El salto del ángel

No le vemos relación

Por: | 03 de febrero de 2015

 Crossing the champs 2015 GRANDE

Lo que se dice con ostentación que no ha de hacerse es lo que con frecuencia se realiza. Precisamente por quienes lo pregonan. Y no deja de ser curioso que no le vean relación. Y no siempre es a los otros a quienes les ocurre. Quizá, a los propios ojos, no la tenga directamente, pero es llamativo hasta qué punto, habiéndola, nos cuesta encontrarla. Que haya quienes necesiten bien poco para establecerla no significa que a veces sorprenda oír hablar, oírnos hablar, de asuntos que nos desconciertan y alarman, y que bastaría con que nos fijáramos mínimamente para hallarlos en nuestro propio proceder.

Mientras continúa la minuciosa consideración y la precisa descripción de lo que no parece adecuado, son los demás quienes advierten que se diría que hablamos de nosotros mismos. Es frecuente verse en la tesitura y quizás un destello nos otorgue el incómodo don de reconocernos en lo que rechazamos. Pero podría ocurrir que, sin que semejante lucidez llegara, el discurso prosiguiera ante el estupor de quienes no tardarían en suponer que cuanto decimos parecería ser autobiográfico. O que, en todo caso, lo es de quien más énfasis pone en encontrarlo improcedente.

Tamaña presuposición convoca a la necesidad de la siempre imprescindible conveniencia de ser cautos, si es que ser sencillos o un tanto razonables resulta demasiado. El ardor que mantenemos podría ser indicio de lo que nos resulta insoportable, pero cabe la posibilidad de que en cierta medida también contribuya a ello el que hay en nosotros mismos, siquiera vestigios, que nos inducirían a pensar que, en ciertas circunstancias, y con los debidos atenuantes razonados, estaríamos a la altura de lo que tanto nos incomoda.

Se dice, con razón, que pensar es relacionar. No solo, por supuesto, pero hay que reconocer que la relación es un accidente de lo más sustancial. Hablamos de conectar, de vincular, de enlazar, de reunir, como acciones determinantes del quehacer del lógos. No ser capaces de ello nos desarticula, nos desmiembra, nos aísla, y tal sería para Hegel la verdadera enfermedad. Sin embargo, es frecuente que aquello que desaprobamos tienda a no parecernos tener relación ni con nosotros, ni con cuanto somos, hacemos o decimos. Como si al proclamarlo nos liberáramos de sus efectos. Entre la autojustificación y la reprobación nos mantendríamos a buen recaudo. En cierta medida, a los demás eso les produciría alguna ternura, pero asimismo evidenciaría por parte del hablante cierta inconsistencia y no poca debilidad argumentativa. Tal vez hasta incoherencia. Uno mismo no le vería la relación. Los otros, quizá, sí.

Fruit & honey 2 GRANDE

Ciertamente, es improbable no convivir con incongruencias y contradicciones, algunas bien propias. Ni siquiera hay nostalgia de una existencia sin ninguna. Llama, sin embargo, la atención que encontremos tantas dificultades en reconocerlas. El asunto llega a ser literalmente más espectacular cuando, sin hacer ostentación de ellas, antes bien, aflorando las ajenas, buscamos más ocultar que disipar las nuestras.

Hay, por otra parte, coherencias impresentables que se muestran con bastante naturalidad. Y que resultan inquietantes y hasta peligrosas. Pero lo que es significativo es que los discursos, plegados sobre sí mismos, se suceden tratando de no tener continuidad alguna. Es como si empezar cada vez garantizara liberarlos de confrontarlos con lo que se viene diciendo. Y no ya solo porque cada ocasión requiere, según qué circunstancias, tal o cual tono, es que puede suceder que no seamos consecuentes. Y con frecuencia es lo que ocurre, lo que nos ocurre. Y ello afecta a la credibilidad.

Bien señala Aristóteles la importancia del tipo de auditorio para la elocución, la composición del discurso y los argumentos que han de emplearse. De eso no se deduce que todo sea pura conveniencia o coyuntura, o que el oyente no sea alguien a su vez agente, capaz de considerar y de reunir lo disperso. Y de contrastar y de pensar. Que no le veamos relación supone no solo dejar de establecer el alcance discursivo de lo que pensamos y decimos, implica la desarticulación y descomposición respecto de aquellos a quienes nos dirigimos.

Se estima que todo ha de ser breve, ligero, rápido, intuitivo. No sería este el problema si se sustentara en la coordinada matriz de una necesaria consistencia, la que tal vez solo la convicción por la palabra ajustada puede procurarnos. La cuestión es que ya parece darnos igual. La falta de implicación nos permite anunciar lo que corresponda como pregoneros de lo que toque decir.

Oconnor GRANDE

Cabe pronunciarse de tal modo que aquello que nos resulta decisivo sea interesante, atractivo, incisivo, divertido y atinado. No es lo frecuente, pero podría ocurrir. Incluso en tal caso, lo dicho no nos eximiría de sentirnos concernidos y alcanzados. Involucrados por el propio decir, conviene no olvidar que uno mismo ha de ser oyente de lo que propala. Y no está mal oírse decir. No para saborearse, sino para responsabilizarse. Muy singularmente cuando todo, hasta los más tenues canales de la voz, deviene tribuna y se replica y se expande con una solemnidad sin precedentes. No es que ya a nada se le conceda valor, es que cualquier cosa parece tenerlo. Es algo similar, pero no idéntico. Es otro valor, el de su mero impacto. Una vez logrado, lo dicho se disiparía en sus efectos. Pero no es tan solo así. Tales efectos son asimismo sus consecuencias. Y ser consecuentes no es la menor.

Convendría, por tanto, atenuar la grandilocuencia. Sin necesidad de perder vuelo y alcance, sin que falten argumentos y emoción, hemos de evitar olvidar que también las palabras tienen su tiempo y su hacer, y no se limitan a diluirse en su elocución. Incluso las que se lleva el viento se abrigan en la memoria. Y por eso mismo tienden a retornar cuando se ven exhibidas, y acalladas, a la par, por alguna modalidad de arrogancia. Y de esto nadie está exento. De ahí que sea interesante preservar un cierto pudor y alguna mesura, incluso para recriminar y reprochar, sin dejar por ello de ser libres, intensos y críticos.

La fecunda proliferación de voces nos protege de la hegemonía de una palabra única, verdadera, que se impone, más impositiva que imponentemente, convocándonos a una misión purificadora. Eso no impide, antes bien exige, la búsqueda de un decir común, en el que no dejar de ser singulares. Pero semejante implicación nos concierne, no es una simple recomendación o exigencia para los demás.

No es infrecuente que, despertada la sensibilidad para con la acción ajena, no acabemos de reconocer hasta qué punto nosotros mismos parecemos alejados de nuestro propio decir que, en tal caso, no pasaría de ser un simple hablar. Pequeñas incongruencias, pensamos. Y todo lo poblamos de sensatas distinciones. Se diría que nos comprendemos muy bien. Aunque a veces somos más capaces de justificarnos, que de explicarnos. Lo nuestro es diferente. Que sin embargo eso mismo no lo consideremos adecuado en los demás es sencillamente porque no le vemos relación.

Gray garden Grande

(Imágenes: Pinturas de Windy O’Connor. Crossing the champs, 2015; On south bank, 2015; Fruit & honey 2, 2014; y Gray garden, 2014)

Hay 14 Comentarios

"Estudiantes como estudiantes míos tenéis que proponer actividades alternativas que cuestionen las verdades dominantes". "Juntos tenemos que hacer una idea de ciencia integradora la cual garantice una convivencia basada en la equidad". "No habrá ninguna salida social ante los problemas que vivimos en esta sociedad sin Educación y Kultura"

Witness, you are a freak.

Me ha encantado

Pocas cosas puede haber más claras –pero menos comprendidas- que el hecho de que las prescripciones de cualquier tipo (morales, políticas o culturales), efectuadas a menudo con la mejor intención, están dirigidas a individuos ideales en próxima vecindad con las tentaciones y remordimientos del “prescriptor”: personas esquematizadas por la mirada desde una determinada perspectiva o circunstancia. La latitud y longitud con las que son ubicadas las acciones, palabras y pensamientos en la apreciación del moralista, el profeta o el académico requieren de un mapa mental previo en el que –como ocurre con cualquier mapa- el centro está donde se halla más cómodo el cartógrafo, donde, con total imparcialidad de ánimo y hasta con la más generosa disposición de su parte, puede asegurar que cuanto le rodea queda perfectamente localizado. Ni miente, ni resulta arrebatado por la subjetividad pero, como la ubicuidad no ya física sino siquiera mental le está vedada –como a todos los demás extrañados del Empíreo- los enunciados de su discurso surgen siempre desde una posición determinada, que no puede juzgar sino eminente con toda naturalidad. No es inusual que incurra en contradicciones, por cuanto sus juicios alcanzan sólo a aquello cuya superficie puede contemplar, no las caras ocultas de los demás o al envés de los fenómenos que contempla; tanto menos cuanto no es capaz de establecer condiciones de flexibilidad suficientes para integrar lo inesperado –no sólo por rigidez conceptual sino por carencias propias- en aquel esquema ideal primero. Cuanto está a la vista y es así señalado con impostada doxia puede ser alabado igualmente por discípulos, feligreses y admiradores que se agrupan en torno a la peana en que esa suerte de gnomon cultural se coloca (o es colocado por cualquier forma de burocracia departamental); ¿pero cómo podría esa masa de fieles, que se identifica sin reflexión con el esquematismo ideal, reconocer la insuficiencia de la dirección “gnomónica” si no se aviene a adquirir la posición necesaria para “ver” otra perspectiva o para levantar el velo que cubre una realidad distante? ; ¿quién, entre esa congregación de sumisos siempre en hora con el gnomon, se aventura a romper una relación usual para hallar relaciones distintas, ya existentes pero desconocidas, en toda su exótica verdad? Sólo el el que se sabe y gusta solo.

Interesante. Estoy aprendiendo. Gracias

Hay que leerlo despacito.
Muy interesante
Gracias por compartir

Hay que leerlo despacito.
Muy interesante
Gracias por compartir

Consciente o inconscientemente
siempre hablamos desde nosotros y por tanto de nosotros y en principio somos el punto de referencia desde el cual nos entendemos y podemos entender a los demas, su decir y su actuar. En ocasiones nuestro actuar no esta en consonancia con nuestro decir por eso quienes logran esa coherencia son los que a lo largo de la historia han dejado huella en la humanidad. cada uno piense en el que quiera o en los que quiera y termino con un chiste muy conocido pero que es real en muchas ocasiones. Dime de lo que presumes y te dire de lo que careces
Jose Luis Espargebra Meco desde Buenos Aires

Sabinánigo, como está el bebezito que ha nacido en su entorno? Aun come de 2 em 2 horas? Ya tiene colicas?

Los griegos a veces eran ingenuos. Su pasión por la razón les hacía ver y creer en categorías universales y manifiestas. La de relación era una. Y lo será. Pero quizá tenga más que ver con anudamientos insensatos, tan nuestros que no somos muy dueños de ellos.
Bienvenidas las contradicciones y las inconsistencias. Aunque hagan más difícil vivir.

Los hechos son las realidades que nos ponen delante de las palabras pensadas con la mejor intención, en la obligación de elegir.
Pero que a diferencia de las novelas, los hechos son gente, o sea personas de carne y hueso.
Que a veces no pueden cubrir sus necesidades primeras no por su culpa, sino porque el sistema les lleva a pagar y sufragar todo el gasto y las ganancias, quedándose ellos en ayunas.
De entidades y organismos pensados para ser rentables.
Para que se pueda competir con la cara bien limpia, sin mirar a ningún lado.
Sin sentirnos involucrados.
Reconociéndonos en lo que rechazamos a pesar de ser cautos, sencillos y razonables.
Mientras vemos como distraídos que hay quienes solo tienen una manta para abrigarse en invierno, como una cosa incongruente en este presente moderno y divertido de prebendas y ganancias.
Hay que contar con quienes no les llega para comer y saber que se ha de hacer en estos casos, para encarrilar de manera justa nuestro discurso.
Razonando a orillas de la realidad, y no elucubrando por encima de las nubes. O peor aun, pensando que siempre ha de ser así, que alguien se quede sin ropa para que otras gentes puedan estar bien cubiertos.
Pensando a pie de calle, o a ras de suelo.
Con un cielo despejado y sin nubes en el aire, ni espejismos.

Somos incongruentes por nuestra memoria.Lo único que nos salva de la palabra y su errar o desatino es el silencio, cosa de la que requiere el pensar,ese pensar que lo mismo hunde que flota la palabra, pero nunca la deja fija, muerta.Para desdecir ya está el silencio, el callar.Uff, veo que esto es muy largo...

Predicar con el ejemplo es prácticamente inexistente: tanto en política, religión, u otras formas de enseñanzas. Los expertos en retórica recomiendan lo que ellos no practican. La razón puede encontrase en el hecho de que nadie está en posesión de la verdad, y los mismos predicadores, se aferran a sus enseñanzas para su satisfacción de una forma hipócrita, posiblemente con la convicción del deber cumplido. Pienso que una sociedad donde la ética sea primordial, y se reconozcan las debilidades humanas como algo natural que debe de corregirse, en aras de formar un colectivo sano y honesto, donde la evolución siga su marcha, podría resultar esperanzador.

O alternativamente Wittgenstein...

El Tractatus, la oposicion de la identidad entre el lenguaje significativo y el pensamiento y ... los juegos de lenguaje

O el funcionamiento de la lógica...

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Sobre el blog

El salto del ángel es un espacio de reflexión, de pensamiento sobre la dimensión social y política de los asuntos públicos, sobre la educación, la Universidad, la formación y la empleabilidad. Busca analizar los procesos de democratización, de internacionalización y de modernización como tarea permanente, con una actitud de convicción y de compromiso.

Sobre el autor

Angel Gabilondo

Ángel Gabilondo Pujol es Catedrático de Metafísica de la Universidad Autónoma de Madrid, de la que fue Rector. Tras ser Presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas, ha sido Ministro de Educación.

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