No
ser el mejor es lo más frecuente, incluso lo más probable,
y ello no significa ni falta de capacidad, ni de dedicación. Celebramos a
quienes sí lo son, singularmente si se trata de algo digno de admiración por su
sentido y su alcance. Y más aún a cuantos saben serlo y también en esa medida
son una emulación. En general,
implica reconocer que uno no lo puede todo solo, que ha precisado de los demás
para crecer, para progresar y, por tanto, incluye generosidad y agradecimiento.
De no ser así, podría darse la paradoja de ser el mejor sin ser de lo mejor. Por eso conviene andarse con cuidado
antes de establecer un manual de instrucciones para triunfar o de presuponer en
qué consiste.
Otra cosa es que consideremos encomiable que se trate de lograr lo mejor de sí, de no dilapidar las posibilidades, de desarrollar las cualidades y de impulsar lo más atractivo y fecundo de uno mismo. Y, en especial, de no concebirlo como una ostentación, sino como un despliegue de lo que cabe hacer y ser. Hasta los mejores dones sólo se preservan si se entregan, si se ofrecen, si se dan, no si uno pretende guardarlos exclusivamente para sí. Se confirma de este modo, una vez más, que para ser el mejor no es suficiente con los resultados. O más exactamente estos han de incorporar la más importante de las condiciones para serlo, es decir, no creer que uno se basta a sí mismo. Quien no agradece y no se percata y asume lo recibido muestra que, aunque sea el primero, no es el mejor.
Tras el más individual de los éxitos hay siempre una gran labor colectiva. Ello no le resta ni mérito, ni valor a lo logrado. Antes bien, lo pone en su lugar y lo engrandece si se es capaz de reconocerlo. En este contexto conjunto es en el que brilla esa labor singular, peculiar y tan digna de admiración que consiste en ser el mejor. Y es muy elocuente cuando alguien es capaz de desplazar la mirada y de compartir ese espacio. Muy especialmente si con esa ocasión se sustentan valores, se expresan y defienden ideas y se explicita lo que ha alentado y alienta la labor. De ser así, el reconocimiento impulsa toda una labor común y, de alguna manera, con el mejor todos venimos a ser mejores.
No sería en absoluto de
este modo si consideráramos mediocre a quien no es el primero, lo que nunca
haría el mejor, que bien conoce lo que ha recibido y lo que precisa de los
otros. Y sabe hasta qué punto la preeminencia es efímera. El asunto, por tanto,
radica más en considerar que el mayor de los éxitos consiste en dar lo mejor de sí. El problema no se
limita a la entronización del éxito fácil, y menos aún a su consideración como
victoria sobre los demás. Mención aparte si es de cualquier manera y a
cualquier precio.
Al respecto, convendría no confundir las excepcionales competencias para determinadas actividades con la rigidez de estereotipos de comportamiento, ni con el establecimiento de paradigmas edificantes de inmediata aplicación. Ni, por otro lado, generar toda una plétora de personas defraudadas que, en lugar de encontrar alicientes y estímulos en tan fulgurantes y ajenos resultados, más bien hallarían razones para ratificar la propia incapacidad. El éxito de los demás confirmaría su vulgaridad. Todo parecería predispuesto, no para incentivar, sino para dejar a cada quien en su lugar, sin moverse del sitio, abriendo brechas y distancias, y marcando el terreno de lo inviable.
Por eso es tan decisivo el proceder de quienes hacen las cosas bien. Efectivamente, eso supone capacidades. Sin duda, esfuerzos. En verdad, resultados. Pero todo ello, siendo imprescindible, no es suficiente para ser el mejor. Y ni siquiera alcanzarlo tendría otro valor que el de lo que se deshace en el mismo momento y gesto del encumbrar. No siempre es fácil sobreponerse al propio éxito. Y proliferan quienes, si se descuidan, encuentran en él la antesala de nuevas e inesperadas decepciones.
Sin embargo, competir con espíritu de cooperación y de
solidaridad supone en todo caso saberse con otros, en un desafío común, que
no alcanza simplemente al hecho de dar cuenta. Acompaña todo el proceso, cada
instante, cada momento, en una tarea, la del permanente aprender, que, por muy
solitaria que resulte, es una relación,
con el saber, con un modo de saber, con el hacer, con un modo de hacer. Y
siempre se trata de un conocimiento
legado, acercado, transmitido, transferido. Por muy brillantes e inesperadas
que resulten ciertas irrupciones, estas responden
a toda una labor múltiple, no pocas veces silenciosa.
Y por eso es tan sintomático la forma de celebrar los reconocimientos, la manera de rodearse, de procurar un entorno compartido, y de expresar la alegría, que no es la de la arrogancia prepotente de un vencedor, sino la sencilla satisfacción, no menor, de lo bien hecho. Hay quienes tienen dificultades si no se trata de abrazarse a sí mismos. Y al hacerlo denotan toda una cultura del triunfo y evidencian sus carencias.
Buscar lo mejor es en cualquier caso imprescindible. Ello supone tener en cuenta las oportunidades, las capacidades y las posibilidades. En su despliegue, la sociedad mejora, puesto que no se agota la tarea en una suerte de contienda individual contra el resto. Al amparo de una malentendida competitividad, todos devendríamos contrincantes, cuando no presuntos enemigos. Ya participar se entendería como tomar mi parte, más que como formar parte, más como obtener que como aportar o hacer crecer.
Ahora bien, en la misma
noción de ser el mejor ha de incluirse una noción de lo común. Y esa voluntad
de propiciar buscar serlo ha de ir acompañada de toda una cultura de comunidad,
de profunda raíz social, a fin de que, como corresponde, crezcamos y mejoremos
conjuntamente y hallemos alicientes
y acicates en quienes son capaces de
hacer las cosas muy bien, mientras nosotros encontramos en ellos buenas razones
para perseguirlo.
Limitarnos a proponer como seres ejemplares a quienes, como se dice, se han hecho a sí mismos, sin apenas oportunidades, supone para algunos ratificar que lo determinante no es tenerlas, sino el empeño y el trabajo. Efectivamente merecen nuestra admiración. Pero eso mismo confirma que no es cuestión de ampararse en ello a fin de eludir los medios para lo mejor, a ver si sucede la hazaña del mejor. Y luego, sorprendidos, confirmar que, en todo caso, quien vale triunfa. No siempre es así. De ahí que celebremos agradecidos la labor conjunta de quienes al hacer las cosas del modo mejor nos han ofrecido alguien mejor, que ha sabido valorar las oportunidades y los medios y toda una tarea y un proyecto común en su éxito, mientras sin duda singularmente él tanto reconocimiento merece.
(Ilustraciones: Pinturas digitales de José María Pérez Pérez, Pepe Pérez)
Hay 14 Comentarios
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Parece mentira haber llegado hasta aquí.
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Parece mentira no haber acabado siendo cualquier otro.
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Ojalá fuésemos aquel que ven en nosotros los ojos del amor.
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Expiación es una palabra preciosa, pero exagerada.
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La intimidad como obsequio es cuestión de grado: pasado cierto límite, es la carga de la intimidad.
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Las cosas son cargas u obsequios no en función de ellas mismas, sino de nuestra fuerzas para sobrellevarlas.
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En la vida, cuando se busca techo, hay que prever que lloverá, y que ese techo debe resistir la lluvia.
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Escribir también es dejar de escuchar voces, para escuchar sólo una voz.
Carlos Marzal " La arquitectura del aire"
Publicado por: Oo | 27/06/2013 18:08:53
“Lo difícil te hará el mejor”.
Publicado por: ECO | 27/06/2013 10:35:48
"También se puede ser de lo que no hay en común. En cierto modo, sólo así. Eres tan de lo que no hay que me haces singular" (Contigo, Ángel Gabilondo).
Cuando leí el titular de que la nota más alta de Selectividad en la Comunidad de Madrid había sido obtenida por un alumno de la enseñanza pública, me alegré mucho, porque demuestra que las cosas no se estaban haciendo tan mal como quieren que pensemos. Pero, después de leer la noticia, pensé: chaval, eres de lo que no hay. Era una expresión frecuente de mi padre y cuando leí "Contigo" me llamó la atención. He releído ese capítulo y he querido transcribir el final porque es cierto que el verdadero éxito procede siempre de un proyecto común. Felicidades, Anato.
Publicado por: María Isabel | 26/06/2013 18:36:13
Estoy de acuerdo que muchas veces es decepcionante asistir a la coronación de autores o creativos, se llame como se llame, como los mejores en algo y luego lo que presentan o aportan no tiene el valor suficiente como para merecer tal reconocimiento. También creo firmemente que el esfuerzo y la calidad de lo que se pergeña siempre lleva hacia arriba y en algún momento saca a flote al creador.
Publicado por: Robertti Gamarra | 26/06/2013 10:49:25
Esta idea de educación es sin duda de lo mejor, y se dice además en el momento adecuado.
Felicidades y un agradecido saludo...
Publicado por: zenon de pelea | 26/06/2013 10:45:42
Bella elocuencia para tratar un tema tan complejo como es el de distinguir el mejor y lo mejor del resto. Bella elocuencia que es de admirar, pues no se observa en ella la más mínima intención de manipular.
Muchos son los que querrán ser el mejor en lo suyo, muchos lo lograran pero a pocos se lo reconocerán. Nadie en cambio querrá ser el peor, pero también a algunos se lo reconocerán. Es evidente que ser el mejor, pertenecer al selecto club de lo mejor, lleva consigo recibir algún tipo de premio, de beneficio, de mejora. Como puede ser: más poder, más dinero, mayor reconocimiento social, etc. Por tanto toda sociedad debe saber diferenciar acertadamente el mejor y lo mejor del resto, no solo para progresar, mejorar, sino también como una forma de generar un ambiente de justicia, algo siempre imprescindible para que exista una buena convivencia social.
Toda sociedad debe saber distinguir, seleccionar, el mejor, lo mejor, del resto de acuerdo a criterios de valoración claros, justos, medibles e iguales para todos los ciudadanos. Criterios que eviten que pueda ocurrir que el que era el peor ayer hoy sea el mejor, siendo el mejor peor que el peor que alguna vez ha existido.
Publicado por: ECO | 26/06/2013 1:56:21
Qué humanismo tan fecundo en estas palabras. Esta es la educación que queremos: estas ideas. Gratitud por decirlas y poder escucharlas.
Publicado por: Esperanza | 26/06/2013 0:29:00
Hay que confiar en lo que se presenta como mejor, como lo óptimo, porque quien encarna lo mejor, ya por el mero afán de conservarlo lo pierde( su lado deportivo que diría...).Lo mejor no es cuestión de arquetipo o fama o de cosa o persona de una pieza, sino cuestión de verse, hacerse.O es lo mejor o no es( esa es la Idea platónica) : lo mejor es ese vislumbre que Gadamer( difícil explicar este concepto) denominaba con la palabra bello, cosa que viene a lindar con la luz.Digamos, para resumir, que lo mejor es siempre un aliciente o prueba.Es mejoría.
Publicado por: Rantamplán Malaspina | 25/06/2013 22:52:57
El mejor, lo mejor se puede considerar al que alcanza, promueve, reúne en uno lo más considerable. Así nos lo trasmitieron también nuestros antiguos pensadores. El lector puede y debe reconocer que las generaciones venideras comprenderán lo que han leído en los textos de una manera diferente. Y lo que vale a cada lector también vale para el historiador, sólo que para él de lo que se trata es del conjunto de la tradición histórica que él esta obligado a mediar con el presente de su propia vida y si es que quiere comprenderlo; lo que mantiene simultáneamente abierto hacia el futuro.
Lo mismo para con este blog el autor nos trasmite una tradición de pensamiento actualizada que entre todos tratamos de sumergirnos y sacar a flote para acompasar un presente que esta abierto al fututo.
Gracias a todos por hacerlo posible.
Publicado por: Lidia Martín. | 25/06/2013 21:07:41
Estos días hemos tenido ocasión de comprobar cómo alguien era capaz de ser el mejor defendiendo a la par una tarea común. Enhorabuena al excelente que no se aisló.
Publicado por: LEICHEGU | 25/06/2013 18:06:59
El único hombre hecho a sí mismo es Tarzán (y ni siquiera). Los demás somos fruto de nosotros mismos tanto como de la sociedad. Nos construyen nuestro contexto inmediato, pero también el tipo de país en el que vivimos, sus recursos, sus servicios, su cultura. Cada uno de nosotros es una obra colectiva. Incluso quien logra ser el mejor en algo sin ayuda directa de nadie, contó en realidad con muchos "alguienes" sin cuyo concurso sus éxitos habrían sido imposibles: Robinson Crusoe no hubiera durado ni una semana en la isla de no haber tenido a sus espaldas todo el bagaje civilizatorio de su época.
Quien dice que es un hombre -o una mujer- hecho/a a sí mismo/a, dice una verdad a medias. Demos al mito y a sus derivadas la credibilidad que merece.
Publicado por: Trinidad Noguera | 25/06/2013 17:04:36
La mejor: http://xurl.es/1kf3v
Publicado por: Lector | 25/06/2013 11:10:26
http://nelygarcia.wordpress.com Mejor y peor, son conceptos ambiguos, lo importante es, dar lo mejor de sí mismo en cada momento, o realización, de algo. Alguna vez dentro de nuestra existencia y con nuestra imperfección, deseamos ser lo más y lo mejor, pero las experiencias se encargan de demostrarnos, que nadie es más, ni menos, todos somos diferentes y lo admirable para unos, puede ser aborrecido por otros. Sin embargo el anhelo de superación, es necesario al principio, para conseguir una meta, aunque sea un espejismo. He leído en algún sitio refiriéndose a un pájaro, que deseaba conseguir lo inalcanzable donde le aconsejaban que la primera condición era “orientar el pico hacia lo más alto”, la vida es un constante desafío por derribar obstáculos, e intentarlo, es vivir.
Publicado por: Nely García | 25/06/2013 10:51:12
En la vida real vivida y sufrida, siempre se ha observado un ideal del bien hacer, que no por sabido se ha cumplido.
Como un comentario a pie de página.
Empezando por la niñez, con aquello de: Eso no se dice, niño, que eso no se hace, no digas palabrotas.
Que eso no se mira, que eso no se toca.
Para luego ver con desespero y frustración, un poco más adelante que todo era un camelo.
Que la coletilla era un cuento chino, porque por todas partes, aquello que no se debía hacer, ni tocar, ni mirar, ni siquiera pensar.
Había cantidad de gente, que se lo llevaban doblado debajo del brazo y como si tal cosa.
Por la cara y aprovechándose de tu inocencia y rectitud.
Dispensando en todo caso una sonrisa complaciente de comprensión a la ignorancia de nuestra cara incrédula.
Caramba con los mayores.
Y como una pompa de jabón que en un instante explota.
Se nos secó en la conciencia el mensaje acumulado, a la vista de que todo era un camelo.
Como pompas de jabón. Puf, puf, puf.
Una tras otra, todas las censuras.
Una tras otra todas las consignas recibidas.
Con suerte quedaron solo unas cuantas, las más simples como aquella de abrígate que si hace frío cogerás un catarro.
Que son las únicas que repito, porque las demás todas fueron un camelo.
Cada día vemos en los medios un ejemplo de lo que digo.
Publicado por: Carmina | 25/06/2013 9:27:14