En cierto sentido, siempre queda poco. Decir que no
tenemos tiempo o que disponemos de todo el tiempo del mundo coinciden en no ser
conmensurables con lo que ocurre. En primer lugar, porque lo que poseemos no es
nada que disfrutemos a fin de poder ir dosificándolo, como si fuéramos
propietarios de una caudal para distribuir o desperdiciar.
Cuando decimos que todo lleva su tiempo, constatamos que con ello se va el nuestro. Es imprescindible saber esperar, pero mientras tanto, implacablemente, transcurre, y de modo inexorable. No es que él se dilapide, puesto que es bien abundante y generoso para con lo suyo, es que nuestra propia existencia va sucediéndose a la par. Entonces, ya no es el tiempo lo que nos resulta inquietante, sino su duración, y más en concreto, la nuestra.
No es necesario enredarse en demasiadas constataciones ni ir demasiado lejos con ellas, aunque no deja de ser curioso, y hasta desconcertante, la naturalidad con la que los días van haciendo de lo suyo, mientras nosotros vamos a lo nuestro, como si no tuviéramos que ver. No suele tardar en irrumpir la sorpresa por la celeridad de lo que ocurre y a veces lo que ocurre es sencillamente lo que transcurre: el tiempo. Y, claro, la vida. Ya se sabe que la edad, más que el tiempo pasado, es el tiempo que nos queda para dejar de tener tiempo. Con frecuencia se oye decir que algo está a punto, que por fin va a suceder, que es cosa inminente. Y este aguardar que efectivamente nos pone en guardia es una forma de subrayar que falta tiempo, poco, pero tiempo. Y qué pueda significar poco si hablamos de tiempo es bien discutible.
Cuando los momentos son extremadamente complejos y difíciles, cuando acuciados por las necesidades de cada día no hay tiempo que perder, cuando se hace imprescindible intervenir, es como si se produjera una verdadera convulsión. La excusa del tiempo podría valer para ser descuidado, para desconsiderar el porvenir, para ignorar de dónde venimos, para perder el sentido y el olfato históricos, que tanto reclama Nietzsche para el pensamiento. Precisamente, es como si empujados por la ausencia de tiempo, ignoráramos nuestra tarea y nuestra matriz histórico-lingüística. Se precisa entonces una retorsión, la que se produce al obrar poco a poco pero inmediatamente.
A veces corremos
desesperadamente como si nunca fuera a suceder lo que de una u otra manera será
inevitable. Incluso sensata y serenamente
nos ocupamos de diversas tareas como si dispusiéramos del tiempo y nada
estuviera urgido por necesidad alguna. Lo más curioso del tiempo de que gozamos
es que no nos pertenece. Somos
temporales, somos tiempo, no sólo en
el tiempo, pero de algún modo precisamos si no ignorarlo, al menos
obviarlo. Si Hegel señala que “el concepto borra el tiempo” es porque,
en cierto modo, pensar es comportarse sin estar prendado ni sometido, sin más,
a los avatares del tiempo, lo que no significa ignorarlos.
Montaigne habla de “un tiempo enfermo”. Se refiere a una época concreta, o quizá no solo. Y al señalar que ello obedece a “la falta de amistad y de comunicación” cabe pensar que lo es por ignorar de dónde procedemos y a dónde deseamos o podríamos ir. Y no solos. Todo eso en realidad constituye asimismo quiénes somos. Al olvidarlo, nos dedicamos a medir el tiempo, a controlarlo, a dosificarlo, a ganarlo o a perderlo, sin que quede claro si en alguna dirección y con qué sentido. Y lo hacemos para mayor gloria de la actualidad, aunque borre el presente.
De una u otra manera, el tiempo es siempre una distancia, sobre todo de uno respecto de sí mismo, y de cuanto pasa respecto de lo que hay y de lo que es. Parecemos, en efecto, dispuestos a eliminar esa distancia, a que lo que deseamos ocurra sin más demora, a adoptar decisiones para zanjar lo que no es ya como nos gustaría. Al desconsiderar esa distancia, al estimar que nosotros somos el concepto, que nuestra simple decisión lo resuelve y lo sutura todo, somos insensatos e insolidarios con el pasado y con el porvenir, esto es, vaciamos el presente.
Vernos crecer y cambiar, sentir que los acontecimientos se suceden y nos desbordan, comprobar con cierto asombro que casi en un suspiro va transcurriendo la vida, no basta por lo visto para organizar justamente la escala de valores. Todo parece suceder como si dispusiéramos de múltiples y diversas oportunidades, perdida hasta el extravío la sensación de que el tiempo ni se tiene ni nos tiene. Se va antes de llegar. Huye ni más ni menos que todo, pero es ocasión.
En efecto, vivir es siempre asumir que se trata de “ahora o nunca”. Este tiempo es nuestro tiempo y condiciona quienes somos, lo que resulta absolutamente decisivo, singularmente para nosotros mismos. Es eso lo que en gran medida propicia y determina una permanente inquietud, la de que también lo es para los demás, al coincidir con ellos, al encontrarnos en la misma tesitura y encrucijada.
La conciencia de la propia limitación, la necesidad de priorizar y de elegir, se sostienen en que no cabe reducir nuestra vida a la pura sucesión de actividades de posesión y de conquista. Paradójicamente, así desactivamos nuestra existencia, la vivimos en el modo de limitarnos a desprendernos de ella, de consumirla sin consumarla. Vamos pasando al compás de cierta inconsciencia, mientras a la par nos encontramos con que el tiempo no es un espacio permanente. En cuanto condición de posibilidad, se vacía sin nuestra acción y se esfuma mientras nos descuidamos. Nos planteamos la vida como si nosotros fuéramos ella, incluso la Humanidad, pero a la vez como si ambas se agotaran en nuestra existencia. Pensarlo y concebirlo habría de ser la clave que diera intensidad y densidad a cada momento, la fuerza de hacer del tiempo nuestro tiempo, una suerte de contratiempo muy suyo, lo otro del tiempo. Es nuestro privilegio. Y de ello no se deduce que no haya nada que hacer sino que hemos de entregarnos con pasión a vivir.
(Imágenes: Pinturas de Lucian Freud, Guy Half Asleep, 1982; Woman
in a Grey Sweater, 1988; Two Irishmen
in W11, 1984-1985; y Portrait of
Frank Auerbach, 1976 )
Hay 21 Comentarios
"Si al hablar no has de agradar, será mejor callar" (Tambor, Bambi).
Publicado por: WISTERIA | 17/10/2013 21:27:41
???
No se como ha encontrado este blog tres interrogantes, pero pronto ha dejado claro que no es el hábitat en el que elementos de su especie se suelen desenvolver, no le faltan respuestas, le sobra estupidez, debería Vd usar el seudónimo de estupidez al cubo. No se engañe a si mismo tres interrogantes lo suyo no es esto, no son blogs como este, Vd , los de su especie solo conocen el lenguaje de los mordiscos, el lenguaje de la violencia, el lenguaje del palo , el lenguaje de los militares.
Publicado por: ECO | 17/10/2013 20:15:23
???
“¿El que siembra vientos, tempestades recogerá?
Los insultos son solo palabras, no causan efectos, únicamente dañan el amor propio de la persona que los recibe. El problema con los insultos suele surgir cuando dichas palabras describen una realidad, una verdad, achacable, asignable, a la persona que los recibe, entonces dicho insulto si causa daño al convertirse en un calificativo de esa persona. Para entendernos, un ejemplo, no es lo mismo, no causa el mismo daño, que públicamente te llamen cornudo sin serlo que siéndolo. Las personas suelen emitir insultos para provocar, para intentar desacreditar a la persona que los recibe, dando a entender que no son solo insultos sino calificativos, o descargar la ira cuando dicha persona no puede o no desea recurrir a otro tipo de formas, como por ejemplo una acción violenta.
“A palabras necias, oídos sordos”.
Complicado el asunto del libre albedrio sobre el que casualmente estoy leyendo. Somos libres para elegir o por el contrario nuestras acciones están determinadas de antemano siendo causadas por factores sobre los que no tenemos ningún control. ¿Por qué se han producido los insultos? ¿Hay alguna causa que racionalmente los justifique?
Compleja pregunta. No tengo suficiente información para opinar al respecto. Depende de la institución, depende de la señora, depende de lo que haya causado los insultos, depende de si los insultos van dirigidos a la persona o a la institución, etc.
No sé a qué institución se refiere. Muchas instituciones españolas están completamente desacreditadas por sus actuaciones abusivas contra ciudadanos españoles. Familias y grupos de diferente naturaleza de la sociedad se apropian del poder de las instituciones, lo hacen suyo, para que estas actúen en beneficio propio. Un claro ejemplo lo tenemos con el funcionamiento del Poder Judicial. Esta excesivamente personalizado, los jueces y magistrados, actúan, administran justicia en nombre propio y no en nombre del Estado, como sería de esperar en un Estado democrático y de derecho. Desde los tribunales españoles se ordenan abusos de toda índole con total impunidad. Y así tenemos que muchos jueces españoles se pasean por los medios de comunicación emitiendo todo tipo de exabruptos, cito dos “Yo los disco duros no los pido los cojo”, “La justicia es como un partida de ajedrez” “Los jueces opinamos a través de las sentencias”. No sé si me explico, puede que algún juez tenga capacidad para coger un disco duro, otros si van si la policía, sin el respaldo del Estado, se lo hace comer. Lo jueces no deben opinar a través de las sentencias sino interpretar los hechos de acuerdo a las leyes vigentes. Además, la forma de instruir de los jueces españoles, sin precedente entre las grandes democracias occidentales, está haciendo mucho daño a la democracia española. Se alargan las instrucciones eternamente de forma intencionada, en función del oportunismo político o para directamente beneficiar a algún imputado. Se masifican las causas, realizando macrojuicios de interés únicamente mediático. Y se instruye mal, con actuaciones ilegales, beneficiando así muchas veces a los imputados mediante atenuantes, como ha ocurrido recientemente con el caso Malaya. La justicia española solo instruye de forma rápida contra los menos pudientes y más vulnerables de la sociedad española.
Si Vd. se refiere a un hecho similar al ocurrido con la juez Mercedes Alaya, no dudo que la juez sabrá qué medidas adoptar para premiar las coacciones e insultos que le han dirigido, lo importante no es eso, sino saber qué hace que unos señores imputados, acusados por evidentes pruebas contra ellos, se atrevan a insultar, a coaccionar, a poner de mal humor, a la juez que encarna el poder del Estado que los tiene en este momento, dicho de forma vulgar, cogidos por los cojones.
Publicado por: ECO | 17/10/2013 14:30:14
... y siguen ladrando, ECO. De todas formas, el artículo 7 va a seguir ahí, a la vista de todos los ciudadanos....
Publicado por: ??? | 17/10/2013 13:28:20
ECO, hoy he escrito un comentario sobre lo sorprendente de que una institución no condene los insultos a una señora que intenta hacer su trabajo en beneficio de todos y ya he recibido una nota en el babi de mi hijo (previo insultos y amenazas, claro, en su línea).
¿Esta es la ética de la que hablas? (Y eso que no he señalado el cinismo de entonar un "Yo no he sido" que aún ha dejado en peor lugar a la institución, ni he hablado de la corrupción que se está investigando, ni de la falta de rotación en el liderazgo del organismo en cuestión. Créeme: era un comentario blanco, casi didáctico).
¿Dónde lo habrán aprendido? Con Franco vivíamos igual... bueno con Franco o con Stalin, que al final gato blanco o gato negro..... ¿Tú qué opinas, ECO?
Publicado por: ??? | 16/10/2013 22:05:01
¿Es el tiempo lo que nos condiciona o la conciencia del tiempo? Si en cada preciso momento somos conscientes de hacer lo que tenemos que hacer ¿dejamos de ser estáticos y conjuramos así la maldición de "saturnino"?.
Publicado por: El pato | 16/10/2013 14:10:55
Witness, he leído poemas de Poe menos angustiosos que tu última entrada.
Publicado por: Edgar | 16/10/2013 14:07:21
En realidad, las personas no vivimos en el tiempo; habitamos en esos otros constructos del ser consciente y socializado: los plazos. Sólo los que desconocen el ayer y el mañana pueden vivir con y en el tiempo; seres vivos en los que la experiencia es un poso de la genética y la previsión un intercambio entre la forma del presente y la fisiología adaptada a un entorno más o menos estable. El ser humano no puede evitar disponer en el recuerdo de una autobiografía que le suministra referentes para la acción; así, tiende a anticipar con más o menos acierto cuanto pueda acontecer más allá de las fronteras de lo inmediato y, previendo un suceso, establecer un plazo en el que cumplir con la tarea de allegar los instrumentos necesarios para conseguir un objetivo. Sin embargo, cuanto más compleja se torna la sociedad, cuanto menos posibilidades el individuo aislado que desea la autosuficiencia tiene de acumular conocimientos, destrezas y experiencias ajenas como si fueran propias, tanto más agobiado acaba por estar con tales plazos, con tales evidencias de que el mañana pueda ser algo que se escape sin remedio. En general, pocos viven para el presente; casi todos vivimos para un porvenir más o menos cercano. Incluso quienes carecen de objetivo o de horizonte se someten volutariamente a los plazos ajenos de una forma u otra. Horarios, citas, temporadas, cursos y toda clase de lapsos diversos segmentan la existencia y confinan el horizonte anímico propiciando la angustia de un límite temporal que, por su resultado, acaso demuestre ser ocupación estéril de la vida. En cierta forma, el ser humano ya no vive “en” sino “para” el tiempo, para superar la barrera de cada etapa en que ha colocado su voluntad de interactuar con lo que le rodea; etapas a menudo superpuestas en distintos ámbitos de la sociabilidad que complican el ejercicio del albedrío y acotan lo que pudiéramos suponer fuera superior grado de libertad de lo humano frente a lo natural. Creamos nuestra propia cárcel en medio de las fracciones con que pretendemos parcelar el tiempo; pero el tiempo se venga y no es él el que queda acotado por nuestra intención sino nosotros mismos. Vivimos la vida haciendo paquetes de memoria y almacenando esos paquetes sin poder evitar que graviten sobre nosotros. De jóvenes, las memorias son escasas y la racionalización de ese almacenamiento experiencial tiende al desorden por el acoso de una fisiología inestable; los plazos resultan más acuciantes además, porque pasamos por el inevitable proceso de subordinación a los plazos que nos impone la sociedad en que vivimos. Con la madurez, los plazos se dilatan y, empaquetada ya la experiencia, la vivencia del presente tiende a la estabilidad pero también al desengaño. Decía Heidegger que la temporalidad no hace otra cosa que articular las posibilidades de un ser estático (Dasein); arrojado al mundo, ese ser estático tiende a perderse a sí mismo.
Publicado por: Witness | 16/10/2013 11:00:29
Llamadas de atención a la responsabilidad de nuestro vivir y la conciencia del mismo. No sabe el tiempo que los hombres lo cuentan: ni los hombres que el tiempo se esfuma, como en un dibujo borroso, y que nos deja, como un abandono, sin la pasión por vivir. Las últimas entradas , como siempre magnificas. Sus lectores, un lujo. http://www.lashojasvuelven.blogspot.com.es
Un saludo para todos.
Publicado por: Esperanza | 16/10/2013 10:52:53
Una pregunta que he escuchado en distintas ocasiones y cuya respuesta no he encontrado todavia:¿Por que en la juventud nos falta tiempo y enla l ancianidad nos sobra? Y no es porque tengamos muchas o pocas ocupaciones.Otra cada dia que pasa es un dia mas o un dia menos depende de la perspectiva de la que se considere el tiempo es como uno lo percibe.
N.B. Reflexionar sobre el tiempo al mismo tiempo que una joven amiga por telefono me dice que quiere suicidarse, perdonen esa confidencia pero asi es la vida y el tiempo
Jose Luis Espargebra Meco desde Buenos Aires
Publicado por: Jose Luis Espargebra Meco | 15/10/2013 22:40:45
A quienes junto a él, compartimos tanto tiempo:
Recuerde el alma dormida,
avive el seso e despierte
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el plazer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parescer,
cualquiere tiempo passado
fue mejor.
II
Pues si vemos lo presente
cómo en un punto s'es ido
e acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo non venido
por passado.
Non se engañe nadi, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
más que duró lo que vio,
pues que todo ha de passar
por tal manera.
III
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
qu'es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
e consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
e más chicos,
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
e los ricos.
Publicado por: LLamadme Ismael | 15/10/2013 22:18:44
No dilapidamos tiempo, dilapidamos vida, la propia vida. Lo hacemos cuando no somos capaces de tomar decisiones de forma autónoma y libre. No es una cuestión de cantidad de tiempo sino de calidad del mismo, lo dice en su texto, profesor, es una cuestión de “intensidad”. Esta intensidad adopta forma singular y propia cuando elegimos con quién compartirlo.
Lo verdaderamente relevante en esta existencia de “mosquito” si medimos el tiempo en términos de eternidad ha sido y es el regalo de encontrar y coincidir en nuestra vida con alguien que merece la pena. Darse a otro, ser en otro, vivir la experiencia con otro de objetivos de vida compartidos hacen de la propia existencia la generación de un tiempo que no existiría sin él, sin ella y por eso los tiempos de contacto y compartidos son capaces de generar realidades de una plenitud singular.
Sólo teniendo consciencia de que somos finitos podemos lograr esa magnífica sensación de haber aprovechado el tiempo.
Gracias por su estímulo en este espacio de lectura, profesor.
Publicado por: LEICHEGU | 15/10/2013 19:42:04
Cuán a tiempo esta reflexión acerca del tiempo siempre, nosotros que somos su espuma siempre a destiempo...
Publicado por: zenon de pelea | 15/10/2013 16:56:59
"Tiempo Rey, trasforma, las viejas maneras de vivir
Eseñame, padre, el que yo aun no lo sé
Madre Señora del Perpetuo, socorrei"
Tempo Rei - Gilberto Gil
http://www.youtube.com/watch?v=CTJdrLuNVzQ
Publicado por: Paula | 15/10/2013 16:11:37
Y acompasar nuestro tiempo al de el otro en una suerte de armonía que nos lleve al encuentro. La duda es si llegará el encuentro o todo resulta un modo de vivir. En todo caso, también es interesante saber ser el tiempo en el que se vive
Magnifico, como siempre
Publicado por: Campanella | 15/10/2013 14:46:31
Enorme, como siempre. Gracias, Profesor
Publicado por: Carlos García | 15/10/2013 14:44:00
Tiempo.
Cuando menos te necesito más noto tu presencia, pero cuando más falta me haces más te ausentas.
El tiempo es uno de esos típicos conceptos filosóficos sobre el que podríamos divagar sin llegar a ninguna conclusión. No hay un tiempo sino muchos tiempos, uno para cada persona. El tiempo es una constante variable en el tiempo, en un tiempo más largo, constante a la que cada persona le asigna un valor en función de su situación personal.
El tiempo no se detiene, estáticos, inactivos, pasa, se consume a si mismo consumiendo a la vez a todo ser a través del envejecimiento. Y lo peor no es eso sino que nos vemos también obligados a consumirlo, a vivirlo, incluso cuando la racionalidad nos dice, nos aconseja, que debido a la falta de opciones, de soluciones , de futuro, lo mejor es esperar a que lleguen tiempos mejores.
Publicado por: ECO | 15/10/2013 12:59:19
Aunque acabe hablando de la pasión, este texto de hoy -hermoso sin duda- es triste.
Bello y triste.
Saludos
Publicado por: Marina | 15/10/2013 10:57:17
http://nelygarcia.wordpress.com
El tiempo es todo.
Una brisa de tiempo
acarició mi cuerpo
al comenzar la vida,
y es él quien me transporta
con la cabeza erguida.
En su mano el reloj
para medir su paso.
Observa lo que hago,
pues tengo que encontrar
una senda escondida.
Sabe cuánto me queda
pues él dio la salida.
Como en cualquier concurso,
impasible me espera
si me alejo y no acierto.
Cuando llegue el momento
repetirá: ¡no hay tiempo!
Nely garcía
Publicado por: Nely García | 15/10/2013 10:14:13
Desde nuestra atalaya relativa y perecedera, conjeturar sobre el tiempo parece una faena excesiva.
Porque es como en la feria, como un carrusel que nos pasa delante, mientras nosotros estamos quietos, clavados en el suelo mirando, y después nos vamos diciendo, lo bien que se pasa.
Sin habernos subido.
Lo único constatable, es que nacemos, vivimos y morimos, conjeturando sobre esto y lo otro.
Pero, ¿Existe el tiempo?
¿Y nosotros?
¿O es todo apariencia, para sacar conclusiones a la vista de unos sueños?
Sintiéndonos protagonistas.
Sin ni siquiera habernos montado en el carrusel.
Desapareciendo en un soplo.
Pero con las ideas puestas.
Publicado por: Miraflores | 15/10/2013 9:30:57
Qué oportuna esta reflexión sobre el tiempo, justo hoy. Sobre la falta de tiempo, el tiempo corto, el tiempo malgastado, el tiempo que conviene disfrutar porque se escurre como agua. Y se acaba.
Publicado por: Trinidad Noguera | 15/10/2013 9:19:18