“Rápida había sido la transición: un alegre verano de excursiones al campo cambió a disparos, tanques ardiendo, ametralladoras con su ladrido, el vuelo de una bomba de mano que cae donde menos se espera, los heridos, los camilleros: este remolino incomprensible, angustioso, amenazando con próximos horrores, había entrada a la casa”. Así cuenta Juan Eduardo Zúñiga en uno de los relatos de Capital de gloria (Alfaguara) la irrupción de la guerra en una familia. Es noviembre de 1936, se trata de Madrid, y las tropas franquistas luchan por conquistar la ciudad. Zúñiga es uno de los escritores que mejor ha sabido contar aquellos días de dolor y esperanza. Hoy se presenta su trilogía sobre aquella época (que incluye, junto al título citado, Largo noviembre y La tierra será un paraíso) y que publica Cátedra en edición anotada de Israel Prado.
Ahí están los hombres y las mujeres y sus cuitas. Madrid fue entonces el refugio y los bombardeos, el aparato de radio, los sueños de huir. Fue una temporada propicia a los enamoramientos y a la búsqueda de los placeres de la carne, ahí con la muerte tan cerca, como si cada uno quisiera agarrarse de un manotazo a lo más intenso de la vida. Miedo, preocupación, tristeza. El afán por saber de la suerte de los próximos, y por tener noticias frescas de lo que ha pasado en Tetuán, en Villaverde, en Vallecas, en Argüelles y la Moncloa, tan cerca del frente. Tiempos de gloria y traición, de las mayores miserias y heroísmos incomprensibles. Con un paisaje en el que se mezclaron los sacos terreros y los tranvías, y los platos de acelgas y la monótona información sobre los evacuados y los heridos.
Zúñiga es el gran cronista de los que les va pasando a los hombres y a las mujeres de Madrid por dentro, y también por fuera. Cuenta cómo van de un sitio a otro y cómo se les transforman las vivencias y cómo intentan aprender a darle otro nombre a las cosas, y cuenta la derrota y el miedo y la muerte. Hay gritos y susurros en sus páginas. Y está la inmensa elegancia de Zúñiga para evitar cualquier subrayado. ¿Para qué? Una palabra detrás de otra son suficientes para penetrar en el corazón del horror.
Rosa, uno de sus personajes, presiente que su madre tenía razón y que los milicianos poco iban a lograr “porque los amos, los que siempre habían sido dueños del dinero, ahora eran dueños de las armas, de las tropas a sueldo, y en pocas semanas llegarían a Madrid y nadie podría detener su venganza sobre los que se atrevieron a presentarles cara”. No consiguieron pasar los militares golpistas entonces, en ese largo noviembre que retrata Zúñiga, y no pudo rendir a la gente de la ciudad la furia de los bombardeos de los aviones alemanes e italianos. Tuvo que haber una larga guerra para que triunfaran esos “amos” de los que habla la madre de Rosa. Y, es cierto, nadie pudo entonces detener su inclemente venganza.
Hay 5 Comentarios
Porqué se le dan tantas vueltas al mismo tema?. Últimamente series de televisión, leyes, reportajes, yo no entiendo que se saca en claro de remover la mierda, con perdón. En cuanto a que cuando uno prevee la muerte se agarra a la intensidad de la vida, puede ser. Quizá por eso andamos ahora tan despreocupados, tan cansados, tan hastiados de todo. Por eso somos tan sumisos, tan buenos, tan políticamente correctos. Pero el hombre es un mísero en afectos eso es indudable y también un superviviente de su propia miseria. Las pasiones, las que importan algunas veces se huyen porque nos resultan demasiado caras y nos han enseñado, desde esa triste guerra, a vivir ahorrando.
Publicado por: Arantxa | 04/01/2008 17:02:25
¿Para cuándo una larga entrevista con Juan Eduardo Zúñiga en El País, a qué están esperando? Ahora que la literatura pasa una época de anorexia en el suplemento de cultura del diario sería un buen momento. No sólo de Francisco Ayala, Juan Goytisolo y Carlos Fuentes vivimos los lectores...
Publicado por: Fernando | 28/12/2007 16:48:35
las pasiones.
Publicado por: Martin | 22/12/2007 6:39:19
Siempre ha habido actos heroicos en todos los momentos de defensa, y siempre ha habido actos de barbarie en momentos de derrota, lo que seguramente sufrieron las ciudades espanolas después del triunfo de los golpistas (porque eso eran) sufrieron tantas otras ciudades en otros paises cuando fueron conquistadas. Seguramente lo amargo de una guerra civil es precisamente eso: no son extranjeros los invasores y vandalos sino connacionales, a lo mejor antiguos amigos de la ciudad que ahora devastan y engullen. El “remolino incomprensible” tiene una facil explicación: el odio a alguien a quien se conoce.
Una situación similar se vive actualmente en Bolivia en la que se azuza el odio a los que viven en la otra mitad. Usted me entiende Rojo
Publicado por: Horacio | 19/12/2007 18:42:28
Al dinero se le puede aplicar la Teoría de los vasos comunicantes.No seamos tan inocentes.O igual es que deseamos ser inocentes.En Asturias aprendieron antes que en Madrid esa Teoría.Siempre somos los mismos tras distinta raya.
Un saludo
Publicado por: JanoCunctator | 19/12/2007 8:42:42