Desde el domingo hay ya otros nuevos 498 beatos. La ceremonia se celebró por todo lo alto y aquellos obispos, sacerdotes, monjas y civiles católicos que murieron víctimas de los desmanes que se produjeron en la retaguardia republicana durante la Guerra Civil española subieron por fin al cielo con todos los honores. Como mártires asesinados por defender su fe. Una señora, próxima a alguno de los agraciados por el Vaticano, aparecía por televisión comentando con los ojos vidriosos que lo que a ella le gustaría es estar también allí arriba. Fue entonces cuando me acordé de Slavoj Zizek, el filósofo esloveno que, en una entrevista reciente, comentaba que lo que no aguantaba de los católicos eran sus ritos paganos.