoma de Madrid, de la que fue Rector. Tras ser Presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas, ha sido Ministro de Educación.

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