El salto del ángel

¿En qué estarán pensando?

Por: | 14 de febrero de 2014

Cecilia Avendano (6)

La cuestión no se reduce a ser un interrogante y tiene a su vez un tanto de reproche. Conviven de este modo la curiosidad, incluso la voluntad de comprender, con una cierta constatación de que alguien está distraído. Tal parecería que incluso la sospecha es vacilante. En algún sentido ello constata que desconocemos, y que nos inquieta y nos preocupa. Y lo hace desde diversos lugares y puntos de vista, pero esperemos que en todo caso desde el afecto.  Los chicos, las chicas, aquellos a quienes hasta encontramos dificultades para denominar, los chavales, los adolescentes, parecen transitar por caminos que no solo a ellos les sume en una enigmática tesitura. Incluso, si todo les va relativamente bien. No siempre entienden lo que les sucede y lo que les rodea, y nos necesitan, y asimismo no pocas veces nuestro desconcierto también merece subrayarse, atareados en nuestras propias complicaciones.

La confusión de su escala de valores no es indiferente respecto de la nuestra. Y con algún detenimiento no tardaríamos en reconocer en ellos rasgos que no hacen sino corresponder, eso sí a su modo, a lo que podríamos encontrar entre nosotros. Mientras tanto, siempre cabe hacer declaraciones sobre la pérdida de principios y de convicciones. No dejan de ser sensatas ni oportunas, aunque conviene que nos incluyamos.

La sensación de que siempre que se piensa en algo eso distrae denota la concepción que tenemos del pensamiento. Convendría en tal caso, por lo visto, dejarlo de lado y, considerado como un obstáculo, ir directamente a los asuntos. Nada de injerencias, y menos aún de extravíos en análisis y reflexiones, que vendrían a ser poco operativas. Inmersos en quehaceres semejantes, la irrupción de seres cuyos sueños y ensoñaciones les hace algo erráticos, poco clasificables, y en cierto modo incomprensibles, pronto nos conduce a la constatación de que están en otro mundo y únicamente piensan en sí mismos. Lo curioso es que tanto se parece al nuestro que en gran medida lo es.

Los intentos por tratar de recordar lo que hemos pasado y nos ha sucedido no parecen resolver el desafío. Si apelamos, con razón, a la experiencia, habría de ser precisamente para no extraer demasiadas conclusiones. Resignarse al estado de cosas, hasta el extremo de conformarse con que estos chavales son ininteligibles, confunde interesadamente y de modo paternalista el misterio con la comodidad. Amparados en que finalmente, más o menos, todos salimos adelante, guardamos nuestros esfuerzos simplemente para el reproche, no exento de nostalgia por situaciones y momentos vividos que no siempre fueron tan impecables.

Mientras tanto, quienes ni siquiera aún podrían llamarse en rigor jóvenes deambulan en sí mismos, requiriendo lo que difícilmente solicitarán explícitamente, pero que es en ellos, en ellas, un verdadero clamor. La búsqueda de referencias, de asideros, de compañía y de sana complicidad, la palabra próxima y austera, la incipiente conversación y el afecto, siquiera la sencilla cordialidad, generan el espacio y son condición de posibilidad para la exigencia sensata y la clara determinación de procurar lo mejor, de requerirlo y de esperarlo. Y de reclamarlo. En efecto, ya lo sabemos, y es cierto que al decirlo nos lo decimos. Y lo necesitamos. Entre otras razones para darnos, para entregarnos. No basta con enunciarlo.

 

Serie pride 2 2009

Se trata de procurar el ámbito imprescindible de la casa, que no siempre es un hogar. Y no solo. La tarea no concierne exclusivamente a algunos, aunque les competa singularmente. Y se precisa convicción y apoyo, incluso para ponerse en disposición de buscar comprender. Sin embargo, no para encontrar el alivio y la satisfacción de lo que ya se entiende, sino para participar comprometidamente, que es tanto respetar como intervenir. Son nuestra vida, decimos, pero conviene no olvidar que es la suya.

La amalgama un tanto indiscriminada que constituye la singularidad, no menos personal por parecernos incipiente, comporta una desazón con la que es preciso vivir. Cuando no se acaba de entender, cuando una determinada sensación de soledad y de permanente insatisfacción acompaña la andadura no es fácil asumir que no se es víctima de injusticias e incomprensiones.

Cuando los sentimientos, las emociones, las ilusiones ni siquiera encuentran los cauces adecuados para configurarse, cuando no siempre se disciernen, el desasosiego no es mayor que cuando cree saberse lo que uno desea confundiéndolo sin más con lo que apetece, y definiendo así lo que se prefiere. Y este preludio de adolescencia acompaña a su modo grandes etapas de la vida.

La necesidad de hallar inmediata respuesta parecería ratificar que en caso de darla se es considerado con alguien, que nos importa, lo que conduciría a la percepción de que ser afirmativo es asentir. Y consentir. Sabemos que no es así, si bien las debilidades tienden a encontrarse. Y la complicidad no escrita de la comodidad también se comparte. No siempre se hace manifiesta, pero una alianza no explícita parece aceptar que vaya lo uno por lo otro.

 Cecilia Avendaño. Serie Pride 2009

La voluntad de comprender sin entender bien puede tornarse actitud de indiferencia emboscada de respeto. Sin embargo, no faltan quienes entregan mucho más que su tiempo irrepetible de vida, compartiéndola en la compleja travesía de ir cerca, de caminar al lado, de quienes quizás aparentan indolencia. Y tal vez la sienten y la muestran. Deducir de ello que no nos precisan puede ser tranquilizador, aunque no es atinado. Un mensaje permanente de búsqueda, una llamada, un requerimiento constante adopta en ocasiones la forma displicente de una distancia que es preciso reconocer y recorrer constantemente.

Sin duda, las ocupaciones dificultan la consideración para con los demás, la entrega siquiera de los tiempos y momentos exigidos para su atención y su escucha. También otras formas de dedicación menos prestigiosas resultan elocuentes. Importar, sentir que se importa, es decisivo. Y ello adopta no pocas veces la forma de la palabra concisa, ajustada y coherente. Ahora bien, eso implica asimismo formas de vida y determinados comportamientos. Únicamente así la emoción, la intensidad y la pasión acompañarán su necesario esfuerzo. Y no simplemente para ser más eficientes, sino para estar más vivos,

Quizás aprender a no desenvolverse en una permanente distracción conlleva toda una vida. Centrarse en algo, ocuparse con alguna constancia en una labor, es ya atisbo de las exigencias del concepto. No siempre son las que esperamos y deseamos y no deja de ser importante abrir otras posibilidades, despertar nuevas inquietudes y horizontes. Y se trata de enseñar y hay quienes saben hacerlo, y lo hacen. Pero la paciencia del concepto no ha de ser superior a la nuestra. Ni a la que parecemos tener con nosotros mismos. El enigma de un silencio, que siempre a su manera les acompaña, hace de ellos, de ellas, nuestros chavales, algo bien alejado de una posesión. Son bien suyos. Como corresponde. Todo late en cada uno singularmente, no solo por su peculiaridad. No son simplemente los chicos y las chicas. Es él, es ella, cada quien, cada cual, todos y cada uno, todas y cada una. ¿En qué estaremos pensando?

 Cecilia Avendano (8)

(Imágenes: Fotografías y montaje digital de Cecilia Avendaño. Serie Pride, 2009 y Serie Respiración, 2011)

 

Hay 9 Comentarios

Cuando tomamos a un niño y lo encerramos durante la mitad de sus días en un entorno frío y tan distinto y alejado de su naturaleza (y de la naturaleza) como son los colegios; y al tiempo le decimos lo que tiene que hacer, pensar, decir, sentir y ser y dirigimos y marcamos todo conocimiento y descubrimiento de si mismo a nuestro ritmo y credo; y si encima su familia anda demasiado ocupada intentando adaptarse a este mundo nuestro y no lo mira ni lo abraza lo suficiente... Nuestro niño necesitará muchos años y experiencias propicias para el desarrollo de esa singularidad propia y del auto-conocimiento que precisa para elegir, tomar, decidir, hacer y ser.
Es absurdo y contradictorio lo que deseamos y soñamos para nuestros adolescentes que sólo se dejan ver y se ponen en acción en entornos libres de senderos marcados y expectativas prefabricadas. Los adolescentes son emocionales y precisan de tiempos y espacios para crear y recrearse; para encontrar sus sitios en el mundo así como el lenguaje que los caracterice. Para hallar el sentido de sus vidas tan suyas, tan nuevas.
Nosotros los adultos, los profesores, deberíamos contentarnos y conformarnos con ser únicamente los escenarios de los escaparates a su alcance; por si los necesitan, por si nos precisan...y con suerte, a cambio, nos permitirían escucharlos, observarlos y aprender de sus maneras.
Tenemos a nuestros adolescente retenidos, esposados y amordazados ¿cómo podemos entonces pretender nada de ellos?
Suerte que pronto son desatados y, desarmados, la mayoría, se hallan, se aman y logran ser de alguna manera, aunque sea... de cualquier manera. La que son por nosotros y a pesar de nosotros, éstos que sabemos lo que les conviene. Y vuelta a empezar.

Cada paso que se da en la vida uno se cuestiona porqué suceden las cosas. Cuando pensamos recordamos lo duro que algunas circunstancias se presentan y en que desembocan. También uno piensa porque se provocan. Y así uno constantemente se pregunta y se cuestiona en que esta pensando

La sugerente reflexión de nuestro anfitrión me trae a la memoria el amargo desahogo de Kafka en su CARTA AL PADRE. Es muy triste que la brecha que se abre entre los padres y madres con sus hijos e hijas no pueda ser colmada de una manera tan cordial como la que se nos propone. Olvidados de nosotros mismos nos olvidamos de nuestros jóvenes; se sienten incomprendidos gracias a la incapacidad de los padres a comprenderse a sí mismos.
Cada vez que el joven Kafka llegaba a casa para entregarle orgulloso a su padre su nuevo libro, éste le contestaba siempre con desdén: "Déjalo en la mesilla de noche"
¡En qué estaría pensando ese padre!

Los diferentes modelos de pensamiento que se comparten suelen ser de confianza optimista por la cercanía al pensar.
Los poderes del pensamiento de la técnica parecen resolver los conflictos sociales y económicos implicados en los procesos de crecimiento. El pensamiento actúa con perspectiva.

Como la abrumadora mayoría de los seres humanos, los adolescentes piensan sobre todo en sí mismos…si acaso lo hacen; pensar es una práctica menos frecuente de lo que aparenta sugerir ese ambiguo indicio de concentración intelectual: el silencio. Más que pensar, los jóvenes imaginan; elaboran escenarios mentales en que la falta de experiencia vital o de conocimientos sobre el mundo depara altas posibilidades de error en el ajuste entre la representación anticipada y la realidad. Confrontados con las consecuencias de los inevitables errores, la respuesta inmediata a la fantasía desbaratada pasa a ser la forma menos fiable de dirigir la acción: esa intuición forjada por las emociones, instigada por los atavismos de una especie salida apenas ayer –en escala de la ciencia natural- del laberinto de la inconsciencia y que resulta tan fácilmente manipulable por quienes carecen de escrúpulos. No se trata de algo especialmente característico de nuestra época, por supuesto; cada generación puede recibir cierto número de memes de la anterior adaptados a un entorno en trance de desaparecer y, por tanto, cualquiera que sean los esfuerzos de la generación parental por hacer partícipe a la prole de sus vivencias, siempre habrá un amplísimo margen de novedad para el que nadie es capaz de entrenar convenientemente a la juventud. La aceleración de las novedades en el pasado siglo y la aun creciente del presente, sin embargo, probablemente hayan acrecentado la dificultad para realizar una solvente transmisión de experiencias entre generaciones. Cabe incluso especular si la Humanidad en su conjunto no está entrando en un devenir cultural para el que no está biológicamente preparada, si la inteligencia humana no estará creando un entorno que no podrá ser racionalmente gobernado al margen de unas pasiones peligrosísismas. ¿No estaremos derivando hacia una Humanidad mayoritariamente adolescente con un poder desmesurado? Deberíamos meditar sobre ello.

Quien soy y que pinto aquí en este mundo? Sumergido en estas circunstancias el pensandor intenta explorar los ámbitos habitables en que oscila la inteligencia.

Plantearse el diálogo entre identidades distintas de distinta edad parece sensato.


Pero plantearse un dialogar entre identidades propias de distinta edad ya no lo es tanto, aunque fuese para permitir el diálogo anterior. Esto es, plantearseel diálogo con aquél que fuiste en un determinado momento (o, peor aún, con el que serás) parece descabellado. Plantearse un diálogo entre el que fuiste y el que serás resulta imposible de cuajar. Y menos si el que hoy eres es consciente de ellos. Y ya no hablemos de la posibilidad de dialogar no con identidades pasadas que fuiste o futuras que serás, sino con subjuntivas. Qué fantasiosidad es esa, verdad?


...Y aunque plantear tal diálogo en tales términos sólo sea propio de una razón infestada de agujeros negros, algo de eso debe de haber para hacer posible el diálogo y la empatía intergeneracional, ¿no?

Como unos recién llegados que son, la gente joven que han ido recogiendo por el camino los presentes que les hemos dado sin preguntarles.
Se quedan sorprendidos.
Porque no ven lo que se esperan encontrar, no somos los mayores lo que les decimos ser.
Los padres, los colegios, la calle, los avances actuales, los medios de comunicación.
Los regalos, la música, el deporte, también el consumo, la diversión, el dinero, las carencias, los malos ejemplos, la prepotencia, la hipocresía, la envidia.
El desprecio, el engaño, el trabajo, los ideales, la religión, los padres, la familia.
En que estarán pensando los chavales, cuando desde las primeras enseñanzas son espectadores de esa dicotomía, de esa controversia bipolar.
Instalada en su presente.
En sus cabezas vírgenes mirando al mundo de los mayores decir una cosa por delante, y hacer la contraria por detrás, con alevosía y conciencia plena.
Con nocturnidad.
Rebeldes éramos antes, cuando no teníamos internet, ni móviles, ni dinero.
Cuando todo era pecado, y nos lo creíamos a pies juntillas.
Hoy con más información en vivo desde el mismo nacimiento, se dan cuenta de que este mundo es teatro, una falsa teoría, una pérdida de tiempo.
Y se dan media vuelta, pasan de largo.
Ni caso.
Sencillamente no les interesa el cuento, un sin sentido, todo es falso, no hay principios.
Fábulas baratas.
En un sálvese el que pueda, hacen mutis por el foro y se fuman un canuto con los fundamentos y principios que les damos, pasando de cantinelas y charangas.
Porque si se ponen a pensar en serio, nos borraban del mapa por ineptos, por incongruentes, por inconsecuentes, inútiles, falsos y torcidos.
Desechables sin remisión ni arreglo.
Su sociedad, sus mayores, sus instituciones, sus fundamentos y sus recuerdos.
Incongruentes.
Patrones desquiciados, mal encajados, a propósito desde el engaño y la malversación intelectual.
Los jóvenes ya no son ni rebeldes, pasan del todo de este galimatías sin principio ni fundamento.
Impresentable.
Ante cualquier análisis mínimamente serio.
Y lo demuestran pasando de todo.
En el mejor de los casos.

Para los adolescentes el medio cotidiano en el que se mueven, constituye una referencia que muchas veces, les impide integrarse en la sociedad exterior. Su ingenuidad noble y sincera, se topa muchas veces con la hipocresía de los adultos, provocando las confusiones.

Los comentarios de esta entrada están cerrados.

Sobre el blog

El salto del ángel es un espacio de reflexión, de pensamiento sobre la dimensión social y política de los asuntos públicos, sobre la educación, la Universidad, la formación y la empleabilidad. Busca analizar los procesos de democratización, de internacionalización y de modernización como tarea permanente, con una actitud de convicción y de compromiso.

Sobre el autor

Angel Gabilondo

Ángel Gabilondo Pujol es Catedrático de Metafísica de la Universidad Autónoma de Madrid, de la que fue Rector. Tras ser Presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas, ha sido Ministro de Educación.

El País

EDICIONES EL PAIS, S.L. - Miguel Yuste 40 – 28037 – Madrid [España] | Aviso Legal