El tiempo oscuro

Por: | 03 de marzo de 2008

Dicen que los nietos buscan la sabiduría de los abuelos y que rechazan la de los padres. El cuento de las generaciones, quién sabe si cierto, vuelve de tanto en tanto como un ruido de fondo para explicar el presente. Ese cuento transmite la vieja idea, demasiado mecánica, de que hay una sintonía entre el mundo y los que lo habitan, y que cada generación tiene su momento: que está mejor dotada para interpretar mejor los signos de una época y para poder darle un sentido. Ahora, cuando va imponiéndose la hipótesis de que el tiempo ha caducado para quienes hicieron la transición, los padres, se vuelve la vista hacia atrás. Y muchos escritores de la llamada generación de los cincuenta surgen de la sombra y adquieren consistencia de gurús. No sé si será el caso de Francisco Brines (Oliva, Valencia, 1932), del que acaba de aparecer Todos los rastros del pasado (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores), una antología que ha seleccionado y presentado Dionisio Cañas.

A todos esos escritores les tocó la mala suerte de haber crecido y de haber sido adolescentes y jóvenes y adultos en los tiempos oscuros del franquismo. Padecieron la atmósfera gris de la dictadura y la falta de horizontes de un país que se había cerrado sobre sí mismo. Pero escribieron, y sus libros encontraron la manera de aparecer en una época en que una gran parte de la sociedad veía con mala cara la cultura y en la que una minoría encontraba en ella el aire imprescindible para sobrevivir bajo el imponente peso de los curas y los militares.

De un tiempo a esta parte, algunos de esos escritores que padecieron aquellos años oscuros han conquistado una visibilidad de la que no habían gozado durante una larga temporada. Se ha encontrado en ellos, a veces, al cómplice que echa pestes de la radicalización de la derecha de ahora. Como si tuvieran una autoridad mayor para decirnos que por ahí no pueden ir los tiros, que lo saben bien por su larga experiencia bajo la exasperante sombra de la dictadura.

Supieron encontrar la manera de vivir en las peores condiciones y es lógico que admiremos ahora su entereza y su coraje y su alegría y su sentido del humor y su ironía. Lo suyo son sin embargo las palabras y no las proclamas. Por eso es motivo de celebración volverse a encontrar con los versos de Francisco Brines. Abre el libro unos de sus grandes poemas, El porqué de las palabras. Escribe allí: “Así uní las palabras para quemar la noche, / hacer un falso día hermoso, / y pude conocer que era la soledad el centro de este mundo”. 

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Me parece interesante la importancia que le das al legado del pasado, pero me decepciona, que la tolerancia y la historia se diluyan en tus palabras. Si hablas del pasado no olvides los dos bandos del sufrimiento. En mi caso, no soy ni de izquierdas ni de derechas, tan solo democrática. Me quito el sombrero por quién hace las cosas bien sea del partido que sea. Sólo pido una cosa que por favor, tengamos la mente abierta y no saquemos más partido de una guerra y una dictadura terrible.

Quizá uno se vuelve hacia los abuelos seguro de que lo mimarán. ¿No es ésa su función? No estoy de acuerdo en arreglar los problemas con tus padres: si no fuera una utopía, sería en cualquier caso una pérdida de energías y de tiempo. Habiendo entendido esto, diría que tampoco necesito el consuelo de los abuelos.

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Sobre el blog

El rincón del distraído es un blog cultural que quiere contar lo que pasa un poco más allá o un poco antes de lo que es estrictamente noticiable. Quiere acercarse a lo que ocurre en la cultura con el espíritu y la pasión del viajero que descubre nuevos mundos y que, sorprendido e inquieto, intenta dar cuenta de ellos.

Sobre el autor

José Andrés Rojo

(La Paz, Bolivia, 1958) entró en El PAÍS en 1992 en Babelia. Entre 1997 y 2001 fue coordinador de sus páginas de libros y entre 2001 y 2006 ha sido jefe de la sección de Cultura del diario. Licenciado en Sociología, su último libro publicado es Vicente Rojo. Retrato de un general republicano (Tusquets, 2006), XVIII Premio Comillas. Correo: @elpais.es.

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