Ayer cerró Arco. La edición de la crisis, la del repunte de la pintura, la que tuvo a India como país invitado. La que convirtió la obra de Eugenio Merino, en la que aparece Damien Hirst pegándose un tiro, en la imagen de apertura de muchas de las informaciones de los primeros días. El artista que vendió sus tiburones en formol y sus calaveras llenas de brillantes por un enorme pastón mete la bala en el revólver y se lleva el revólver a la cabeza y dispara. Ése era el asunto del que se hablósobre todo. Que acabó una época de esplendor económico y que entramos en rebajas. Ahí estuvieron, sin embargo, las galerías con sus artistas. Acaso los pasillos parecían más amplios (se dieron de baja 40 galerías), pero fue un poco como siempre: más de lo mismo. Confusión y espectáculo, mezcla de lo más diverso, aparatosas propuestas y minúsculos detalles, nombres consagrados e ilustres desconocidos. Y, ahí en la zona donde estuvieron los artistas de la India, un mono junto a una calavera.
La India tiene 1.250 millones habitantes y en su territorio (es el séptimo país más extenso del planeta) se hablan más de cien lenguas. Está dividida en 28 Estados y no parece haber funcionado mal su federalismo de base lingüística. Las diferencias entre ricos y pobres son inmensas, pero se trata en estos momentos de una potencia emergente. Y como tal ha decidido estar presente en los grandes cenáculos culturales del mundo. Hace un par de años fue el país invitado en la Feria del Libro de Frankfurt. Estaba vez le tocaba parar en Madrid. Sus propuestas artísticas son extremadamente variadas como variadas son las culturas que la habitan. Las variedades que se vieron en Arco, sin embargo, no son variedades que tengan que ver con la variedad de sus lenguas, culturas o religiones, ni con sus (por así decirlo) “folclóricos”. Son las mismas diferencias que diferencian a los artistas occidentales: unos tiran por la abstracción decorativa, otros por la de mayor desnudez; hay figuración de corte clásico y la que incorpora la herencia de las vanguardias; hay crítica social, utilización de nuevos materiales, incorporación del cómic, narración documental, recurso a los lenguajes y modos más clásicos (en la imagen, fotografía de Rayanita Singh). Más de lo mismo.
Y no hay en ello el menor reproche, es un diagnóstico. Arco es un gran bazar y ahí va a dar cuanto están haciendo los artistas a lo largo y ancho de este mundo. Mundo globalizado, se dice a cada rato, y es verdad: las diferencias entre lo que hace un artista en su estudio de Bombay y otro en el suyo de Nueva York son minúsculas (en la imagen, obra de Riyas Komu). Lo que va variando son las tendencias. En Arco esté año la presencia de la fotografía no fue abrumadora. Algunos especialistas avisan que, cuando corren malos tiempos, el arte se refugia en los valores seguros de la tradición y la pintura .
Quién sabe. Ese gran bazar lleno de novedades, que mezcla el pasado con el futuro más insospechado, al final de todo lo que está vendiendo son las obras de unos artistas. Su manera de ver el mundo y de expresarlo. Vas, efectivamente, dando brincos de un lado a otro, como un mono, y al final te das cuenta de que todo trata siempre de lo mismo: del consuelo de la belleza ante lo efímero de todo (en la imagen, obra de Atul Dodiya). Vaya, vaya: de nuevo la calavera. Nuestro incontestable futuro.
Hay 1 Comentarios
esta muy interesante el tema gracias por publicar este tipo de informacion.
http://respuesta-rapida.net
Publicado por: Rocío | 25/02/2009 23:09:04