Hace un tiempo, las manos flamencas del Niño Josele se pusieron a trabajar para adaptar a la guitarra algunas piezas que había interpretado Bill Evans. El resultado se tituló Paz, y se grabó en Casa Limón entre febrero y mayo de 2005. La prodigiosa música que hizo aquel monstruo del jazz delante de las teclas de un piano mantuvo su extraña y austera belleza en el disco del Niño Josele, en el que intervinieron un puñado de grandes músicos (Joe Lovano, Jerry González, Javier Colina o Marc Johnson, entre otros). El viernes pasado, Esperanza Spalding desembarcó en Madrid con su contrabajo para acompañar al Niño Josele y a El Piraña (con la percusión) en el desafío de acordarse una vez más de Bill Evans. El concierto sirvió para confirmar que el paraíso existe. Por si alguien lo dudaba.
La cita fue en el San Juan Evangelista dentro del ciclo Ellas Crean. Esperanza Spalding tiene sólo 23 años y, en su caso, la frase promocional que habla de ella como de una de las mayores promesas de la música del futuro es seguramente cierta. Nació en Portland, Oregon, y salió adelante dentro de una familia con complicaciones económicas en la que sólo había una persona: su madre. Tenía cuatro años cuando vio tocar el contrabajo a Yo-Yo Ma en una serie de televisión, y supo que aquello era lo suyo. Empezó con el violín muy pronto, pero le costó llegar al instrumento que la conquistó para la música. Lo hizo a los quince años. Poco después entró al Berklee College of Music, donde se convirtió a los veinte en una de las profesoras más jóvenes de la célebre institución estadounidense.
Cuando hizo sonar el contrabajo en el reducido marco del San Juan Evangelista, el Niño Josele ya le había arrancado unas cuantas notas a su guitarra, acompañado por El Piraña. Curioso encuentro. Ahí, en los temas que en su día había tocado Bill Evans, y cargados por tanto hasta la médula con las marcas de la hondura con la que las interpretaba, en esa música llena de jazz por los cuatro costados, coincidieron un flamenco y una mujer que, en su primera grabación, ha revelado su amor por la bossa nova. Ni géneros, ni fronteras, ni escuelas: nada sirve para clasificar el milagro de la magnética complicidad que existió en aquel escenario.
Los teólogos de las distintas religiones se afanan por certificar la existencia de ese paraíso al que van a ir a parar los creyentes cuando hayan muerto. Craso error: el paraíso está aquí. En Madrid lo pudieron habitar quienes estuvieron presentes cuando Esperanza Spalding cantó Minha, el tema de Francis Hime y Ruy Guerra que Bill Evans grabó durante un concierto en París en 1979 y que, en el disco de Niño Josele, interpretó Estrella Morente. Junto al profundo sonido de su contrabajo vibró la hermosura de su voz para cantar, en portugués, aquellos versos tan certeros: “donde quiera que te escondas, yo te voy a encontrar y voy a darte tanto y tanto amor que te puedes asustar…”. Pues eso.