El rincón del distraído

Sobre el blog

El rincón del distraído es un blog cultural que quiere contar lo que pasa un poco más allá o un poco antes de lo que es estrictamente noticiable. Quiere acercarse a lo que ocurre en la cultura con el espíritu y la pasión del viajero que descubre nuevos mundos y que, sorprendido e inquieto, intenta dar cuenta de ellos.

Sobre el autor

José Andrés Rojo

(La Paz, Bolivia, 1958) entró en El PAÍS en 1992 en Babelia. Entre 1997 y 2001 fue coordinador de sus páginas de libros y entre 2001 y 2006 ha sido jefe de la sección de Cultura del diario. Licenciado en Sociología, su último libro publicado es Vicente Rojo. Retrato de un general republicano (Tusquets, 2006), XVIII Premio Comillas. Correo: @elpais.es.

La permanencia del mal

Por: | 31 de marzo de 2008

Cuesta creer que alguien pueda encarnar toda la hondura que encierra la devastadora escritura de Thomas Bernhard. Al leer su teatro, cuesta imaginar que pueda resistirse incólume su obsesiva voluntad por hurgar en las heridas, su valentía por explorar los extremos más escabrosos, su resuelta energía por recorrer todas las ramificaciones del mal. Así lo hace en Ante la jubilación. Rasca y rasca, y muestra cómo sobreviven las actitudes y las ideas y los valores que propiciaron el nazismo, cómo resisten y se conservan a pesar de la democracia. Es difícil pretender que todo eso llegue a un escenario con toda la dinamita que encierra. Lo ha conseguido Carme Portaceli en un soberbio montaje que todavía puede verse en Madrid en el teatro Valle Inclán del Centro Dramático Nacional. Lo ha conseguido ella y lo han conseguido tres impresionantes actores: Gloria Muñoz, Walter Vidarte y Teresa Lozano. No queda más remedio que postrarse ante la excelencia de su trabajo.

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La última cena

Por: | 28 de marzo de 2008

De todos los episodios de la historia de Jesús uno de los esenciales es el de la última cena. Está ya próximo el final y el maestro va a despedirse de sus discípulos. Mateo, Marcos y Lucas cuentan de la casa donde  va a celebrarse la cita, “en el piso superior una sala grande ya dispuesta”, y todos los Evangelios coinciden en subrayar la relevancia del momento. Ahí partirá Jesús el pan que será su cuerpo y servirá el vino que será su sangre. Y contará a sus más próximos que uno de ellos lo ha traicionado. Luego las cosas se precipitarán con la cruz como destino final. Ahora, en la exposición que exhibe parte de los fondos de la galería de los Uffizi en la nueva sede de CaixaForum de Madrid, hay varios cuadros que representan este asunto.

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Concepto elegancia

Por: | 27 de marzo de 2008

Hubo un tiempo, allá por los cincuenta del siglo pasado, en que un montón de circunstancias diversas propiciaron en California la irrupción del buen gusto. Cierto que sobre gustos no hay nada escrito, por lo que convendría matizar. Y entonces lo que habría que contar es que durante aquella década se juntó allí la limpieza de formas y la estricta racionalidad del modernismo arquitectónico con el torbellino de vida de una sociedad radiante que empezaba a gozar de las bondades de la tecnología doméstica, y en la que había mucho dinero. Un tiempo perfecto para la vida de las cosas: las neveras y los televisores, las mesas y las sillas, las piscinas y los automóviles. Puras líneas rectas, mezclas sorprendentes de colores vivos, una sobria y discreta elegancia en que se combinada el afán por la innovación con una recuperación respetuosa, y al mismo tiempo transgresora, de la tradición. En esos años Miles Davis grabó Birth of the Cool. Con esa banda numerosa de maestros del metal que conseguían que la música se deslizara sin tropezar nunca.   

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Pilar López y Azcona

Por: | 26 de marzo de 2008

Han muerto Pilar López y Rafael Azcona. Tenían algo en común. El no haber estado habitualmente en primer plano y haber sido, sin embargo, decisivos en sus respectivos campos. No se puede entender lo que ha pasado en el baile sin Pilar López. Azcona ha marcado el cine. Iba a poner baile español y cine español, pero hubiera sido injusto. Su magisterio ha ido más allá. Hay otra cosa: hicieron su trabajo detrás. Construyeron lo que verdaderamente sostiene eso que más tarde deslumbra al público. Los guiones en el caso de Azcona, las coreografías y la formación de los bailarines en el caso de Pilar. Eran maestros en sus oficios, y cultivaron el arte de no darse importancia. Este arte, tremendamente complejo, los convirtió en dos deslumbrantes seres humanos. Sabían de la vida, y eso es lo más difícil de todo.

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La vieja dama

Por: | 25 de marzo de 2008

Cuando el narrador de Josefine y yo (Anagrama, traducción de Richard Gross), la última entrega de Hans Magnus Enzensberger, empieza a escribir sus cuadernos el 5 de septiembre de 1990 ya se ha producido el acontecimiento que cambió radicalmente el mundo. Y se ha producido en su propio país, Alemania. Con la caída del muro de Berlín termina una época y el siglo XX comienza a ser historia. Casi un año después de aquel brutal derrumbamiento, ese Joachim, el narrador, ayuda a una viejecita a la que han querido robar el bolso. Y la viejecita, Josefine, lo invita a tomar un té en su casa en la Avenida de los Castaños. Arranca así una extraña relación. La mujer pontifica sobre lo divino y lo humano con la sabiduría y la falta de prejuicios que da la experiencia acumulada y el otro, un joven economista que no termina de superar su divorcio, la escucha fascinado. Dice Josefine: “No soy una entusiasta de la democracia”. Pero poco después matiza, comentando que ofrece una gran ventaja: “Es aburrida”.

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Una larga historia

Por: | 24 de marzo de 2008

Al séptimo duque de Medina-Sidonia no le fue muy bien con la Armada Invencible, y eso que tenía fama de experto marino. El decimocuarto leía con pasión a Voltaire y Rosseau y se encargó de que no faltara la Enciclopedia en los pueblos en los que gobernaba. Pero no le gustaba mandar. Su sueño era vivir en Francia y comenzó los largos papeleos con la corte para que le permitieran liberarse de sus responsabilidades. Lo consiguió al final, preparó su partida. No tuvo suerte: murió antes de cruzar la frontera. Se llamaba Pedro de Guzmán. El duque de Medina-Sidonia que vivió durante la guerra de la Independencia se situó abiertamente contra los franceses, aunque era ilustrado. Una detrás de otra fueron sucediéndose algunas de las historias de estos viejos personajes que ya nadie recuerda. Las contaba Liliana Dahlmann, la presidenta de la Fundación Casa de Medina-Sidonia el pasado jueves en Sanlúcar de Barrameda. Hablaba muy cerca de los más de seis millones de documentos del inmenso archivo que se conserva en el palacio de esa pequeña y luminosa ciudad andaluza.

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Las buenas maneras

Por: | 05 de marzo de 2008

La violencia de Anton Chigurh emerge en la pantalla desde el primer momento. Javier Bardem ha hecho una composición perfecta de un tipo extremadamente frío en el que opera con una precisión de relojería suiza la irracionalidad del mal. Dispara y liquida sin que se le mueva un cabello y sabe provocar el miedo como un maestro de ceremonias que conociera al detalle la maquinaria de los afectos. Unos afectos que, en su caso, están de más. Como un lastre innecesario en un viaje cuyo programa sólo conoce una pauta: la destrucción. Los hermanos Coen han hecho una adaptación fiel de No es país para viejos, la novela de Cormac McCarthy. Han arrasado en los premios de la Academia de cine de Estados Unidos y triunfan en el resto del mundo, y sin embargo.

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El tiempo oscuro

Por: | 03 de marzo de 2008

Dicen que los nietos buscan la sabiduría de los abuelos y que rechazan la de los padres. El cuento de las generaciones, quién sabe si cierto, vuelve de tanto en tanto como un ruido de fondo para explicar el presente. Ese cuento transmite la vieja idea, demasiado mecánica, de que hay una sintonía entre el mundo y los que lo habitan, y que cada generación tiene su momento: que está mejor dotada para interpretar mejor los signos de una época y para poder darle un sentido. Ahora, cuando va imponiéndose la hipótesis de que el tiempo ha caducado para quienes hicieron la transición, los padres, se vuelve la vista hacia atrás. Y muchos escritores de la llamada generación de los cincuenta surgen de la sombra y adquieren consistencia de gurús. No sé si será el caso de Francisco Brines (Oliva, Valencia, 1932), del que acaba de aparecer Todos los rastros del pasado (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores), una antología que ha seleccionado y presentado Dionisio Cañas.

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El País

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