Aprender a hablar es tarea que alcanza toda la vida. No basta con expresarse adecuadamente, lo que sin duda es tanto un logro como una necesidad. Menos aún con creer que es suficiente con que se nos entienda, como si el lenguaje fuera un mero instrumento de expresión o de comunicación. Bien se insiste en que el descuido de la palabra es descuido de uno mismo y de los demás.
El afán de considerar el lenguaje como un espacio para la reiteración repetitiva de mensajes y recetas subraya la consideración del hablar como un baúl de contenidos que han de difundirse o transmitirse. Así, aprender a hablar se reduciría a una retahíla que se apoderaría no sólo de nuestras palabras, sino del espacio de su emergencia, de aquello que nos constituye propiamente como somos y que supondría a la vez la desconsideración de los otros. Estaríamos poseídos por consignas para propalar.
No faltan ámbitos en los que mejorar técnicas y procedimientos, en los que lograr habilidades, alcanzar recursos y vincular todo ello a una verdadera incorporación que trate de alcanzar una compostura. Pero eso viene a ser una vaciedad formal si no va acompañado de un verdadero proceso argumentativo y de una capacidad de componer discursos. Hablar no es una simple exhibición de modos y de maneras.
Si en el Teeteto Platón insiste en que “quien habla bien es una bella y excelente persona”, no es precisamente por el simple atractivo de lo que dice o de cómo lo dice, sino por su relación con su forma de vivir, que es la auténtica palabra. Cuando esto ocurre, nos encontramos con lo que alguien dice de verdad y con la verdad de lo que dice. Y este es su principal argumento. La cuestión de aprender a hablar se centra entonces en la capacidad de aprender singularmente a decirse.
Sin embargo, semejante palabra se vacía cuando se olvida que es cuestión de hablar no sólo a alguien sino con él. La argumentación lo es en relación con otro y no considerarle es uno de los modos más frecuentes de un inadecuado y desajustado hablar. Respetarlo y reconocerlo supone contar con sus sentimientos, con sus afectos y con sus ideas y conceptos. De no ser así, hablaremos a lo más vulgar de nosotros mismos, eso sí, ante ellos. Y tal comprensión no significa coincidir con sus planteamientos.
Para hablar no es suficiente con ejercitarse en hacerlo. Se trata de algo más y en cierto modo diferente. Ya Cicerón nos previene en De Oratore de aquellos a quienes “les pierde el haber oído decir que hablando se aprende a hablar, cuando la verdad es que hablando mal es muy fácil conseguir el hablar pésimamente". No deja de ser “útil tomarse tiempo para pensarlo, y hablar con discreción y esmero. Y lo principal de todo (…) es escribir mucho”. Semejante escritura es un impulso de recreación. “Así como la nave no deja de continuar su movimiento y curso aunque el remero suspenda el empuje de sus brazos, así el discurso, aunque se acabe la parte escrita, continuará con el mismo calor y brío hasta el fin.”
Cuando Von Kleist escribe “Sobre la paulatina proliferación de los pensamientos al hablar”, subraya por una parte la fuerza de la palabra como motor de impulsión, pero a su vez muestra que hablar no es la trasposición ante otro de lo que previamente ha sido pensado, como si se tratara de la transmisión de un mensaje o de la puesta en escena de lo ya clausurado. Hablamos asimismo para poderlo pensar, para perseguir y buscar aquello que decimos, para hacerlo brotar y crecer. Y para no proceder aislados y ensimismados. Asistir al espectáculo de alguien que supuestamente nos habla a nosotros, pero que no es a nosotros a quienes habla, es descorazonador. Y a veces en efecto no lo hace porque se nos dirige como si fuéramos un recipiente o receptáculo pasivo en el que hubiera de depositarse lo dicho o para sobrevolarnos usándonos como pretexto.
Sin embargo, si busca nuestra inteligencia, nuestra sensibilidad y nuestra pasión de pensar y de vivir, podría llegar a motivarnos, y a emocionarnos. Y cabría conmocionarnos con él. Aprender a hablar supone todo un comportamiento y una relación con los demás. Puede llegar a ser comunicación, pero siempre que se sostenga en aquello común que hace que alguien escuche lo que precisamente por común es lo que hace que alguien hable.
Esto supone que aprender a hablar es aprender a escuchar. Por un lado, lo que nos dice y se dice y, por otro, a aquél con quien se habla. Por ello, de una u otra manera adopta la forma de una conversación. No se trata de que uno se limite a hablar mientras el otro se reduce a escuchar. De ser así, lo que dice no nos dice nada. Conformarse con dejar caer las palabras o dar el asunto por zanjado simplemente con decirlo supone ignorar sus efectos y sus funcionamientos y olvidar el concreto acontecer de la palabra. Queda dicho y no hay más que hablar, se afirma. No cabe en tal caso, espacio para la correspondencia. No es posible seguir hablando. Sólo recitar lo recibido. Por eso una auténtica retórica de la palabra no supone la contundencia de quien se considera más creíble por su imposición. Eso equivaldría a llamar espontaneidad a lo que no es sino descuido, naturalidad a la desconsideración y frescura al descaro. Y ese hablar que no deja hablar, que busca hablar en lugar de otros no propicia que cada cual diga su propia palabra.
La Retórica, como Michel Meyer señala es, ante todo, “la negociación de una distancia”. Pero no es cuestión de limitarnos a reconocerla o a establecerla sino que hemos de recorrerla. Eso hace una buena palabra. Hablar ha de ser otorgar y a la par dilatar la irrupción de la palabra con la convicción de que no pertenece a quien habla. Hay un cierto retorno. Logos, polis y pathos se conjugan, lo que implica una verdadera actitud y disposición de diálogo. Y a su vez se confirma así que la palabra efectivamente se dice, ocurre. A partir de los prejuicios, como anticipos y orientación previa de nuestra capacidad de experiencia, es cosa de hablar al encuentro de aquello que ha de decirse.
El afecto de las palabras, el que recibimos al aprender y decirlas, quizá tempranamente al oírlas por primera vez, configura todo un mundo de sentimientos y de emociones, determinantes para que al contar algo siempre busquemos contar con alguien. Y lo necesitemos. La tarea de decirnos a nosotros mismos encuentra en los otros un medio privilegiado de comprensión.
(Imágenes: Pinturas de Zu Yi Yong)
Hay 25 Comentarios
Ya está bien que rectifiques: esos "intensos y profundos pensadores"( aunque seguro que no más que la caverna de Platón).¿Trivialidades, dices? ¿No se tendrían que pasar por alto las trivialidades, por ser eso, trivialidades?, ¿no es de justicia no hacer caso a trivialidades?, Entonces, si es así, cómo es posible que pusiera nervioso a triviales físicos-matemáticos omnicomprensivos como puede ser ese tal Alan Sokal? ¿Tan triviales son estos también?
Publicado por: Rantamplán Malaspina | 20/10/2013 17:35:06
Hablar, cantar, ladrar, gritar, son variantes fonéticos de suma importancia en el orden social. Todo depende del lenguaje, es decir, del sentido que damos a los sonidos bucales. Por ejemplo, guau, guau, guau, puede ser en los canes una expresión de cariño o de rechazo. Y el ser humano sin ser un can es capaz de comprender a su amiguete canino. Algo semejante y en un nivel primario (no científico) ocurre con los idiomas, nos basta el gesto y los ademanes para entender lo que desea o piensa el otro.
Publicado por: RAMÓN | 20/10/2013 13:00:39
Rantamplán. Tú sigue leyendo a Gabilondo y ya está. En cuanto a los franceses, touché; debí poner a salvo al gran Descartes (o a Ricoeur, tan serio en lo suyo como alguno más; generalizar produce injusticias). Me refería a la verborrea fraudulenta que Alan Sokal puso en evidencia tan gloriosamente (tambien acerca de eso puedes mirar en Pasado Imperfecto, de Tony Judt). Me refería a todos estos intensos y profundos pensadores, pero lo hacía a propósito de que la progresía post franquista, afrancesada (QUE HOY CONTROLA LA CULTURA Y LA ACADEMIA EN ESPAÑA) se "educó" en eso . En todo caso, el foco de mi comentario es el texto que tú mismo leíste y que este faro de ilustración que es El País publica; no sé si Gabilondo estudió en Heidelberg, o si compone sus entradas de blog en estado de estupefacción, pero lo cierto es que esto que aquí se presenta es una colección de absurdos que, cuando se hace el esfuerzo de darles un sentido, sólo quedan trivialidades. Tú sigue insultándome, pero es así.
Publicado por: Martín Eisen | 19/10/2013 16:30:48
Martín Eisen, ¿cuando un incompetente se forma leyendo filósofos franceses? (¿??¿?¿? ) La acusación tiene su miga: estás llamando incompetente a quien( sea este quien sea) se forma leyendo a los filósofos franceses como a los mismos filósofos franceses(?), según el criterio del lucero que te alumbra, y que Dios te lo conserve mucho tiempo.Desde luego que antes se me olvidó decir que la lengua, el habla, es utilizada tanto por idiotas como por tontos o por listos y, claro está, principalmente hay que saber quién es el que habla.Tú al parecer lo tienes claro, lo mismo que puedo dar yo en saber que tú eres un simple "mandao".Quizás consideres que un tonto cultivado con filósofos franceses no tiene mucho que decir por ello, por leer a los filósofos franceses( ahí es nada), y que no todo hablar cae en "lo común" ni merece la misma atención si la dice un tonto que un listo( "formado", en tú caso, a saber con qué clase de filósofos...).A no ser que hablar caiga dentro de la casuística y uno se emocione con lo que el tonto acabe por soltar sin que el mismo tonto se cosque( porque un tonto es siempre el mismo: uno conoce a uno y ya los conoce a todos), una idea la tiene quien la tiene y aveces hasta quien la dice, y ello no da para entrar a considerar si el tonto ha dicho "algo" mejor o es que se tendría que estar callado.Como la idea es de quien la tiene, y sólo de quien la tiene, por muy "común" o casuística que la estupidez tenga que ver con el habla común ( ahí sí que instrumento o declaración, vía de escape del tonto), hay que reparar si el listo( amamantado a saber con que filósofos y de qué nacionalidad...) anda en distinto limbo que el primer tonto pero al cabo en otro limbo.En ello estoy, en lo que ha dicho el tonto.
Publicado por: Rantamplán Malaspina | 19/10/2013 16:14:12
Bastava dizer: "está tudo bem comigo. Agora vá embora." Só 3 palavras pequeneninhas: "está tudo bem"
http://www.youtube.com/watch?v=Dm1R7hgpx_o
Publicado por: Venecia | 19/10/2013 16:02:15
Nunca más quiero hablar de su silêncio tan cruel
Porque podias apenas decir: estoy vivo.
Publicado por: Venecia | 19/10/2013 15:47:21
Uno se aburre tanto, se cansa tanto de hablar, de que aquello que se quiere decir no sea solo que un esquema, un mero apunte( de lo que puede ser), de que tan pronto se dé por hecho lo dicho como de que le escuchen a uno demasiado pronto y lo malinterpreten, lo encasillen, que uno va cayendo en el cómodo silencio a placer, que es donde mejor se escucha uno y se habla.Es en el silencio donde se tiene que hacer el habla( digo yo), porque cada cual que habla con otro tendría que conocer parte de ese silencio( su historia), si es que uno quiere decir( empezar a decir) "algo" a ese otro.Por otra parte se dicen tantas banalidades y ¡se inventan tantos discursos para, precisamente, no decir, que intentar que a uno lo escuchen, le hagan caso!, es, visto así, considerar el habla como una mera aproximación que no alcanza a decir lo que quisiéramos decir( nuestro silencio).Esa es otra: ¿a quién se le va dar ese silencio sin que quede mancillado y quién sabe cuánto le puede importar? Sólo hablan bien los poetas, y estos, a pesar de que también se fabrican sus discursos donde nada se le les escapa, hacen de la voz una novedad( que es lo que se busca en cualquier discurso, novedad y espantar el hastío), una variación de lo consabido...Además, cada vez se habla menos, se discute menos, cada uno se encartona en lo suyo o mira su móvil( ¿qué hacía la gente antes de tener móvil?) por ver si le dicen algo que no se espera de quien tiene al lado, el más próximo.Me viene a recuerdo el cuento de Unamuno de los dos paisanos que juegan toda una vida al ajedrez y nunca se dicen nada, y lo peor, nunca se dijeron nada ni se dirán. Y es que hablar es una pereza.Yo cada vez hablo peor, después de haber querido orar más que Cicerón.Además de tener el mal que aquí se cita de Von Kleist : tengo "la paulatina proliferación" de que me aborden "los pensamientos al hablar”, tanto, que no doy a abasto.Ya digo; una pereza.
Publicado por: Rantamplán Malaspina | 19/10/2013 14:41:03
Excelente, interesante y extenso tema.
Los seres humanos necesitamos hablar, necesitamos hablar con alguien pues somos seres sociales. Hablando nos entendemos, nos explicamos, nos justificamos, manifestamos nuestras necesidades, nuestros deseos, nuestros temores. Hablando expresamos amores y odios. O simplemente hablando nos entretenemos, consumiendo nuestro tiempo de ocio conversando con otro. Hablar, conversar con otro, es una necesidad, por ello una forma cruel de tortura es someter a las personas a aislamiento. Hasta el punto de que no hablar, no intercambiar palabras, mensajes, con otra persona puede conducirnos a la locura.
Pero hay muchas formas de hablar, no solo a través de la palabra, no debemos ignorarlo, dependiendo del contexto unas más apropiadas que otras. Podemos hablar a través de hechos, de gestos, de detalles, o incluso a través del silencio. Una sonrisa, un beso, un abrazo, una flor, pueden significar lo mismo o incluso algo más profundo que un conjunto de bellas palabras.
Hablar es una necesidad, de esta forma la palabra, como forma más común de hacerlo ha adquirido una enorme fuerza. Pero cuál es el valor real de la palabra, por qué damos más valor a unas palabras que a otras. ¿Por qué escribimos un poema para decir te quiero en vez de decir simplemente te quiero? Es evidente que las palabras tienen un valor en sí, un valor que puede ser utilizado con diferentes intenciones, para engañar, para manipular, para persuadir, o simplemente para incrementar de forma irreal el valor de aquello que queremos expresar. Ya lo decía en su época Aristóteles, “la retórica es fraudulenta”, por eso muchas veces usamos más palabras de las necesarias para decir lo que queremos transmitir. En un mundo sin valores morales, éticos, como el actual, la fuerza de la retórica, el valor de la palabra, está provocando, cada vez más, que exista una fuerte tendencia a considerar que el envoltorio, la forma, es más importante que el contenido.
Publicado por: ECO | 19/10/2013 13:25:38
La escritura demanda comprensión (en más de un sentido); el habla, entendimiento (en más de un sentido). Sin embargo, hay quien escribe para ser comprendido sólo por una minoría y, en cambio, quien, a pesar de escribir para la todos, no es comprendido por unos pocos ( o acaso, no tan pocos; en España, parece que la proporción es más alta según el informe PIAC). Del mismo modo, hay quien, por muy claro que hable, no es entendido por quienes se niegan siquiera a concebir tal posibilidad; y, por otra parte, quien no necesita ser Demóstenes para que le entiendan aunque su forma de decir sea apenas inteligible. “Quiero decir” que el parangón de la expresión hablada no está tanto en la calidad de la emisión como en la disposición del receptor. Recuerdo, por ejemplo, algún recital poético (de autores consagrados, no simples juntapalabras automáticos) en que la perfecta entonación de versos señeros estuvo acompañada al poco tiempo por más de un bostezo en la concurrencia. No querían escuchar.
Solemos creer que el habla convence, o que puede llegar a inducir el razonamiento de manera que el oyente constate en la lógica real del discurso que le es expuesto . Pero no. Hay que ser muy consciente del valor de las palabras y de los límites del prejuicio para que tal reacción se produzca. Lo habitual es que el "entendimiento" surja de una empatía previa. En ciertos casos, hablar un mismo idioma no garantiza el entendimiento; en otros, la escasa competencia en una lengua común puede ir acompañada de un entendimiento perfecto. En más de una ocasión, además, la lengua separa incluso a los que pueden entenderse mútuamente sin dificultad. Es paradigmático el caso de los nacionalistas catalanes que, sabiendo a la perfección el español, quieren hacer de su lengua una frontera negando así cualquier posibilidad de entendimiento. Más que enseñar a hablar -siguiendo la idea de nuestro anfitrión- habría que enseñar a escuchar.
Por otra parte, no resulta ociosa la desconfiana frente a la sobreabundancia de las palabras y la impostación del discurso. Los sofistas pueden hablar estupendamente pero no necesariamente bien. La erística convierte la argumentación en malabarismo conceptual y la elocución en calculada taumaturgia de la palabra: lo que se dice es verdad dentro del discurso que se dice y la brillantez o perfección formal tiene por intención el aislarlo de aquellas referencias externas que lo refutan. ¿Vale la pena enseñar a a hablar así? Mejor sería enseñar a callar y a discernir desde el silencio; a desconfiar de las palabras capaces de mover y conmover por su simple aura o por su rotundidad sin matices.
Publicado por: Witness | 19/10/2013 11:39:13
al terminar de leer, solo pude recordar la historia de un viajero que se despedía de sus admiradores en buenos aires les decía como última palabra: che, maten a Borges.
Publicado por: aristeo hernandez | 19/10/2013 0:56:37
"como si el lenguaje fuera un mero instrumento de expresión o de comunicación". El lenguaje es eso, precisamente, otra cosa es cómo entiendas el proceso de comunicación (como algo más que mera transferencia de mensajes, etc.) Este tipo no sólo no tiene ideas, sino ni siquiera sabe exponer las más sencillas. Es un buen ejemplo de lo que pasa cuando un incompetente se forma leyendo filósofos franceses. Aprender a pensar y a escribir es tu tema, Gabilondo.
Publicado por: Martín Eisen | 18/10/2013 22:52:08
Es mucho más difícil saber callar que saber hablar.
Publicado por: Juan Ignacio | 18/10/2013 21:35:43
"Oye, le había reclamado sorprendido Feynman al otro Nobel Murray Gell-Mann cuando al fin descubrió que era Montreal la ciudad de la que llevaba un rato hablándole, después de habérsela oído pronunciar al menos diez veces en un afectado y rimbombante francés: ¿tú no crees que el lenguaje sirve para que la gente se comunique…?
Pero a fin de cuentas tampoco podíamos imaginar que imaginando partículas que viajan hacia atrás en el tiempo se pudiesen explicar tantas cosas profundas, por muy pragmática que resulte toda renormalización"
http://enrealidado.blogspot.com/
Publicado por: zenon de pelea | 18/10/2013 20:34:56
Consigna nº 5 / Piensa
http://manuel-diasintensos.blogspot.com.es/2013/04/consigna-n-5-piensa.html
Publicado por: Días intensos | 18/10/2013 20:30:52
Es un placer leer, rebuscar y tantear la prosa de este profesor. Gracias.
Publicado por: Xoan | 18/10/2013 20:30:50
A mí esto de leer con tanta negrita se me hace imposible. En los nombres propios la primera vez que aparecen lo entiendo, también en los encabezamientos de sección. Pero ir encontrándose negritas salpicadas aquí y allá es como avanzar entre una selva de malas hierbas. Dan ganas de sacar el machete. Mejor aún: directamente paso y leo otra cosa.
Publicado por: mangstadt | 18/10/2013 18:40:26
Silvia, inasequible al desaliento, matraca infundada, pero la esperanza es lo último que se pierde, esa ancestral de aspirar a 'españolizar España', objetivo bis, lucha inútil y esforzada, pero que retorna como ojos de Guadiana, no río subterráneo, múltiples fisuras en la roca subterránea, inexistentes hoy por sobreexplotación. Pero no cejes en el empeño... Y sobre todo duerme.
Parece que la cuestión del lenguaje más se centrara en su vertiente empática y ética, que en la más propia y valiosa. "La posesión del lenguaje está en relación recíproca con la fuerza del pensamiento. O debe estarlo". (Cahiers. Paul Valéry). Y en ese sentido de Valéry.... 'no hallé cosa en que poner los ojos que no fuese recuerdo de la muerte'. Nos están arrebatando también el lenguaje. No lo permitáis.
Para Diseño Web Algeciras: Toda lengua existente sin excepción es 'demasiado rica y bonita para sacrificarla', y además, porta en sí algo más en lo que nadie se fija, y que es aun más intraducible que lo que suele, puede y logra traducirse de ellas: 'el rumor' de esa lengua, compartido por todos cuantos la hablan por propia, primera o materna.
Publicado por: Hanna | 18/10/2013 17:32:05
Deberíamos ir hacia una unificación de lenguas teniendo en cuenta la conectividad del mundo actual aunque por desgracia no es tan fácil. La lengua es una parte cultural e histórica muy importante y algunas son demasiado ricas y bonitas como para sacrificarlas.
Publicado por: Diseño Web Algeciras | 18/10/2013 14:12:21
Parecia que aprender a hablar era esencial para que hubiera una buena comunicación entre los interlocutores. Pero la tendencia del habla depende en su mayoría del estado de ánimo intelectual en el que se encuentre el interlocutor, que valora las cuestiones desde su punto de vista.
Y no digo que esa tendencia haya que sustituirla sino que no es valida para según que necesidades tengan los individuos.
Ahora bien tampoco se habla de un lenguaje vivo en el que las palabras lleguen a significar transparencia en su originalidad ni fiabilidad. El origen de las inquietudes de la palabra no pueden ser articuladas en la acción del habla por mucho que se tienda a una expresión argumentada.
El desvelamiento de una palabra que nadie entiende no habla en realidad como tampoco habla una lengua absoluta de estilo porque pierde la capacidad de interpretación y ecuación que solo se puede alcanzar en la individualización del vocabulario y los recursos lingüísticos.
Entonces llegados a este punto para qué ha servido aprender de los recursos del habla en esta época de comunicación abierta.
Publicado por: Lidia Martín | 18/10/2013 13:40:33
Las lenguas deberían ser un vehículo de comunicación y no un vehículo de separación, como lo utilizan algunos. El mejor ejemplo lo tenemos en Cataluña donde discriminan a la gente en muchos trabajos si no sabes catalán http://xurl.es/9ik46
Publicado por: Silvia | 18/10/2013 10:26:23
"Reja del lenguaje". Siempre me interesó ese título de Paul Celan.
Me acordaba de él al leer esta entrada de hoy.
Gracias y saludos.
Publicado por: gabriel | 18/10/2013 10:11:05
http://nelygarcia.wordpress.com. Palabra, pensamiento y silencio, conforman el conjunto. El pensamiento es nuestro, la palabra una vez expulsada no nos pertenece. Aprendiendo a escuchar, se cultiva la palabra.
Publicado por: Nely García | 18/10/2013 10:10:41
Se habla mucho pero mal, se escribe aún peor, se escucha poco o nada. En medio de la irritación ambiente no oímos ni nuestras propias palabras: todo se lo come el ruido.
Vendrán tiempos mejores, o eso espero.
Publicado por: Trinidad Noguera | 18/10/2013 9:30:47
El desconocimiento del contenido de las palabras a la hora de utilizarla, impide a la persona a expresar, incluso, sus deseos con corrección. Por desgracia esta sociedad de las redes sociales y los aparatos de mensajes cortos, está hurtando a los jóvenes el ejercicio para la utilización de las palabras, para conocer sus contenidos, para recurrir a su exactitud y decir lo que piensa sin ofender con su verbalización, ni pedir disculpas por no haber dicho lo que quería.
http://interesproductivo.blogspot.com.es/
Publicado por: Emprendimiento e innovación | 18/10/2013 9:19:31
El gran avance y motor del ser humano, como persona que innova e inventa desde el principio mismo de su existencia, reside en el habla.
Hablar no es solo soltar un gruñido más o menos fuerte, quizás ese solo fue el comienzo, para avisar de un peligro, o para decir aquí estoy.
El habla desencalló la herramienta que afinó las neuronas de la especie humana, despegándola de la vida silvestre en la cueva, a la vida social.
A la civilización.
Detallando con nombres, se comenzó un edificio que dura hasta nuestros días, con ramas en todos los rincones del saber conocido.
Ampliando el hablar, y pasando del solo decir, al razonar deduciendo, y pensando.
Guardando lo dicho en papel con palabras escritas.
El ser humano se puede decir que se ha hecho por la boca a lo largo de su evolución sobre la faz de la tierra.
Es importante tenerlo en cuenta.
Porque como se sabe en ciencia, todo lo que sube, baja.
Manejando otros tiempos, también otras formas de hablar, que al fin es comunicar ideas y pensamientos.
El hablar es decir, pero también es enseñarnos a los demás, a sacar lo que llevamos dentro.
Mostrarnos tal como somos, o escondernos con palabras, que también es un arte de la retórica.
Y el engaño.
Pero si estamos en la historia, donde todo lo que empieza se acaba, hay que averiguar el recorrido que nos queda y que le queda al habla.
Como forma de comunicar el pensamiento.
Saltando en el tiempo otro paso.
Si podemos.
Publicado por: Inés | 18/10/2013 8:47:39