Hay tres chicas que van en un coche y van muertas de risa. De vez en cuando pegan chillidos porque descubren una nueva valla de la campaña publicitaria que ha hecho una de ellas, la dj más famosa de la ciudad. Hablan de tíos, se reprochan no haber resuelto el tema de la hierba, usan un lenguaje ágil, venenoso, letal. Se prometen que hoy no van a ligar porque su idea es pasar el fin de semana en el campo y el dueño de la casa, y padre de una de ellas, no quiere chicos cortejando a su hija. Quieren pasarlo bien, lo están pasando bien. Tarantino las ha puesto a rodar en el coche y, desde el primer instante, la banda sonora es una protagonista más de la película. Estamos en Austin, Texas, y todo parece liviano, agradable, simpático.
La imaginería pop. Los carteles de películas. El jukebox. Los vinilos. La aguja del tocadiscos. La abundancia inagotable de impresionantes canciones de las que nadie tenía noticia ya. Las series de televisión de los setenta. Los programas dobles en el cine. El culto a la fama y al éxito en la industria del entretenimiento. Tarantino ha filmado Death Proof con un aparente descuido formal muy propio de películas de la serie B. El celuloide ha sido sometido a un proceso de envejecimiento: las imágenes están descoloridas y parecen a ratos como un vinilo rayado. Hay cortes bruscos, saltos. Estamos en el mundo del entretenimiento, sin mensajes sofisticados, puro pasar el rato y rotundos contrastes: están los buenos y están los malos. El blanco y el negro.
Las chicas tienen un humor acerado y mordaz, tienen ingenio y rapidez. Los chicos son sólo el telón de fondo que, bueno, parece que a ellas no les parece del todo mal. Son estas damas las que gobiernan la película y se divierten seduciendo. Pasan por un par de bares, y se van cogiendo un gran pedo. Es entonces cuando irrumpe el mal, lo maneja un tipo con una cicatriz. Y tiene color negro y mucha velocidad.
Tarantino vuelve a homenajear a los profesionales de la industria del cine. La cultura popular (todas esas joyas de la banda sonora) lo llena todo. Hay diálogos antológicos y son antológicas las persecuciones de coches. Dos policías del remoto pueblo donde sucede la primera mitad de la película son los únicos que se distancian del puro vértigo de la cinta para formular su diagnóstico. Un diagnóstico pesimista: hay cosas que no tienen arreglo, y ya que no tienen arreglo, mejor que sucedan lejos. Pero luego aparece un coche blanco. Otras chicas, otros diálogos acerados (qué has hecho, qué chicos, cuánto sexo), otras risas que resuenan, otras trastadas (el mundo femenino está lleno de aristas y tacos). Viene la persecución. Y luego el soberbio taconazo con que termina todo. No se lo pierdan.
Hay 5 Comentarios
No me haga usted mucho caso, pero creo que la película no es otro ejercicio posmoderno. Hay mucho más escondido de lo que se deja ver...
Un saludo!
Publicado por: La pequeña Delirio | 12/09/2007 11:23:24
Flipé pero del todo.
Publicado por: Rosa J.C. | 10/09/2007 17:05:24
Vay, yo que quería perdérmela. Tendré que considerarlo. Kill Bill " me dio una sensación de déjà vu terrible, así que pensaba poner a sus autor en cuarentena. ¿Me juras que no hay chistes? Para mí el mejor Tarantino sigue siendo Jackie Brown.
Publicado por: fracture | 10/09/2007 13:51:42
Coincido contigo. Tarantino esta vez ha acertado, con un Kurt Russell sobresaliente, por cierto.
Publicado por: D | 10/09/2007 10:54:18
Pues habrá qué verla.
Publicado por: Rosalía | 10/09/2007 1:09:09