Ni todos, ni siempre,
ni en cualquier caso, estamos permanentemente prendidos de aquello que
constituye la máxima preocupación social o política. Ni siquiera de lo que nos
resulta decisivo. También tiene no poco que ver con la necesidad de afrontar
otras coyunturas de cada día. Pero no sólo por eso.
La reiteración, aunque sea de lo importante, incluso en el caso de que fuera lo más determinante, la ocupación de los espacios y de los tiempos por ciertos asuntos acaba suponiendo una verdadera invasión que nos impide pensar en otra cosa. Hablamos y oímos hablar, una y otra vez, de lo mismo y ya casi ni vemos ni sentimos algo diferente. Y la consecuencia más inmediata, ni siquiera de ello.
Una suerte de neurosis obsesiva toma posesión de nuestro espíritu y todo viene a ser igual. Prácticamente desde que nos despertamos, un mismo rumor, con su soniquete y sus cantinelas. Y es razonable, es lo que hay. Monotemático, comienza a caer como una lluvia insistente e incesante, con algunas tormentas, si fuera preciso, para subrayarlo, imponiéndose sobre cualquier otra posibilidad de pensamiento o de planteamiento. Y no es que el asunto sea menor, es que paradójicamente se infravalora por el procedimiento de no hablar de otra cosa. Si uno lleva el descuido más lejos, hasta en los entornos más íntimos, en los círculos de conocidos, amigos y familiares, vuelve en cada ocasión a irrumpir, con mayor o menor displicencia, lo mismo. Si abrimos las ventanas de la comunicación, reaparece. Y no es que no precisemos de información, de conversación, de debate, de crítica, es que cuando ésta ya se ha cosificado en la monotonía y reproducción redundante de los asuntos y de las posiciones, todo corre el peligro de devenir recitación.
Mientras tanto, algo silenciosamente, crece una distancia y alguna apatía, alguna impotencia con aires de resignación. La primera es que hay que acostumbrarse a vivir rodeado e inmerso en la repetición de lo que nos acucia. Y una inquietud, la de que, al perder su sitio otros asuntos, no encuentren lugar donde florecer, donde crecer. Y se empieza por no hablar de otra cosa y se acaba por no hablar de nada. Pero sin embargo, la insistencia en lo que nos ocurre, en lo que ha de preocuparnos, no desiste. Y ciertamente es decisivo, aunque en lo que es y hasta donde es. Lo inquietante es cuando es todo, ya que el todo tiene una irresistible tendencia a ocuparse de serlo. Cualquier intento de decir otra cosa podría considerarse desatención, distracción, desviación. Volvamos de nuevo al tema.
Lo que denominamos el asunto, eso, el tema, no requiere
por cierto en cada caso explicitación, no sea que la insistencia en subrayar
que se ha apoderado de nuestra existencia hasta los más íntimos rincones
continúe el imperio de despliegue para que en él no se ponga el sol. Ciertamente, la crisis, la política y la corrupción, la corrupción, la política y la crisis, la política, la corrupción y la crisis
son condicionantes y determinantes. Y así, enunciadas juntas, aún más
problemáticas. Y, sobre todo, algo que no les es ajeno, no nos es ajeno, el desempleo, la falta de oportunidad y
de ocasión, la inequidad y la carencia de horizonte. Y ante todo, la de quienes
lo padecen. Y ello nos ha de comprometer y de responsabilizar a cada uno. Pero
la declamación coral del estribillo empieza a no incidir en las estrofas y el
canturreo de fondo comienza por extraviar la letra, para finalizar por no sentir emoción ni pasión, ni
implicación alguna. Y en especial por olvidar
a quienes lo sufren. La confirmación de lo que se dice y a la par se olvida
permite reempezar cada vez.
Y así, por exceso, crece el defecto. No es cuestión de silenciarlo. Es que, por lo visto, resulta complicado liberarnos de la utilización de esos asuntos constitutivos y determinantes para incidir una y otra vez en lo que ya damos por supuesto.
Nace sin embargo y se desarrolla a la par la sensación de que mientras esto ocurre desatendemos aspectos decisivos de nuestra existencia. Ni hablamos de ciertas cosas ni nos podemos permitir pensar en ellas y, lo que es peor, en quienes las viven. Incluso podríamos ser tildados de desconsiderados, si no volvemos otra vez a lo importante, a lo único que, según se impone, merece ser pensado. No está de más recordar la relación entre lo uno y lo otro y es imprescindible hacerlo, pero no para acallar lo uno con la importancia de lo otro.
La urgencia de lo que nos acucia no impide que cada quien haya de desarrollar su vida como una peripecia personal, irrepetible. Y una sensación, si no de pérdida, sí de insatisfacción, podría acabar esculpiendo cada gesto, cada postura, cada actitud, con el sentimiento de que tal vez vivir podría ser algo otro que hablar permanentemente de esto, o que nos hablen de ello. Bien sabemos que hay quienes difícilmente pueden permitirse otra cosa. Pero ni siquiera en tal caso siempre se resuelve algo con la obsesiva reiteración de los enunciados. Hablar de eso sólo es liberador hasta cierto punto, muy hasta cierto punto.
De este modo, nos encontramos con espacios de gran debate y pasión, si bien para consagrar lo sabido, para ratificar la posición, para incidir, para subrayar, en definitiva, para insistir. Y no es que ello carezca de interés. Conviene en todo caso no desconocer hasta qué punto puede provocar cierta parálisis y desatención de determinadas formas de vivir, del vivir. Es curioso que quienes más cotidianamente se ven en la necesidad de responder a desafíos concretos, de modo constante y permanente, incluso desde la rutina de lo habitual, convocados por un determinado principio de realidad, saben en qué medida eso, lo de siempre, aquello de lo que no cesa de hablarse, no es todo. Y no entronizarlo no es una fuga, sino una forma de corresponder, pero con otros planteamientos, desde otro lugar y en diferentes direcciones. Sería injusto desestimar a quienes están en otras cosas, señalando que simplemente es el egoísmo de abordar lo suyo, ni reducir sus ocupaciones a asuntos domésticos, ni estimar que no hay más que hablar ni más de qué hablar que de eso, lo decisivo. Más allá o más acá de ello, silencio.
De este modo, no es sólo que se produzca un verdadero hartazgo colectivo, con su correspondiente toma de distancia, es que se consagra a los portavoces y voceros de lo que ha de pensarse, de lo que ha de hablarse, de lo que es decisivo en la vida. Sin embargo, las experiencias singulares, muchas veces asimismo compartidas, la escala de valores de quienes comprenden cuál es el sentido de sus vidas y del vivir, incluso la constatación de que ésta no sólo es una época de la historia, sino de su propia e insustituible vida, pone en cuestión la obsesiva y exclusiva relación de aquello en lo que hemos de pensar, de lo que hemos de hablar y de lo que nos ha de preocupar. Pero hay quienes generan otros espacios, abren otras posibilidades, y no precisamente por falta de consciencia. Saben en la que nos encontramos y saben a su vez estar en otra cosa. Es su forma de atenderlo, no de desconsiderarlo.
(Imágenes: Pinturas de Philip Pearlstein; Al Held and Silvia Stone, 1968; Scott Burton, 1975; Female nude, 1977; y Mr. and Mrs. Edmund Pillsbury, 1973)
Hay 10 Comentarios
Estoy en eso.
Curiosas pinturas, de indiscutible calidad, pero que no me gustan por lo que expresan. Pues expresan todo aquello que uno no desea llegar a sentir, cosas como tristeza, cansancio, desmotivación, falta del deseo de hablar, rostros de personas que ya no esperan nada de la vida.
El tema de este artículo es muy interesante y de una gran amplitud.
Ir a la moda ¿Imposición o elección? Las modas ideológicas, de pensamiento, de opinión, de debate, incluso de algo tan simple como es el conversar, son consecuencia de decisiones personales o sutiles imposiciones. Según mi opinión como ocurre con la forma de vestir nos imponen más que elegimos. La cuestión es ¿Quién? ¿Por qué? ¿Con que fines e interés?
La disconformidad, la discrepancia, nunca ha estado tan mal vista. Importantes foros de discusión acaban por ello siendo foros de homogeneización y normalización ideológica. Foros de homogeneización de pensamiento, auto limitándose así la libertad de pensamiento y por ende también la libertad de expresión. El pensamiento de grupo definido por Irving Janis se ha impuesto dando lugar a lo que se conoce como el pensamiento único, dando lugar a una completa homogeneización ideológica y de pensamiento. Tony Judt en uno de sus libros a la pregunta de cómo explica que durante el siglo XX , antes de la caída del Muro de Berlín, hubiera muchos intelectuales de prestigio de países de europeos occidentales que apoyaran el comunismo, da como principal causa , que eran personas que se movían y contrastaban sus opiniones en grupo de personas muy pequeño, sabias, con amplio conocimiento tanto de la historia como de la realidad pero que se retroalimentaban ideológicamente unos con las ideas de otros, cayendo así en errores colectivos hasta que la difusión de indiscutibles evidencias lo impedía.
Las homogeneización de pensamiento, las decisiones colectivas muchas veces son aceptadas por ser una forma de evitar o como mínimo aminorar las responsabilidades que se puedan derivar de un error, siempre mucho más graves si dicho error fuera consecuencia de una decisión adoptada de forma individual.
A veces resulta que lo más urgente e importante es la necesidad de desconectar de todo aquello que es urgente e importante.
Publicado por: ECO | 02/05/2013 14:44:07
"Primum vivere...". La existencia reclama siempre más atención que la especulación intelectual sobre materias abstractas. La actualidad requiere de la mente pautas inmediatas con qué garantizar la supervivencia antes de entrar en el ámbito del refinamiento eidético, cuyos resultados acaso pudieran redundar en la satisfacción de esa necesidad cotidiana con mayor nivel de "felicidad" pero que, por su carácter complejo, a menudo escasamente verificable, por no decir abiertamente utópico, tal vez deparasen sólo meras ilusiones con poca sustancia material para un presente acuciante.
Lo colectivo que se hace perentorio por mor de las vicisitudes de la historia causa que lo económico-político arrebate a otros aspectos del razonamiento gran parte del tiempo y no pocas energías. No es que estemos a "otra cosa" sino que estamos en lo de siempre pero con menos disponibilidad para errar por vericuetos poco prometedores para esa necesidad de dar avío a las fuerzas con que hemos de afrontar lo más inmediato de cada persona y también lo más potencialmente perturbador para el conjunto de la sociedad.
La angustia que produce no saber qué será del yo en un plazo más limitado que aquél al que estábamos acostumbrados; la íntima desazón que acarrea la extensión de esa conciencia a nuestro entorno; la transformación de la serenidad del juicio por la incomodidad de los afectos que generan sensaciones negativas... llevan a menudo a olvidar la proyección ideal de la vida como proyecto, diseño sustituido entonces por una sucesión de estímulos y respuestas en que la autenticidad de la intención personal deviene sumisión a un directriz externa o incluso susceptibilidad inerme a la manipulación del demagogo.
Creo que no hay manera de evitar este estado de cosas. Sólo la libertad de pensamiento puede cambiar la intensidad de la profundidad por la intensidad de la extensión, por la sinceridad de un amplio reconocimiento de que, de entre las ideas de muchos, es más probable que surjan buenas respuestas a las cosas diarias a las que todos estamos.
Publicado por: Witness | 02/05/2013 11:59:08
De lo mejor que he leído últimamente.Gracias.
Publicado por: neutral22 | 01/05/2013 22:37:09
De lo mejor que he leído últimamente.Gracias.
Publicado por: neutral22 | 01/05/2013 22:37:09
"La esperanzaes una encantadora muchacha que, irremisiblemente, se le escurre a uno entre las manos. El recuerdo es una vieja mujer todavía hermosa, pero con la que ya no puedes intentar nada en elinstante. La repetición es una esposa amada, de la que nunca jamás llegas a sentir hastío porque solamente se cansa uno de lo nuevo, pero no de las cosas antiguas, cuya presencia constituye una fuente inagotable de placer y felicidad. Claro que para ser verdaderamente feliz en este último caso, es necesario no dejarse engañar con la idea fantástica de que la repetición tiene que ofrecerle a uno algo nuevo, pues entonces le causará hastío". Kierkegaard.
Las imágenes de las pinturas de Philip Pearlstein repiten las miradas perdidas de unos seres que no tienen nada de qué hablar.
Publicado por: Amigue | 01/05/2013 0:39:39
De acuerdo con usted, nada que añadir.
Avisar una vez más que al compartirlo en Facebook, hoy no se muestra la foto que acompaña, quizá sea problema de mi cacharro.
Un cordial saludo, profesor, gracias.
Publicado por: Sirius | 30/04/2013 15:32:26
Yo a veces tengo la sensación que con la excusa de la crisis algunos aprovechan para hacernos mirar únicamente hacia el ombligo y un día ¡gub! nos absorberá... ¿no estará pasando eso?
Magnífico artículo!!
Publicado por: LEICHEGU | 30/04/2013 14:33:51
La crisis era aquello que absorbía nuestros pensamientos, mientras la vida nos pasaba sin que nosotros tuviéramos tiempo de pensar en ella.
Publicado por: Trinidad Noguera | 30/04/2013 11:47:45
http://nelygarcia.wordpress.com. Resulta evidente que la repetición es cansina y la queja continuada, nociva. La búsqueda de soluciones, agudiza los sentidos y la capacidad de acción.
Las obras aquí representadas, reflejan el alejamiento de lo cotidiano y la pasividad, o resignación. Los motivos pueden ser diversos y poder investigar el origen, resultaría esclarecedor.
http://www.fabook.com/pages/Nely-Garc%C3%ADa/368054793274553?ref=hl
”
.
Publicado por: Nely García | 30/04/2013 10:41:58
Profesor, acaba de hacer una paradoja.
Publicado por: Hacker Destripador | 30/04/2013 10:08:14