Ya nada es lo que era

Por: | 13 de octubre de 2008

Estás en lo que tienes que estar: haciendo ejercicio. Levantas pesas, corres, estiras por aquí y por allá, sudas como un endemoniado. Y vas llevando lo mejor que puedes la condena del gimnasio, de la que no hay escapatoria. La condena del gimnasio, la condena de la belleza: el deber inapelable de borrar las arrugas de la edad y la urgencia de quitarse el bochorno asociado al exceso de kilos. En ese vértigo de los cuerpos que se afanan por mantenerse impecables, y en un gimnasio del extrarradio de Washington, uno de los empleados encuentra un disco de ordenador. Otros curiosean en su contenido. Hay allí un montón de información relacionada con la CIA. La cosa puede ser explosiva. Y de contarnos qué pasa se ocupan los hermanos Joel y Ethan Coen en su nueva película, Quemar después de leer.

Es una delirante comedia con un punto de humor negro, escrita para el lucimiento de algunos grandes Quemar_despues_de_leer_2 intérpretes: George Clooney, Frances McDormand, John Malkovich, Tilda Swinton, Brad Pitt y Richard Jenkins. Todos entran en el juego y tiran de sus recursos para darle verosimilitud a una disparatada trama que se sostiene en una idea fundamental, la de que los secretos de las agencias de inteligencia tienen un altísimo valor. Y que, por tanto, se puede ganar mucho dinero con ellos.

Así que Linda (Frances McDormand) y Chad (Brad Pitt), los curiosos del gimnasio, están convencidos de que han encontrado una mina. Y deciden sacarle el mayor partido a los secretos que tienen entre manos. El despliegue de gestos y voces, la utilización de los tópicos habituales sobre el espionaje y el endiablado encadenado de sucesivos malentendidos son las palancas que mueven la película. A ratos la peripecia se enreda en exceso, pero hay unos cuantos estallidos de risa que están garantizados.

Pero las cosas no son ya lo que eran. Y los supuestos secretos carecen de interés. Lo único relevante a estas alturas, eso parece contar la película, es la generalización cada vez más rotunda, efectiva y devastadora de la estupidez. Todos los personajes son de una simpleza mayúscula, y resultan próximos, simpáticos, amables (aunque haya alguno que resulte un poco borde). Las crisis que padecen son las crisis propias de este tiempo y propias de su edad, y ése es nuestro mundo: las citas por Internet, salir a correr para sudar un poco, la cirugía estética cuando haga falta, y el divorcio. Más vale mirar a otra parte si aparecen por ahí en un disquete los secretos de la CIA. No vayan a complicarnos la vida.

Hay 3 Comentarios

Navegando por internet me encontré con su blog. Enhorabuena, ha conseguido engancharme. Mis felicitaciones.

Belén - Huelva, 23 años

Qué ganas dan de verla!

Memories.

Sweet and
beautiful memories
in my mind, like
a delicate wind
that always
remembers the
breath of your
life.

Francesco Sinibaldi

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Sobre el blog

El rincón del distraído es un blog cultural que quiere contar lo que pasa un poco más allá o un poco antes de lo que es estrictamente noticiable. Quiere acercarse a lo que ocurre en la cultura con el espíritu y la pasión del viajero que descubre nuevos mundos y que, sorprendido e inquieto, intenta dar cuenta de ellos.

Sobre el autor

José Andrés Rojo

(La Paz, Bolivia, 1958) entró en El PAÍS en 1992 en Babelia. Entre 1997 y 2001 fue coordinador de sus páginas de libros y entre 2001 y 2006 ha sido jefe de la sección de Cultura del diario. Licenciado en Sociología, su último libro publicado es Vicente Rojo. Retrato de un general republicano (Tusquets, 2006), XVIII Premio Comillas. Correo: @elpais.es.

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