La bisagra del presente

Por: | 05 de febrero de 2009

En Filosofía de la historia (Alianza), lo que hace Manuel Cruz es arrancar del estado calamitoso en el que se encuentran los hombres desde hace ya una temporada. Un estado calamitoso en términos de referencias y de valores: no hay manera de ver de qué va la vaina, se han despeñado los grandes relatos que colocaban cada cosa en su sitio, y el resultado es el de vagar perdidos y enquistarse en lo privado cuando el espacio público empieza a evaporarse. Así que la historia, volver a pensar la historia. En tiempos de desazón y perplejidad no está de más regresar al pasado, mirar atrás. Y eso hace el libro: tirar del hilo y proponer una lectura de las lecturas que los filósofos hicieron de la historia. En una de las citas que Manuel Cruz destaca, Kant afirma: "El hombre quiere concordia; pero la naturaleza sabe mejor lo que le conviene a la especie y quiere discordia".

Es una frase de Kant, pero podría haber sido cualquier otra. Lo que Manuel Cruz (la foto es de Jordi Manuel_cruz_de_jordi_barreras Barreras) defiende de su libro es lo que tiene de invitación a pensar y, aunque siga una cierta cronología y vaya deteniéndose en las aportaciones más relevantes, y en las escuelas que generaron, lo que al final resuena con más intensidad son las voces de los filósofos. Toda construcción teórica, todo afán especulativo, ese gusto por generar conceptos para plantear las preguntas pertinentes se originan en un contexto concreto y a partir de unos problemas determinados.

Hay un momento en que Manuel Cruz se refiere a la bisagra del presente. Cada cual está colgado ahí, con un inmenso pasado a las espaldas y un incierto y desconocido porvenir. Desde ahí se toma la palabra, desde ahí se piensa, se recuerda, se imagina. Y hubo un presente que le exigió a la historia hace un tiempo parecerse a las ciencias naturales y detectar unas corrientes que se repetían y establecer unas leyes que habrían de cumplirse. Manuel Cruz arranca en ese punto, en el que la historia hace méritos para ser una ciencia más y, a partir de ahí, cuenta lo que fue pasando después. ¿Es irrepetible lo que ocurrió o existen unas regularidades que vuelven una y otra vez, es el presente el que arregla el pasado según las conveniencias del poder o pueden convivir relatos diferentes? Y etcétera, etcétera.

"Cuando he descubierto mis principios, todo lo que yo buscaba ha venido a mí", decía Montesquieu. Para Hegel la historia aparecía como una potencia superior. Dilthey pretendía recrear el dentro de  las acciones históricas: los motivos, las intenciones, los pensamientos… Marx consideraba que los hombres nunca se plantean más que los problemas que están en condiciones de resolver. Uno detrás de otro van entrando en escena los pensadores con sus teorías sobre lo que tiene que ser la historia. ¿Concordia, discordia? Son las urgencias del ahora las que nos disparan hacia atrás. Pero nada justifica maquillar el pasado desde nuestros intereses del presente. El desafío es dar con el relato histórico verdadero. Al hacerlo, igual conquistamos también las herramientas para comprender esa actualidad siempre oscura. Y fugaz.

Hay 8 Comentarios

esta muy interesante el tema gracias por publicar este tipo de informacion.
http://respuesta-rapida.net

¡ah! para concluir, dice Pascal: "Es que el presente nos hiere. Lo ocultamos a nuestros ojos , porque nos aflije, y si nos es agradable lamentamos verlo escaparse. Tratamos de reternelo mediante el futuro..."
Me parecen palabras muy sabias, pues los decires que van y vienen de voz en voz o de libro en libro jamás serán dichas realmente en una sola verdad, aunque se lo niegue , un historiador no puede ser netamente objetivo , La objetividad no existe en el universo de las palabras; siempre , siempre habrá varios oidos e interpretaciones para aquello. Nos gusta que nos cuenten historias una y otra vez. Es el mito humano.

Talvez me aleje un poco lo que significa historia, pero me parece preciso destacar un comentario de Blaise Pascal, él cree que el hombre: prefiere huir de su presente , mirando al futuro o comparándose con el pasado y dice así: "Cada cual examine sus pensamientos. Los encontrará plenamente dedicados al pasado o al futuro. Casi no pensamos en el presente , nunca es nuestro fin . De este modo nunca vivimos , sino que esperamos vivir y preparándonos siempre para ser felices resulta inevitable que no lo seamos nunca."

A mi me gustaría que el sr. Brau me dijese qué cosa es ésa de la realidad "natural objetiva" y si ésta, a diferencia de las invenciones de la nación de los nacionalistas vascos, basada en inventos (nadie ya lee, por cierto, a Sabino Arana: tampoco el nacionalismo necesita más que un par de intuiciones patrióticas para coger impulso), se encarna en alguna nación "objetiva y natural", tal como, por ejemplo, la joyceana nación española.

Lo que hay que leer.

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Soy historiador, aunque en “excedencia•profesional”, pero no teórica… Me interesan las reflexiones acerca de la historia, la literatura histórica… Y es sobre esta noción —la literatura histórica— que quisiera apuntar algunas reflexiones propias (aun inspiradas por Ricoeur y argumentadas por una de sus principales líneas de trabajo, la de la mimesis creativa). Parto de la idea de que la Historia es sobre todo “historias contadas” escrituras, literatura al fin al cabo…

Si queremos entender un nuevo sentido más profundo de la mimesis histórica —es decir la presunción de que la “Historia” representa lo realmente acontecido— deberíamos aborrecer primero toda idea de una literatura histórica como descripción exacta del mundo real convencional o mera copia del mismo. ¿Pero qué es el mundo de lo real para Ricoeur?: “el mundo es el conjunto de las referencias abiertas por todo tipo de textos descriptivos o poéticos que he leído, interpretado y que me han gustado”. Hay pues dos realidades: una la corriente, la “natural objetiva”, y otra la recreada por la ficción artística y literaria, la “trasfigurada”. El problema es que el lector no advierte esa dualidad, suele fundirlas, y por eso se “con-funde”. En realidad, una “historia” es una “redescripción” de la realidad, un mundo distinto metafórico de describir un mundo real pero recreado, trasfigurado, por el escritor-historiador. Esta redescripción aúna tanto lo referencial supuestamente objetivo (en cuanto hace referencia a un mundo acontecido, es decir a hechos visibles o al menos verosímiles) como lo imaginativo-creativo —esa es la facultad sustancial propia del escritor-narrador: crear imágenes desde su imaginación (tengan mayor o menor contenido referencial, que siempre lo tiene, por supuesto).

Lo importante pues es la capacidad “refiguradora” de la literatura histórica, en general de cualquier obra de creación… Su principio mimético sería “rehacer el mundo”, pero más en un sentido y función de descubrir, descubrir un nuevo mundo (invisible)… para luego alcanzar una segunda operación mimética: que el espectador de algún modo experimente por sí mismo nuevas experiencias, así mismo “miméticas”.

La interpretación mimética tradicional se ha centrado excesivamente en la supuesta realidad histórica —en el peso de los hechos, las cifras, los nombres—pero ha descuidado esa segunda operación mimética de nuestra experiencia a partir de la literatura. Cuanto una obra se distancie más de la realidad inmediata más poder tiene para reestructurar y modificar el mundo “real” del espectador. Una fotografía documental de un aficionado —por ejemplo un paisaje tomado en un viaje de vacaciones— incide poco en nuestra experiencia de lo real (es una mera reproducción y como mucho una representación de lo real objetivo); pero una descripción “literaria”, a lo mejor apasionada, sí que nos da nuevas sugerencias y estimula a nuevas experiencias, tanto en cuanto se libere de la simple representación/imitación. En palabras de Ricoeur, “el mundo, en un sentido no cosmológico, es abierto y descubierto mediante un proceso que, paradójicamente, implica también una distanciación con respecto a la realidad, distancia que no es sino la diferencia implicada por la propia naturaleza de la invención y la ficción (la distancia se convierte en condición de cercanía)”.

¿No estará forzando excesivamente Ricoeur la noción de mimesis aristotélica? En realidad sí… Para Ricoeur mimesis sería sobre todo el efecto de la obra sobre la realidad y sobre el espectador (lector)… Habría una cierta continuidad entre la emoción “científica” en la que la obra se origina y la emoción que despierta en su receptor. Debemos hablar de continuidad, no de analogía ni de experiencia especular… ya que la experiencia del historiador-escritor al crear su obra-historia se transforma en otra cosa cuando es leída por el espectador-lector ajeno, deja de ser “emoción privada”. Para el lector es como una ficción, y entonces reclama su propio mundo de referencias, emociones e interpretaciones, como en cualquier novela…

La experiencia creativa del historiador-escritor es singular, pero al menos una parte de la misma, y sus preguntas y respuestas, sí son “comunicables”, pueden ser hasta cierto punto “entendidas” por el espectador, serles “familiares”, “leídas” e “interpretadas” mediante algunos códigos y claves que ambos, historiador-escritor y lector, comparten. ¿Pero en realidad qué comparten, además de fechas, nombres, cifras y estadísticas presuntamente exactas? Pues comparten ideología. Quiero decir que si comparten ideología la literatura histórica resulta extraordinariamente eficaz… Cualquier ficción histórica pasa a entenderse como Historia absolutamente verídica, con validación “científica” para su cómplice lector… Al tiempo que mantiene buena parte de su carácter ficticio —me refiero a las aportaciones personalísimas de la imaginación creativa (perversa o bienintencionadamente ideologizada) de su autor, provocando todo tipo de evocaciones y proyecciones miméticas en el lector como si de una novela se tratara…

¿Cómo si no valorar e interpretar esas historias nacionalistas pretendidamente históricas que con tanto éxito se trasmiten entre sus ingenuos o perversos lectores, así mismo nacionalistas consumidores de novelas históricas nacionalistas? Ficciones… nada más que ficciones —historias trasfiguradas… Ya saben qué pasa cuando un ingenuo o débil mental o psicótico cree cabalmente las ficciones de una novela esotérica pretendidamente basada en hechos reales… No quiero contar a dónde puede llegar si además se reconoce mimeticamente en alguno de sus personajes heroicos… Ay, si los nacionalistas vascos, por ejemplo, leyeran más a Joyce — sus epopeyas de un solo día, o mejor el Finnegans Wake— en vez de tanto Sabino Arana y sus secuaces literarios…

"...y así, uno de los arranques de la Historia está en el lenguaje de los profetas de Israel..."

Me parece que lo primero que debería tenerse en cuenta respecto a este engorro pesadísimo de la Historia que nos machaca es un descubrimiento lógico fundamental, y es que lo primero es el fin y luego el principio, y no viceversa. O sea, que no cabe un principio sin una idea del fin. Trátese de pensar en cuándo empieza la carrera para el corredor si la carrera no tiene una meta prefijada.

Es decir, que lo primero en constituirse es el Futuro y después, simplificando y seleccionando los innumerables e inabarcables factores (falseando) que (como por arte de necesidad) nos llevan al Futuro, al Progreso, recreamos el Pasado como mero reflejo. Esa retrospección se nos viste luego con el vistoso y engreído traje de "las causas". Nos olvidamos de nuestra propia jugada, de que el fin es primero y las causas mero reflejo de nuestra selección y ordenamiento de hechos conducentes hacia dicho fin.

Otra perogrullada que podría apuntarse es que todas las épocas están en esta, que no es ninguna época, pero que adquiere este pesado carácter gracias a la creencia en las otras.

EL LASTRE DEL PASADO

http://comielotrodia.wordpress.com

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Sobre el blog

El rincón del distraído es un blog cultural que quiere contar lo que pasa un poco más allá o un poco antes de lo que es estrictamente noticiable. Quiere acercarse a lo que ocurre en la cultura con el espíritu y la pasión del viajero que descubre nuevos mundos y que, sorprendido e inquieto, intenta dar cuenta de ellos.

Sobre el autor

José Andrés Rojo

(La Paz, Bolivia, 1958) entró en El PAÍS en 1992 en Babelia. Entre 1997 y 2001 fue coordinador de sus páginas de libros y entre 2001 y 2006 ha sido jefe de la sección de Cultura del diario. Licenciado en Sociología, su último libro publicado es Vicente Rojo. Retrato de un general republicano (Tusquets, 2006), XVIII Premio Comillas. Correo: @elpais.es.

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