Once años después de haber abandonado Nueva York, tras haber olvidado ya su ruido y la intensidad de las relaciones que propicia, Nathan Zuckerman regresa. Va a someterse a una intervención quirúrgica sin importancia en la uretra, pero que le puede resolver el problema de incontinencia que lo trae mártir. El tipo, que creía que la soledad de su retiro lo había curado ya de las tentaciones de la vida, constata súbitamente que las cosas cambian. Tiene setenta y un años y vuelve a padecer las sacudidas de una pasión. Confiesa: “estaba aprendiendo lo que se siente al estar trastornado, comprobando que, después de todo, no había terminado el descubrimiento de mí mismo”. Esta es la historia de Sale el espectro (Mondadori, traducción de Jordi Fibla), la última novela de Philip Roth.
Hay un punto, eso cuenta Zuckerman (el narrador de tantas novelas del escritor estadounidense), en el que conviene salir de estampida. Es cuando se empieza a envejecer y cuando se entiende de pronto que las agitaciones propias de una vida plena ya no tienen lugar. Así que se fue once años antes, se metió en un caserón en un lugar solitario y se dedicó a escribir. Si le entraba el achuchón del tedio o la nostalgia o le incordiaba el remolino incómodo de la soledad, salía a correr un rato.
Pero de pronto en Nueva York aparece Jamie Logan, una joven escritora. Hay un momento, ya casi al final, en que Zuckerman recuerda que John Keats escribió en su última carta que tenía la sensación habitual de que su vida auténtica había pasado y que ya sólo llevaba “una existencia póstuma”. Con esta Jamie a Zuckerman le entra de nuevo el arrebato. Y con el arrebato llega a dejarse arrastrar por una alocada esperanza que lo lleva a decir que “tal vez los descubrimientos más poderosos estén reservados para el final”.
Como ya hizo en El animal moribundo y en Elegía, de nuevo Roth se ha metido de lleno a explorar lo que da de sí el envejecimiento, lo que te pasa cuando las facultades te abandonan, cuando la vida se escapa (y entras en la existencia póstuma) y lo más sensato es concebir un lugar idóneo para agonizar, e ir allí y acabar de una vez. Hay muchas más cosas en la novela, claro: el redescubrimiento de un viejo escritor, desaparecido ya, al que Zuckerman admiró de joven y sobre el que un amigo de Jamie quiere escribir una biografía. El encuentro con la que fue la joven amante de aquél hace muchos años. El peligro de convertir la literatura en un mero chisme derivado de las peripecias (las escandalosas) de sus autores. Y más cosas. Pero lo que conmueve de verdad es justamente lo que le pasa a Zuckerman. Lo que desencadena ese delirio, el de sentirse arrastrado a los setenta y un años a concebir que la vida ha vuelto a ser ilimitada.
Hay 2 Comentarios
Notas superiores , medias y de fondo componen la sinfonía de este texto.
¡Qué bonito ,qué bonito su escrito Sr Rojo!.
Aún sin haber leido "el espectro" y sin tener la menor referencia ( reconocida verguenza)sobre Philip Roth, la nota media de su partitura ,esa que parte del corazón y que es el tema , resulta de lo más entrañable y emotiva .
Cuando no hay tiempo para detenerse , cuando no hay tiempo para la compasión ni para el pánico , cuando ya se ha llegado más lejos de lo que jamás se hubiera pensado..el reencuentro con uno mismo, con el amor y con la vida, tiene que ser de delirio.
Alegra el alma que se reconozca ( aunque sea en ficción) que más allá de una
edad siempre puede existir algo más que "una existencia póstuma".
Ejemplo éste de Zuckerman que viene a contradecir aquello que decía Chateaubriand de que "al final sólo quedan esos días llamados felices que transcurren ignorados en la oscuridad de las ocupaciones domésticas y que no dejan en el hombre ni el deseo de perder ni el de volver a empezar la vida".
Esta historia me sugieren dos verbos, un nexo y una famosa pelicula: Volver a empezar.
Publicado por: Venecia | 03/04/2008 21:59:13
Tendremos que leer "Sale el espectro", pero la verdad, aún no me he recuperado del desasosiego que me produjo "Elegía".
Publicado por: Sastre | 03/04/2008 16:13:14