Lo que hace Paolo Sorrentino en Il Divo es atacar por varios frentes, utilizando el fragmento como arma arrojadiza. Muestra estallidos de violencia al aire libre e interrogatorios policiales y momentos de un largo juicio, pero también se mete en las ceremonias de palacio y en las fiestas privadas e, incluso, en la intimidad del propio hogar. Su afán es cercar a una figura opaca y ambigua, la de Giulio Andreotti, para obligarle a revelar su verdadero rostro. Ésa es la gran ambición de la película, la que le otorga su grandeza y la que, al final, lo condena a mostrar el enorme poder y la finísima inteligencia de ese oscuro hombre de Estado. Un tipo con un enorme sentido del humor, correoso y duro para la lucha, cínico, brillante, y que día tras día sigue peleando para hacer tolerable su convivencia con unas espantosas migrañas.
Desde el principio queda establecido que Andreotti (en la imagen, Toni Servillo en un momento de la película) ha sabido permanecer mientras sus amigos y sus rivales fueron cayendo como moscas. La película arranca a principios de los noventa, cuando va a iniciarse su séptimo mandato, está cerca de los setenta años, y el país que va a gobernar una vez más lleva tiempo sacudido por escándalos diversos y enfangado en la corrupción. Todo apesta, pero Andreotti se mueve como pez en el agua en los despachos del poder. Va saltando la mugre: la logia P-2, Tangentópolis, su relación con la Mafia, un montón de asesinatos. Sorrentino no cesa de disparar, por aquí y por allá, y Belcebú (como se conoce a Andreotti) sigue ahí. Impasible.
Sólo un asunto le cruje por dentro: el asesinato de Aldo Moro. Las Brigadas Rojas lo secuestraron el 16 de marzo de 1978 y el 10 de mayo encontraron su cadáver en el maletero de un coche en el centro de Roma. Andreotti, apoyado por el Partido Comunista, se negó a negociar con los terroristas.
Nada de todo lo demás consigue afectarlo verdaderamente. Y todo lo demás significa haber entrado en política como parlamentario de la Democracia Cristiana en 1978 y haber sido, desde entonces, siete veces primer ministro, muchas más ministro en diversas carteras, y senador vitalicio desde 1991. Lo que Sorrentino ha conseguido en su película es conservar la extrema complejidad del personaje, evitando así la tentación de convertirlo en monigote. La soledad, el dolor, la extraña complicidad con su mujer Livia, su frialdad incluso con los más próximos, su ingenio y su cinismo. Hay un momento en que se recrea una de las reuniones con su grupo de cómplices mientras lo afeitan, para revelar su familiaridad con el ejercicio del poder y su destreza para mover los hilos. Las cosas siempre son más complejas de lo que se piensa, explica Andreotti. Admite no tener más remedio que convivir con el mal. Y defiende que todas las turbiedades que lo han rodeado ("aparte de las guerras púnicas, que me pillaron demasiado joven, me han hecho culpable de todo", dice) fueron necesarias para que Italia aguantara los diversos embates que la amenazaron. Encorvado y miope, hombre de misa diaria, ahí sigue. Il Divo lo retrata como a un viejo príncipe maquiavélico, de los que ya no quedan: el hombre impasible de un tiempo ya ido.
Hay 3 Comentarios
esta muy interesante el tema gracias por publicar este tipo de informacion.
http://respuesta-rapida.net
Publicado por: Rocío | 25/02/2009 23:14:19
Casi se me corta la respiración después de ver el vídeo de la entrevista a Saviano.
Siento vergüenza por pertenecer a esa raza llamada superior.
Publicado por: Marisa | 05/02/2009 16:01:16
Hoy en http://freeyourmindofthenwo.blogspot.com/ un vídeo sobre el Tratado de Lisboa, clave para entender su relación con la Constitución Europea, que es lo mismo en esencia, solo que el tratado ha bastado con que lo ratifiquen ellos, no han convocado un Referendum¡¡Nos la han colado!!
Tambien una Noticia del diário LibertadDigital, sobre la llegada del amero.¡¡El amero llega a los medios oficiales!!
Entra a verlo!:
http://freeyourmindofthenwo.blogspot.com/
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Publicado por: freeyourmind | 05/02/2009 14:08:39