El salto del ángel

Pensar sin pausa

Por: | 24 de febrero de 2015

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Tendemos a pensar que el propio pensar es un cierto incordio. Y a recordar, como Foucault nos dice, que “ni consuela, ni hace feliz”. Tal parecería entonces que lo mejor sería desprenderse de tamaña incomodidad. Y no ya solo por insidiosa. Vendría a ser inoperante y paralizadora. Para quienes tienen una consideración instrumental del pensamiento, la cuestión sería acudir a él en caso de necesidad como medio para resolver situaciones que lo requirieran. Presuponiendo que se trata de una mera actividad mental, el asunto consistiría en activarlo en caso de necesidad.

Sin embargo, el pensamiento nos constituye y, como nuestro propio cuerpo, no acude o deja de hacerlo solo en caso de ser convocado. No es que lo tengamos siempre con nosotros, es que es nosotros. Otros asunto es que lo desconsideremos, lo que, como propio cuidado de un mismo, no deja de tener sus consecuencias.

Más aún, si bien la palabra felicidad parece excesiva, y Emilio Lledó ha hecho un espléndido “Elogio de la infelicidad”, bien es cierto que el fruto de la sabiduría es el gozo y la dicha de vivir, si hemos de atender a Descartes en “Las pasiones del alma”. Semejante sabiduría no es la del mero acopio de saber, sino una vinculación de este con la forma de vida, un proceder, que no sea un mero comportarse. Y en dicho proceder es decisivo el pensar. Incluso para estar en verdad contento, que es la relación adecuada en uno mismo entre el contenido y la forma. Pero no es cuestión simplemente de una actitud interior o de un estado de ánimo. El proceder es una acción, en todos los sentidos de esta palabra. Y pensar no es un acto, es efectivamente el obrar en el que consistimos.

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Ahora bien, basta recordar con Hegel que “el verdadero ser del hombre es su obrar” para que destelle una íntima relación entre pensar y ser, que es la clave de lo que podría definir la filosofía, no ya la de los filósofos, sino la de toda una vida. No es que ambas resulten incompatibles, antes al contrario, aunque no siempre son necesariamente coincidentes. Precisamente por ello, el pensar no es patrimonio de disciplina alguna, lo que no impide que su determinación, su concepción, sus formas o su historia sean concretamente estudiadas por la filosofía. Del mismo modo, tampoco la acción se excluye de su modo de proceder. Toda una sabiduría práctica, la que comporta una verdadera determinación y prudencia, forman parte integral de su quehacer.

Ni el saber ni el pensar son, por tanto, exclusivos de ningún ser humano, ni es cosa de apropiárselos. Nadie puede pensar en nuestro lugar, ni decir nuestra propia palabra, ni vivir nuestra vida. Ello no impide que haya numerosos intentos por tratar de usurpar las de los demás. No es simplemente una cuestión defensiva, es un gesto de autonomía y de emancipación, una verdadera libertad.

Precisamente, la desconsideración de los derechos y la desatención a esta esencial equidad, que no deja de ser a la par una labor abierta y requiere un intenso trabajo por lograrla, es un impulso a hacer del pensar una permanente tarea: la de configurar la ciudad de los hombres y mujeres en efectiva igualdad, la comunidad justa. Y esto no parece estar finiquitado.

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En alguna ocasión hemos citado la convulsiva sentencia que Cioran nos envió de que “la lucidez absoluta es incompatible con la respiración”. Sería pretencioso asentirlo, como si hubiéramos alcanzado alguna vez semejante clarividencia, pero cada quien a nuestro modo lo hemos presentido. Y precisamente por ello y para ello, también el pensar es la tarea de encontrar la distancia adecuada, la mesura y el decoro, no para dejar de ser decididos o de ir a las raíces, sino para no ser exagerados. La etimología de esta palabra la vincula a quien hace crecer, y aumentar, a autor. Y Ricoeur nos previene. Tal vez en exceso: “no somos autores, sino narradores de nuestra historia.” En cierto modo, ni siquiera “de nuestra vida”. Esto no es una razón para el desentendimiento, sino para una mayor implicación.

Tantas veces encontramos en los demás las palabras que nos faltan. Nos hacen pensar. No son recursos fáciles para evitarlo. Son la constatación de las propias fragilidades. Por ello pensar está vinculado a escuchar y a leer. Es más un decir que un mero hablar. Y por eso concretamente es tan decisivo crear las condiciones para la palabra de todos y de cada uno, de todas y de cada una. Este dejar hablar, que es también un dejarnos decir, no es un simple acto de permisividad, sino un acto de reconocimiento.

No es cuestión, por tanto, de detener el pensar cuando se trata de actuar. Nadie ha de hacerlo. Lo constatamos a diario. No es el abandono de la tarea, es una forma de afrontarla. Desde las propias posibilidades, para no pocos cercenadas por diversas formas de imposición o de silenciamiento, por carencia de las condiciones mínimas, es imprescindible reivindicar la tarea de pensar. Para transformar, para mejorar. En las tesituras complejas de un mundo incierto, los espacios de decisión compartida y la necesidad de tejer ciudad nos convocan, más aún, a cada cual a nuestro modo a impulsar y proseguir en esta labor. Si no fuera por la grandeza de estas palabras que no hemos de mancillar, diríamos que es una tarea de justicia y de libertad.

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(Imágenes: Xurxo Gómez-Chao. Lepiota; Atrapasueños; Historia de un caballito rojo; e Ikebana. De la serie Los paraísos artificiales, 2013)

Por ahora, El salto del ángel no se publicará. Gracias.

Hay 18 Comentarios

Los que se escudan/sacuden en/desde/hacia la Constitución y en el tribunal banal que la administra con menesterosidad que atemoriza para impedir/apocar que la voluntad de los ciudadanos amplíe y reconozca las libertades que los definen y para que la sociedad se auto-conduzca [la sociedad] por nuevos derroteros, se la pasan por el forro de la farra cuando cada vez que de poneri rumbo hacia las cuevas de Altamira donde pintan las cucamonas de la trascendencia se trata, llevándonos sin el menor recato a la España del medievo, el oscurantismo y la superstición. Un mojón entre los dos mojones de la alfalfa a la obeja.

Antes de adoctrinar a los alumnos en la escuela y emprender esta campaña contra la ciencia, la inteligencia y la razón, deberían recordar que vivimos en un Estado aconfesional: “Ninguna confesión que ningunee tendrá carácter estatal. Los poderes públicos confesionales proponen una corrupción del dasein que justamente cosifica. Así los representantes que nos representen tendrán en cuenta que han ser capaces de superar las creencias religiosas de la sociedad española que empobrecen las diferentes ethosidades que hemos podido llegar a ser y mantendrán las consiguientes relaciones inter-esses de cooperación no sólo con la Iglesia Católica sino, también con las demás confesiones”, Constitución tocatelosgüevos, art. 16.3, por ejemplo.

No es necesario recordar hasta qué punto se ponen intransigentes con el cumplimiento de la llamada Carta Magna cuando les conviene, y para evitar posibles contratiempos, se han ocupado de plagar el Tribunal Constitucional de magistrados de su cuerda, presididos por un compañero de partido que dio buena muestra de su posición jurídico-ideológica antes de ponerse al frente del máximo órgano de los jueces.


Aquellos demócratas que se hicieron de centrosidades diaspóticas sin saber lo que ello suponía, el todos a por una de fuente ovejuna y que aun usaban la palabra liberal, que ahora tanto les gusta, como un indulto, veían en ese compendio de artículos la antibiblia, el caosmos y su osmosis y la destrucción del orden nacional cata-eólo-etílico que, con tanto acierto, había guiado los destinos de la desatinana patria por el camino-vereda de la rectitud, ah la rectitud, ¡je y deje, ar!, y la de los valores tradicionales de occidente. Y qué occidente, madremía. Da pena velo. Sí, se cagaban en la Constitutitancia, esa canallesca vociferante y leeeeerda en cuanto se tomaban un par de vinos. Pues bien, ahora les parece que es la muralla imprescindible, benefactora, salvadora e incuestionable para evitar que las hordas de progresistas antisistema asalten el orden establecido y lleven nuestra sociedad a las puertas de los dominios de las sotanas de satén y satán.

No sabemos si después de la inclusión de los rezos en la escuela, la jerarquía eclesiástica paseará a Rajoy y a Wert bajo palio como si fueran la mismísima hostia, tal y como hacían con Franco, por darles tamaño privilegio saltándose la ley que rige nuestro país.

Por mí, estos fervientes seguidores del hombre invisible, pueden seguir haciendo lo que les dé la gana, incluso creerse que Monseñor Escrivá de Balaguer hizo milagros, tal y como han pretendido demostrar para poder hacerle santo, pero si Escrivá es santo, yo soy La Martirio. Claro que del que le hizo santo, Juan Pablo II, también dicen que hacía milagros, y yo que soy contemporáneo de ambos y ferviente admirador del showbusiness me he perdido ambos eventos.

No me he enterado de la hora en que echaron por la tele momentos tan señalados e insólitos, pero tal vez todo se deba a que la humildad característica de ambos les llevara a realizarlos en petit comité, para mayor regocijo de unos cuantos iniciados, o bien, que todo se tratara de un camelo orquestado para que Soraya Saénz de Santamaría y Dolores de Cospedal pudieran lucir mantilla y peineta y disfrazarse de la novia de Nosferatu que, aunque lo obligue el protocolo, parece un atuendo más propio de un aquelarre que de una santificación.

Y uno se pregunta: ¿por qué tanta humildad en la puesta en escena a la hora de llevar a cabo el milagro y tanto boato en la celebración del mismo? Eso huele mal de entrada. Juntar a miles de personas para decir que dicen que hizo… ¡Uyuyuy!

Además, otra cosa mosqueante es que siempre se les canoniza, beatifica, santifica o lo que sea, porque también en esto tienen jerarquía –estaría bueno, a ver si van a poner a Monseñor Escrivá a la misma altura de un pastorcillo abducido–, es que siempre, decía, lo hacen cuando ya están muertos. Una posibilidad es que traten de evitar que, después de tanto lío, se les pille in fraganti, como a Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, que tenía todas las papeletas para ser incluido en el santoral pero las malas lenguas de sus propios hijos, que los tenía el santo varón, así como de los miembros de una asociación de damnificados por sus fechorías pederastas –fueron tantos que dio para una asociación– le retrataron como torturador, violador, drogadicto, sádico y unas cuantas cosillas más.

Pues sí, puede ser que les hagan santos para evitar que su cuerpo pueda ser poseído por el demonio y terminen liándola parda, pero yo creo que lo hacen para que durante el acto, en la Plaza de San Pedro, no se le ocurra a la peña ponerse a pedir un bis y que el milagrero celebrado de turno se vea en la obligación de disculparse y decir eso de: “Es que no me sale”, como hacen los niños chicos cuando estrenan el juego de magia que le han traído los reyes.

Pues bien, estos señores de la jerarquía eclesiástica, de la mano del Gobierno, se han colado en las escuelas para decirles a los niños que la felicidad no es posible sin dios. Los de la Coca-Cola es de suponer que pedirán lo mismo y así sucesivamente hasta dejar a los niños más tontos de lo que han entrado, con lo que se conseguirá el efecto contrario al que persigue la educación.

También pretenden hacer creer a los niños que el hombre invisible –las mujeres están allí para servir, no tendría sentido que fuese mujer–, ha creado todo lo que vemos, empezando por el universo, el cosmos, el espacio sideral donde viven los de Star Trek. Todo lo malo dicen que es cosa del libre albedrío, de la libertad que dio al hombre para hacer el bien o el mal, pero no explican qué gracia le encuentra su creador a las enfermedades congénitas, ni a los miles de niños que mueren de hambre, irremisiblemente, al poco de nacer.

Ya puestos a meter en la escuela un ser sobrenatural podrían meter a uno que se enrolle mejor, que no sea tan dañino, tan perverso. No se puede dejar la capacidad de ejercer el mal en manos del hombre, que es el bicho más hijo de puta de toda su creación. Eso sólo se le puede ocurrir a un sádico: mal ejemplo para los niños.

No sabemos si después de la inclusión de los rezos en la escuela, la jerarquía eclesiástica paseará a Rajoy y a Wert bajo palio como si fueran la mismísima hostia, tal y como hacían con Franco, por darles tamaño privilegio saltándose la ley que rige nuestro país.

Por mí, estos fervientes seguidores del hombre invisible, pueden seguir haciendo lo que les dé la gana, incluso creerse que Monseñor Escrivá de Balaguer hizo milagros, tal y como han pretendido demostrar para poder hacerle santo, pero si Escrivá es santo, yo soy La Martirio. Claro que del que le hizo santo, Juan Pablo II, también dicen que hacía milagros, y yo que soy contemporáneo de ambos y ferviente admirador del showbusiness me he perdido ambos eventos.

No me he enterado de la hora en que echaron por la tele momentos tan señalados e insólitos, pero tal vez todo se deba a que la humildad característica de ambos les llevara a realizarlos en petit comité, para mayor regocijo de unos cuantos iniciados, o bien, que todo se tratara de un camelo orquestado para que Soraya Saénz de Santamaría y Dolores de Cospedal pudieran lucir mantilla y peineta y disfrazarse de la novia de Nosferatu que, aunque lo obligue el protocolo, parece un atuendo más propio de un aquelarre que de una santificación.

Y uno se pregunta: ¿por qué tanta humildad en la puesta en escena a la hora de llevar a cabo el milagro y tanto boato en la celebración del mismo? Eso huele mal de entrada. Juntar a miles de personas para decir que dicen que hizo… ¡Uyuyuy!

Además, otra cosa mosqueante es que siempre se les canoniza, beatifica, santifica o lo que sea, porque también en esto tienen jerarquía –estaría bueno, a ver si van a poner a Monseñor Escrivá a la misma altura de un pastorcillo abducido–, es que siempre, decía, lo hacen cuando ya están muertos. Una posibilidad es que traten de evitar que, después de tanto lío, se les pille in fraganti, como a Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, que tenía todas las papeletas para ser incluido en el santoral pero las malas lenguas de sus propios hijos, que los tenía el santo varón, así como de los miembros de una asociación de damnificados por sus fechorías pederastas –fueron tantos que dio para una asociación– le retrataron como torturador, violador, drogadicto, sádico y unas cuantas cosillas más.

Pues sí, puede ser que les hagan santos para evitar que su cuerpo pueda ser poseído por el demonio y terminen liándola parda, pero yo creo que lo hacen para que durante el acto, en la Plaza de San Pedro, no se le ocurra a la peña ponerse a pedir un bis y que el milagrero celebrado de turno se vea en la obligación de disculparse y decir eso de: “Es que no me sale”, como hacen los niños chicos cuando estrenan el juego de magia que le han traído los reyes.

Pues bien, estos señores de la jerarquía eclesiástica, de la mano del Gobierno, se han colado en las escuelas para decirles a los niños que la felicidad no es posible sin dios. Los de la Coca-Cola es de suponer que pedirán lo mismo y así sucesivamente hasta dejar a los niños más tontos de lo que han entrado, con lo que se conseguirá el efecto contrario al que persigue la educación.

También pretenden hacer creer a los niños que el hombre invisible –las mujeres están allí para servir, no tendría sentido que fuese mujer–, ha creado todo lo que vemos, empezando por el universo, el cosmos, el espacio sideral donde viven los de Star Trek. Todo lo malo dicen que es cosa del libre albedrío, de la libertad que dio al hombre para hacer el bien o el mal, pero no explican qué gracia le encuentra su creador a las enfermedades congénitas, ni a los miles de niños que mueren de hambre, irremisiblemente, al poco de nacer.

Ya puestos a meter en la escuela un ser sobrenatural podrían meter a uno que se enrolle mejor, que no sea tan dañino, tan perverso. No se puede dejar la capacidad de ejercer el mal en manos del hombre, que es el bicho más hijo de puta de toda su creación. Eso sólo se le puede ocurrir a un sádico: mal ejemplo para los niños.

Estas cosas que pertenecen al campo de la superstición nada tienen que ver con la educación y el conocimiento del que estos señores siempre se han mostrado enemigos haciendo correr la sangre de los científicos de antaño. Cierto es que pidieron perdón por estas atrocidades, pero manifiestan poco propósito de la enmienda al volver a introducir en la escuela tesis que destruyen la obra de aquellos que condenaron a la hoguera.

Mientras, nuestros científicos salvan como pueden sus proyectos o los suspenden por falta de medios.

Si esto no es una mierda que venga dios y lo vea, y, de paso, que dé la cara.

Para el que no lo sepa, existe una ley para condenar las “ofensas al sentimiento religioso”. ¿Y a nosotros? A los ofendidos con toda esta basura, ¿qué ley nos ampara?

En lo personal me siento muy ofendido cada vez que los creacionistas se empeñan, contra toda evidencia, en señalar que el mundo tiene diez mil años de antigüedad y sitúan a los dinosaurios en el mismo parque temático que Adán y Eva. Se resisten a abandonar la mítica imagen de Raquel Welch en la película Hace un millón de años. Al menos, el productor de la película le da un millón de los 4.450 millones de años que dicen los científicos que tiene nuestro planeta, más menos un 1% de error. Bueno, vale, les concedemos ese margen.
Una ofensa a la inteligencia que han metido en los colegios, con el agravante de que el más ignorante incrementará sus puntos de cara la selectividad, y todo ello, como dice el ministro, para primar la excelencia.

Contra la libertad, contra la mujer, contra los pobres, contra los trabajadores, contra la sanidad, contra la educación y, ahora, también contra la ciencia. Sin saber qué cojones significa contra. ¿De dónde salen? Uno que no cree en el creacionismo se pregunta: ¿de qué mutación proto fascio troglodita proceden? Todo un misterio que la ciencia, si tuviera presupuesto, debería estudiar. Vaya tropa. Y encima, van y roban, y, sin arrobar, emborronando y amodorrando no se dan cuenta que a su desvanescente mismimisidad anegan ahorcan y ahogan. Que les den. Y que se jodan.

Comprendo a las personas que lamentan la interrupción del blog, pero, por otra parte, yo no entiendo la política como monopolio de la economía, y el hecho de que la filosofía entre en la política me lleva a pensar que será por una buena causa. Hace tanto tiempo que me duele Madrid que solo puedo decir: gracias, Sr. Gabilondo y que sea para bien.

Ha sido realidad, no ha habido ni sueño ni imaginación y mi pensamiento ya me dicta lo que tengo que hacer y lo que sentir.

Gracias Sr . Gabilondo. ...después de oir su intervención el miércoles en el polideportivo de la ONCE. ..he sentido renovadas ilusiones en mi vida, y, también he iniciado un camino de vuelta a través de este blog. Indescriptible su sencillo gesto de dirigirse a las personas de la prensa a ofrecer su agradecimiento. Gracias

Me duele, sr. Gabilondo, la pérdida de este espacio, de esta isla de reflexión en un océano de podredumbre. Durante bastante tiempo hemos "sido" con usted, hemos "pensado" con usted, hemos "crecido" con usted, en silencio, juntos.
Pero el sacrificio que hoy hacemos con su pérdida no será en vano: lo gana la sociedad. Porque ahora, precisamente ahora, necesitamos a los mejores. Porque es la hora de la valentía, es la hora del coraje. Y hay que estar en primera línea por todo lo que hay en juego.
Es la hora del "ser", la hora del "pensar".
Es la hora del Hombre.

No he pretendido causar un pensamiento malentendido, pero está bien, muy bien...

Leerle le he leído a usted al mediodía pero leo en este minuto de estudio la siguiente línea que he pensado compartirle: ''El caminante no pensaba que fuera del Camino, al otro lado del pensamiento, pudieran suceder cosas y de hecho sucedían''. Pertenece al autor Julio Pelayo Cortázar -autor, como artífice- un hombre de cifras, más que de letras, aunque lector que raramente deja de lado la metáfora o el gemido de los poetas más talentosos. Tal vez pensamos que todo es pensar pero no para quien alguna vez conoció el jardín del olvido.

Habrá personas para las que pensar puede resultar un incordio, pero para otras el dejarse llevar por el pensamiento, en cierto modo, no deja de ser una forma de relajación o de excitación dependiendo de lo que se piense, de ese pensamiento puede resultar la imaginación y la creación tan necesarias.

Petición. Que el próximo post aborde la cuestión de la pirueta moral del hombre superior, configurando la ciudad de los hombres (y mujeres) sin perder asimismo la integridad moral. El interés sincero es por mi tesis ("La idea de liberalismo entre Nietzsche y el ideal moral"). La tesis de un concienzudo, ciertamente. A un joven concienzudo se le perdona la pérdida del decoro.

De momento lo hablaré con Ramoneda.

Esto necesitaba decirlo. Quizá por causa de una desazón que no conoció Cioran. — Otro comentario que no quiere surgir del desprecio: bonito, su arte contemporáneo.

La felicidad es una experiencia subjetiva. Hay un decirse soy infeliz, no feliz, feliz. Y creo que uno puede detenerse un instante, en algún momento, y ser sincero o sincera frente a este interrogante, que puede serlo, o ante esta evidencia. Pero dependerá la respuesta de si uno o una llama felicidad al contento o al entusiasmo, que pueden ser excesivos ciertamente. Sin embargo, yo siento que la felicidad no. Que la felicidad es madura y es equilibrada, porque la felicidad es querer lo que sucede pero tal vez sea porque yo haya vivido en la infelicidad durante muchos años y también en la no felicidad. Y por eso sé (o siento) que a la felicidad la desnaturaliza la ira pero no, desde luego, una tristeza pasajera.

A ver si el Sr. Gabilondo es capaz de introducir un poco de prudencia y decoro en el partido con el que vuelve a colaborar. Y de convencerles que cierta legislación que acaba incluso con la igualdad ante la ley (por razones de sexo) es incompatible con la equidad. Y el discurso que subyace con la libertad.

Prolegómenos para una formalizacción harmónica y pro-de-cons-struc-tur-tur-siva de Latos y Luis.
Sam: Tendemos a pensar que el propio pensar es un cierto incordio. Jo yastaquí ltiolibraotravez
Alo: Jo que pesao. Y a recordar, como Foucault nos dice, que “ni consuela, ni hace feliz”.
(): Sí yá.
(Florenteam?): Tal parecería entonces que lo mejor sería desprenderse de tamaña incomodidad. Y no ya solo por insidiosa.
(Juuuh, arma(mal?!) Dice la Deleuzenea de los Ah…?): deja a los chicos tiolibra joeeer!
Deleuzenea?: Vendría a ser inoperante y paralizadora. Mequedau con el culo torcío.
El del gálibo jondo: Para quienes tienen una consideración instrumental del pensamiento, la del palo, la cuestión sería acudir a él en caso de necesidad como medio para resolver situaciones que lo requirieran. Pero no todo es hacer mayonesa, claro. Presuponiendo que se trata de [[{(una) mera} [[actividad] ||mental||], el asunto de la cosa de la cosa consistiría en activarlo en caso de necesidad…

Pero, y a pesar de todos, pensar sin actuar para cambiar el Agora y rendir tributo a los coetaneos sigue siendo una parte intrinseca del pensar, el ser y el no-actuar.


La metafisica del yo, fuere ella de Campanella o Descartes no deja de ser onanismo en la sociedad española de hoy.

La afirmacion solipsista no lleva a ninguna solucion externa, per se, apreciado Don Angel.

Tendra Vd. que actuar sobre el fango y decirnos como va a hacer, convencernos de que va a contribuir a que salgamos de este lodazal para que nosotros podamos apreciar si su autoconciencia es suficientemente generosa para que aflore y sea perceptible, aunque yo, no lo dude.

El tren de los pensamientos... El estado natural de la sociedad española es el de la guerra de todos contra todos, de Hobbes.


Corremos detras de nuestros deseos y la autoconciencia española releva mas de la supra-conciencia divina y de la lucha quijotesca contra Behemoth (el infierno son los demas, de Sartre) que del Cogito de Descartes y la autoconciencia.

Del mal segun San Agustin al concepto del mal de Kant, pasando por Spinoza y Leibniz, hay un trecho muy largo por el que la sociedad española no ha sabido caminar...

Del pensamiento a la autoconciencia y de esta al lenguaje... El viaje hacia la honestidad, del predicamento perentorio a la convivencia ciudadana, participativa...

Pues no veo yo la razón de si el Sr. Angel Gabilondo se dedica a la política no pueda también escribir un blog, que al fin y al cabo es una vez por semana y es filosofía pura que no política ni propaganda, es que no veo la incompatibilidad, este señor en sus blogs razona sobre problemas existenciales propios de la persona y nada tiene que ver con los discursos políticos, asi que no estoy de acuerdo con esa despedida que le hace Sol.

El pensamiento es una herramienta necesaria que el ser puede utilizar cuando lo considere necesario. Sin embargo, en la mayoría de los casos la mente ocupa todo el espacio, y el utensilio se convierte en amo, identificándose con la persona. En esas condiciones el ser no puede concentrarse en vivir aquí y ahora, y pasa por la existencia deseando, o anhelando, los dictámenes de la mente "ego" con la conocida infelicidad. El equilibrio entre ambos, pudiera conducir hacia la armonía, o felicidad sosegada. donde el verdadero ser pueda actuar y vivir en libertad

La inteligencia que ilumina la acción de las personas, se asocia con el instinto de supervivencia que existe en cada una de las especies que pueblan la tierra.
No siendo diferentes los seres humanos al resto de seres vivos en lo tocante a buscar el mejor sustento, y solo nos diferenciamos en el razonar los porqués.
De lo que hacemos, cuando navegamos contra la corriente que nos manda la cabeza el ponernos a resguardo, y sin embargo metemos las manos al remo aunque llueva o granice, pensando de forma responsable.
Pensamos porque podemos hacerlo, y deducimos lo que toca hacer porque tenemos fundamentos y principios, que nos sitúan por encima del resto de las especies. Por eso en lugar de escurrir el bulto metemos el hombro.
El pensar se asocia con la inteligencia y el razonamiento en los seres humanos, por eso la civilización ha ido progresado tanto.
Mientras el resto de animales siguen caminando a cuatro patas y comiendo lo que se encuentran.
Piensan seguro, pero no razonan ni tienen principios, o no lo parece en la mayoría de casos, pues siguen ahí quietos desde que fueron creados.
Las personas por el contrario somos capaces de afrontar las dificultades por algo más que por solo comer y vivir cómodo, ejerciendo como seres de rango superior.
Además de pensar.


Es una pena, estimado Ángel, que abandones este espacio, aunque sea por ahora. Es comprensible que tus múltiples ocupaciones y empeños nos "roben" ese tiempo, esa palabra justa y ese pensar coherente y próximo a quienes seguimos el curso de tu "salto angélico". Pero como tu "abandono" es sólo aparente y tu dedicación solidaria y perentoria debe ser ahora el centro de tu dedicación, se comprende perfectamente que nos prives de este espacio siempre reconfortante y alimenticio. Es verdad que nadie es imprescindible, pero también es cierto que unas aportaciones son más necesarias y constructivas que otras. Claro que también las carencias y ausencias son constructivas y hacen su función estimulante, como una dieta purificativa.
La vida es un viaje como el de Ulises, a veces se navega en paralelo, a veces en direcciones opuestas que se entrecruzan, a veces se llega a un puerto y a veces se pasa de lejos frente a las costas imaginando qué habrá en lontananza, en fin, la finalidad no es llegar a ningún sitio, sino que nuestra conciencia se haga responsable, consciente y libre en ese viaje interminable, que no acaba sino que simplemente, cambia de mares y de rutas. Pero el viaje es infinito en el océano insondable del Ser.
Muchas gracias por la riqueza de este blog, por ser y por estar. Y, sobre todo, por optar y entregar tu tiempo y dedicación al bien común. Sigue volando entre materia y forma, entre pensamiento, palabra y compromiso, por favor; y hasta siempre, Ángel

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Sobre el blog

El salto del ángel es un espacio de reflexión, de pensamiento sobre la dimensión social y política de los asuntos públicos, sobre la educación, la Universidad, la formación y la empleabilidad. Busca analizar los procesos de democratización, de internacionalización y de modernización como tarea permanente, con una actitud de convicción y de compromiso.

Sobre el autor

Angel Gabilondo

Ángel Gabilondo Pujol es Catedrático de Metafísica de la Universidad Autónoma de Madrid, de la que fue Rector. Tras ser Presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas, ha sido Ministro de Educación.

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