El número 41557

Por: | 24 de octubre de 2007

Mazaltov Behar Mordoh lleva grabado en el brazo el número de prisionera 41577. Esta mujer sobrevivió a los horrores de Auschwitz, donde fue sometida a un montón de pruebas científicas. Experimentaron, por ejemplo, con sus ovarios. Pero tuvo suerte: salvó uno y pudo tener un hijo. La historia la cuenta Perla Bittan Hazan, directora para Iberoamérica, España y Portugal de Yad Vashem, el Museo de la Memoria del Holocausto de Jerusalén que ha ganado este año el premio de la Concordia. El encuentro informal tiene lugar en un rincón del Hotel Reconquista, aquí en Oviedo, y en unos cuantos minutos las historias que relata Perla Bittan reviven la ignominia y el horror de una época aciaga.

A la rueda de prensa en la que esta tarde se ha hablado de Yad Vashem, y en la que han estado algunos supervivientes del Holocausto, no ha asistido Mazaltov Behar Mordoh. Nació en Salónica en 1925 y fue transportada a Auschwitz con sus padres y su hermano, que fueron allí asesinados. El médico que dirigía en el campo de concentración las intervenciones experimentales se llamaba Horst Schumann. Perla Bittan contó que Mazaltov engañaba a sus nietos diciéndoles que aquel número que llevaba escrito en el brazo era un número de teléfono. Hasta que un día les contó la verdadera historia.

Una historia que son miles de historias, y todas ellas hablan de sufrimiento. Es curioso que este año hayan coincidido galardones diferentes a figuras vinculadas al pueblo judío. Ahí está el Premio de la Paz que se entregó en Frankfurt a Saul Friedländer. En Oviedo el de la Concordia recayó en Yad Vashem, pero también está el de las Letras al escritor israelí  Amos Oz y el de las Artes a Dylan, en cuyas letras con tanta frecuencia resuenan ecos de la Biblia. La Fundación Cristóbal Gabarrón, por su parte, premió a David Grossman. ¿Pura casualidad? Es irrelevante: lo cierto es que, sea por el pasado terrible de los campos, sea por la cruda y compleja realidad del presente de Israel, ha irrumpido como un tornado la trágica historia de tantas gentes.

Quedan los testimonios de lo que pasó. Impresiona saber cómo llegaron a conservarse. Friedländer, por ejemplo, contó en Frankfurt que la última carta que escribió su padre la tiró en una estación por la que pasaba el convoy que lo trasladaba a Auschwitz sin saber si llegaría alguna vez a su destino. En Oviedo, Perla Bittan leyó otra, de otra víctima, rescatada acaso entre los raíles de los trenes que llegaban a los campos o enterrada en las cercanías de los barracones. Voy a morir, les decía en ella un hombre a su mujer y a sus dos hijos. Voy a morir y está bien que así sea. Sed buenos, insistía a sus niños. Sed buenos, carajo, debería haber dicho. Para que ese carajo guardara toda la furia secreta que su corazón escondía a los suyos. Los nazis lo liquidaron por haberse negado a denunciar a unos compañeros.

Hay 1 Comentarios

No sabría yo decir si el museo Yad Vashem, con su historial de latrocinios, es realmente un candidato meritorio a un premio, y menos sé si el premio justo que le corresponde sería realmente uno que celebre la concordia. Por poner un ejemplo: en 2001, delegados de este museo obtuvieron permiso para visitar en Drohobycz, actualmente Ucrania, los restos de los murales que pintó Bruno Schulz durante su cautiverio impuesto por los ocupantes nazis, uno de los cuales acabó con él de un tiro en la nuca no sin que antes terminara Schulz los murales. Sin duda que deseosos de enmendar un entuerto, los del Yad Vashem se llevaron sin permiso de nadie, ucraniano ni polaco ni nada, cinco secciones del fresco para trasladarlas a Israel, donde no está previsto que se expongan al público, cosa que tampoco podrían hacer. Permanecen en una cámara acorazada idéntica al sótano de Drohobycz donde Schulz pintó por orden de los nazis escenas bucólicas. Así que a las cosas por su nombre: méritos contrastados aparte, el Yad Vashem no predica precisamente la concordia con sus prácticas choriceras en nombre de no se sabe qué humanidad. ¿Le habría gustado a Schulz saber que su obra está custodiada por tan celosas manos?

Los comentarios de esta entrada están cerrados.

TrackBack

URL del Trackback para esta entrada:
https://www.typepad.com/services/trackback/6a00d8341bfb1653ef00e54f11e8508834

Listed below are links to weblogs that reference El número 41557:

El rincón del distraído

Sobre el blog

El rincón del distraído es un blog cultural que quiere contar lo que pasa un poco más allá o un poco antes de lo que es estrictamente noticiable. Quiere acercarse a lo que ocurre en la cultura con el espíritu y la pasión del viajero que descubre nuevos mundos y que, sorprendido e inquieto, intenta dar cuenta de ellos.

Sobre el autor

José Andrés Rojo

(La Paz, Bolivia, 1958) entró en El PAÍS en 1992 en Babelia. Entre 1997 y 2001 fue coordinador de sus páginas de libros y entre 2001 y 2006 ha sido jefe de la sección de Cultura del diario. Licenciado en Sociología, su último libro publicado es Vicente Rojo. Retrato de un general republicano (Tusquets, 2006), XVIII Premio Comillas. Correo: @elpais.es.

El País

EDICIONES EL PAIS, S.L. - Miguel Yuste 40 – 28037 – Madrid [España] | Aviso Legal