Esmirriado, flacucho, recién salido de la naturaleza. Desnudo, cubierto tan solo con unas cuantas hojas, con cara de pasmo. Lleva en una de sus manos una muñeca y una mascota, una especie de mono. Y está tocado con un sombrero. Deber ser Mr. Wonderful, no puede ser otro. Es el tipo que aparece en la cubierta del segundo disco de Fleetwood Mac. Se metieron a grabarlo en agosto de 1968 y apareció en septiembre. Lo sorprendente, para los tiempos que corren, es que en febrero de ese mismo año habían publicado su primer álbum. Y entre uno y otro, el single que los había colocado en las listas y les había dado fama: Black Magic Woman. Tocaban blues, sin complicarse la vida. Unos señores blancos del Reino Unido por cuyas venas fluían los sonidos negros de Chicago.
Si uno pintara de oscuro algunas de las fotografías de aquellos años de Peter Green, y le revolviera un poco las greñas, igual salía de ahí una especie de Jimi Hendrix. Se parecen mucho. Y sin embargo, nada tienen en común a la hora de tocar la guitarra. No hay en Peter Green ninguno de los excesos propios de Jimi Hendrix. Lo suyo es sacar las notas limpias, transparentes, de una extrema austeridad. Como afinadas y pulidas y afiladas para hurgar en el corazón, en las entrañas, y meter allí el veneno del blues. “Tengo la corazonada”, decía con su voz negroide en Looking for Somebody (incluida en el primer disco del grupo), “de que el blues es mi único camino”.
Mr. Wonderful, ese larguirucho esmirriado de la portada del segundo disco, es Mick Fleetwood, el batería. Es el que le da la mitad del nombre al grupo. El Mac, la otra mitad, procede de John McVie, el bajista. Peter Green había sustituido a Eric Clapton en los Bluesbreakers de John Mayall, y sin mucha estridencia había demostrado que era tan bueno como su predecesor. McVie llevaba tocando un tiempo con Mayall y Fleetwood se incorporó también al proyecto. Luego se separaron del maestro y junto a Jeremy Spencer formaron la nueva banda.
Jeremy Spencer tocaba la guitarra slide y el piano y cantaba, y todo lo hacía a la manera de Elmore James, el gran bluesman de Chicago. Mike Vernon, el productor de estos dos discos, cuenta que semejante mimetismo le había granjeado algunas críticas. Pero no le importaron gran cosa. Stop messin’ round, que decía Peter Green: anda, baby, deja de andar dando la murga y dame unos cuantos apretones hasta dejarme la cara del color rojo de las cerezas. No hay mucho más, eso es el blues. Y para esos chicos británicos era el único camino. Su condición era, seguramente, la que José Luis Pardo otorga en Esto no es música (Galaxia Gutenebreg / Círculo de Lectores) a los negros americanos: la de “viajeros sin identidad ni destino”.
Hay 5 Comentarios
Y luego vino la desilusion: se fueron a los USA, se pusieron a hacer AOR blandito y sobado y se forraron. Eso si, sin Peter Green que se quedo en el Londres humedo y oscuro defendiendo sus esencias y tocando blues. Hasta hoy. Y sigue siendo tan bueno como Clapton.
Publicado por: jose | 30/08/2008 16:49:20
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Publicado por: mery | 17/08/2008 21:45:44
Fleetwood Mac, miticos, se les echa muchisimo de menos a ellos y a su musica :(
Publicado por: Hoteles Pamplona | 16/08/2008 1:09:52
Fleetwood Mac, ya es un calsico...
Saludos, buen blog
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Publicado por: Thomas Effe | 16/08/2008 0:15:31
Me gusta la música de Fleetwood Mac
Publicado por: Susi | 14/08/2008 12:29:51