Raphaël Glucksmann nació en 1979, es miembro de la asociación Estudios Sin Fronteras y ha dirigido dos documentales, uno sobre el genocidio de los tutsis en Ruanda y otro sobre las revoluciones democráticas en el Este de Europa. Ahora se traduce en España el libro que firma con su padre, el filósofo André Glucksmann, sobre Mayo del 68 (Taurus). Lo escribieron mano a mano para explicarle a Nicolas Sarkozy lo que había pasado allí. Parece ser que el actual presidente de Francia no se había enterado muy bien, y durante la campaña de las presidenciales dijo alguna barbaridad. Algo así como que todo lo peor de Francia (para resumir) procedía de aquellas barricadas, de aquella revuelta, de aquel disparate (uno no sabe ya, a estas alturas, qué poner). Empiezo con una cuestión del pequeño de la pareja: "¿Qué relación hay entre el 13 de mayo del 68 y el 13 de mayo del 94, entre los happenings del Barrio Latino y los machetazos de Ruanda?", pregunta. Lo que quiere denunciar es que cuando los jóvenes de aquellas jornadas entraban en los cincuenta ("la edad de las responsabilidades"), "Francia se hundió de nuevo".
Están apuntando, claro, a que Francia va a salir del hoyo con Sarkozy y, en el libro, hay mucho que se entendería mejor conociendo a fondo la política del país vecino durante las últimas décadas. Enseguida ya se sabe quién es el apestado, Miterrand, y también se percibe en el joven un tono abiertamente provocador: "Víctor Pelevin, Salman Rushdie, David Lynch o Quentin Tarantino interpretan la desestructuración contemporánea", escribe. "Nuestra pusilanimidad genera películas de trama psicoanalítica o postales fetichizadas, lamentaciones narcisistas o frescos anticuados". Francia está hecha polvo.
Así que explicación de lo que fue el mayo del 68 para un presidente que no se enteró, y diálogo entre dos representantes de generaciones distintas sobre lo que pasó entonces, lo que vino después, las responsabilidades que pueden asumirse, la situación del mundo actual, el lugar de Francia (y de sus valores y de lo que ha representado). Suena interesante. Lo malo es que todo está contaminado por la gran tentación: ese afán de tantos intelectuales de bailar al son del poder. El intelectual-¿lacayo? se explica, pero da la impresión de que lo está haciendo en una ceremonia en palacio y que hace esfuerzos por parecer particularmente maldito, brillante, un poco de vuelta de todo, excesivamente pendiente de demostrar su independencia, de establecer unos cauces profundos para confirmar que ese caballero, el señor Sarkozy, el hombre que ya ha hecho un primer guiño a la Iglesia frente al laicismo, ese señor va a sacar a Francia del estercolero.
El tono, ese tono. El hijo le reprocha al padre que cómo pudo sonreír en el mitin de Bercy (en el que Glucksmann fue un orador más) cuando Sarkozy se refirió a mayo del 68 como el horror de los horrores. El padre que se disculpa, y que se pone a recordar. Cuando empezó todo, cuenta, él ya estaba más allá del bien y del mal (no lo dice, claro, con estas palabras): había sido excluido de las filas comunistas en 1956, había publicado su primer libro, discutía con Aron, tomaba copas con Barthes, Lacan lo aceptaba en su círculo. Etcétera. La revolución le aburría. Y entonces, cuando empieza el barullo en París, apareció una chica. "Una Salomé en Levis y camiseta me toma de la mano". ¿Vienes?, le dice. "Si no vienes, se acabó". Y André Glucksmann la siguió. ¡Qué suenen los violines!
Hay 1 Comentarios
Una pena lo de Glucksmann,Bruckner y compañía. Más que los violines, deberían sonar las trompetas (tarará-tarará-tarareta)...
Publicado por: D | 20/05/2008 11:52:36