No es tan fácil dar consigo mismo. Sobre todo si de entrada uno se
tiene por supuesto. En tal caso, para empezar, el asunto carecería de interés.
Más bien, el único modo de hacerlo es comenzar por reconocer alguna distancia
y alguna diferencia, no ya con los
otros, sino con lo que se pretende que se es. Incluso, en cierto sentido, para
encontrar a algo o a alguien es preciso situarse enfrente, ante, contra, Y esta posición ha de ser más un lugar en
el que no conviene establecerse sólo para ver, para entender.
Hasta para quien tiende a buscar qué defender, de qué estar a favor, de quién hablar bien, resulta imprescindible saber que en ocasiones es necesario estar en contra. También en ciertas circunstancias ha de adoptarse una abierta y cautelosa posición ante lo que no compartimos, a pesar de que prefiriéramos comprender.
Podría pensarse que en general lo que defendemos es para oponernos a algo a alguien. No necesariamente, aunque tampoco se descarta. Otro tanto podría decirse de aquello a lo que abiertamente nos oponemos, como un modo de amparar distintas convicciones y derechos. Contra el hambre, contra la pena de muerte, dice a favor de su abolición. Incluso para estar en contra, siquiera aún no explícitamente, nos situamos en alguna posible propuesta o posición. No precisamente ha de tratarse de una mera oposición basada en la controversia con el otro, sino con aquello que es objeto de lo que nos importa hacer valer.
Pero encontrarse con alguien puede ser tanto
oponerse o enemistarse con él, discordar,
como coincidir. Y tal vez porque en
el corazón de todo verdadero encuentro se halla una distancia que a la vez se preserva. Dicho coincidir o convenir no
es dejar de sentir que algo se nos enfrenta, ya que en alguna medida sólo nos
podemos encontrar con quien en cierto sentido está en contra. Se trata de
asumir que ello no impide dar con él,
dar con ella, y atender sus consideraciones y sus posiciones. Reconocer y
preservar esa distancia es determinante para que estar enfrente no suponga
enfrentamiento, ni encontrarse sea un tropiezo o un encontronazo. Ni siquiera
la coincidencia anula la distancia y la experiencia de saberse cada quien ante
algo o alguien diferente, que
siempre es otro. Como uno lo es
también para sí mismo.
Pensar que sólo nos encontraremos con quien nada nos opone es como pretender hablar eludiendo toda contradicción, cuando ella, a su modo, forma parte de la adecuada dicción y del buen diálogo. Y en esto no se agota el bien decir, del mismo modo que, aunque posicionarse en contra sea tantas veces absolutamente necesario, no ha de reducirse a ello la acción de conversar. Eso supondría falta de contundencia y de firmeza, ya que la fijación sin escucha es debilidad que se limita a no contrariar lo que ocurre. La fuerza de situarse ante algo es a su vez la de aceptar el desafío al que nos convoca. El verdadero encuentro convive con alguna controversia.
El debate con nosotros
mismos, el conflicto en el que consistimos, cuando se produce con alcance y con
intensidad, muestra hasta qué punto nos contravenimos. Las dificultades para
comprender a los otros comportan las propias por sobrellevarse. No hay forma de
encontrarse sin algún modo de oposición o de resistencia. Por ello es infecundo
airear las complicaciones como razón para eludir los esfuerzos. Precisamente por
eso consistimos en ser un diálogo, porque el desdoblamiento es constitutivo. No se trata necesariamente de una
escisión zanjada. Hegel considera
que ella es el origen de la necesidad del pensamiento. No es que nos
encontremos a pesar de la escisión, es que nos encontramos gracias a ella. Nos
buscamos porque hemos hecho la experiencia de no tenernos del todo.
La dificultad por acordar con quien no piensa como nosotros no es poca, pero esa es la cuestión y de eso se trata. Precisamente en eso consiste el acuerdo. Y bien lo sabe quien tiene que habérselas una y otra vez consigo mismo. La reiterada insistencia en que los encuentros son improbables, en lo inconmensurable de cada situación o de cada posición, no deja de ser sensata. Sin embargo, en ello radica la necesidad de establecer ámbitos compartidos, espacios en los que hacerlas viables. Malentenderíamos en todo caso el encuentro si consideráramos que es la simple acumulación de las diferencias, una asepsia enmascarada de supuesta tolerancia, pero sin confrontación. Sin confrontación no hay verdadero encuentro.
Ahora bien, para que la
confrontación no sea sólo la constatación
de lo que ya está por cada quien establecido, se precisa un contraste, y no sólo de ideas, también
de actitudes, de valores, de objetivos, un ámbito suficientemente cordial y, por supuesto, buena voluntad. Sólo así cabe hablar de
comunicación, porque hay formas muy
sofisticadas de discriminación que
aparentan ser formas de distinción. La
diferenciación puede prejuzgar la inviabilidad del encuentro. Sin embargo,
incluso reconocer los desacuerdos y ser capaz de establecerlos ya supone un
modo de encuentro, que permite definirlos para un momento determinado. Y a
veces la imposibilidad obedece a un asunto de paciencia, pero también de ética.
Encontrarse es siempre un modo de reconocimiento de la alteridad, una asunción de la palabra del otro, del otro como palabra. Y no simplemente para aceptar su derecho, sino para atenderla, lo que no implica asentirla, antes bien recibirla. Esto es, escucharla de verdad. Tesituras de vida compartida, momentos históricos o simplemente situaciones coyunturales sólo son propiamente efectivas si nos encontramos en ellas. Y sólo nos encontramos en ellas si no nos limitamos a vernos afectados por lo que sucede y estamos dispuestos a hacer algo en común. El encuentro no es siempre una mera casualidad, sino el resultado de toda una labor consigo mismo y con los demás para comprendernos conjuntamente. Conviene por tanto no dar por supuesto que nos encontramos con tanta frecuencia como nos vemos, quedamos o coincidimos.
(Imágenes: Pinturas de Edgar Noé Mendoza Mancillas, Dos pilares, 2007; La merienda, s.f.; Lumen, 2012; Corriente alterna, 2010; Dos
pilares II, 2009)
Hay 10 Comentarios
sí, pero qué tristeza y sinsentido de desencuentros.
..no puedo evitar pensar lo catastrófico..
hoy solo tiempo.
al pensar en el bien y lo exitoso, siempre algo o alguien nos echa por tierra nuestros sueños, sin querer o sin saber hacerlo de mejor modo.
Nos llama a la atención, nos seduce, nos reclama ayuda o auxilio.
Hasta llegar a pensar que nada triunfal tiene sentido.
Nos absorbe, nos despersonaliza y luego nos despide de su lado.
nada importa.
cuando las intenciones resultan vanas; creo en el mal.
cuánto esfuerzo perdido.
Obstinación futil.
Filos. -Nebulosa ilusión ante las emociones, sentimientos y reflexiones individuales.
Falsa terapia psicológica para ratas, ya lo decía alguno.
No me quejo desde mi afortunada posición.
gracias por la reflexión y las imágenes, aunque la fotografía siempre me resulta inquietante, han pensado ustedes en el revelado?
un abrazo
Publicado por: karohl | 15/06/2013 0:48:36
Cómo encontrarse es un saber que abre posibilidades de entenderse y en él nunca se encuentra reposo. Cómo es posible entonces saber encontrarse.
Publicado por: Oo | 14/06/2013 17:30:48
Subrayo: "Pensar que sólo nos encontraremos con quien nada nos opone es como pretender hablar eludiendo toda contradicción, cuando ella, a su modo, forma parte de la adecuada dicción y del buen diálogo." Este subrayado valdría para responder a un sujeto "multinick" que suele participar en este blog, quien juega a contestarse a "sí mismo" para hacerse compañía, y que en uno de sus comentarios recientes, hablaba del lenguaje o algo así como de lo incomprensible del mismo, de sus derivados y aun de sus gracias.Creo que ya sabe a lo que me refiero y con este subrayado tendría un poco más apurada "su posición" lingüística, dado que tampoco es para tanto.Dicho esto, ¿para cuándo el Príncipe de Asturias para Ángel Gabilondo?
Publicado por: Rantamplán Malaspina | 14/06/2013 14:23:07
Por iluminar cada semana el encuentro y el desencuentro, el devenir y la futilidad de la vida... Por regalarnos la palabra que convierte la existencia en trascendencia, gracias profesor.
Publicado por: Sonsoles | 14/06/2013 13:29:05
Añadiría a vuestros comentarios que saber encontrarse no es fácil y así lo decía Kant en las controversias pero para una controversia prefiero la del arte de conversar en mayúsculas que pregunta por la naturaleza de las cosas.
Creo que la superioridad consiste en estar a priori más allá del dualismo entre subjetividad y voluntad por un lado, y objeto y ser en sí por otro pensándolos como la correspondencia previa de uno y lo otro. El alma y la cosa se conjugan en su condición creatural .Como el alma es creada por coincidir con la cosa así es creada también la cosa para ser verdadera, y por tanto cognocible.
Publicado por: derecho de autor Lidia Martin | 14/06/2013 11:23:48
Sin alteridad resultaríamos una suerte de clones de nosotros mismos. Recordaríamos a esos desconcertantes retratos de hiperrealidad sintética de Keith Cottingham.
Impenetrables.
Publicado por: afc | 14/06/2013 10:38:22
Qué a propósito de estas palabras vendrían aquellas de Foucault acerca de esa tarea ética que es el "cuidado de sí".
Cuidarnos desde esa distancia que somos nos facilitaría construirnos para ser mejores.
Publicado por: Gabriel | 14/06/2013 10:26:00
Solo sabiendo que nuestra identidad tiene más que ver con la ipseidad que con la mismidad, entendemos algo de quiénes somos. Y sabremos que, con esa distancia que nos constituye, y siendo seres de palabra, solo nos cabe relatarnos.
Paul Ricoeur sabe mucho de estas cosas.
Gracias por este lúcidísimo artículo
Buen día.
Publicado por: Marina | 14/06/2013 10:11:10
http://nelygarcia.wordpress.com. Para encontrarse así mismo es necesario comprender, nuestra composición dual que contiene dos partes opuestas; si creemos conocer la parte racional figurativa, (que tampoco conocemos en su totalidad), desconocemos totalmente la parte irracional, o abstracta; por lo tanto para acercarnos a ella, es más fácil hacerlo por medio del silencio y la inactividad.
El encontrarse con alguien creo que participa, del mundo en apariencia conocido y requiere similitud, o complementos, que beneficien la comprensión entre ambos. Tanto un caso, como el otro, creo se encuentran en un periodo de realización, asignatura pendiente del ser humano.
Publicado por: Nely García | 14/06/2013 9:50:30
Pensar este ensayo de Ángel Gabilondo en clave política, quedaría en una mirada estrecha, pues el confrontarse entre partidos de uno u otro signo rara vez lleva a algún encuentro, al menos es a lo que aquí nos tienen acostumbrados. Prefiero otra interpretación u otra forma de proyectar el saber encontrase en uno mismo. Propongo la lectura. La lectura como diálogo fecundo. Requiere esfuerzo previo, silencio, capacidad para escuchar la palabra del otro. Conversación sin la medida amputadora del tiempo. No mera distracción o entretenimiento. La lectura siempre es un tesoro y la mayor parte de la veces, también es un espejo donde reconocernos y, por tanto, encontrarnos -confrontarnos: frente a frente- con nostros mismos.
Si se trata de poesía, este efecto es doble, pues es terreno de desnudez, de confidencia y, de algún modo, de encuentro erótico. Revelación, en suma, de quienes somos.
Quienes leemos construimos moradas de lectura donde confrontar las palabras que leemos en diálogo fértil, donde encontrar en ella nuestro rostro: el más profundo.
Una reflexión más amplia, quizá también más hermosa en:
http://lashojasvuelven.blogspot.com.es/2013/06/horas-de-lectura-poesia.html.
Buen fin de semana, y si puede ser, con un momento largo dedicado a ese forma fascinante de encuentro: la lectura.
Publicado por: Esperanza | 14/06/2013 9:27:49