El 15 de abril de 1988, Octavio Paz leyó un breve texto en la presentación en México de la quinta edición del Manual del distraído, de Alejandro Rossi (la foto es de Marcelo Salinas). He vuelto a leerlo este fin de semana, en el que me he dedicado a volver sobre algunos textos del autor de El laberinto de la soledad. Ha sido una tarea gratísima recorrer algunos de sus ensayos sobre los poetas y narradores mexicanos sobre los que escribió. Es tal la cercanía con que los aborda y son tantos los minúsculos detalles sobre los que se detiene que hay, en esas piezas, mucho del novelista que pone en escena a unos personajes para interpretar un inquietante desafío vital: el de escribir. Las figuras de Alfonso Reyes, Carlos Pellicer, José Gorostiza, Xavier Villaurrutia, José Revueltas, Juan Rulfo y Jorge Ibargüengoitia, entre otros muchos, aparecen ahí con sus desafíos y sus manías, con sus excesos y carencias, con su loco afán de sacarles el mayor provecho a las palabras.
Como nunca está de más acordarse de Alejandro Rossi, les copio unas cuantas frases que escribió Paz a propósito de su condición de distraído.
“Por la ligereza y la elegancia de la escritura, por la felicidad de sus frases, por los vericuetos en los que se arriesga sin extraviarse, por las minucias que lo detienen y por la irónica perplejidad con que sigue a una sombra o se deja perseguir por otra, es un distraído. Equidistante de la abstracción de la contracción, el distraído no es un indiferente; al contrario, se siente atraído por las diez mil cosas que, según los chinos, componen este universo. El distraído se pasea por el mundo y, de vez en cuando, susurra unas palabras. ¿Habla a solas? No, conversa con un interlocutor invisible. Al regresar de su paseo, el distraído desaparece o, más exactamente, se disipa, vuelto brisa, murmullo --¿espíritu? El interlocutor encarna: es un hombre que escribe, lento y aplicado, en una clara y pequeña habitación. A veces se detiene, alza el rostro y mira por la ventana unos follajes y un muro ocre. Sopla un vientecillo; sobre el muro danzan, ligeras, las sombras del follaje. Escritura del viento, escritura de la distracción. Las sombras se transforman en signos, los signos en ensayos, retratos, cuentos dibujados con humo”.
Hay 2 Comentarios
Mira "Triste memoria de mis putas", http://lacomunidad.elpais.com/http-urarianoms-blog-uol-com-br-/posts
Abrazos.
Publicado por: Urariano Mota | 28/04/2009 4:00:51
L'âme qui sauve la pensée.
Aujourd'hui,
dans mon délicat
rêve, il y a
l'émotion d'une
rivière très
heureuse, comme
la pluie qui
descend, comme
la naturelle neige
dans le chant
qui revient......
Francesco Sinibaldi
Publicado por: Francesco Sinibaldi | 27/04/2009 18:49:31