No estamos muy seguros de que sea bueno estar tan entretejidos, ni que lo sea no estarlo. Los enlaces y los entrelazamientos pueden constituir vínculos liberadores. No necesariamente. Las redes ofrecernos amparo, pero a su vez atraparnos. Los nudos ajustarnos, aunque asimismo atarnos. Suelto no significa sin más libre, si bien sorprende la exaltación de las conexiones. Inconexo no es igual que desconectado, que a la par subraya el aislamiento y la separación, quizá también la decisión, porque no siempre desligado significa indiferente. Baste solo este apunte para no precipitarnos a concluir.
A pesar del loable afán de independencia, formamos parte de toda una serie de conjuntos, somos incluidos en una pluralidad de agrupaciones no siempre explícitas, es difícil sustraerse de ser considerado perteneciente a diferentes pluralidades. Ya la mirada ajena nos clasifica, nos incorpora, nos supone afines… y ciertamente no pocas veces con buenas razones, pero con más o menos motivos, somos quienes somos concebidos en una constelación. Es ahí donde se trata de ser singulares, lo que no necesariamente significa especiales por extravagantes.
Por otra parte, agruparse, asociarse, implicarse, no son actos de debilidad, ni de claudicación ante lo burocrático de la existencia, sino de reconocimiento y de impulso, de promover vínculos, de hacer causa común. Sin embargo, en ocasiones parece exigirse la contrapartida de una cierta despersonalización, de una pérdida de lo más propio. Obviamente, la prosecución de objetivos compartidos supone asimismo debatirlos y asumirlos, pero eso no significa sumisión ni tampoco displicencia respecto de los mismos. En ocasiones significa verse envuelto en una maraña de explicaciones o de su ausencia, lo que en cualquiera de los casos no deja de ser un enredo. Y entonces parece no quedar otra salida que invocar a una cierta jerarquización o disciplina. Más aún si no se comparten convicciones o no se debaten estrategias.
De todas formas, un vínculo no es la puerta de acceso a un receptáculo, ni a un recipiente, y menos aún a un depósito de algo ya finado. Antes bien ha de suponer un impulso, la generación de un espacio para tomar fuerzas y un entorno de apoyo. Y suelen necesitarse. Sobre todo para compartir desafíos y proceder a afrontarlos.
El aislamiento comporta asimismo sus sujeciones. La disgregación, la desvertebración, la desarticulación, la desvinculación, aquello que para Hegel constituye la verdadera enfermedad, nos previenen de una consideración de la autonomía personal como la carencia de pertenencia. No se trata de poseer, ni de ser poseído. Ni siquiera lo más decisivo o por ello. Ya Ordine nos avisa de que “poseer la verdad mata la verdad”. Así que puestos a involucrarse, conviene que ninguna institución o agrupación posea miembros. Son espacios de incertidumbre y si se trata de estar anudados conviene no olvidar que, a su juicio, “sin la negación de la verdad absoluta no puede haber espacio para la tolerancia”. Más allá de cualquier lectura fatua, en esta dirección hemos de entender que la caricia en Lévinas recorre, pero a su vez preserva, una distancia. En efecto, no es posesión. Acariciar la verdad no es hacerse con ella.
Sería demasiado decir que es insensato temer vincularnos, pero otro tanto ocurriría si nuestro miedo nos impidiera hacerlo. En definitiva, ni hay manual de instrucciones al respecto ni normas para su circulación. Aprendimos que sin los otros no es posible ser ni uno mismo, ni una misma, aunque también que no deja de haber determinada tendencia a imponerse, a reclamar permanente atención, cuando no docilidad o sumisión. Tal parecería que estos habrían de ser los caminos más o menos explícitos para eludir la soledad. Pronto se comprende que en semejante dirección precisamente se agudiza de forma alarmante e insoportable.
Un vez más, el límite es la libertad, que no consiste en la ausencia de límites, sino que ellos no se impongan arbitrariamente eliminándola. Entre otras razones, porque a la par radica en la capacidad de establecerlos por uno mismo. Impuestos, como autoimpuestos.
Nuestra existencia cotidiana parece envuelta en toda una serie de avatares que van trenzando el tiempo, entregada a las vicisitudes, rendida, atravesada por actividades y peripecias. Ya es difícil hasta encontrarse solo. En cierto modo en eso consiste la desvinculación, en no encontrarse de verdad. Ni con uno mismo, ni con los otros. Y ciertamente, desanudado de sí, el extravío es tal que se pone complicado hasta la fecunda y tantas veces necesaria soledad. Y más, en concreto, su elección.
Podría ser simplemente eso, un extravío. No ya el de una errancia fértil, ni el de una intemperie limpia, de aires respirables, sino simplemente el de una cierta indefensión. Nos buscamos no necesariamente por debilidad, que también, sino por fragilidad, la de la experiencia de una constitutiva necesidad. Y no simplemente para hacer acopio de buenas razones, sino para reconocer una suerte común.
La puesta en cuestión de las diversos modos en que ciertas formas, supuestamente de lo común, enclaustran su misma posibilidad, en una consideración abstracta que es la negación de lo singular, no ha de impedir la constatación de que precisamos articular y organizar las maneras de afrontar y de abordar el actual estado de cosas. Determinado descrédito de articulaciones comunitarias obedece a motivos presentables, pero la absoluta descalificación parece buscar acallar la posibilidad de respuestas articuladas.
No es fácil hablar en plural. No es cuestión de erigirse en propietario de una palabra común, pero hay modos de expresar, de llamar, de requerir, de convocar, que son mucho más que un latido individual. O más exactamente, que no dejan de serlo por mostrar su vinculación con lo que es ya compartido. Nos desenvolvemos en ámbitos en los que nos vemos afectados precisamente por aquello que nos reclama como agentes
No solo nos ocurre lo intolerable, lo inviable, lo insoportable, es que en tantas ocasiones ello nos insta a entrelazarnos constituyendo una fuerza y una legitimidad que no se agota en nuestros intereses. La generosidad no es simplemente la de hacerse cargo de la situación ajena. Puede consistir asimismo en no considerar que es cosa tan única, tan especial, que acaba erigiéndose por apropiación en asunto exclusivo. A veces este entrelazamiento no precisa de una proclamación. Se expresa en una tarea compartida.
(Imágenes: Pinturas de Álvaro Trugeda. Sin título, 2010; Marciano infantil, 2009; Mutación II, 2009; Taiwan 2, 2010)
Hay 13 Comentarios
Buenas noches, lindo!
Publicado por: Paula | 11/03/2014 0:25:59
Buenos días gran familia.
Publicado por: javier ortega | 10/03/2014 10:16:37
Buenos días gran familia
Publicado por: Javier | 10/03/2014 10:14:35
Alberto Durero diseñó, a principios del siglo XVI, seis curiosos grabados que denominó “Sechs Knötten” (seis nudos). Con una persepectiva cenital, las imágenes representan complejas labores de cordel, cuya conformación entraña una formulación matemática y la insinuación bidimensional de una realidad subyacente, cognoscible precisamente por su regularidad. Desde arriba, vemos sólo un plano, una superestructura, pero hay otra oculta bajo los cruces y entrelazamientos; ambas entran en contacto allí donde lo aparente desaparece y lo invisible asoma, un nivel sin apenas espesor, sobre el que es necesario pensar para poder percibir.
http://www.ornamentalprints.eu/de/abb01.html
Ante la apariencia caótica del mundo, Durero busca el camino del orden ideal en la misteriosa constancia de las relaciones numéricas, un ámbito que ofrece tantas evidencias como interrogantes porque acredita una existencia sin corporeidad, tentativa conceptual de perfección frente a la constatable futilidad dispersa del entorno material. Los nudos establecen una clausura pues no hay comienzo ni fin en la complicada trama y así, aunque repitan la intangibilidad de la fórmula en un intrincado dibujo de líneas, ponen de manifiesto que las respuestas a las perplejidades que plantea la existencia no se hallan en la corporeidad y sus avatares sino en la elevación de la mente por encima de los sentidos, los cuales, en definitiva, no están en disposición de ofrecer más que nuevos elementos para una extrañeza siempre presente.
Esos nudos sirve así como metáfora de lo humano: un contínuo de evidencias perceptibles y de ignotos determinantes atávicos que, en la delgada capa de la consciencia, entran en contacto para permitir la constatación de una integridad única, descubrimiento que nos entrega algo parecido a eso que llamamos albedrío. Así como la evolución depara formas nuevas a partir de otras anteriores por un proceso de autoorganización secuencial de lo existente siguiendo un camino de pasos discretos en el tiempo, la existencia humana adquiere complejidad y profundidad mediante ese progresivo anudamiento interno entre materia, circunstancias y relaciones. La mitología clásica daba al curso de la vida huma un carácter lineal de hilos diversos recogidos por Cloto, enhebrados por Lakesis y cortados por Aisa, las tres moiras; sin embargo, hoy otra imagen se presta mejor a la representación de lo humano: la del cordel cerrado que, crece desde sí y va adquiriendo complejidad por la tensión torsora a la que le fuerza el crecimiento, tal que una molécula de DNA cromosómico en duplicación.
http://datateca.unad.edu.co/contenidos/203017/Modulo_EXE/modulo_exe/leccin_19_estructura_y_funcin_del_adn_procariote.html
Cada vez más nudos nos atan a cuanto nos rodea pero esos nudos están fundamentalmente en nosotros. La libertad estriba en conocer su existencia y relajar su tensión cuando el par torsor amenaza con romper la cuerda.
Publicado por: Witness | 09/03/2014 11:58:07
Esta atinada reflexión me ha traído a la memoria el libro EL MIEDO A LA LIBERTAD (ERICH FROMM) y como así ha sido, yo también lo dejo dicho.
Como gusta que le digan, gracias, Prof. Gabilondo.
Publicado por: NENNT MICH ISMAEL | 08/03/2014 20:24:19
Aunque no tenga mucho que ver con lo dicho por usted,
…a veces creyéndonos andar entretejidos quizá sólo estemos hilvanándonos con novedades vanas. O zurcidos a algunas tramas del mundo, a no ser, claro está, que nos hallemos estampados en ellas, cual triste zurraspa. O si no, encerrándonos en la maraña de los cirros de nuestros cerros de Úbeda. O meramente enredados en los arenales de Babia. O, tal vez, ‘entramoyados’ tras un telón y buscando los ‘telos’ latos que salen en la tele, los del aplauso ajeno y en pausa eterna.
Ay, esa inconsciente desazón por la verdad… Incluso la del empirismo científico, tan irrefutable y tan solvente de su objetividad. La de ese saber que no duda en encontrarnos cuales átomos (individuos) en esos campos de fuerza electromagnética en los que aparecemos brillando y atrayendo. Resulta revelador cómo ese hacer empírico, cada vez que “intenta –según expresión de Sánchez Meca– depurar la experiencia hasta dejarla libre de todo rastro de historicidad” (y/o de vivencia) introduce en sus descripciones de lo físico (y de lo biológico) más complejas, y tal vez sin advertirlo, rasgos de esa experiencia gadameriana que arraiga tanto en la vivencia de Dilthey como en el dasein heideggeriano. O al menos así lo parece.
Habría que preguntarse científicamente si la verdad, como distancia que anuda ente y ser, es fuente o sumidero. O si es el punto crítico entre lo oculto y el desocultamiento. O si es la solución a un sistema de dimensión 2 compuesto por lo ocultado y su derivada, el desencubrimiento. O si, más que un equilibrio centrado de autovalor imaginario, o circularidad eterno retornante, acaba siendo un dinamismo, o una inestabilidad, o una tensión entre ese alejamiento existencial que nos condena a una libertad sin límites (o que nos libera de una condena sin horizontes) y el acercamiento cotidiano como límite (u horizonte). Esto es, si la verdad es un desgarrado danzar paradójico y aporético entre un errante atractor repulsivo y un acogedor repulsor atractivo; si, a fin de cuentas, la verdad científica es una vibración; o, incluso, un latido.
Así, por ejemplo, podría decirse que la conceptualización de entrelazamiento cuántico ‒la que seguramente no quiera tener nada que ver con el entrelazamiento humano del que usted habla‒ es, de algún modo más inconsciente y desiderativo que razonable y realista, una especie de conexión inconexa ‒o de fusión escindida en una distancia que separa, o de escisión fundida en una distancia (conjugada de aquélla) que une‒ que, incluso podría ser tratada como abstracción (o residuo) anhelante de aquel mito (griego) del andrógino con el que, entonces se afrontaba lo inextricable del logos (que nos es propio).
Publicado por: Bilardo | 08/03/2014 13:21:20
Recociendo que hoy me cuesta seguir su reflexion profesor ahi va mi comentario. Dice que sin la negacion de la verdad absoluta no puede haber espacio para la tolerancia, me pregunto que sucede si todos aceptan esa verdad absoluta y se adhieren a ella sin que nadie se imponga a nadie, eso crea vinculo . Cuando atamos con lazos o nudos ya sea fisicamente o de cualquier otro modo debemos procurar que no sean tan fuertes pues es muy probable que nos toque a nosotros mismos desatarlos y eso cuesta esfuerzo y en ocasiones causa dolor.
Jose Luis Espargebra Meco desde Buenos Aires
Publicado por: Jose Luis Espargebra Meco | 07/03/2014 21:41:14
Elegir lazos a nudos es saltar al vacío para comprobar que al final no hay caída o no hay final sino un viaje algodonado de soledades fecundas y encuentros mágicos porque se dan desde la libertad y no desde la posesión o el miedo.
Todo está por crearse. Maneras en las que quepan la soledad y el amor cogidos de la mano. La emoción y el sosiego. El deseo y la complicidad...
Cualquier mundo, cualquier relación imaginable es posible si se engendra desde el amor, la gratitud, la compasión, la bondad y la generosidad.
Conscientes del ser en perpetuo desarrollo que somos, así como de nuestra insoportable levedad como del destino insalvable que nos constituye, sólo queda vivir. Atreverse y agradecer.
Publicado por: Tetis | 07/03/2014 19:23:25
Fuerza y legitimidad,qué buen título.Uno está entrelazado lo quiera o no.Lo único es que,como diría Spinoza,los hombres se creen libres...
Publicado por: Rantanplán Malaspina | 07/03/2014 16:13:11
Nos guste o no, somos una minúscula parte de un conjunto en apariencia infinito, entrelazado y singular dentro de la pluralidad. En esas condiciones alternamos comunicación y soledad, con una confusión existencial, que muchas veces nos parece absurda y repetitiva, pudiendo provocar momentos de regocijo, o desesperación, en un tiempo efímero de difícil asimilación.
Publicado por: Nely García | 07/03/2014 9:13:30
Estar dentro de una red o tejer unas relaciones fructífera no dpeende sólo de las buenas intenciones ni de la necesidad de comportarse adecuadamente, sino con el elemento fundamental: la otra persona, los otros integrantes. Nunca se puede llegar a nada sólo con la voluntad d euno mismo.
http://interesproductivo.blogspot.com.es/2014/03/encontrar-una-salida.html
Publicado por: Robertti Gamarra | 07/03/2014 8:37:55
En los programas sobre la naturaleza, hechos desde la idea de informar, sin perseguir ningún objetivo filosófico ni metafísico, se pueden observar respuestas dadas desde la misma esencia de la vida retratada.
Que al fin y al cabo, es la razón de ser de todo el entramado que tenemos formado en nuestro mundo desde la inteligencia, que como un pillo anda buscando siempre sortear la realidad del entorno.
Intentando zancadillear la esencia primera que brota bajo la luz del sol en el planeta.
Solo por estar sembrados en el planeta Tierra somos tal como somos.
Las planta y los animales, de los que formamos parte responden a un factor principal, ejercer como tales mientras puedan, respondiendo a su esencia animal o vegetal. Existiendo.
Y solo con eso cumplen su destino.
Como sujetos.
Las personas por el contrario, desde la inteligencia suelta como un cervatillo, intentamos corretear por el borde del huerto, buscando siempre tres pies al gato.
Mirando para afuera, en lugar de mirar para adentro.
Perdiendo de vista, que al igual que el resto de la creación estamos presos y sujetos, arraigados a la Tierra que nos sujeta y alimenta.
Con vuelos cortos como de mariposas, nos olvidamos de quienes somos y de donde estamos.
Y porque vivimos.
Dotados de cuerpo y mente y de conciencia.
Hasta un cierto límite, y solo hasta un cierto punto de capacidad para volar.
Como los gatos o las perdices, o los rosales, o las aliagas.
O las lechugas.
Las personas somos mejores o peores, solo sin concienciamos del alcance de nuestra naturaleza humana.
Y de nuestros límites como seres humanos, y solo desde la humildad de reconocernos limitados podemos aspirar a dar un paso en la dirección de escalar un peldaño.
De hacernos adultos y luego mayores.
Sabiendo esperar, y con el paso del tiempo ganando madurez contrastada.
Apartando a un lado los trajes de la infancia, de la niñez, de la juventud y de la ignorancia.
Publicado por: Azpilicueta | 07/03/2014 8:31:40
Enlazados van a quedar los personajes del cuento "Esperando a Jack". Son tres minutos.
http://loscuentostontos.blogspot.com.es/2014/03/41-esperando-jack.html#cuento41
Publicado por: Cuentón | 07/03/2014 8:11:54