El salto del ángel

Pasos intransferibles

Por: | 10 de octubre de 2014

COX CINCO

Hay algo que esperamos que los demás hagan por nosotros. Tal vez mucho, incluso a veces demasiado. Podría ocurrir también que nos costara reconocer lo que hacen o hicieron, pero en todo caso, enredados en invocar lo que a ellos les corresponde, quizás olvidemos los pasos que nadie da en nuestro lugar. Y no es cuestión de que lo hagan. Asumir lo que nos atañe, saber que nadie, por muy próximo o entregado que sea, vivirá nuestra vida es comprender la intemperie a la que estamos convocados. De lo contrario, todo acabaría adoptando formas más o menos sofisticadas, más o menos justificadas, de excusa

Nuestra autonomía, nuestra hegemonía, más aún, nuestra libertad, comportan un trato con nosotros mismos que, con mayor o menor experiencia de nuestra constitutiva soledad, nos convoca a vernos en un desafío. Y no cabe entonces dejación alguna. Comprenderlo nos libera de toda una retahíla de infecundas evasivas para afrontar nuestra suerte. En ocasiones, las dificultades son extremas, las situaciones límite, las necesidades hasta cierto punto irreductibles. No se trata de enjuiciar las respuestas que en tales coyunturas cabe dar por quienes buscan abrirse paso. Ahora bien, como tantos muestran, también hay distintos modos de reacción y de réplica. Muchas veces, quienes se encuentran en peor situación lo hacen con más entereza e integridad que aquellos que simplemente se ven en algunos trances o bretes.

Se requiere simplemente pararnos a reflexionar, que paradójicamente es un modo bien singular de caminar. Cabría decir, a considerar, a analizar, a meditar, en definitiva, a pensar, al menos en formas supuestamente sencillas. Tal vez bastaría señalar que sería suficiente con acallar tantos ruidos que pueblan con sus estrépitos el espacio en el que poder emprender, siquiera mínimamente, otra travesía.

Habríamos de procurarnos alguna modalidad de silencio, de distancia respecto de ocupaciones y actividades con las que vamos pasando nuestros días. Y así, esa supuesta inmovilidad vendría a ser un pasaje. De lo contrario, cegados por nuestras tareas, que no por ello dejan de ser necesarias, ya no quedaría mucho que poder ver, dada la proliferación de actividades que nublan cualquier perspectiva o confín. Y entonces, a tientas, tambaleantes, no constituiríamos una comunidad errante, sino un ejército de despistados. Y los pasos se limitarían a ser pisadas. Y las huellas solo surcos sin rastro.

COX UNO

Enseñar a andar es procurar alguna forma de nuevo horizonte. Es asimismo propiciar la capacidad de irse, de alejarse. Y, en su caso, de venir, y de volver. En esa enseñanza encontramos un gesto de desprendimiento, que puede ser tanto de generosidad como de necesidad. Acompañar a alguien en sus primeros pasos es reconocer que son suyos, sus propios pasos, sus pasos propios. Nadie los dará por él, por ella. Y aprender a darlos es tarea de toda una vida. En cierto modo, reconocerlo es despojarse de cualquier afán de dominar la existencia de los otros que, aun siendo próxima, no por eso deja de ser ajena. Tales pasos podrían ser el preludio de alguna suerte de despedida. Pero a la par son la evidencia de que los que han de transitarse son los caminos de la libertad. Y eso solo es cosa nuestra en la medida en que es radicalmente cosa suya.

Tal vez paralizados, quizás inermes, parecemos capaces únicamente de ver en una dirección, desde un lugar. Podemos tener un punto de vista, fijarnos insistentemente, hasta la obsesión. Cuando algo ocurre a nuestro lado, o pasa siquiera vertiginosamente, quizá sorprendidos, atisbamos, incluso deseamos. Mostramos disposición, cierta voluntad, aunque el traslado no pocas veces tiende a dejarnos en el mismo lugar. En ocasiones, creemos que sencillamente lo que precisamos es otro sitio. Ahora bien, el sitio, nuestro sitio, tiende a ser aposento, a ser sitial. Incluso al cambiar de ubicación. Y, sin embargo, la cuestión podría ser diferente. Quizá necesitaríamos desplazarnos. Más exactamente, hacer el movimiento. Ello incumbe no solo al territorio, puesto o plaza que ocupamos. Ha de afectar a cuanto somos, a quienes somos. Y supone ir de nosotros hacia nosotros mismos como otro, o hacia los otros radicalmente otros. Eso sí significaría dar un buen paso.

Incitados, seducidos, persuadidos, convencidos, podemos caminar juntos, pero no es cosa de hurtar un paso ajeno. Aunque el suyo nos afectara radicalmente, eso no sustituiría ni su paso ni el que nos corresponde a cada cual. Las explicaciones, incluso las razones, acompañarían la acción, lo que no evita que esta, con todos los amparos o desamparos, corra su propia suerte. En cualquier caso, cada momento es de alguna forma nuestra hora para algo que reclama determinación. Y exige dar el paso.

Cox NUEVE

Los tiempos complejos son singularmente exigentes al respecto. Y no faltan expertos en paralizar, hasta en aconsejar la máxima quietud. Se dice que en espera de tiempos mejores, si bien estos tienden a no llegar por sí solos. De ahí que no convenga dejar en otras manos nuestros singulares pasos. Menos aún en las de quienes solo convocan a corretear, a un trajinar constante e infecundo, a un recorrido sin propiamente ir.

No es cosa de confundir la prudencia con la apatía o la indiferencia, con lo que simplemente vendría a ser una modalidad de temor, la del miedo a equivocarse, a deslizarse, a resbalar, a precipitarse. El cuidado no supone la inacción ni la reclusión. Y singularmente de nuestros sueños y deseos, de nuestras necesidades. Buscar es ya un modo de encaminarse y ello comporta alguna suerte de peligro, el que toda experiencia supone.

La ausencia de pasos, obedezca a la comodidad, a la apatía, o a una concreta dificultad, es sin embargo una forma de dejarse caer, de ahondar, de horadar hasta tal punto la fijación que implica un verdadero desfondamiento. Y en esas profundidades no siempre habitan las maravillas. A veces, y Nietzsche nos lo recuerda, simplemente todo resulta más embarrado.

A su decir, los pasos, incluso los más orientados, o los dados en la mayor de las penurias, han de ser de vuelo o de baile, lo que propicia que la eficacia no se reduzca a la movilidad. Achacar a los otros los pasos que no damos supone ignorar que es irreversible el proceso en el que vivir consiste en encaminarse. 

Cox 10

(Imágenes: Pinturas de Nigel Cox. The Blue Cuff; The North Face; Dante’s  Disciple; y A Rolling Stone)

 

Hay 7 Comentarios

Una muestra de que el proceso soberanista catalán no es un delirio del president Mas, sino una propuesta "de supervivencia" individual y colectiva, que abarca tanto las élites catalanas como la clase media.

El original es en inglés, subtitulado en catalán.
Lástima para todos los españolistas ciudadanos-del-mundo monolingües.


https://www.youtube.com/watch?v=JJQkmRnLjeE

Profesor, gracias esta vez por sugerirnos la exigencia (de atrevernos) a transitar los caminos de la libertad trazados por Sartre y Russell...

Sr. Gabilondo, estoy bastante de acuerdo con usted.
De vez en cuando es cómodo pensar que "la sociedad" se hará cargo de mis problemas, y dejarse llevar. El ayuntamiento, el hospital, la policía, los otros padres, los profesores.
Y tiene que ser así en una comunidad cohesionada.
Pero de vez en cuando, hay que levantarse del sofá, salir a la calle, dar un paso, y preguntar. En qué puedo ayudar?
Y colaborar en la medida de las propias posibilidades.

En clave política catalana, yo creo que las movilizaciones, las votaciones populares, la Gigaenquesta, los debades sobre "El País que volem" (El país que queremos), los relatores de las conferencias, etcètera, creo yo que son un ejemplo de sociedad que trabaja , transversalmente, para una comunidad mejor, más cohesionada.

No quiero despedirme sin exponer una notícia que he leído sobre unas declaraciones de Fernando Savater, filósofo.
Está en catalán, pero creo que se entiende muy bien.
No voy a hacer ningún comentario, que cada cual haga su reflexión.


El filòsof i escriptor Fernando Savater carrega avui en una entrevista al diari ‘ABC’ contra el nacionalisme català i el procés sobiranista. Preguntat per què opina sobre els qui diuen que la democràcia està per sobre de la llei, respon amb contundència: “Són imbècils, és gent que no sap què és la democràcia ni què és la llei. Dir això és com si jo digués que el funcionament del fetge està per sobre de la salut. Doncs mira, no. Com pot haver-hi una democràcia per sobre de la llei si la democràcia és l'establiment d'una llei per a tots? La democràcia és la llei”.

El filósofo Savater carga contra el proceso soberanista. Dice que és de imbéciles creer que la democracia está por encima de la ley.

(pensemos muy bien las consecuencias de esta declaración)

Alguien ha dicho se vive y se muere en al soledad aunque caminamos junto a otros a la hora de la vedad de dar los pasos que solo yo puedo dar y que nadie puede ni dara por mi estamos solos.Cada uno hace su camino y encuentra huellas que seguira o no pero las suyas solo él las puede hacer. En este mundo lleno de voces y luces no resulta facil seguir el propio camino reclamados por voces que nos llaman y luces que nos nos deslumbran, solo los solitarios de lo externo y de si mismos pueden hacer su propio camino
Jose Luis Espargebra Meco desde Buenos Aires

Después de pasos y pasos, de filosofías, marxismos y psicoanálisis, después de caminar en la confianza en el progreso y el porvenir, Robert Callois se detuvo y escribió -"con un ardor inhabitual en él"-un breviario de mineralogía, un poema sobre las piedras acostadas a raso, las que dormían en la noche de las vetas, las de larga quietud y estructura de estallido de astro, de centellas inciertas y eternas serenidades que nada esperan, ni siquiera la muerte. Quizá sintiese la atracción por el silencio y la quietud que anuncia la piedra, porque, como hemos oído a Vitiello, el Todo tiene el silencio de la piedra.
Qué descanso a veces el dejar de dar pasos. Y callar. Aunque solo se llegue, dice Cioran, al "orgullo del desasosiego y la aventura de lo gris".
Estar quieto es un buen paso.
Buen fin de semana.

Nadie está mejor servido que por sí mismo, "señala un refrán popular". Somos seres únicos dentro de la pluralidad, y el saber movernos en soledad en medio de la multitud es un logro.
Pienso que pararse a reflexionar es más bien, integrarse en el aislamiento del vacío, dejando que la mente se relaje y salga reforzada con percepciones diferentes.

Nuestra historia ha sido siempre un reagrupamiento social para poder defendernos mejor del medio hostil que nos rodea y nos agrede a las personas individuales.
Hombres, mujeres y niños.
Agrupados en la familia, y luego en las poblaciones o comarcas, en las naciones o estados.
Seguimos siendo presas de fieras de todo tipo, y para poder defendernos con más garantías de éxito, nos unimos en grupo, así podemos prosperar un poco la especie humana.
Fieras grandes, medianas o pequeñas que tienen en su natural ser el de ejercer como reguladores, depredando dentro de nuestro entorno.
Eliminando a quien no puede seguir el ritmo, los débiles, o los indefensos, eliminando la incapacidad, donde solo el grupo protege.
Luchamos desde la infancia por mantenernos a flote en un ejercicio permanente de aprendizaje y especialización.
Y como en todas las especies, siempre hay quien va delante liderando la manada, y quienes ocupan los puestos secundarios, en una jerarquía selectiva.
Por eso aun estamos vivos sobre la faz de la tierra y hemos avanzado en cultura y tecnología.
Aunque aun estamos andando por la senda y avanzado bastante, seguimos como siempre expuestos al zarpazo terrible que nos arranca de la vida, como si no hubiera pasado nada.
Siguiendo el mundo girando, igual que viene haciendo desde millones de años, como un inmenso campo abierto a quienes se atreven a caminar por él.
Siendo solo conscientes del juego de la vida.

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Sobre el blog

El salto del ángel es un espacio de reflexión, de pensamiento sobre la dimensión social y política de los asuntos públicos, sobre la educación, la Universidad, la formación y la empleabilidad. Busca analizar los procesos de democratización, de internacionalización y de modernización como tarea permanente, con una actitud de convicción y de compromiso.

Sobre el autor

Angel Gabilondo

Ángel Gabilondo Pujol es Catedrático de Metafísica de la Universidad Autónoma de Madrid, de la que fue Rector. Tras ser Presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas, ha sido Ministro de Educación.

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