Igual tu sinfonía no debe acabar con violines y trompetas, y tiene que hacerlo como esta habitación pequeña. Hay una lámpara, una silla, la cuna de un niño. Quizá sea necesario que acabe así, de pronto, sin mucho más. Algo de esta guisa le dice un joven israelí a un músico egipcio al que no ha tenido más remedio que alojar en su casa. Un final pequeño para una sinfonía pequeña como hay habitaciones pequeñas para soledades pequeñas. Aunque, bien visto, la soledad siempre es un páramo inmenso, como el desierto, sin confines, seca, dura. La banda nos visita, del joven israelí Eran Kolirin, es una película de bajo presupuesto, pero como se asoma al precipicio de la condición humana, que es como despeñarse por un tobogán infinito, se convierte en una enorme historia alrededor de la pérdida, el consuelo y los buenos modales.
Todo empieza cuando la Orquesta Ceremonial de la Policía de Alejandría, o un nombre así de pomposo, llega a Israel y debe desplazarse a un pequeño pueblo donde deben tocar en la inauguración de un centro árabe. Nadie los espera en el aeropuerto. Y ahí, abandonados en mitad de ninguna parte, quedan los músicos con sus impecables trajes celestes y sus gorras y los bultos negros que llevan dentro sus instrumentos.
Cuanto se cuenta siempre de árabes e israelíes está cargado con la violencia de una guerra que no acaba nunca. En La banda nos visita, en cambio, se nos habla simplemente de unas personas que se han extraviado y que procuran mantener la dignidad. La orquesta de la policía egipcia baja de un autobús en una población perdida de Israel y resulta que se han equivocado y no tienen más remedio que pernoctar. No llevan casi dinero, no quieren molestar. Pero resulta que allí se practican también los buenos modales, y que aquellos con los que entran en contacto en un bar les abren las puertas de sus casas.
Todo sucede a media voz. Y lo que se muestra, en primer término, son las torpezas de los humanos cuando tratan con extraños en una lengua que no es la suya. Siempre hay, sin embargo, un punto de encuentro, algo que todos comparten. Y que Eran Kolirin lo cuenta, sobre todo, a través de la relación entre el director de la orquesta y la dueña del bar. Dos actores imponentes (Sasson Gabai y Ronit Elkabetz) para dar la medida exacta de la inmensidad de la soledad. De sus soledades (que son, también, las de todos los demás).
Hay 6 Comentarios
La soledad. Impuesta y voluntaria. Algunos no viven los Cien Años de Soledad. Pero sí,
unos cuantos. Es triste y dolorosa. Se agarra fuertemente de tu mano y se niega a dejarte. Tú la sacudes y le dices !!vete!!
Sigue ahí. Va contigo a todas partes. Deseas desesperadamente, que esa soledad deje de estar sola...
Saludos
Rosa
http://lacomunidad.elpais.com/pasalavida/posts
Publicado por: Rosa Paredes | 18/04/2008 0:49:01
He visto esta película recientemente. Coincidiría contigo en buena parte del comentario si no fuera porque creo que el director quiso hacer una comedia y no le salió. No me hizo reir porque muchas de las situaciones eran deliberada y fácilmente mente chuscas.... Me habría gustado más sino hubiera tratado de hacerme reir
Publicado por: Ana | 18/04/2008 0:25:27
muy lindo comentario! estoy impaciente que la pelicula llegue a este pais
Publicado por: Horacio | 17/04/2008 20:01:23
una vez mas gracias por la sugerencia, estoy impaciente por verla!!
Un saludo
Publicado por: Will | 17/04/2008 15:35:42
una vez mas gracias por la sugerencia, estoy impaciente por verla!!
Un saludo
Publicado por: Will | 17/04/2008 15:34:57
Qué bien refleja la atmósfera, la cadencia, el ritmo de esta pequeña perla de película........
Me quedé sobre todo con la dignidad y el porte del director de la banda, con la fuerza del personaje de la camarera, a lo mejor soy una antigua pero valores como estos todavía me hacen estremecer. Gracias por tu sensibilidad y sabiduría.
Merxe
Publicado por: Merxe | 17/04/2008 14:35:38