El salto del ángel

De uno mismo

Por: | 28 de junio de 2013

Daniel coves 800

Entre los múltiples debates a los que nos hallamos abocados, no ha de desconsiderarse el que libramos con nosotros mismos. En ocasiones algo soterrado, pero de una u otra forma permanentemente presente. Sin duda, acuciados por desafíos de importancia, podríamos suponer que no estamos para tamaños cometidos, pero a veces ya no hay modo de eludir el vérnoslas en la necesidad de encontrarnos con quienes somos. Puede obedecer a un cambio de actividad, a la perspectiva de un supuesto tiempo más dilatado, a esas temporadas en las que uno se propone objetivos o al menos cabría verse liberado de algunas tareas. Y antes de exhibir el catálogo de cuestiones posibles o pendientes, podría producirse algo parecido a un cierto vaciamiento, la apertura de otro espacio, en el que plantearse algunas cuestiones. Y muy específicamente relativas a uno mismo.

No siempre estamos del todo seguros de que la desatención haya podido obedecer al exceso de ocupaciones. A veces podrían faltar las fuerzas o el imprescindible valor para enfrentarnos con lo que nos constituye singularmente y no necesariamente es extraordinario. Sin embargo, hay momentos en que incluso precisamos comprobarlo para abrirnos a nuevos desafíos, algo así como esperar más de nuestras propias posibilidades. Y en ello laten formas de aprecio de uno mismo decisivas, verdaderos indicios de que aún estamos vivos. Hay que apreciarse mucho para ser capaz de mostrar insatisfacción con lo que ya somos.

Tarde o temprano, la desconsideración para con uno mismo suele producir estragos en la relación con los demás. Lo que denominamos insoportable en no pocas ocasiones lo es, pero desde luego se nutre de la experiencia de la propia insatisfacción, lo cual no significa que ésta sea su causa. Sencillamente, lo hace crecer. Que con buenas razones no nos guste lo que ocurre no excluye que quepa estar descontentos de hasta qué punto somos capaces de vivirlo con intensidad y decisión. El trato con uno mismo es ya transformación que no se agota ni se reduce a un asunto personal.

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No deja de ser atractivo que, en cualquier caso, cuando damos con nosotros mismos no todo parece ya definido y acabado. Hilos y retales se entreveran en una urdimbre que más parece perfilada o insinuada que clausurada. Más nos vemos en una ocupación que requiere cuidado que en la constatación de lo que ya está cerrado. Entre otras razones, porque quien encuentra y quien es encontrado son el mismo, aunque paradójicamente no siempre coinciden por completo. Podría decirse entonces que es más bien una cierta inspección de sí. Y lo más curioso es que a veces ni nos reconocemos. Hace tanto que no reparamos en ello que podríamos sorprendernos. No es que nos demos de bruces con quienes somos, es que tanto lo buscado como quien lo busca parecían perdidos.

Se requiere entonces algún detenimiento, un habitar, alguna pausa, un demorarse en la vorágine inquietante de lo que nos resulta tan decisivo como para ocupar toda nuestra existencia en la urgencia del miedo y de la prisa, en el fulgor de la precipitación. Que sea comprensible no significa que sea sensato. Y que sea sensato no supone que sea imprescindible. Alguien podría pensar que uno de los objetivos de tamaña agitación sería efectivamente eludir el encuentro con nosotros mismos, con la verdad de nuestros deseos, con nuestras necesidades, con nuestros sueños.

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No se está preconizando con ello una gran ceremonia de introspección, o una exploración de las interioridades, o una inmersión en las profundidades, sino precisamente acceder con sencillez a la más desnuda intemperie, en el caso de que aún queden huellas de ella. Esa complicada labor exige algunos desprendimientos, entre otros del ruido desaforado de algunas contiendas no tan decisivas como para poblarlo todo de desencuentros. Las hay, y de enorme importancia, aunque curiosamente suelen quedar ocultas por el procedimiento de hacer de todo reyerta constante. Del mismo modo que nos silenciamos con tantas aclamaciones, acallamos lo significativo considerando que todo es decisivo.

El encuentro con uno mismo exige, por tanto, despejar una suerte de agenda del alma, un catálogo de ocupaciones del espíritu, siempre repleta de obligaciones, cuyo objetivo parece ser, entre otros, enturbiar esa intemperie en la que nos encontramos. Hacemos tanto para no realizar lo decisivo. Por ello, algunas tareas de una cotidianidad sin alharacas, algún reposo de una serenidad inequívoca producen un trastorno fecundo del tiempo y del espacio tales que uno puede acabar por dar consigo.

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Hay en ello un cierto aire insurrecto. El de no limitarnos a quienes ya somos. Para eso se requiere capacidad de sorpresa a fin de saberse desbordado por lo que cabe sentir y pensar. No siempre tenemos el coraje de hacerlo. Todo parece dado por supuesto en lo que a nosotros se refiere. Y no sólo por los demás. Si insistimos con Foucault en las prácticas de formación, cuidado y cultivo de sí es precisamente por esta capacidad de venir a ser sujetos capaces, susceptibles de ética y de libertad.

Se confirma así que hay algo inquietante en cada quien, que no siempre dominamos y que hace que de una u otra manera consistamos en un trabajo de constitución, de acuerdo en nosotros mismos, para articular nuestras propias diferencias. O siquiera para reconciliarlas de modo soportable. Y no es que hayamos de dedicarnos a una tarea sobreañadida, es que cada acción define paulatinamente quienes somos.

De ahí que resulte tan determinante toda una ocupación encaminada a abrir nuevas posibilidades y a liberar sentidos inauditos para uno mismo. Podría denominarse meditación, o contemplación, o quizá simplemente ser modos y formas de habilitarse a sí mismo, como lo decisivo del propio vivir. Ninguna pasividad. No deja de ser desconcertante nuestra capacidad de desatendernos, al amparo no de la generosidad sino del descuido. De ahí que interrumpir no haya de ser necesariamente un modo de paralizarse, sino de incidir, analítica, reflexivamente, e incluso silenciosamente, en la experiencia de tantos quehaceres desconcertantes cuya finalidad a veces no pasa de ser una manera, quizá comprensible, y desde luego no muy audaz, de olvidar o de huir. O de tratar de encontrarse.

(Durante los meses de julio y agosto El salto del ángel permanecerá en silencio)

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(Imágenes: Pinturas de Daniel Cobes)

Hay 28 Comentarios

Lo esperamos, estimado profesor. Mientras tanto, desayuno todas las mañanas con las Meditaciones (o Pensamientos) de Marco Aurelio. Cada vez que leo su blog, parece que fue escrito para mí, para lo que vivo en ese momento. Un cordial saludo.

Me ha encantado. Me parece que para escribir este artículo hay que saber meditar muy bien. Me ha dejado sin palabras.

Conversación sin palabras:

http://www.youtube.com/watch?v=lIhJX32GSVQ

buenos grupos wua rros
de leccion

He de admitir que leer textos compartidos es más divertido que hacerlo individualmente Xq adquiere otro sentido aunque parece lo mismo no lo es.


* La literatura es aquello que ocurre en el cruce entre lo vivido y lo imaginado * mientras que la *buena literatura no reproduce la realidad, sino que la inventa*.


Espero que pasen pronto las vacaciones para volver a leer en grupo, compartir textos y comentarios. Hasta pronto.

Un vacío colmado.

No evocó la apacible nieve muda
Que tacita se abate en su dominio.

No invoco la cal viva de aquel muro
Que ciego asiste al sol de los veranos.

No sugiero la página impoluta
Que se consagra al dios de la grafías.

No pienso en nada blanco.

Convocó la blancura

La Antártida mental de un puro sueño.
Una idea encarnada y puesta en pie,
Sin pué que la límite y sin más carne
Que La recién nacida en las palabras.

Lo corpóreo abstracto, sin violencia.
Lo celestial en éxtasis mundano.


Blanco. Blancura. Albicie


. Lo aceptable de imposibilidad.
Lo que tan dudoso es verosímil.


Esa especulación colma el vacío.


Ese fuera del mundo está en mi vida.

(Carlos Marzal)

Deseando que llegue septiembre. Descansa y piensa. Necesitamos tus reflexiones.

Estimado Angel, uno de los temas que me gustaría que abordaras en este blog, es el relativo al duelo. Su tratamiento es amplio y complejo, pero tienes una interesante capacidad de expresión en un contexto limitado de espacio y palabras.
Acabo de perder a mi padre, a quien amaba profundamente y, me he encontrado con una vorágine inmensa de sentimientos, que van más allá de la simple tristeza y que abarca una revisión mucho más amplia que la que nos hacemos, a diario ¿Nos enfocarias este tema?
Un gran abrazo.

El problema del sujeto en Foucault es incisivo y casi inexistente, hasta el punto de que este no existe sino por la parte "hacedera" que le toca de ser en sí un arcano( la palabra es de Ortega), una problematica, sin pose y pendiente de un cuidado de sí mismo, esto es, una hermenéutica.Por otra parte Goethe nos dejó dicho aquello de que no se puede estimar a aquel que se busca a sí mismo.

Dos artículos por semana durante un año y sin desfallecer es para tomarse un descanso.Lo felicito, Sr.Gabilondo.Saludos.

Inspiraciones.


CUANTO estás respirando, te respira,
criatura inspirada
y espirada;
cuanto vive en tu aliento
te hace alentar en aire compartido
que sopla con tibieza hasta colmarte.

A la espera de ti, te compadece
cuanto compadecías en tu espera,
candoroso anfitrión,
huésped en hálito.

Conducta iluminada, limpio acierto
fruto en su gracia insólita;
un viento en su ventana nos despide,
la vela más henchida nos acoge.

Qué soplado cristal clarividente:
somos forma que crece al rojo vivo,
la brasa que pensó su incandescencia,
el beso que besó sus propios labios.

Un silbo por amos con lo más nuestro:
estas palabras son brisa de nadie,
la bocanada eterna en sonde hablamos,
la boca que nos dice esperanzados
la nada que negamos al decirnos.

Déjame respirar.
Déjame espacio.

Aspiro a que tú aspires tanto aliento.

" El corazón perplejo " Carlos Marzal.

Aupémonos. salud. Hasta la cima


Gracias profesor.
Gracias por estos saltos en el aire transparente de tu inteligencia.
Aquí te esperamos.
M.T.

EL amor debe empezar por uno mismo.
“Me amo como soy consciente de que no me diseñado a mí mismo. Consciente de que soy el producto de otros. De otros que han moldeado lo que era para obtener lo que soy”.
La serenidad es una gran virtud, enormemente útil en los momentos complejos y difíciles.
Sin vacaciones.

Ya, ya. Pero son demasiadas palabras para encontrar definición a su autodesprecio mañanero, cuando se mira al espejo y repite "Alfredo Saenz, yo también le indulté". ¡Qué asco! ¿Verdad?

Probad con un psicólogo, que lo verá de fuera. No hay peor ciego que el que teme ver.
Y dejad ya de escribir todos como si fuéseis filósofos, que es agobiante leer los comentarios. Y además no sabéis. :)
Bones vacances!

Estoy seguro que en Julio y Agosto el salto del angel no permanecera en silencio seguira hablando consigo mismo que se el dialogo mas enriquecedor, ya lodecia en filosofo, conocete a ti ismo y conoceras el mundo. En el aturdimiento actual solo los poetas y filosofos son capaces de hablar con su silencio, de lo unico que no podemos huir es de nosotros mismos queramos o no simepre va con nosotros podemos ocultarlo o negarlo pero ahi esta
Jose Luis Espargebra Meco desde Buenos Aires

"El encuentro con uno mismo exige, por tanto, despejar una suerte de agenda del alma..."
Feliz silencio y felices encuentros.

Me gusta esa puerta abierta.
Hasta la vuelta.

Algunas tardes paseamos por el retiro, nos retiramos, nos detenemos y visitamos un palacio - el de Velazquez- .En su interior nada es lo parece ser: lo soterrado viene a la superficie y los espacios abren a otras dimensiones, donde si nos dejamos y soportamos la perplejidad y la inquietud inicial, y nos demoramos, tendremos más que indicios de que estamos vivos. Una sinfonía sinestésica donde las preguntas se despliegan y nos abren. Un trastorno fecundo de espacio, tiempo, forma y sensibilidad: el de la obra de Cildo Meireles. Una ocasión para encontrarnos con quienes somos.
Feliz verano a todos.

Afortunadamente tenemos el Salto del Ángel para bucear este verano. Creo que tener tiempo para releerlo será todo un placer.
Supongo que todos necesitamos tiempo para nosotros mismos, el mío es muchas veces leerle. El suyo, intuyo ¿será escribir? espero que así sea y que lo disfrutemos pronto. En todo caso me impresiona seguir su disciplinada creación y su habilidad ilustradora.
Buen verano!!

Viajar a ese apasionante mundo interior es lo que lleva a las personas a sacar lo mejor de sí mismo. Cuando los problemas acucian, los malos momentos abundan, las malas palabras arrecian, ese es el momento de ir al interior de unos mismo, al silencio para escuchar las palabras del alma que todo lo renueva y lo convierte en positivo. Sin embargo, si esto no se consigue, me temo que la oscuridad personal es inevitable.

Se ha tomado una decisión, siendo así la acción es un silencio que hay que respetar. Silencios que no tienen porque ser sordos. Elocuentemente estaremos en nuestro sitio quizás donde nos pertenezca ahora estar.
Después de tantos años leyendo textos y comentándolos una parada nos viene grande pero entiendo que hay que aprender otras cosas aunque apoyo la iniciativa de Esperanza. Se os va a echar de menos a todos. Espero y deseo el nuevo encuentro, hasta pronto

"Se confirma así que hay algo inquietante en cada quien, que no siempre dominamos y que hace que de una u otra manera consistamos en un trabajo de constitución, de acuerdo en nosotros mismos, para articular nuestras propias diferencias. O siquiera para reconciliarlas de modo soportable."

Esos espejos...es difícil decirlo....me estás apuntando a mí ¿verdad?

http://www.youtube.com/watch?v=UGiPCOi0cvY

Como un depósito que se va llenando desde que nacemos con todo aquello que nos pasa cerca, nos enseñan o se nos tira encima sin miramientos.
Aparte de lo que somos en si mismos cada cual, y cada uno o cada una.
Cada persona como un espectador en el cine, ante la película de su propia vida y como actor principal, podemos ir viendo como se nos queda el traje.
En cada minuto, en cada hora, en cada instante.
Como íbamos vestidos al empezar, y como lo llevamos al terminar con las tomas de cada plano.
Con suerte podemos ser conscientes y no perdernos por el camino, ni levantarnos a mitad de la sesión y salir de la sala bostezando, o enfadados, o llorando.
Aburridos, desesperados o entristecidos.
Ser nosotros mismos cuesta un mundo la mayoría de las veces, más de lo que se puede pensar.
Casi imposible se puede decir.
Como los coches de nuestras poblaciones, donde en cualquier momento tenemos que pegar un frenazo, o un volantazo, o sufrir un raspón, o peor aun, sufrir sin querer un choquetazo.
Y no digamos un accidente, con o sin culpa.
Si tenemos seguro, llamamos a la grúa y que reparen el daño.
Pero las personas, no siempre tenemos seguro, ni grúa que nos lleve al taller.
Nos reparamos a fuerza de sufrimientos, de luchas, de desengaños, de abandonos, de traiciones, propias o ajenas.
De lágrimas y de risas también.
Quedando a veces mal compuestos.
Tullidos, o deslucidos.
O embalados por el vértigo y la velocidad.
Con el traje hecho unos zorros a veces.
O sin traje.
Y así nos presentamos a nosotros mismos cuando nos toca, el día de la cita.
Que además para más inri, es sin avisar, sin cita previa, de golpe y sopetón.
Sin darnos tiempo para pensar muchas veces, ni para lavarnos la cara.
Tal cual estamos, y hemos llegado a ser.


Da igual que se vaya en verano: lo releeremos.

Llevaba yo la semana torcida, y ayer, de repente, me creció una hora libre que no me esperaba. Tenía pendientes un artículo que escribir y un montón de ropa que planchar, pero los castigué, les dije: hoy no os toca. Cogí una cerveza, me senté en el sofá, abrí de par en par la terraza para que entrara la brisa de la tarde. Con el primer sorbo de cerveza helada -las he bebido mejores, pero ninguna me ha sabido nunca tan buena- conseguí por fin tragar el nudo que me había tenido varios días al borde de las lágrimas. No es que me encontrara a mí misma, es que encontré algunas fuerzas que me estaban flaqueando. Y me hice un mimo. Que no viene mal en estos tiempos.
Feliz verano, Ángel. Que lo disfrutes.

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Sobre el blog

El salto del ángel es un espacio de reflexión, de pensamiento sobre la dimensión social y política de los asuntos públicos, sobre la educación, la Universidad, la formación y la empleabilidad. Busca analizar los procesos de democratización, de internacionalización y de modernización como tarea permanente, con una actitud de convicción y de compromiso.

Sobre el autor

Angel Gabilondo

Ángel Gabilondo Pujol es Catedrático de Metafísica de la Universidad Autónoma de Madrid, de la que fue Rector. Tras ser Presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas, ha sido Ministro de Educación.

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