Las páginas de Alarma, el libro que José-Miguel Ullán hizo con Eusebio Sempere, están cubiertas de trazos negros. Rayas, puntos, tachaduras. Marcadas, y así rescatadas, emergen unas cuantas palabras. “Dios es olvido”. “la vida hoy vacilante concreta lo fatal”. “la muerte está cerca es esencial el contacto”. “la salvación es única consiste en aceptar otras palabras”. “supresión es la acción esencial”. Esos trazos que manchan las páginas y esas palabras salvadas. ¿Dicen algo? ¿Exigen atención, reclaman un sentido, se imponen como un mensaje? Digamos simplemente que están ahí. Alarma: los trazos negros han tachado el sentido pero unas cuantas palabras han sobrevivido. Flotan como náufragas. A la deriva.
Recorrer las más de 1.300 páginas de Ondulaciones (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores), el volumen que reúne la poesía que José-Miguel Ullán ha hecho entre 1960 y 2007 tiene algo de aventura y de puro juego, hay momentos ahí de jubilosa exaltación e inquietantes llamadas hacia lugares desconocidos, hay humor y tristeza, hay ruido y hay transparencia. Murmullos cotidianos, frases hechas, gritos que sacuden la inercia, gamberradas, juegos infantiles. Recortar y pegar.
Hagamos una parada en Frases, un libro que hizo en 1974. Pasas las páginas y se suceden fotografías en blanco y negro de distintos lugares de una casa, hay una suerte de alfabeto oriental que va variando en una serie de repeticiones, y luego hay páginas con palabras inteligibles, de nuevo rescatadas de la nada y encerradas en rectángulos (para que no se escapen). “llega la hora / en que hay / que pensar / bien las cosas”. “él se deja caer sobre la alfombra de rodillas”. “je / je / viejo maldito / viejo maldito”. “se entretenía con eso / calmosamente por la mañana”. Las frases resultan familiares y las cosas de la casa también (el vaso de leche, la percha, los zapatos), ¿pero qué diablos hay detrás de esos caracteres que parecen chinos, de ese alfabeto misterioso?
Seguramente la poesía es eso. El irse perdiendo. El ajetreo de querer agarrar lo que se escapa. Un afán por no sé qué. Y el poeta, un señor que trabaja en un taller con sus cachivaches. Ahí está José-Miguel Ullán. Recorta papeles, los pega en un cartón, lo quema, toma un pincel, se le escapa un trazo, escribe y escribe, encuentra una imagen, ahí resuena una voz, pasa un autobús, viene una iluminación, suena una ráfaga, vibra la vida, la caldera hace ruidos. Y el poeta está ahí, lidiando con el lenguaje. Siempre en guardia.
Hay 2 Comentarios
Querido José Andrés: mi blog no permite usar TrackBacks, pero he incluido un enlace a tu artículo que puedes ver en: http://dandolavoz.blogspot.com/2008/04/dandolavoz-ulln.html
Gracias.
Publicado por: M. C. | 11/04/2008 14:38:46
Detrás de esos caracteres chinos y de ese alfabeto misterioso hay creacionismo , hay deformación y abstracción , hay rotura de lo lógico , estilización imposible de la realidad, hay magia y rebeldía y originalidad.
Siempre lidiando con la palabra, eso es la poesía
Publicado por: Venecia | 10/04/2008 21:52:05