Francisco Peregil

Sobre el autor

es el corresponsal para Sudamérica de El PAÍS. Está radicado en Argentina y su área de trabajo incluye Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Uruguay, y Paraguay.

Eskup

Manual peronista para convertirse en más papistas que el Papa

Por: | 25 de marzo de 2013

 

El peronismo, como el amor, sigue acumulando definiciones que no terminan de definirlo. Una de las más consabidas sostiene que es un sentimiento. El peronista Carlos Saúl Menen, en una línea algo menos romántica, siempre dijo que no es ni una doctrina ni un programa económico, sino una forma de gobernar. El latinoamericanista de Estados Unidos Nicolas Shumway explica que el genio de Perón no fue su originalidad sino “su capacidad de tomar ideas de varios movimientos y convertirlos en herramientas para mantenerse en el poder”. Y añade:

Para mantenerse en el poder no hay que preocuparse demasiado por las inconsistencias y contradicciones. Es útil y permisible toda herramienta retórica, ideológica o práctica aunque resulten incompatibles entre sí. Lo mismo la institucionalidad: si resulta útil hay que defenderla. Si no, que se busquen formas para hacer las cosas de otra manera.

Lo que traducido a un lenguaje menos académico viene a decir que para mantenerse en el poder hay que ser un gran chaquetero; o sea, cambiar de principios con tanto vértigo como descaro. En ese sentido, la cintura política de algunos poderosos peronistas -mucho más flexible y rápida que la de Messi, Maradona y Groucho Marx juntos- nunca decepcionará. Que Cristina Fernández y Néstor Kirchner apoyaran en 1993 la privatización parcial de YPF y en 1999 la venta de YPF a Repsol no es óbice para que el año pasado Fernández decretase su expropiación y encima dijera que ése había sido el sueño de Néstor. Que Fernández y sus ministros critiquen a cada momento la década liberal de Menem (1989-1999) tampoco es ninguna cortapisa para que Menem apoye hoy con su voto de senador las políticas de Fernández. Ni le extraña a Menem ni a Fernández.

Y sin embargo… estos días estamos presenciando una operación de contorsión ideológica que resulta insólita incluso en los anales del peronismo. Los esfuerzos de Fernández para borrar sus años de discordia, desprecio y ninguneo hacia Jorge Mario Bergoglio podrían estudiarse en cualquier universidad de Ciencias Políticas. Por si alguien se animase, incorporamos un breve manual de uso para cualquier estudiante. Se trata solo de los primeros pasos dentro de un corrimiento tectónico que a buen seguro aportará en breve más lecciones de pragmatismo sin complejos.

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De fascistas, miserables y malas copias de Chávez

Por: | 11 de marzo de 2013

 

En Venezuela ha nacido un líder. Y, como marcan los cánones, nació cometiendo un error. Esto último es muy propio de los líderes. Algunos, incluso, afloraron después de un golpe de Estado. Henrique Capriles Radonski será desde hoy el líder de la oposición venezolana -y valga el oxímoron- no porque decidiera aceptar el ofrecimiento de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) para concurrir a las presidenciales del 14 de abril, donde apenas tendrá opciones de ganar. Tampoco porque el siete de octubre consiguiera más de 6,5 millones de votos frente a Hugo Chávez y se quedará a 11 puntos de diferencia, cifra récord en la oposición. Será el líder porque el Gobierno empezó a tratarlo el domingo con el miedo que provocan los auténticos líderes. Y tal vez no se habría visto ese miedo si Capriles no hubiera cometido un error.

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Así fue mi entrevista con Hugo Chávez

Por: | 06 de marzo de 2013

Eran las tres menos veinte de la madrugada. Era una noche casi veraniega de septiembre. En Madrid. De pronto, me despertó el móvil.

-Le llamo de parte de la embajada de la República Bolivariana de Venezuela. ¿Estaría usted dispuesto a entrevistar al presidente?

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Las palabras que Cristina Fernández no quiso mencionar

Por: | 03 de marzo de 2013

 

El discurso de tres horas y cuarenta minutos que pronunció el viernes en el Congreso la presidenta Cristina Fernández con motivo de la apertura del año legislativo contenía 25.907 palabras. Y ninguna de ellas fue inflación. Ese problema que ocupa los primeros puestos entre las preocupaciones de los argentinos y cuya manipulación estadística ha provocado una amonestación del Fondo Monetario Internacional hacia el Gobierno argentino no fue mencionado.

A lo largo de una alocución que podría ocupar 44 folios mecanografiados a un solo espacio, Fernández esquivó también la mención de una de las medidas de su Gobierno que más afecta a la vida de los 40 millones de argentinos: la congelación de precios en las principales cadenas de supermercados y electrodomésticos, vigente durante dos meses y hasta el próximo 1 de abril. La presidenta nunca se ha referido en ninguno de sus discursos a esa medida, claramente vinculada a la inflación. Tampoco ha explicado nunca qué objetivos persigue con ella.

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El País

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