Si una tarde de verano autral nos metemos en un teatro donde el escenario queda en mitad del público y entre el público hay un anciano medio calvo, con bastón, calva hasta la coronilla y melena canosa recogida en una coleta... probablemente nos encontremos en una ciudad interesante. Pongamos que Buenos Aires. Y si antes de que empiece la obra suena un disco de Ojos de brujo es que pasa algo raro. Lo raro en cuestión puede llamarse Semana Catalana en Buenos Aires. Y celebró entre el 2 y el 9 de febrero su segunda temporada por estos pagos. Lo raro consiste en un saludable cruce de obras, artistas y guiones. Hay hasta un concurso de guiones, un campeonato entre autores argentinos y catalanes. El público vota a la mejor y este año los dos finalistas fueron catalanes.
Y ahí, en ese contradiós, puede uno toparse con lo mejor del teatro alternativo. Lo cual, en muchas ocasiones equivale a decir con lo mejor del teatro. Es como ver a Messi en el patio de casa, gambeteando entre tu silla y la del viejo con coleta.