Dialogando con las tinieblas

Por: | 25 de septiembre de 2007

Alguna vez, el escritor y artista polaco Bruno Schulz dijo que quería “madurar en la infancia”. Lo cuenta Monika Poliwka en el catálogo de la exposición El país tenebroso, que reúne en el Círculo de Bellas Artes de Madrid una antología de la obra plástica de este singular personaje, tan inquietante y extraña como su literatura. En el catálogo, al final, se reproduce una carta que Schulz dirigió a otro escritor y artista polaco, Stanislaw Ignacy Witkiewicz. Le habla allí de la infancia y le explica que entonces “llegamos” a ciertas imágenes cuya significación “será para nosotros decisiva”. Y le habla de una de ellas: “la de un niño llevado por su padre a través de un vasto espacio nocturno y dialogando con las tinieblas”.

Lo que se muestra en el Círculo de Bellas Artes es ese diálogo con las tinieblas. Los grabados de Schulz Schulz_1_e9052_2 tienen mucho que ver con Goya, y con tantos otros artistas que han recorrido y atrapado y penetrado en las oscuridades de la condición humana, ahí donde la violencia y un sórdido erotismo se dan la mano, ahí donde la atmósfera irreal de los sueños irrumpe como parte íntima de la realidad cotidiana. Figuras deformes, chicas semidesnudas, animales excesivos que se derraman sobre el mundo, gente que se arrastra, hombres que se humillan ante la fascinante presencia de los cuerpos de mujeres desnudas, procesiones, niños, calesas, fiestas. Ése es el mundo de Schulz y lo vuelca con la inocencia de un niño que no sabe ocultar las zonas abismales que habita, esa selva de espectros, ese puro desorden, esas pesadillas extrañamente seductoras.

Bruno Schulz nació en Drohobycz, una ciudad de la llamada Galitzia (hoy forma parte de Ucrania), en 1892. Fue judío en el imperio austrohúngaro y, después, judío en la Polonia que recuperó su independencia después de la Primera Guerra Mundial. Fue un niño enfermizo, aquejado de insuficiencia cardiaca y neumonía ya en 1911. Estudió arquitectura en Lwów. No viajó mucho: estuvo, eso sí, en Viena y París. Su primera entrega de grabados, El libro idólatra, es de 1920-1921. Publicó Las tiendas de color canela (1934) y Sanatorio bajo la Clepsidra (1937). En julio de 1941 se convirtió en esclavo del Tercer Reich. Un oficial vienés de la Gestapo, Felix Landau, lo declaró “judío útil” y le pagó con pan y sopa las distintas pinturas murales que le encargó. El 19 de noviembre de 1942, otro oficial de la Gestapo, rival de su protector, le pegó a Schulz un balazo durante una salvaje represalia en la que murieron más de un centenar de judíos.

Schulz escribió que el artista es “un aparato de registrar los procesos que tienen lugar en las profundidades, ahí donde nacen los valores”. En su diario, cuando habla de los comentarios que se hicieron a propósito de su primera novela, Ferdydurke, Witold Gombrowicz recupera un comentario que había escrito su amigo Schulz: “Mientras bajo la capa de las formas oficiales rendimos homenaje a unos ideales elevados y sublimes, nuestra verdadera vida transcurre a hurtadillas…”. De esa verdadera vida trata la exposición del Círculo: de ese universo desordenado de afectos y emociones.

Hay 5 Comentarios

Hoy miércoles, en Culturas de la Vanguardia, Fernández Mallo contesta por extenso al artículo de Calvo.

Leo con retraso la animada polémica literaria de los dos días pasados. No dudo de que los nocillas tengan un «valor real», por supuesto. Ahora bien, que sea su «valor real» lo que «por fin» ha despertado el interés de los periódicos y del público y les ha hecho un hueco en la pequeña opinión pública me parece de una enternecedora ingenuidad. Lo digo porque una de las nocilleras más devotas, la periodista Azancot, es la misma que se postra entusiasmada ante «el valor real» -habrá que suponer- de alguien, por ejemplo, como Francisco Umbral.

Y, ya que voy con retraso, sigo con días aún más lejanos. Vi "Death Proof" y me encantó. Esas mujeres eran todas fantásticas, parecían reales, y sus diálogos, más que diálogos, parecían conversaciones. La discusión de las especialistas y la maquilladora, de pie en un campo de Tennessee, era genial.

Leo con retraso la animada polémica literaria de los dos días pasados. No dudo de que los nocillas tengan un «valor real», por supuesto. Ahora bien, que sea su «valor real» lo que «por fin» ha despertado el interés de los periódicos y del público y les ha hecho un hueco en la pequeña opinión pública me parece de una enternecedora ingenuidad. Lo digo porque una de las nocilleras más devotas, la periodista Azancot, es la misma que se postra entusiasmada ante «el valor real» -habrá que suponer- de alguien, por ejemplo, como Francisco Umbral.

Y, ya que voy con retraso, sigo con días aún más lejanos. Vi "Death Proof" y me encantó. Esas mujeres eran todas fantásticas, parecían reales, y sus diálogos, más que diálogos, parecían conversaciones. La discusión de las especialistas y la maquilladora, de pie en un campo de Tennessee, era genial.

hablando de hibrideces y bizarrías varias,quiméricamente...

¿ Hay que ser artista para dialogar con las tinieblas?.

Esta pregunta me la he hecho alguna que otra vez contemplando los cuadros de Goya. Desde luego en su caso, sí.
Sin embargo,a un "bichito" de la vida corriente y moliente,hablar con su "yo"más oscuro puede surgirle en momentos en los que por circunstancias diversas , o sin ellas, se sienta impotente y atrapado por la la "sinrazón",y el desprecio del semejante.La atmosfera irreal de la que da muestras los grabados de Schulz, esa que aparentemente sólo se da en los sueños, está presente en la vida de muchos de nosotros.
Está ahí , sí. Sólo hay que mirar adentro y descubrir.

De momento hoy... y mirando, mirando, he descubierto que soy una serpiente con cara de topo, cuerpo de pez, garras de gato, cola de perro y alas de pájaro.Unas enormes alas de pájaro.
¿Soy un espectro?.

Puede, pero le aseguro Sr.Rojo que me "siento" más que nunca "ser humano".

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El rincón del distraído es un blog cultural que quiere contar lo que pasa un poco más allá o un poco antes de lo que es estrictamente noticiable. Quiere acercarse a lo que ocurre en la cultura con el espíritu y la pasión del viajero que descubre nuevos mundos y que, sorprendido e inquieto, intenta dar cuenta de ellos.

Sobre el autor

José Andrés Rojo

(La Paz, Bolivia, 1958) entró en El PAÍS en 1992 en Babelia. Entre 1997 y 2001 fue coordinador de sus páginas de libros y entre 2001 y 2006 ha sido jefe de la sección de Cultura del diario. Licenciado en Sociología, su último libro publicado es Vicente Rojo. Retrato de un general republicano (Tusquets, 2006), XVIII Premio Comillas. Correo: @elpais.es.

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