De todas las pintadas que produjo el mayo francés hace cuarenta años seguramente la que mejor viene a cuento aquí es la que decía: “Tengo algo que decir pero no sé qué”. He estado durante unos cuantos días escuchando algunos discos que aparecieron durante aquel célebre año, y no sabría decir para qué me he puesto a escribir sobre ellos. “El contenido de la música popular era muy importante, pero su forma contaba aún más”, escribe Tony Judt en Postguerra (Taurus, traducción de Jesús Cuéllar y Victoria E. Gordo del Rey ) cuando se refiere a aquellos días. “En la década de 1960 la gente prestaba una atención especial al estilo. Podría pensarse que esto no era tampoco nuevo. Pero lo que sí constituyó una novedad de la época fue que el estilo podía sustituir directamente al contenido”. Judt explica después que se trataba de una música que, “aunque sus letras a menudo resultaban anodinas”, se rebelaba en su tono, que se amotinaba. “La música, por decirlo así, protestaba por ti”.