“Infinidad de hombres torvos y atormentados transitan de un lado a otro en la rugosa cartografía del western”, escribió Ángel Fernández-Santos en Más allá del Oeste (Debate resuperó ese magnífico ensayo hace un año). “Sombríos, huidizos, herméticos, tenaces, lacónicos, cargados sus labios –como su revólver de proyectiles– de descargas de ironía o de silencio mortal, esos hombres no se quedan a donde llegan; en cualquier lugar siempre están de paso; y su comportamiento pétreo, persistente y esquivo tiene algo de tapadera de un abismo sin fondo, inaccesible: cabalgan y, mientras cabalgan, ocultan algo”. Así es. Vayan sino a comprobarlo en El tren de las 3.10, la película de James Mangold. Están esos paisajes inmensos, los rostros curtidos, los balazos. Hay que trasladar a un tipo peligroso hasta una estación para que tome el tren que pasa a las 3.10, y lo lleve desde allí a pudrirse a una remota cárcel.
Delmer Davies ya hizo hace años su versión de El tren de las 3.10 con Glenn Ford y Van Helflin. Dicen los que saben de esto que la película de James Mangold no es simplemente un remake. Ahora el malo es Russell Crowe y de bueno está Christian Bale, y bastan unas cuantas imágenes al principio para confirmar que la fuerza de la vieja épica del western se mantiene intacta. Se trata sólo de la presentación de los que componen la banda de Crowe: unos ademanes, y la mugre de sus rostros. Ya está. Los caballeros pueden proceder. Llega la diligencia, y efectivamente proceden. Como se ha hecho siempre en esos casos: a balazos.
Los paisajes inmensos, el sol abrasador, los caballos galopando, los revólveres y las botas, la inclemente batalla por sobrevivir, la épica de construir un futuro, el reclamo inmediato del placer y el dinero, la violencia. Todo está dispuesto para que el abismo sin fondo de la tragedia vuelva a representarse. Porque eso es, y lo contaba muy bien Fernández-Santos, lo que marca a este género: el halo trágico que circula por sus venas. Y James Mangold dispone los elementos para que la representación tenga lugar frente a los ojos de un adolescente que, además, ha de intervenir en el curso de los hechos.
La seductora atracción del mal y la frágil consistencia de todo lo que puede inclinarnos del lado del bien. Todo gira en el western alrededor de ese viejo dilema moral. La tragedia se desencadena cuando las fronteras se diluyen, se mezclan, se difuminan. Cuando el malo tienen mucha más gallardía que muchos de los que defienden el orden. Y cuando en el bueno hay tanta prudencia que parece cobardía. Ahí, con el adolescente, estamos también nosotros. Fascinados por la desenvoltura del que está fuera de la ley, y por sus promesas. Y tentados también por el absurdo reto del otro. El de seguir hasta el final con los débiles argumentos que sostienen el afán de hacer un mundo mejor.
Hay 7 Comentarios
Ni un segundo de desperdicio, Leonard ha escrito algo más que una peli de vaqueros , es un psicoanalis concentrado en dos horas con lo mejor y lo peor del ser humano.
Crowe está en su línea de L. A. Confidential, protector de las mujeres, aunque aquí la escenita Tinanic en el divan riza el rizo.
Los dos están insuperables, son dos actorazos.
Mi admirado Batman supera a Oliver en su papel de Macbeth, La humillación del sherif cacique, el rechazo de su mujer, la busqueda de la veraddera gloria y admiración, se suceden en unos ojos castaños que hacen innecesarias las palabras.
Se apura el tiempo y las confesiones se aceleran, Ben también fue un niño inocente, como los hijos de Evans, pero la inocencia se la arrebataron sin preguntarle.
Nunca confío en nadie, solo en la biblia porque siempre estuvo a su lado en forma de revolver, hasta que conoció a Evans y quedó sobrecogido por una honradez inquebrantable.
Por fin consiguió su " Red Budge of Courage ", la veradadera, con la que sería recordado.
Quizá Ben se parece un poco al protagonista de " Tu Rostro Mañana ".
Publicado por: Charles Bronson | 09/10/2008 1:48:27
Sin haber visto esta segunda película, este nuevo aproximamiento a la épica westeriana, coincido contigo en varios aspectos; el primero, el de no desacreditar "segundas oportunidades" por el hecho de serlo (el término remake comienza a oler a despectivo). Y el segundo, en la paradójica fascinación que nos provocan las buenas historias que se nos cuentan bajo el hipnótico prisma del Cañón del Colorado (por utilizar un icono como referencia).
Un saludo.
Publicado por: Raúl | 06/10/2008 9:58:26
Me encanta ese "resuperó", aunque sea una errata.
Me encanta Carlos Boyero, digno sucesor y gran amigo de Fernández-Santos. Al menos podemos tener la seguridad de que las películas que dice que le han gustado, efectivamente, le han gustado.
Me encanta el western. Prefiero mil veces las andanzas del facha John Wayne a las cargantes aventuras de James Bond y a las ultramodernas hazañas de Batman.
Publicado por: Conistorsis | 30/09/2008 10:58:39
Muda .
¡ Qué lindo que le quedó ese abismo Sr. Rojo , qué lindo!
Leerle y salir emocionalmente tocada ha sido cosa de minutos y es que a pesar de no recordar haber visto " El tren de las 3.10" nos puso el pasado al alcance de un clic de ratoncico.
¿ No la he visto?
Cosa dificil porque como bien apuntan en el piso de arriba, crecimos muchos con las pistolas del Wayne el cowboy y el "Cimarrón " de Glenn , la Mirinda de verano y todos los westerns de John Ford .
No me gusta mucho Crowe como actor y no me lo imagino haciendo de malo con su carita de bonachón pero habrá que verlo para juzgar mejor .
Intentaremos ver la pelicula.
En cuanto a carlos Boyero...
Contención , contención hija mía : eso me ha prescrito mi confesor.
Publicado por: Venecia | 29/09/2008 20:15:22
No he visto “El tren de las 3,10” actual y recuerdo mal la versión con Glenn Ford. Su texto de hoy me impulsa a ver la película y a leer el libro de Fernández Santos. Durante mucho tiempo éste crítico de cine de “El País” era una referencia segura: lo que él recomendaba siempre merecía la pena. No ha sido bueno su sustituto. Carlos Boyero sólo habla de lo que “le pone” o deja de ponerle. Alardea, además, de superficial cuando trata el cine poco comercial (sus recientes comentarios sobre Kiarostami son penosos), se diría que ignora que el cine está en los museos (ya desde siempre, sobre todo desde Buñuel) y no es peor lo que él – o el gran público – ignora porque no entiende.
El cine del oeste nos educó sentimentalmente, y moralmente, a toda una generación, cuando éramos un poco el niño de “Raíces Profundas” o, supongo, ese adolescente de la película de Mangold. Años cincuenta o sesenta “raptados” durante dos horas de una sociedad cerrada y pacata, como la española de la época, y transportados a otro mundo que nos complementaba la educación que recibíamos en los colegios. Aunque, en buena medida, el western no se apartaba de ese maniqueísmo de buenos y malos, nos evidenciaba los matices y, como dice Rojo, la dilución de determinadas fronteras. Ese cine, y el negro o la comedia de esos años, son la época dorada del séptimo arte norteamericano. Creo que nuestros jóvenes de ahora inundados de películas de terror, repletas de violencia gratuita o humor para subnormales han salido perdiendo. Y se nota en esa tendencia natural a la imitación de comportamientos.
Publicado por: Miguel Mora | 29/09/2008 17:47:26
La seducción del mal...Quizás la forma de encriptar opciones morales, de forma que el Mal y el Bien pierden su territorio de opcíón de conducta ajustada a la posible confusión entre el Orden y el Desorden ¿no? ¿Cómo ver la historia fascinante de Billy the Kid (con Robert Taylor, con Paul Newman, con Kristoferson, encima...) sino como el enfrentamiento entre el poder de los ganaderos y quienes pueden estar a un lado o a otro de la barrera, haciendo que ésta pierda su significado por lo fácil que es saltársela? ¿Cómo no ver la historia de Jesse James sin considerar la violencia de los yanquis contra los campesinos sureños tras la guerra civil? (Véase "Forajidos de leyenda", con los James y los Younger en un remake del fallido asalto a Minnesota). ¿Como no ver en las películas de Penn una reivindicación de ese espacio fronterizo? A Bonny Parker y Clyde Borrow, pero también al preso fugado de "The Chase"?
Creo que el espacio sentimental del western se resuelve en dos películas de Ford: "Centauros del desierto" y (lo siento, es mi favorita) "El hombre que mató a Liberty Valance". Del tiempo y el espacio abiertos a la clausura de ambos, por la inminencia de la catástrofe de los valores del viejo Oeste. Y Lee Marvin era, sin duda, claramente Malo. Pero esos no son los "malos" que amamos.
Por cierto, indispensable ver la película reportaje acerca de Billy the Kid, rodada en el lugar de su asesinato (asesinato, insisto, yo me he leído las memorias de Pat Garret), donde ahora fertejan el acontecimiento para atraer turistas, y donde se niegan a la exhumación del cadáver, por si resultase que William Bonney aún cabalgó más allá de aquella noche cobarde...
Publicado por: Ferran Gallego | 29/09/2008 17:34:41
Regalando el amor.
Con el sonido
de las aves
siento triste
mi deseo, el
honor de la
tristeza y una
dulce cantinela.
Francesco Sinibaldi
Publicado por: Francesco Sinibaldi | 29/09/2008 17:29:17