El salto del ángel

Horas muy cotidianas

Por: | 29 de abril de 2014

Poem2011 grande

Mientras con buenas razones nos proponemos importantes objetivos, y de nuestras palabras parecería desprenderse que estamos permanentemente empeñados en grandes empresas, lo cierto es que, en general, nuestras vidas son lo que podría considerarse muy cotidianas. Lo frecuente es que resulten rutinarias. Podría decirse que tan regulares como ordinarias. Y no necesariamente por su vulgaridad, sino por la insistente persistencia de un tiempo que inexorablemente transcurre sin otros sobresaltos que lo que periódicamente pasa. Pronto nos acostumbramos a que lo insólito nos inquiete y estamos dispuestos a que lo haga, pero a ser posible solo incidentalmente. Nos incomoda lo que podría considerarse una ausencia de acontecimientos, pero no dejamos de encontrar apacible que sea así.

Nos cuesta comprender que tampoco estamos siempre para Los trabajos y los días, con Hesíodo, o para proceder una y otra vez como Sísifo, o para el tejer y destejer de Penélope, salvo que precisamente en ello se debata lo más cotidiano. Minusvalorar tantos momentos llamados corrientes, para estimar que solo lo relevante tiene sentido de vida es ignorar que no pocas veces en lo más habitual, en lo que no tiene especial relato, en lo que si fuera el caso despachamos con un adjetivo, ocurre y no solo transcurre, nuestra existencia.

Tal vez hayamos de presuponer que es un privilegio gozar de esa posibilidad, incluso de saborear la monotonía o la placidez de una vida sin especiales sobresaltos, o de disponer de la posibilidad de disfrutar de la sencillez de poder tomarnos el tiempo para algo no necesariamente impuesto, o de encontrar espacios domésticos o alguna intimidad. Un cierto regusto burgués podría coincidir así con lo más límpido de nuestra elección, la del denominado nuevo estoicismo, el privilegio de una vida apacible y agradable, lo que no ha de ser minusvalorado. Y sería cuestión de no ceder por tanto a los simples atractivos de una comodidad vacía, antes bien, de hacer de ello conciencia de una existencia placentera. Y ocasión de recreación. Considerar que en tanto que habitual o cotidiano carece de interés o ha de ser desestimado reduce nuestra vida a un puñado de peripecias.

  PhilipGeiger_730am, 2007
En gran medida nuestra vida se desarrolla en una suerte de impasse, en espera tal vez de que llegue la hora, el momento, la ocasión, para aquello que realmente merece la pena, y que tantas veces no pasa de ser finalmente sino una simple actividad más o menos interesante. Parecería que esas horas tan cotidianas son mera predisposición, un modo de recobrar fuerzas, un tiempo secundario rendido al servicio de prepararnos. Sin embargo, no se trata de ofrecerlo todo a lo que agosta y seca la posible intensidad de momento, la fuerza de verdad del instante, considerándolos siempre como vicarios de supuestas hazañas y tareas que, en general y como bien sabemos, no suelen ser para tanto.

No es cosa de restar importancia a la imprescindible acción, a la labor entregada y comprometida, al riesgo en el que nos ponemos en cuestión, a la generosidad desinteresada, a los sucesos que condicionan toda la vida, a los emocionantes desafíos, pero tampoco hemos de dejar de apreciar lo que no parece ser objeto de grandes memorias, como si, por tanto, fuera tiempo no vivido. En realidad, es en lo que en gran medida consiste nuestra existencia. Y muchas veces no hay por qué lamentarlo. Al contrario.

Lejos de promover la apatía, habríamos de reconocer lo cotidiano como corazón de un vivir armonioso. Cotidiano no es necesariamente monótono. Aprender a vivirlo no es estimar que es un mero refugio de los avatares permanentes. No es un medio, una vida diferida, un tiempo cegado y apagado. Vivir lo cotidiano no es dejar de vivir, es una forma de hacerlo. Y de esa audacia brota asimismo otro coraje. En ocasiones tan ascético como gratificante, vinculado a condiciones de libertad propia.

 The Traveler 2007

Si se tiene el privilegio de habitar espacios en los que se produce un cierto trastorno del tiempo, un silenciamiento de sus premuras, si se propicia una demora de las premiosas tareas, si se alumbra un ámbito de escucha, de conversación o de silencio, brota otra cotidianidad, no ya la de lo que ocurre a diario, sino la que alumbra una vida de la que, aunque no hay mucho que contar, dice extraordinariamente.

También hay estancias que pueden venir a ser lo más cotidiano, lo que no habla ni deja de hacerlo de lo hospitalarias que resulten. Michel de Certeau muestra en “La invención de lo cotidiano” que hay diversas maneras de observar, de percibir y de contar. Hay toda una serie de protocolos y de ardides para gestionar nuestros momentos ordinarios, para lograr que sean productivos en el sentido de fecundos. Se precisan y se procuran espacios de recreación, de sensibilidad, verdaderas operaciones y artimañas para la memoria y el olvido. Así, el enigma de un cierto aislamiento en lo cotidiano puede resultar extremadamente fructífero. Entre otras razones, para hacer.

De este modo, las llamadas horas muertas cobran la vida que son. Ya no se trata de dejarlas pasar como pérdida de existencia, fascinados por el fulgor de lo que podría parecer más deslumbrante. Esta sería otra forma de dilapidar lo que merece vivirse, reducir lo muy cotidiano a un simple compás de espera de lo que habría de ser digno de consideración. Nada forma parte tanto del vivir como aquello que habitualmente nos ocurre, cuanto nos ocupa sin aspavientos, tantos movimientos y quietudes, que una y otra vez definen todo tempo. Precisamente por ello no han de sustraerse del vivir. Y es cuestión de que resulten en su sencillez intensos y sentidos.

 Philip geiger night grandito
(Imágenes: Pinturas de Philip Geiger. Poem, 2011; Seven Thirty a.m., 2007; The Traveler, 2007; y Nigth, 2007)



Hay 9 Comentarios

Un momento no dura nada, Patxi, querido

¿¡cuánto dura un momento, pues!?

Lo bueno de lo cotidiano es tener la certeza de que, en cualquier momento, puedes dar un golpe de timón y cambiar radicalmente tu vida

Hay muchos días en el que nos pondríamos las manos en la cabeza, un reflejo colorista e energéticoque puede sustentar las adquisiciones de una vida cotidiana.
Valorar días tristes donde el entusiasmo colecciona un desdén infinito de posibilidades donde no las haya es triste, triste pero que muy triste.
En las horas nada se hace y todo se eterniza.

Pues al final su sugerencia ha terminado por derrumbarme el entusiasmo... ¡¡¡Pues no tiene polilla encima el texto de hesíodo!!! Una pena..., pero, en fin, qué le vamos a hacer...

Había por ahí un libro que hablaba sobre las costumbres que se adquieren cuando uno conversa con algún amigo o familiar sobre temas cotidianos a lo largo de los días por teléfono.
Este tipo de conversaciones cotidianas se convertían en una costumbre en la que la persona dejaba manifiesto de sus voluntades personales sin satisfacer.
Dejaban de salir y relacionarse, perdían el ser personas que conversaban con otras. Aparentemente se deja de soñar para alcanzar concretos objetivos comunes a realizar.

Ahora bien he de comentar que las ilustraciones que se exponen en este blogsiñaqui del país son muy ilustrativas. Parecen sacadas de un cisco cinematográfico.. Poemas y NIgth son extraordinarias.

Si no fuera por el precio tan caro que nos cuesta lo cotidiano, nos podríamos refugiar en la teoría y quedarnos tan panchos, y contentos.
Hablando de lo que pudo ser y no fue.
Pero se nos altera el pulso al oír las noticias diarias que insisten en subir los precios, en bajar los salarios y abaratar los despidos de las personas, que son también los hijos y las hijas que tenemos.
Y los nietos y las nietas, y nosotras y nosotros.
Eso es presente.
Con la cartera escuálida, para pagar la dignidad que nos queda como personas, gastando los ahorros.
Habiendo contribuido antes y contribuyendo aun con todos los gastos nacionales, necesarios.
Y los rescates, y las obras enormes, y los peajes, habidos y por haber, pagando sin rechistar.
Y recogiendo estos beneficios.
Trabajar más y cobrar menos, y ser despedidos sin contrapartidas como si fueran las personas trapos o herramientas inútiles que se tiran.
Como ciudadanas y ciudadanos normales y corrientes que piensan en sus hijas y en sus hijos, nos tiemblan los pulsos al querer mantenernos ecuánimes.
Y sensatos.
Para que en el futuro que estamos labrándoles pagando impuestos se les asegure la no permanencia a los hijos como gente de segunda.
Fieles y dignos, para que algunos se lleven las ganancias y sigan aun con la mano extendida.
Pidiendo más dinero para pagar todos los gastos que se generan por el bien y el progreso de sus beneficios.
Y dineros a recaudo en el paraíso financiero.
A la gente ciudadana, se pone la piel de gallina.
Pensando en el presente y en el futuro.

Gracias por la sugerencia, profesor.


Ahorita mismo ando leyendo a Hesíodo. Y, quizá sin querer ocultar el entusiasmo decir que, por ejemplo, cuando dice el poeta:


«Y he aquí que se esparcen innumerables males entre los hombres, y llenan la tierra y cubren el
mar; noche y día abruman las enfermedades a los hombres, trayéndoles en silencio todos los dolores
porque el sabio Zeus les ha negado la voz. Y así es que nadie puede evitar la voluntad de Zeus.»


Me pregunto, por qué son males, a lo peor sólo son incompletitudes, oportunidades, olvidos, … que a “el haragán”, el del arado colgado en la chimenea, le molestan. ¡¡¡Ay, ‒podríamos exclamar imitando a Nietzsche‒ qué alfeñique sin gracia, el que quiere ser dios gracias a una triquiñuela, o dándole al botón..., pero qué tontorrillón.


O cuando dice:


«Oh Perses!; retén esto en tu espíritu: acoge el espíritu de justicia y rechaza la violencia, pues el Cronión ha impuesto esta ley a los hombres. Ha permitido a los peces, a los animales feroces y a las aves de rapiña devorarse entre sí, porque carecen de justicia; pero ha dado a los hombres la justicia, que es la mejor de las cosas.»


Tal vez, el cronión sólo intenta ‒el pobre…, que bastante tiene…, porque tendríamos que compadecernos de su tarea, …que por nadie pase‒, sacar al haragán del rincón de su hogar donde siempre anda triquiliñuendo simplemente para colgar los pocos aperos que dispone para crear. O quizá porque se empeña en envanecerse, en adorar e idolatrar y atesorar usureramente esa instrumentación divina que robó (o que cree que, astutamente, robó) o que le fue otorgada (o…) y con la que tristemente, cual ñoño fetichista, se empeña en endiosarse. Qué memo. Y qué nihilismo más raquítico el suyo, ¿¡no le parece, profesor!? ¡Ay qué jugar menos las cartas, y envidar más!


Saludos y buen día.

Las cosas sencillas de la vida son "la vida misma", así lo reflejan las pinturas mostradas.
Lo que sorprende es, que no apreciamos esos momentos cotidianos, por estar pendientes de acontecimientos creados y anhelados, por nuestra mente: mientras el tiempo transcurre inexorable y "quizás, seamos el reflejo de Sísifo en el eterno comienzo de la existencia.

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Sobre el blog

El salto del ángel es un espacio de reflexión, de pensamiento sobre la dimensión social y política de los asuntos públicos, sobre la educación, la Universidad, la formación y la empleabilidad. Busca analizar los procesos de democratización, de internacionalización y de modernización como tarea permanente, con una actitud de convicción y de compromiso.

Sobre el autor

Angel Gabilondo

Ángel Gabilondo Pujol es Catedrático de Metafísica de la Universidad Autónoma de Madrid, de la que fue Rector. Tras ser Presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas, ha sido Ministro de Educación.

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