El salto del ángel

Lugares de referencia

Por: | 20 de mayo de 2014

GHLover Landing (detalle)

No son indiferentes. Basta experimentarlos. Pero eso no es tan sencillo. Los lugares que elegimos o nos encontramos dicen ya a su modo, sin limitarse a lo que suceda o haya sucedido en ellos. Sin embargo, de modo bien inquietante están penetrados por lo que también con ellos ha pasado y no cesa de pasar. Es difícil sustraerse a la impresión que nos producen. Antes de todo conocer ya nos ofrecen una forma de saber. Los sentimos como seres vivos, notamos su pálpito, su aliento, su aroma. A su manera siempre son un trato con la luz. Y nunca se presentan al margen de los sonidos. Cada cual ofrece su propio y peculiar silencio.

Los lugares propician que a su vez algo comparezca y se ofrezca. No se nos aparecen simplemente como un depósito previo. Auguran una cercanía. El Heidegger de Serenidad, nos indica que “para el niño que hay en el hombre, la noche sigue siendo la costurera de las estrellas, al aproximarlas unas a otras.". La noche es su lugar porque es a la par su espacio y su tiempo. No simplemente su depósito. Y este es otro tipo de lugar. Ni siquiera solo el de los cielos. Conforma lo que sucede. Y no como un ingrediente sino en tanto que propicia esa cercanía.

El lugar no es solo un sitio, sino que es una reunión que procura toda una configuración, prácticamente una composición, una suerte de escena por venir. Ahora bien, aproximar no es simplemente juntar, es favorecer una cercanía. Es casi un ir con ello. Por eso, los lugares nos acercan a lo que quizá ocurrió, ocurrirá, pudo haber ocurrido. Son memoria, y no solo de lo ya sucedido. Son enigmáticos hasta en su inocencia, en su pureza, son presagio incluso de lo que nunca pasará.

Por eso, no nos hablan solo de ellos. Dicen de nosotros. Y no poco, también, de lo no vivido. Pueden ser tan atractivos como inquietantes y peligrosos. Y presentarnos asimismo lo que callan. Aquí, una vez más, como Foucault señala, “el secreto es absolutamente superficial.” Está tan cerca que no siempre puede vislumbrarse. No resulta cómodo ni viable deshacerse del lugar. Pronto nos vemos en él. Nos atrapa. Formamos parte, a la par, del mismo. Y somos entonces devorados por su contundencia, para no reducirnos a ser simplemente un punto de vista, o un mirar. Nos hacen encontrarnos en un espacio que nunca es solo propio.

Upper Stairs 2012 óleo sobrecartón

Los lugares que nos limitamos a visitar no se reducen a dejarse ver. Se trata de vivirlos, y de revivirlos Pero visitar es más que avistar, es deambular, demorarse, dar vueltas hasta que algo nos diga, y hable de nuevo. A veces, en todo caso, volvemos. Y no tanto a lugares ya conocidos, sino a aquellos que nos remiten a lo que de algún modo hemos vivido. No se limitan a retrotraernos, nos procuran sentir quizá de nuevo algo que sin embargo es diferente. Ahora bien, para llegar a serlo han de aludirnos a lo en cierto modo experimentado. Nos resuenan, como si volviéramos a recorrer ciertas estancias, a escuchar aquellas palabras, a reencontrarnos con quienes los habitaron.

En tal caso, no serán, sin más, los lugares, por ejemplo, de nuestra infancia o adolescencia. Estas mismas se muestran como espacios en lo que tales lugares se abren configurando todo un tiempo, mucho más que una sucesión de momentos. Tanto que la rememoración los hace habitables, y cabe, otra vez, sentirlos y saberlos y saborearlos de nuevo. Y crecer. O experimentar similares desconciertos, inseguridades o temores. No son mero tránsito y anonimato, como los no-lugares de Marc Augé. Son propicios para constituirnos y reconstituirnos.

Prácticamente no necesitamos ni siquiera recordarlos. Forman tanto parte de nosotros mismos, que son memoria viva de cuanto somos. La casa y la escuela definen para siempre nuestros lugares. Ya todos lo serán por referencia a ellos. Los primeros sentimientos, los primeros afectos, las primeras palabras, las primeras dificultades, los primeros logros, las primeras relaciones, acaban componiendo lugares del aprender y no solo de conocer, lugares del hacer y del padecer. Y siempre los ámbitos más complejos y difusos nos envían a lo que ya no son meras añoranzas sino efectivas vivencias.

Single File 2012

En todo caso, también los silencios de los lugares están poblados incluso de lo que queda por decir, de lo que tal vez permanezca así una y otra vez, de lo que ni siquiera llegará ni llegó a ser palabra y sin embargo no deja de ser elocuente. Pero ello no nos impide hablar. Más aún, de esos lugares se nutre cuanto sentimos y decimos, cuanto quizá ni siquiera sabemos de nosotros mismos.

No siempre tan explícitamente, ni tan lúcidamente, el propio lenguaje viene a ser el lugar de todos esos lugares sin lugar, o como Foucault ha relatado al citar a Borges, el no lugar en el que tiene lugar conjuntamente lo que es inclasificable, lo que no se deja reducir a un listado coherente de hechos y de acontecimientos. La casa y la escuela son el ámbito en el que tratar tanto de desprendernos como de festejar el lugar previo, materno, matriz, aquel que preludia y procura todo alumbramiento.

Tal vez nuestra acción y nuestro lenguaje buscan recrear y transformar esos lugares de referencia, y no solo en los ámbitos más privados o personales. Y por eso hablamos, incluso para preservar la fecundidad de ese silencio feraz que los habita y que tanto nos da que decir. En Textos para nada, Samuel Beckett sabe enfrentarnos al desafío: “Sólo las palabras rompen el silencio, el resto ha callado. Si me callase ya no oiría nada más. Pero si me callase, los demás ruidos volverían a empezar, aquellos a los que las palabras me han vuelto sordo, o que realmente han cesado. Pero me callo, esto ocurre, no, nunca, ni un segundo. También lloro sin cesar. Es un chorro ininterrumpido, de palabras y de lágrimas."

Basins-II

(Imágenes: Pinturas al óleo sobre tabla de Gina Heyer.  School. Lover Landing, 2011-2012; Upper Stairs, 2011-2012; Single File, 2011-2012; y Basins II, 2011-2012)

Hay 10 Comentarios

Visitamos lugares y algunos de ellos los habitamos y ellos nos habitan, son los que quedan como referencias en nuestra vida por mucho tiempo que pase sin visitarlos. Dice el profesor, la casa o mejor el hogar, la escuela y otros donde ha acontecido nuestra vida no solo donde ha pasado. Pasar pasamos por muchos lugares habitar solo algunos
Jose Luis Espargebra Meco desde Buenos Aires

Lugares , espacios que pudieron ser solo sitios, habitables pero deshabitados hasta el momento de ser colonizados, experimentados por cada uno, convertidos entonces en conscientes propietarios e inquilinos simultáneos de ellos mismos.
Señas de identidad los lugares de un espacio anónimo, desposeído hasta el instante mismo de ser vividos, engarzados en el tiempo de nuestro diario ir y venir, engastados como piedras preciosas en la experiencia vital, joya singular e irrepetiblemente disfrutada, diseñada e interpretada, sobre un común escenario compartido donde todos nos interpretamos con más o menos éxito a nosotros mismos.
Olores, tactos, visiones, sonidos, sabores percibidos, mezclados, adornados o desaliñados según circunstancias por cada uno, lugareños de nuestra experiencia, de nuestro ser y estar, y que conforman el lenguaje emocional malvivido a veces como rutinario pero siempre irrepetible de nuestro vivir y que salvados del olvido, “da lugar” y “hace lugar” a esos espacios y tiempos recordados como sublimes…distintos.
Conforman “nuestros lugares” unos espacios que balizan entornos vividos como mito, rehabitados, revisitados, rehabilitados, salvados por el recuerdo a pesar de su desuso de la desmemoria y del desahucio por una fecha de caducidad arrancada del calendario y que los convierte en perennes, en definitivos.
Al fin y al cabo vivir humanamente consiste en buscar jugando con nuestras circunstancias, en el espacio tiempo que nos ha tocado en suerte vivir nuestro “mejor”- entendido como más humano- lugar en el mundo.
A medida que voy envejeciendo como humano y en la medida en que me alejo más de ella, vuelvo a vagar una y otra vez por las orillas -mágicas y enternecedoramente humanas ante un mar infinito por descubrir pero aún no navegado- de la playa de mi infancia y como decía Rilke, como hombres… nuestra verdadera patria

(Mientras oigo a ColdPlay Magic)

Lugares se prefieren,pero no pocos,donde hemos impartido parte de nuestros momentos son para recordarlos o añorar con algo de masoca melancolía.Piénsese en una fabrica(podría ser una escuela,por qué no),una cárcel o esas calles donde nunca a asomado un rayico de sol.A veces una casa, un bar o cualquier sitio donde nos de "malaspina" el "estar".El del dentista,por último,como ejemplo de que uno siempre puede salir con algo menos...

Gracias por su artículo. Me ha hecho reflexionar sobre las sensaciones que me han transmitido determinados lugares.
Con las imágenes nos trae un instituto o un colegio, quizá una universidad... efectivamente el lugar recrea formas de vida, estilos de existencia y hasta de finitud.
Mi experiencia más dramática la he tenido en una visita a un campo de concentración. No se me olvidará nunca.
Gracias, Profesor

…Y mas que “La rebelión de los objetos ogt”, propongamos “La aceleración de los cuerpos másico inerciales”, profesor AG!: Decíamos ayer, mientras nos decías que, como #ta|ant|to|ons#, no me fiase un pelo de ti, pero en fin, todo sea por causa casual sui y de más jaramagos...


Entre Aristçteles y su metafísica, Dante y su comediar, Poincare y sus campos matemáticos nishidianos y la jawcosidad de Hawking podríamos establecer una cientificidad hipotética un hipotetizar epistemológico con en el replantear husserliananmente, a saber:


«El hecho de la regularidad (hos epi to poly [¡eso licis, ¿no?!]) de los procesos naturales…, patatín-patatán…, a fin de preservar el finalismo.» Texto sacado de laversión de Física de Aristóteles.


¿Es la realidad democritiana, y los átomos son elementos estrictamente democritianos?


¿Es tal apunte una propuesta para describir el Logos a partir del maquinismo deleuziano? ¿Hemos dejado atrás a ddescartes con tal maquínica o está integrada?


Por otro lado Poincaré cuestiona el principio de inercia aplicando una combinación de conceptos como [experimentare] [cuerpos (sustraídos)] [acción] [fuerza]. Es como si aquella descripción heideggeriana de la autenticidad del ser-humano, y los dasmanismos traspoyantes de los hombres a la piedra o de los hombres petrificados anhelando la animalidad que les permita adquirir conciencia hegeliana de configurador del mundo, es como si tales intrigas, digo, estuviese intuida en el pensamiento del matemático topólogo y minero francés. El cuento sacabao;sólo se hayan por este lugar-aquí estanqueizado remanires lagar-tiznados.


Como decía acción y fuerza parecen ser comprenaprehendidas como exterioridad a integrar por un individuo inconsciente de sí. Plantear variados “[(dia-, tria-, cuaternia…)]logos” nos permitiría autoanalizar la episteme en la que nos recreamos.


La dualidad interioridad-exterioridad (como cosm{os-haeccetitas-}icidad grecolatina, tal vez) apunta al dialogar Parmenideo ñ Heracliteano. (Donde ñ sería, a saber, legein socrático, o pitagórico, o…)


Saludos cordiales.

Grandioso artículo para reflexionar acerca de la clase personalizada, las aulas experimentales y las jaulas del conocimiento.

Grandioso artículo para reflexionar acerca de la clase personalizada, las aulas experimentales y las jaulas del conocimiento. Enhorabuena.

El viaje que nos lleva a las personas como exploradores por el mundo, nos hace ver como nuestro lo que antes fue de otras personas, su casa y su lugar.
Su escuela, sus vivencias, o sus campos de batalla.
Y notamos en el aire el aroma y los sentires de otras criaturas que antes que nosotros ya existieron, y tuvieron su presente.
Que como el nuestro, si miramos para atrás vislumbramos a lo lejos como el paisaje que vemos desde la ventanilla del tren, o del avión.
Que sigue estando allí lejos, aunque ya no lo veamos.
Las personas, los presentes, los anhelos, las batallas personales, los logros.
Y las derrotas.
Siguen estando ancladas en los sitios, aunque ya no las veamos disueltas por el paso de los años.
Pero como el paisaje, permanecen indelebles, por eso cuando visitamos algunos sitios olemos aquellos presentes que fueron vidas de otros u de otras.
Sintiéndonos continuidad, sintiéndonos camino que formamos parte de un mundo que va más allá de nuestro presente, de nuestro pasado o de nuestro posible futuro escrito en los lugares.
Donde discurre nuestra vida.
Siendo el sitio o el lugar siempre presente.
Siendo nosotros los viajeros, quienes mirando para atrás nos perdemos en la lejanía.
Aprendiendo.
Y transformándonos como hace todo el cosmos, las simientes, o los animales.
En nuevas promesas de futuro, renovándonos por dentro captando con nuestra experiencia el contenido de la lección de la vida.
A poco que escuchemos o veamos alrededor.
O mirando solo los sitios o los lugares en los que estamos.


Los lugares que elegimos son cómplices de nuestro sentir; los que escogemos para encontrarnos, es algo compartido y superficial. En los primeros podemos disfrutar del silencio mental, en aras de escuchar los sonidos propios de la naturaleza, e integrarnos en ella. En los segundos experimentamos la compañía más, o menos agradable y a veces molesta.
Los recuerdos acumulados, u olvidados, son los escultores de nuestro ser racional y volver a ellos, es como sentir el camino recorrido desde los primeros momentos, y los diferentes puntos de referencias, como casas, escuelas, o para algunos ningún sitio determinado, sino una sucesión de lugares.

[La] Carreira heideggeriano-wittgensteiniana de Deleuze Lozano y los d a su mano.


Son los seres anclados a aontecimientos que compartieron eternidades sin ternura.


Espacio-Tiempo-Memoria: paradigma del campanario cartujo. ¡Qué hartuzgo de [e-difícilos (vacílicos)]. Ohj!


Foucault y el experimento lecorbisieriano-niano-naiano-ná. Análogía al utópico memorizar del agua de las cumbres mulhacen-kilimanjaro-fujukijiajiajianas.


Dice Usted, profesor, que dice Beckett (tal vez From Hell {Alain Moore&EddiCambell}): Sólo |ionice| las palabras (las que-quienizadas -y/o- las quien-queizadas {gadamerianamenteprigmo nino] rompen el silencio |y visello rotring mayer|, el resto |Traylo se echa las manos a la cabeza descorazonado, nosos da lástima que su versículo mathesys haya quedado reducido a ser un nudo gordiano circuncidado| ha callado. Si me |del io!?, del ionos!? …o hacia el cuorum-io-nos| callase ya no oiría nada |nishidiana, qué delicia {cómo será la sufí, o la sumeria, o la grecolatina, ay, cuántocualica nolstalgia melancólica sin terapia ni pastilla!| más. Pero si me callase, los demás (demos?) ruidos (que anhelan oirse cantarse para desperezarse) volverían a empezar (porrompómpóm, ya estamos), aquellos a los que las palabras me han vuelto sordo, o que realmente han cesado. Pero me callo, […esto ocurre, no(n), ¿¡n/u//n//c/a!?, ni un segundo| o un punto conciente de sí (Hegel) que es consciente de ser zarandeado en un espacio cúbico que anhela cubicarse sí mismo como acontecimiento heidegerianoórteguianoórtizosés(ionado) en el espacio ||||||de las profundidades chopperianas|||||. También lloro sin cesar. Y yo. Es un chorro deleuziano ininterrumpido, de palabras y de lágrimas desviviendose en su fastasmegoreidad por encarnarse.


....Y Buenos Días a todos los soles qaigan...

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Sobre el blog

El salto del ángel es un espacio de reflexión, de pensamiento sobre la dimensión social y política de los asuntos públicos, sobre la educación, la Universidad, la formación y la empleabilidad. Busca analizar los procesos de democratización, de internacionalización y de modernización como tarea permanente, con una actitud de convicción y de compromiso.

Sobre el autor

Angel Gabilondo

Ángel Gabilondo Pujol es Catedrático de Metafísica de la Universidad Autónoma de Madrid, de la que fue Rector. Tras ser Presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas, ha sido Ministro de Educación.

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