Reproduzco a continuación la tribuna sobre la reforma judicial que publiqué este fin de semana en la edición América de EL PAÍS. Siempre viene bien un poco de contexto.
"Señor Pérez, salga usted a la pizarra y escriba: «Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa»". Una vez escrito, Juan de Mairena le pide: "Vaya usted poniendo eso en lenguaje poético". Y Pérez, después de meditar, redacta: «Lo que pasa en la calle». Trataremos de adaptar la famosa lección de Machado al periodismo en el Cono Sur de América. Hablaremos de su gente, los rincones, los libros, las veredas...
Francisco Peregil es el corresponsal para Sudamérica de El PAÍS. Está radicado en Argentina y su área de trabajo incluye Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Uruguay, y Paraguay.
Reproduzco a continuación la tribuna sobre la reforma judicial que publiqué este fin de semana en la edición América de EL PAÍS. Siempre viene bien un poco de contexto.
La entrevista se produjo hace varios meses, pero fue conocida ayer. Un canal griego envió a una periodista a Argentina y ésta entrevistó al ministro de Economía, Hernán Lorenzino. Todo parecía transcurrir con normalidad hasta que a la reportera incurrió en un la indelizcadeza de preguntarle por la inflación. O sea, por el fantasma de la inflación. En Argentina, la oficial ronda el 10%, pero los sindicatos firmaron el año pasado acuerdos salariales superiores al 20%. Este año reclaman entre el 25% y el 30%. Los sindicatos no creen en la inflación oficial y el Fondo Monetario Internacional. Por eso, este organismo emitió el pasado febrero su primera declaración de censura a un país. Y advirtió a Argentina de que tiene de plazo hasta el 29 de septiembre para arreglar "la falta de precisión" de sus estadísticas. Con esos antecedentes, veamos lo que ocurrió en la entrevista.
Este anuncio hay que verlo. Pero antes de que pulsen el botoncito del play les convendría leer el siguiente párrafo.
El viernes 22 junio de 2012 el Senado de Paraguay votó con 39 votos a favor, cuatro en contra y dos ausencias la destitución del antiguo obispo izquierdista Fernando Lugo. Los eternos rivales políticos paraguayos, el Partido Colorado y el Liberal se unieron para sacar a Lugo del poder en menos de 48 horas, acogiéndose a una figura constitucional que permitía enjuiciar al presidente.
A partir de entonces, Fernando Lugo jugó un papel ambiguo. Acató la ley, pero denunció un golpe de Estado institucional. Dijo que se iba, pero después amagó con presentarse de nuevo como presidente en las presidenciales del 21 de abril. Promovió la candidatura del periodista Mario Ferreiro, pero después le retiró su apoyo y se lo dio a Aníbal Carrillo. El resultado es que la izquierda concurrirá dividida a las presidenciales del próximo domingo. Y que, según las encuestas, Mario Ferreiro conseguirá más votos que el hombre al que apoya Lugo. Pero lo que nos interesa es ver el mejor anuncio de la campaña electoral paraguaya. Y ése ha sido el de la formación de Fernando Lugo, que concurre como aspirante a senador. La difusión de esta propaganda electoral fue censurada en el Canal 9 (privado) y en el estatal TV Pública.
He visto en Buenos Aires obras alucinantes. Un día me pasé con la boca abierta once horas seguidas en el Colón entre las walkirias de El Anillo de los Nibelungos, lo cual viene a dejar en una liga de tercera aquello de las naves ardiendo más allá de Orión. Otra noche pude ver a la diva Norma Aleandro ofreciendo una clase magistral, cuando interpretó a María Callas en el teatro Maipú. Dijo, por ejemplo, que en el teatro cada detalle es importante, hasta el polvo que levantan la suela de los zapatos, y que la entrada de un artista en escena, el preciso instante en que aparece, es vital. Contemplé a mujeres bailando entre libros que flotaban en la biblioteca donde trabajó Borges. He visto actores de una grandeza imponente actuando en teatros alternativos, lo cual es como disfrutar de Messi, Ronaldo y un primo de ellos jugando al fútbol en un parque. He visto muchas obras y alguna vez, incluso, una de ellas empezó a su hora. Pero pocas experiencias tan exquisitas podré contar a mis tataranietos como la del paseo que di un sábado en el barrio de San Telmo con el mismísimo Robert Walser.
El 1983, una año después de la guerra de las Malvinas, Diana Gould (1926-2011) le hizo esta entrevista memorable a Margaret Thatcher. Fíjense cómo contrasta el tono cordial de Gould con lo implacable y tenaz de sus preguntas. El tema en cuestión era el hundimiento del crucero General Belgrano, que terminó con la vida de 323 marineros argentinos. Gould estaba convencida de que aquella matanza pudo haberse evitado, porque el barco se encontraba fuera de la zona de exclusión y aún había conversaciones de paz en marcha.
Diana Gould no era periodista. Era maestra, se había interesado por la geografía desde que era joven y estaba indignada con el comportamiento de su Gobierno. Escribió a un programa de la BBC y en la cadena pública le ofrecieron la oportunidad de preguntarle a Thatcher a través de una pantalla. Gould no temía ni por su ego, ni por ninguna bronca de sus superiores, ni por el futuro de su carrera.
Y ya puestos con los vídeos, veamos éste otro en el que Margaret Thatcher agradece al general Augusto Pinochet su colaboración en el conflicto de las Malvinas.
Caminar por las calles de Buenos Aires implica encontrarse de pronto con cientos de baldosas que intentan rendir un sencillo homenaje a las víctimas de la dictadura militar. Ahí, en tal sitio, vivía alguien al que secuestraron, metieron en el maletero de un coche y se hundió para siempre en un pozo de silencio. Todo eso ocurrió ayer, como aquél que dice, entre 1976 y 1983. A poco que uno afine el oído terminará escuchando a alguien que cuenta cómo fue la noche en que llegó la patota -el grupo de matones- a cierta calle y se llevó a menganito mientras el miedo paralizaba a todos los vecinos. A la mayor parte de los menganitos se los tragó la ESMA, la Escuela Mecánica de la Armada. Por eso es casi una obligación moral visitarla.
Pero que no se le ocurra a nadie presentarse allí de buenas a primeras, como hizo un servidor hace siete años, y para colmo, en un día festivo. Hay visitas guiadas gratuitas, pero se precisa llamar a un teléfono (00-54-11-4704-7538, desde fuera de Argentina) o solicitar turno mediante correo electrónico ([email protected]). Cuidado con las expectativas, porque en ese pozo apenas se ve nada. No es un parque temático. Se describe cómo eran las capuchas, pero no se ve una sola capucha, ni una picana, ni una bala de cañón como las que les hacían cargar a los presos. Y sin embargo, cientos de historias siguen manando del pozo siniestro. Por ejemplo, la senadora de la oposición socialista argentina Norma Morandini no se enteró hasta el pasado 9 diciembre, después de 35 años, de que sus dos hermanos, Néstor y Cristina, probablemente fueron vistos allí por última vez. Muchos títulos de periódicos apuntan a la ESMA. Y habría que hacer aquí una mención especial al reportaje que Maruja Torres publicó en EL PAÍS en mayo de 1982, con los militares aún en el poder: Alfredo Astiz: histora de un centurión. Los periódicos seguirán apuntando a la ESMA durante mucho tiempo. Cientos de calles conducen a ese lugar. Así que voy a contar lo que me encontré el sábado 30 de marzo a las once de la mañana en una visita guiada que duró dos horas.
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