"El Kim suele decir que él, en medio de los avatares que entraña cualquier misión peligrosa, siempre que empuña la pistola y se enfrenta a la muerte, no lo hace por la libertad o la justicia o por cualquiera de esos grandes ideales que mueven el mundo desde siempre y que hacen soñar a los hombres y matarse entre sí, sino por una muchacha bonita que no puede moverse de su casa ni de su ciudad, atenazada por la enfermedad y la pobreza". Ayer Juan Marsé ganó el Premio Cervantes, y por la noche me entretuve leyendo unas cuantas páginas de algunas de sus novelas, para celebrar la noticia, para frecuentarlo de nuevo, para darle un abrazo leyéndolo a saltos. Me encontré entonces esas líneas que he copiado de El embrujo de Shanghai (Plaza & Janés), y pensé que resumían bien su manera de mirar el mundo.