El peronismo, como el amor, sigue acumulando definiciones que no terminan de definirlo. Una de las más consabidas sostiene que es un sentimiento. El peronista Carlos Saúl Menen, en una línea algo menos romántica, siempre dijo que no es ni una doctrina ni un programa económico, sino una forma de gobernar. El latinoamericanista de Estados Unidos Nicolas Shumway explica que el genio de Perón no fue su originalidad sino “su capacidad de tomar ideas de varios movimientos y convertirlos en herramientas para mantenerse en el poder”. Y añade:
Para mantenerse en el poder no hay que preocuparse demasiado por las inconsistencias y contradicciones. Es útil y permisible toda herramienta retórica, ideológica o práctica aunque resulten incompatibles entre sí. Lo mismo la institucionalidad: si resulta útil hay que defenderla. Si no, que se busquen formas para hacer las cosas de otra manera.
Lo que traducido a un lenguaje menos académico viene a decir que para mantenerse en el poder hay que ser un gran chaquetero; o sea, cambiar de principios con tanto vértigo como descaro. En ese sentido, la cintura política de algunos poderosos peronistas -mucho más flexible y rápida que la de Messi, Maradona y Groucho Marx juntos- nunca decepcionará. Que Cristina Fernández y Néstor Kirchner apoyaran en 1993 la privatización parcial de YPF y en 1999 la venta de YPF a Repsol no es óbice para que el año pasado Fernández decretase su expropiación y encima dijera que ése había sido el sueño de Néstor. Que Fernández y sus ministros critiquen a cada momento la década liberal de Menem (1989-1999) tampoco es ninguna cortapisa para que Menem apoye hoy con su voto de senador las políticas de Fernández. Ni le extraña a Menem ni a Fernández.
Y sin embargo… estos días estamos presenciando una operación de contorsión ideológica que resulta insólita incluso en los anales del peronismo. Los esfuerzos de Fernández para borrar sus años de discordia, desprecio y ninguneo hacia Jorge Mario Bergoglio podrían estudiarse en cualquier universidad de Ciencias Políticas. Por si alguien se animase, incorporamos un breve manual de uso para cualquier estudiante. Se trata solo de los primeros pasos dentro de un corrimiento tectónico que a buen seguro aportará en breve más lecciones de pragmatismo sin complejos.