Llevaba semanas frotándome las manos. En el teatro Maipo de Buenos Aires se iba a estrenar Escenas de la vida conyugal, de Ingmar Bergman. Fue en ese mismo teatro donde vi el año pasado a Norma Aleandro interpretar a María Callas en Master Class. Una experiencia memorable. En esa obra, Aleandro dice que en un escenario todo es importante, hasta el polvillo que levantan los zapatos. Y más importante que nada: la entrada del artista en escena. Con su mera presencia tiene que marcar una impronta.
Ahora, la misma Norma Aleandro iba a dirigir Escenas de la vida conyugal. Y los protagonistas iban a ser ni más ni menos que Ricardo Darín (¿Hace falta algún adjetivo para describirlo?) y Valeria Bertuccelli, a quien muchos catalogan como la mejor actriz argentina del momento. Finalmente, la obra se estrenó el miércoles pasado y acudí el jueves a verla. Pero no la vi. Quiero decir: Bergman no dio señales de vida. La sutileza, la famosa complejidad con la que Bergman desmenuza las relaciones sentimentales, quedó reducida a una burda comedia de chistes facilones. No sé si me explico.