“1 poeta es necesariamente un ornitorrinco con alas”, escribió. Y también: “La lluvia tarda en cortarse las venas”. Le pusieron el nombre de José Alfredo Zendejas Pineda cuando nació, pero en cuanto supo que iba a dedicarse a la poesía se lo cambió. Entendía que había un único José Alfredo (Jiménez), ese tipo que ha sabido ponerle música a los arrebatos amorosos más radicales: así que quiso que lo llamaran Mario Santiago. Luego colocó detrás Papasquiaro para hacerle un homenaje al pueblo donde había nacido uno de sus héroes, José Revueltas, el revolucionario mexicano al que fueron echando de todas partes por su carácter crítico y del que se dice que fue inspirador del movimiento estudiantil que en 1968 estalló en la plaza de Tlatelolco. En 1974 fundó la revista Zarazo, donde germinó el movimiento infrarrealista que en 1976 irrumpió como un vendaval en la poesía mexicana. Mario Santiago Papasquiaro es el que lee libros bajo la ducha en la novela Los detectives salvajes de Roberto Bolaño. Es Ulises Lima. Esa fuerza de la naturaleza que recorría andando la ciudad de México y que se fue a Israel porque estaba loco por una mujer.