Francisco Peregil

Sobre el autor

es el corresponsal para Sudamérica de El PAÍS. Está radicado en Argentina y su área de trabajo incluye Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Uruguay, y Paraguay.

Eskup

Nueve preguntas incómodas, cinco respuestas ofensivas

Por: | 30 de septiembre de 2012



Después de un año sin conceder ninguna conferencia de prensa, la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, decidió responder esta semana a seis preguntas de los estudiantes de la Universidad de Georgetown (Washington) y a diez de los de Harvard (Boston). En Georgetown cuatro preguntas se podrían calificar como incómodas y en Harvard fueron cinco. Fernández respondió en Washington a un estudiante con alusiones personales y en Boston recurrió a los ataques en cuatro de sus respuestas. En una de ellas llegó a deslizar hasta ocho ataques. He aquí el muestrario.

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La locutora

Por: | 25 de septiembre de 2012

 

Esta entrada del blog tiene spoiler. Quiere decirse que voy a difundir algunos datos y alguna que otra imagen que tal vez algunas personas preferirían no conocer. Dicho lo cual, vamos al turrón:

Lo mejor de las cadenas nacionales de Argentina (esos momentos en que Cristina Fernández decide que debido a la relevancia de su mensaje hay que interrumpir la programación de todas las emisoras de radio y televisión) es que nunca se sabe sobre qué versará la alocución. Horas antes aparece en los medios digitales argentinos la noticia de que la presidenta hablará por cadena. Esas tardes de incertidumbre, de comezón, de mariposas en el estómago, recuerdan a quienes dicen que el mejor momento a la hora de hacer el amor es cuando vas subiendo las escaleras. De pronto, la cámara suele enfocar a Cristina Fernández  y enseguida a una multitud entregada que aplaude, corea su nombre y el de su marido.

Y se hace La Voz.

 La Voz de la locutora que anuncia que la presidenta de los 40 millones de argentinos, Cristina Fernández de Kirchner…

Aquí hay que hacer un alto porque no hay nadie en Argentina que pronuncie mejor la palabra Kirchner. Kirch-s-Ner:  Nabokov estaría orgulloso de sentir cómo la punta de la lengua emprende un viaje de dos pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el segundo, en el borde de los dientes. Kirch-s-Ner, con una ese tan sutil, tan fina.

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The (not so) silent invasion of Argentina

Por: | 20 de septiembre de 2012

Pocos países como Argentina debe haber en el mundo donde a la gente de izquierdas y de derechas se les llene tanto la boca con la palabra patriota. Sobre las cabezas de los manifestantes kirchneristas  siempre flota un mar de banderas albicelestes. Y tampoco faltan banderas en los cacerolazos contra el Gobierno. Pero, curiosamente, el lenguaje está plagado de anglicismos, palabras que se han ido metiendo en la sociedad como agentes secretos que carcomen la esencia de la cultura sin que nadie parezca ser consciente de ellos. Toda esa chatarrería anglófila comparte espacio con términos antiguos preciosos como rubro, compostura de zapatos, predio o estancia, palabras que en España fueron perdiendo su terreno en la vida cotidiana y uno las oye aquí como doblones de oro que la gente regalase generosamente por las calles.

Pero los agentes secretos continúan ahí, día y noche, acometiendo su oscura tarea. Ya no nos referiremos siquiera a aquellos términos que se han extendido por tantos países de habla hispana como los outlets (comercios con precios más baratos), los happy hour (cuando te ofrecen alguna oferta en los bares), los tupper (fiambreras). No nos detendremos tampoco en las crónicas de tenis, donde  se escribe sobre el “primer game”, las “chances de quiebre”, o “un winner de drive”. La plaga se ha extendido mucho más lejos y más hondo, hasta los tuétanos del idioma.

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Lo mejor de Buenos Aires (con diferencia)

Por: | 18 de septiembre de 2012

Colectivo

Lo mejor de Buenos Aires, sin duda, es el tráfico, llamado tránsito por estos lares. Las mayores retenciones se producen porque a menudo la gente discute en los semáforos:

-Pase, pase.

-No, por favor, primero usted.

-De ninguna manera. Tenga la amabilidad, por favor...

-Gracias, muchísimas gracias. Pero, por favor, pase usted, caballero.

-He dicho que primero vos, ¡la concha de tu madre!

Las discusiones, por supuesto, siempre se producen entre automovilistas, porque se da por sentado que cualquier ciclista, ya no digamos un peatón, por el mero hecho de serlo, tiene prioridad absoluta aunque el semáforo esté en ámbar. Aún no he visto en Buenos Aires a ningún conductor saltarse un semáforo, ni rojo ni amarillo. Por tanto, no hay lugar para las multas. Es cierto que a veces los conductores juegan a que se acercan y se acercan al peatón que cruza un paso de cebra, pero no es más que un divertimento mutuo, casi un favor que le hacen al transeúnte para que ejercite las piernas y la cintura.

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Lo único que no debe hacer

Por: | 17 de septiembre de 2012

Rolex

El Gobierno de Argentina está en pleno derecho de desoír el mensaje de las decenas de miles de personas que sacaron sus cacerolas el pasado jueves a la calle. A pesar de que era un grupo heterogéneo, sin portavoces y sin un reclamo de peticiones concretas, lograron emitir al menos un par de mensajes muy claros:

Por un lado, su denuncia sobre la inseguridad. Una pancarta se quejaba de que van ya 16 cadenas nacionales, 16 discursos presidenciales  (en realidad, llevamos 18 en lo que va de año), retransmitidos por todas las emisoras de radio y televisión del país, y en ninguno de ellos se habló de la inseguridad. Pero el Gobierno puede seguir creyendo que la percepción de la inseguridad es algo muy subjetivo y que puede ser agrandado por canales de televisión como Todo Noticias, perteneciente al Grupo Clarín. Tiene perfecto derecho a seguir pensando que su política contra la delincuencia es la adecuada.

Por otro, el rechazo a la re-reelección de Cristina Fernández. O sea, a una reforma de la Constitución con el exclusivo propósito de que Fernández pueda presentarse como candidata presidencial por tercera vez consecutiva.  Fernández puede alegar que esa gente no representa a la mayoría del pueblo, que solo el Congreso, y una mayoría superior a los dos tercios que el Gobierno, debería asegurarse en las legislativas de 2013, tiene la potestad de decidir si se reforma o no la Constitución. Bien.

Pero ante la protesta pacífica, el Gobierno hizo tal vez lo único que no debería haber hecho fustigar una vez más  a los disidentes, degradarlos, señalarlos con el dedo ensortijado; en definitiva: escracharlos, que es la palabra con la que en Argentina se suele resumir todo lo anterior.

 

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Algo que conviene no olvidar

Por: | 10 de septiembre de 2012

Regresé de pasar un mes de vacaciones en España. La pregunta sobre Argentina que más me plantearon  daría para fundar una editorial: ¿Cómo está aquello? Ya de vuelta en Buenos Aires, también encontré una pregunta parecida: ¿Cómo va la cosa en España? ¿Tan mal como dicen? Así que, ahora que estamos tranquilitos en este rincón del Sur, intentaremos afrontar el asunto.

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El País

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