No deja de ser un privilegio disponer de un sitio. Con esta sencilla expresión reconocemos hasta qué punto lograrlo puede llevar una vida, aunque ni ello podría llegar a ser suficiente. Y no siempre es inaccesible por razones expresas. Tiende a estar lejos, a precisar una búsqueda. No porque sea un refugio escondido al que acceder, aunque quizá también cabe que lo sea. Ni porque se ofrezca como un reducto para huir de las vicisitudes y de los avatares de la existencia. Más se trata de considerarlo como un ámbito que, sin necesidad de ser retirado, permite cierto retiro. También puede hacer falta aislarse de lo que se nos impone como aquello que únicamente merece pensarse y vivirse. Y esta desvinculación es a su modo una tarea permanente. Con frecuencia la necesitamos. Que suponga un espacio diferente no significa que se identifique obligatoriamente con un lugar.
Ni siquiera es preciso que se halle ya predispuesto, esperando ser ocupado. Quizás esté por construir, por configurar, por constituir, y no solo por encontrar. Y no se requiere que valga de una vez por todas. En ocasiones parece emerger sin venir a ser un territorio definido. Por eso, más que disponer de un sitio es cosa de procurarse un sitio de que disponer. Quizás en cierto modo, y constantemente, por llegar.
No es que en él se produzcan grandes revelaciones ni nos aguarde una espectacular audición, previamente establecida, es que tal vez un adecuado escuchar propicie ese rincón, que puede asimismo estar a la luz del día. Podría ocurrir que, en definitiva, no fuera sino el espacio de pensamiento que nos ofrece la palabra. No necesariamente un sitio para hablar, o para leer, o un velador para conversar o escribir, sino aquello que hacerlo nos lo proporciona. No es el rincón de las palabras, como si fuera un baúl de los recuerdos, ni un depósito en el que nos aguardan, como si existieran efectivamente con independencia de su decir, como si su única realidad fuera el diccionario o la biblioteca. Podríamos haber perdido la palabra. Las palabras solo lo son en su decir, lo que no significa en el mero hecho de ser dichas. Así son palabra. Y no pocas veces nos faltan, nos falta.
Los sitios fecundos no siempre son un domicilio. Sin embargo, pueden propiciar un modo de venida, de llegada de alguien, quien, a su manera, irrumpe produciendo cierta forma de hogar. Ahora bien, hay más ostentación de lugares que donación de posibilidades de generar un sitio adecuado en el que respirar y vivir.