Las cartas que Octavio Paz escribió a Tomás Segovia entre 1957 y 1985, y que ahora ha publicado Fondo de Cultura Económica, tocan muchas cuestiones y revelan la multitud de registros que puede darse en la relación entre dos hombres. Muestran el trato entre un maestro y su discípulo, las complicidades y proyectos de dos amigos, el ruido que existe entre el poeta ya consagrado y el que todavía está de camino, hablan del escritor colocado en el vertiginoso centro en el que se agitan las ambiciones de literatos y artistas y del que se ha situado voluntariamente en los márgenes. Son cartas en las que abundan las reflexiones sobre la historia y la política, sobre el poder, sobre el amor, sobre la poesía, sobre la condición del hombre. Hay ternura y generosidad, y hay reproches y tristeza. Hay belleza, y mucha: como cuando Octavio Paz describe un gran aguacero en Nueva Delhi. “Somos permanentes huérfanos en busca de reconocimiento”, le dice el autor de El laberinto de la soledad a su amigo Segovia. En muchas de las cartas aparece un apasionante proyecto que comparten: fundar una revista. Terminó por llamarse Plural, y existió entre 1971 y 1976.